Elizabeth Palacios
Las ciudades nunca terminan
En las últimas semanas he sentido una necesidad enorme de tomar un avión y aterrizar en París y mucha gente me pregunta, ¿en serio? ¿otra vez? ¡si ya conoces! Y lo cierto es que la ansiedad es porque justo temo llegar y no reconocer la ciudad.
No exagero, a pesar de que es todo un clásico y como bien se reza en Casablanca “siempre tendremos París”, lo cierto es que las ciudades clásicas también cambian y evolucionan y particularmente París, con una alcaldesa innovadora y arriesgada como la progresista Anne Hidalgo, ha estado registrando varios cambios interesantes en los últimos años.
El primero y más notable es que Anne Hidalgo logró que desaparecieran los autos de las orillas del río Sena. Tal como lo leen, ahora este espacio es un andador permanente, todo el paseo es peatonal y bueno, en el verano se pone increíble por la tradición de las llamadas Paris Plages, las playas urbanas que siempre se vuelven en un atractivo para los parisinos que no pueden escapar de la ciudad en esta temporada vacacional, y para los turistas que nunca faltan en la capital francesa.
La orilla derecha del Sena en el centro de París quedó prohibida al tráfico vehicular y ha sido reservada peatones y ciclistas, a pesar de la resistencia de los conservadores. Esta es una medida que busca combatir la contaminación ambiental, un problema serio para la capital francesa y es una iniciativa de la alcaldesa Anne Hidalgo que fue respaldada por la mayoría socialista y ecologista del consejo municipal parisino pero resistida por la derecha capitalina.
La vía rápida Georges Pompidou que recorre la orilla derecha del Sena fue inaugurada en 1967 para agilizar el tránsito.
Sobre los 13 kilómetros de esa arteria que atraviesa París de oeste a este, solo 3,3 km, con algunas de las vistas más bellas y románticas del centro de la capital quedarán reservados al disfrute de ciclistas, turistas, enamorados o simples transeúntes. De hecho, este recorrido fue declarado patrimonio mundial por la UNESCO en 1991.
La ministra de Medio Ambiente de la administración anterior, Ségolène Royal y cinco reconocidos neumólogos franceses respaldaron la campaña de Hidalgo, afirmando que la contaminación es responsable "de unas 2.500 muertes por año en París".
La municipalidad apuesta a que una parte de los automovilistas opten por transportes en común o iniciativas de vehículo compartido y que los demás utilicen trayectos alternativos. Ese cambio es algo que quiero ir a constatar por supuesto pues la última vez que estuve en París fue en 2016, antes de que esto fuera aprobado.
Otro cambio que quiero ir a experimentar es el balneario gratuito del canal de la Villete, en el distrito 20, algo que apenas este verano será implementado por segunda ocasión y que tuvo muy buena respuesta en su apertura el año pasado.
Al mismo tiempo, otros pequeños cambios en el mobiliario urbano han ido ocurriendo como que muchos de los viejos y tradicionales puestos de periódicos y revistas han sido sustituidos por unos más modernos y funcionales, que hay más y mejores botes para separar los residuos, más estaciones para alimentar baterías de autos eléctricos, un nuevo sistema de bicicletas públicas y ahora también bicicletas sin cicloestaciones, igual que ya está ocurriendo en la Ciudad de México.
Por supuesto, París siempre tendrá sus típicas terrazas donde uno puede pasar las tardes bebiendo el mejor vino del mundo, sus funciones de cine o conciertos al aire libre en el Parque de la Villete, los picnics con queso, pan y vino a la orilla del Sena o del canal St. Martin —sí, ese donde Amélie tiraba piedritas— y otras cosas que harán que siempre sea una gran opción para visitarse en el verano, aún cuando la mayoría de los parisinos salgan de allí corriendo para ir a tostarse en alguna playa real.
Lamentablemente, aunque ya tenía planeado un viaje para finales del verano, lo he tenido que cancelar y una vez más, París tendrá que esperar.
Me apena porque de verdad quiero ir a constatar estas mejoras que está teniendo la ciudad, disfrutar que una vez al mes la avenida más bella del mundo sea exclusiva para los peatones y otras novedades en mi ciudad favorita.
Nunca permitan que les digan “para que vuelves si ya conoces ese lugar” porque en realidad, los buenos viajeros, los de verdad, nunca terminan de descubrir los detalles en cada destino y las ciudades, como las personas que les dan vida, nunca detienen su evolución.
Los helados que me han hecho feliz al viajar
Nadie va a negar que si hay un placer infinito es el que tenemos en el paladar cuando probamos un delicioso helado. Si encontramos uno que tenga ese justo equilibrio entre cremosidad, consistencia, azúcar y el sabor de nuestra preferencia, el helado puede llevarnos más allá del cielo en un abrir y cerrar de ojos.
Pues resulta que julio es el mes del helado, una celebración instituida por Ronald Reagan en 1984, cuando era presidente de los Estados Unidos. Sí ya sé, pocas cosas tenemos que agradecerle a Ronald pero esta sí que vale la pena.
Y es que resulta que este mes hay muchas promociones en lugares deliciosos y de gran tradición heladera tanto en el vecino país del norte como en la Ciudad de México. Pero vayamos un poco a la historia de este que es uno de los postres más sanos y deliciosos que existen.
Historia del helado
Su origen se encuentra en China, donde hace algunos milenios la gente mezclaba la nieve de las montañas con frutas. También se sabe que en el Califato de Bagdad se acostumbraba tomar esta preparación, denominada “Sharbets”.
No obstante, fue Marco Polo quien introdujo a Europa estas fórmulas que aprendió en sus viajes, que en ese momento era muy difícil preparar. Más adelante se descubrieron los helados de leche durante el reinado de Carlos I de Inglaterra, cuando un cocinero francés mezcló los jugos de fruta con leche.
Aunque este postre se volvió popular gracias a los heladeros ambulantes italianos en los años 1600, fue hasta 1846 que Nancy Johnson inventó la primera heladora automática y, cinco años más tarde, comenzó su producción industrial en Boston.
Italia y su gelatto
Dos cosas vienen a mi memoria culinaria cada vez que pienso en Italia, y no, ninguna tiene relación con pizza o pasta. La primera es el café pues fue allá, en las agitadas barras de café de Roma donde aprendí lo que era un verdadero espresso bien hecho y la segunda, es el helado.
Desde mi primer viaje a la capital italiana —allá por 1998— probé sus famosos helados, gelatti, como ellos lo dicen en italiano. Algo casi obligado después de las enormes comilonas que uno suele dar en ese país, es tomar un café como digestivo, y es como un shot, y luego comprar un helado para ese huequito que se hizo con el golpe del café. Así, una bomba, cafeína y azúcar en una amorosa fusión, el auténtico matrimonio a la italiana.
En 2013 pude volver a Italia pero esta vez a la norteña ciudad de Milán. Allí, exactamente a la orilla de los canales de Naviglio, probé uno de los helados de chocolate amargo más deliciosos de mi vida. Obvio cuando viajo trato de no limitarme mucho en cuanto a experiencias se refiere, así que compré uno ¡triple!, sí, tal como lo leen y no era la única, de hecho la fila en la gelatteria era gigante y todos salían al menos con dos bolas. Pareciera que el mensaje era que el de una bola era para cobardes.
Si bien los mejores helados de mi vida los he comido en Italia, lo cierto es que igual que los mercados, las heladerías son casi una parada obligada en cualquier ciudad que piso. Así que mi propia ciudad no puede ser la excepción.
Mis helados favoritos en ciudad de México eran hasta hace poco los tradicionales y legendarios Roxy, que en realidad son nieves, no helados. Sin embargo, en últimas fechas, varios emprendedores han decidido revolucionar la oferta heladera en la capital mexicana y algunos han superado varios límites incluso de la física.
Uno de ellos es Helado Oscuro que, desde hace siete años, decidió experimentar con dos cosas que nos fascinan a los mexicanos: los helados y el alcohol.
Romy Gutman, su fundadora, me contó que los primeros retos fueron vinculados a la física porque el alcohol no se congela entonces ¿cómo hacemos helados con alcohol? Bueno pues haciendo un montón de pruebas para encontrar la fórmula exacta, misma que obviamente Romy no iba a revelarme.
Y otros emprendedores innovadores han sido los de La Pantera Fresca quienes apostaron por nuestra nostalgia y nos venden un conejo en la luna, es decir una paleta de rompope que por dentro tiene un conejo de chocolate de esos que nuestra mamá nos llevaba de regalo después de un día de larga ausencia. También tienen paletas de gansito para los que crecimos con ese pastelito en nuestras loncheras aunque en cuanto a sabor sigo prefiriendo las opciones de Kinder Delice o las de Ferrero.
Soy una eterna viajera, hedonista por naturaleza, y si en los viajes los pecados parecen ser parte del itinerario, jamás voy a quitar de la lista deleitarme con un buen helado, sea el mes que sea. ¿Y tú?
Soñar con jardines terapéuticos
Mi madre está hospitalizada. Nada grave, sin embargo, la recuperación será lenta y dolorosa y eso me ha obligado a pasar mucho más tiempo del que quisiera o del que haya estado nunca, en las instalaciones de un hospital público mexicano.
Tras deambular de madrugada por lugares que parecen estar peleados con cualquier sentido de confort, ha sido inevitable pensar en cómo el diseño de un espacio puede ser determinante en las emociones.
No hay un lugar donde me parezca importante aplicar psicología del color, funcionalidad de los espacios, arquitectura sanadora y confort que un hospital.
Lamentablemente en los hospitales públicos de México parece no sólo no tenerse noción alguna de los efectos terapéuticos del diseño hospitalario para las y los pacientes, sino que además parece que alguien, hace muchos años se empeñó en que los lugares fueran lo más fríos, impersonales y desagradables que pudieran ser.
Para casi cualquier persona el estar en un hospital es una experiencia abrumadora y generadora de graves estados de ansiedad, angustia, estrés. Y no sólo hablo de los pacientes, también de la familia, médicos, enfermeras y trabajadores en general. Esto es algo que se debería tener muy presente en el diseño, construcción y equipamiento de dichos lugares. No tiene que ser sinónimo de despilfarro pero diseñar un espacio humano sin duda ayudaría a acelerar la recuperación de las personas y mejoraría el trato entre todos los que deben compartir estos espacios.
En pocas palabras no solamente es importante poner especial cuidado en la atención y servicios que se brinden en cualquier institución relacionada con la salud sino también el efecto anímico que se perciba. Hablo de una buena experiencia. Por supuesto, cualquiera que haya estado internado o cuidando a alguien en un hospital público mexicano sabe que no hay nada más alejado de una buena experiencia que estos lugares.
Durante mucho tiempo se han realizado estudios sobre la influencia que ejerce un determinado ambiente en el estado anímico de las personas y se ha descubierto que el arte tiene una gran influencia para su tranquilidad y relajación. Esta es la razón de que exista una creciente tendencia a incluirla en clínicas y hospitales en otros países o en México pero del sector privado.
¿Por qué los hospitales del gobierno tienen que ser deprimentes? ¿Para ahorrar recursos? Bueno, pues les comento que no tienen mucha claridad de ahorro pues por no cambiar un empaque en un cuarto séptico prefieren tirar litros y litros de agua por una fuga que, según me cuenta el personal de limpieza, lleva meses así.
Obvio no tengo esperanza entonces de que le den una manita de gato a ese hospital de ortopedia donde mi madre ha tenido que pasar varias semanas ya.
En realidad, para tener los beneficios del arte terapéutico no es preciso que se trate de colecciones de alto valor o de autores de renombre. En algunos hospitales se han colocado diferentes obras artísticas como pinturas, esculturas y fotografías elaboradas por pacientes, por sus familiares y/o amigos, por donantes o por miembros del staff. ¿Por qué cuando estamos enfermos —o preocupados por algún familiar— tenemos que carecer de algo que es básico para la recuperación emocional?
Hoy en día, la arquitectura hospitalaria se acerca cada vez más a la hotelera, buscando los términos de comodidad de la segunda, aplicando materiales, colores y elementos decorativos.
Ahora, que si de soñar se trata, lo ideal sería poder contar con jardines terapéuticos en los hospitales públicos ¿no creen? Cuanto más tiempo se dedica a establecer lazos con el medio ambiente a través de todos nuestros sentidos, menores son nuestros estados de ansiedad y somos menos conscientes del dolor, por tanto, un jardín podría ser un gran regalo de vida tanto para pacientes como para sus familiares.
Un jardín de curación tiene que proporcionar una experiencia multi-sensorial con flores de colores, diferentes tonos y texturas de verdes, vistas incomparables, sonidos del agua relajante, elementos que atraen a pájaros y mariposas, fragancias y hierbas ornamentales que se mueven con la brisa más leve del aire.
Pero no hablamos de patios empedrados o con placas de cemento pues esos espacios son rígidos y sin un valor medicinal. Hablamos de verdaderos jardines, de un entorno de verdor, con una relación óptima de verde en todas sus superficies.
El ejercicio tiene muchos efectos beneficiosos sobre la salud física y mental así que si las personas enfermas pudieran tener acceso a ejercicios al aire libre mientras están hospitalizadas, seguro el impacto en su recuperación sería positivo.
Estos espacios deben estar recubiertos para reducir el deslumbramiento, por ejemplo con hormigón teñido, y es necesario que haya una atención a los detalles, como bordes delimitadores para evitar que los que utilizan sillas de ruedas puedan pisar en las zonas para la siembra, y que las juntas de dilatación sean precisas para evitar que las ruedas puedan quedar atrapadas o atascadas produciendo accidentes.
Un jardín es un lugar donde un paciente y sus visitantes podrían conversar en privado en un entorno más atractivo que una habitación, y créanme, si de algo adolecen los hospitales públicos en México es de falta de privacidad.
Es esencial que el diseño de las plantaciones sea sensible y que también el mobiliario proporcione áreas semi-privadas para que las personas puedan estar en grupo y con cierta intimidad, pero no, eso que está tan documentado en el mundo del diseño hospitalario en México parece una utopía.
Un jardín de un hospital, si es diseñado con sensibilidad, puede ser un lugar perfecto para que una familia pueda visitar a un paciente hospitalizado, tal vez con los niños e incluso el perro de la familia; donde una persona puede digerir la noticia de un pronóstico preocupante; o donde los miembros del personal puedan relajarse juntos en su hora de descanso. Por cierto, hoy estaba pensando en que las gatas y el perro de mi mamá están tristes y desconcertados porque no la han visto.
Algo horrible de estar hospitalizado es que es el propio hospital quien decide lo que vestimos, con quien compartimos una habitación y tal vez incluso lo que podemos comer. Por ejemplo esa regla absurda de no usar ropa interior, al recordar la única vez que estuve en un hospital siempre digo que algún día escribiré algo que se llame “crónica de un culo al aire” pero no es esta la ocasión.
El punto es que un paciente pierde control de cosas tan elementales como usar o no ropa interior. Nos quitan poder y autonomía y eso impacta en el estado de ánimo y en la recuperación.
Para aumentar la sensación de control, si se tuviera un jardín lo ideal es que en éste hubiera una selección de diferentes vías; una variedad de lugares semi-privados para sentarse; algunos fijos y algunos muebles de exterior; una variedad de vistas para disfrutar cuando puedas estar sentado.
El jardín podría dar sentido de protección; proporcionar un ambiente de comodidad y familiaridad; incluir materiales y plantas adecuadas para el clima y la cultura local; contar con un presupuesto para el mantenimiento continuo; y evitar la inclusión de obras de arte ambiguas sobre la cual las personas enfermas pueden proyectar sus sentimientos de miedo y ansiedad.
El jardín tendría que ser accesible, no sólo con una puerta automática y escalones de entrada bajos para facilitar el acceso de los que utilizan una silla de ruedas, sino que también no tienen que tener ningún tipo de obstáculos.
Esto puede parecer obvio, pero muchos jardines de hospital suelen ser atractivos para disfrutar de ellos pero se evita su uso debido a que están bajo llave. Entonces se vuelven espacios muertos y subutilizados.
Pero todo esto suena como a un sueño imposible cuando veo a mi alrededor y recuerdo que en México los hospitales tienen más carencias que beneficios. ¿Es posible entonces no vivir en una constante depresión con un sistema de salud colapsado, con infraestructura obsoleta, personal mal pagado y enfermos tristes deambulando por los pasillos donde se cruzan con familiares angustiados que no duermen porque tienen que ir a cubrir guardias obligados por la falta de personal? Me hago estas preguntas mientras miro lo único lindo: una ventana que me deja ver el atardecer tras el cerro del Chiquihuite. Aunque el paisaje se empaña por una red negra cuadriculada que cuelga cual telaraña arruinando el único oasis de escasa belleza en medio del desolado ambiente. Lo dicho, tal parece que la consigna es: matemos toda esperanza de belleza y hasta el más mínimo indicio de confort y humanidad.
Ciudades más humanas… ¡más felices!
¿Qué es lo que más te gusta cuando pisas por vez primera las calles de una ciudad desconocida? Tal vez que esté limpia, ordenada, que puedas desplazarte con facilidad, caminando o en bicicleta, que te brinde una sensación de confort y seguridad, pero también que haya espacios donde simplemente puedas estar y sentir que perteneces, espacios que sean tan tuyos como lo son de sus habitantes.
Tal vez, cuando llegas a una urbe así te sientes bienvenido pero, si le añadimos más árboles, plantas y flores, ¿te haría sentir feliz? Pues según Charles Montgomery, consultor y especialista en diseño urbano, la respuesta es sí pues la ciudad y sus espacios verdes están directamente relacionados con la felicidad tanto de sus habitantes como de sus visitantes.
Pero, si tener espacios públicos dignos en las megalópolis es un reto en sí mismo, que además estos hayan sido diseñados para brindar servicios ambientales e integren elementos naturales al paisaje urbano resulta una misión casi imposible… o tal vez no.
Montgomery, quien se declara un admirador de la resiliencia de la Ciudad de México, parte de una hipótesis que parece simple, aunque detrás encierre una compleja realidad: “El fin mayor de toda ciudad es ayudar a sus residentes a alcanzar la felicidad”. Así, respondiendo a esta premisa, las decisiones urbanísticas que se toman deberían poner en el centro de su análisis y su diseño a las personas.
Entonces, ¿por qué hay cada vez más ciudades que parecieran estar pensadas para los autos? Bueno pues porque los tomadores de decisiones no han aceptado que la felicidad y el diseño urbano van de la mano.
Charles Montgomery es escritor y urbanista. Es autor del libro Happy City, en el que examina los vínculos entre el diseño urbano y la ciencia de la felicidad. Su trabajo se centra en asesorar lo mismo a gobiernos que a funcionarios públicos, urbanistas, arquitectos y estudiantes en todo el mundo. A la Ciudad de México vino en 2014, como parte de un programa de residencias promovido por el Laboratorio para la Ciudad y desde entonces no ha dejado de pensar en cómo ayudar a sus habitantes y visitantes a encontrar bienestar en esta megalópoli.
REPENSAR LA URBE
En 2018 Montgomery volvió a la capital mexicana para participar en el Foro World Design Capital CDMX, llevado a cabo en el Palacio de Bellas Artes el pasado mes de marzo. Ante una audiencia de estudiantes y creativos, el especialista explicó que la forma, estructura y componentes de toda ciudad facilitan o inhiben la felicidad de sus habitantes. El principal ingrediente si se desea ser un urbanita feliz es tener
fuertes vínculos sociales, algo que sólo se logra si se cuenta con espacios públicos que faciliten la interacción humana.
El diseño debe entonces facilitar la construcción de estos vínculos. Sin embargo, en muchos casos la infraestructura urbana rompe vínculos sociales volviendo los sitios no sólo inhumanos y fríos, también peligrosos.
El modelo de ciudades dispersas, dependientes del auto y con usos diferenciados
del suelo —donde la vivienda, el comercio y las oficinas se encuentran en espacios distintos— ha contribuido a crear escenarios de fragmentación e infelicidad. Y es que una ciudad de este tipo hace realmente difícil que nos relacionemos con nuestros vecinos, amigos y familiares.
Pero eso no es todo, estas frías ciudades que apuestan por los autos por encima de las personas también generan problemas de salud pública pues nos hacen más obesos, nos enferman e incrementan nuestro riesgo a morir más jóvenes. También encarece la vida y roba nuestro tiempo, sin contar con que además fomentan la contaminación y el desgaste del medio ambiente. No suena precisamente a una vida feliz, ¿o sí?
EL RETO DE REDISEÑARSE
Nadie puede negarlo. La Ciudad de México no es precisamente una de las más humanas, peatonales o verdes del mundo sin embargo, no es tarde para cambiar esa realidad aunque para lograrlo primero se necesitaba colocar la problemática y sus soluciones en la mesa de discusión y en la agenda de temas importantes. Por ello desde hace más de siete años, un grupo de profesionales de la arquitectura, el diseño y el urbanismo se enfocaron en lograr que la CDMX se conviertiera en la capital mundial del diseño. En 2015, el gobierno de la Ciudad de México y Design Week México finalmente ganaron la designación de World Design Capital CDMX 2018
convirtiendo así a la capital mexicana en la sexta ciudad y la primera del continente americano en recibir este título.
No se trata de un premio al mejor diseño urbano, estamos lejos de tal realidad. Se trata de que tras este reconocimiento, se discuta con especialistas, ciudadanos y autoridades los retos y posibles soluciones para lograr que esta enorme ciudad encuentre su camino a la felicidad, de la mano del diseño.
Y, a pesar de que también tiene muchos retos y camino por andar, la CDMX tiene una poderosa historia para compartir internacionalmente y en varios temas puede servir como un modelo para otras mega ciudades del mundo. Este nombramiento de alguna manera obliga a la ciudad a abordar los retos de la urbanización usando el diseño como una herramienta para permitir una ciudad más segura y más habitable.
Por ello es que especialistas como Montgomery participan en las actividades que a lo largo del año se han programado para que el WDC CDMX 2018 sea un espacio de propuestas e innovación, más que una fiesta.
MOVILIDAD Y FELICIDAD
Los tiempos y la forma en la que nos trasladamos —vinculados a la forma y estructura de la ciudad– moldean nuestras vidas. Charles Montgomery explica por ejemplo que un estudio en Suecia encontró que la gente con tiempos de traslado de más de 45 minutos tenía un 40% más de probabilidades de divorcio. Sólo de pensar que en CDMX hay personas que pueden a diario pasar más de 4 horas trasladándose me deprimí. Por eso, y claro por el impacto ambiental del caos, la movilidad es uno de los retos más urgentes de resolver en la capital mexicana.
Otro estudio holandés citado por Montgomery documentó que la gente que va al trabajo en bicicleta reporta ser más feliz que aquella que utiliza el auto. Por otro lado, caminar no es sólo saludable sino que también fortalece los vínculos entre las personas y sus ciudades. Sin embargo, muchas calles y zonas no nos invitan a caminar, incluso pueden ser peligrosas. En CDMX por ello uno de los proyectos urbanos que mejores críticas ha recibido ha sido la peatonalización de espacios como la calle de Madero, en el Centro Histórico, o el rescate de los bajopuentes o los llamados “parques de bolsillo”, que promueven que la gente se sienta tranquila en el espacio público. Las personas optan por caminar en calles y espacios en los que se sienten seguras, que al mismo tiempo son atractivos y sin mucho ruido.
Por ejemplo, zonas que combinan comercio tradicionales y vivienda generalmente son más atractivas que zonas lujosas, con edificios de cristal pero donde no hay actividades. Inclusive pequeñas inserciones de espacios verdes pueden contribuir al bienestar de las personas.
BOSQUE PARA TODOS
Nadie podría imaginar Nueva York sin su emblemático Central Park sin embargo, en la Ciudad de México tenemos un bosque urbano dos veces más grande y algunas personas ni siquiera lo conocen: el Bosque de Chapultepec.
Espacio público por excelencia, este bosque es tal vez el lugar más democrático y diverso de la ciudad, sobre todo desde que las autoridades implementaron un plan para su recuperación, a partir del cual, habitantes y visitantes comenzaron a reapropiarse de este importante pulmón urbano.
Pero el rescate del bosque ha sido paulatino pues también ha requerido una fuerte inversión de recursos. Justo en el marco del WDC CDMX 2018 se anunció que la ciudad había ganado un espacio cultural nuevo al interior de Chapultepec: la antigua estación del ferrocarril, en la segunda sección.
Después de varios años en desuso, este espacio fue recuperado, conservando su esencia, materiales y arquitectura originales, para convertirse en un foro para el despliegue de contenidos y encuentro para vincular ideas y proyectos comprometidos con el entorno urbano a través de diferentes actividades.
Hoy su nombre es Espacio CDMX Arquitectura y Diseño y es la sede temporal del Centro de Información del programa Capital Mundial del Diseño CDMX (World Design CDMX 2018) que celebrará y mostrará el uso positivo deldiseño como una herramienta eficaz para el desarrollo económico, social y cultural.
“Espacio CDMX Arquitectura y Diseño recupera un episodio de la memoria colectiva de quienes vivimos en la Ciudad de México y nos permite reflexionar sobre nuestro presente urbano y las posibilidades de transformar la ciudad en espacios lúdicos y de convivencia, considerando la perspectiva de la arquitectura y el diseño. Se convierte así en el primer espacio público en la CDMX destinado a promover la Arquitectura, el urbanismo y el diseño socialmente responsable”, explica Emilio Cabrero, director general de Design Week México y World Design Capital CDMX 2018.
El diseño es, sin duda, una herramienta para resolverlos grandes problemas que enfrentan los entornos urbanos en la actualidad y también, para apostar por un desarrollo sostenible y, como dice convencido Charles Montgomery, para contribuir a que seamos cada día, un poco más felices.
Bourdain me enseñó a volar
Sólo una vez he podido estar en Ámsterdam y fue apenas por unas horas. Organicé mi viaje desde México hasta Italia específicamente para poder tener una larga espera durante la conexión que había que hacer en los Países Bajos. Muchas veces me habían dicho que era una de esas ciudades que se tienen que visitar al menos una vez en la vida pero lo cierto es que soy una viajera y detesto esos mini viajes de turista que se hacen para tomarte fotos y subirlas a Instagram.
Sin embargo, durante las once horas de vuelo desde la Ciudad de México hasta Ámsterdam tuve la oportunidad de leer en la revista del avión, operado por KLM, un sin fin de opciones que me invitaban a conocer la ciudad pero nada de eso fue realmente una influencia determinante en aquel viaje, hasta que encendí la pantalla y elegí mirar un programa: Sin reservas.
Sí, el host era el aclamado chef y presentador neoyorkino Anthony Bourdain, a quien hoy el mundo llora tras conocerse la noticia de su muerte.
Miré el programa completo y por supuesto, de Bourdain podía esperar cualquier cosa menos sugerencias ordinarias para turistas. Él era un verdadero viajero, un explorador, un hombre que vivía y disfrutaba con intensidad.
Como era de esperarse, en una ciudad como Ámsterdam, Bourdain visitó un coffee shop. Eso me resultaba de gran ayuda porque evidentemente yo quería hacer eso pero hay un coffee shop en cada esquina allí, así que ¿cómo iba a elegir? Por fortuna, Bourdain lo hizo por mí.
Para quienes no estén muy familiarizados con la cultura del consumo recreativo del cannabis, los coffee shops no son precisamente las mejores cafeterías del mundo. De hecho ahí tomé el peor café, el peor jugo artificial y el sándwich más desangelado de todos mis viajes. No. Estos lugares no se distinguen por la calidad de su “café” sino por la calidad de su producto estrella: la mariguana.
Anthony Bourdain en su programa, fumó en coloridas pipas y comió platillos hechos con mariguana y por supuesto yo quería hacer lo mismo así que bajé del avión y me dirigí lo antes posible al lugar. La idea era fumar todo lo que pudiera —porque obviamente no podía viajar con ningún remanente pues en Italia consumir cannabis no es legal como sí lo es en Ámsterdam— y hacerlo lo más rápido posible pues tenía cinco horas solamente para conocer un poco la ciudad y quería vivir esa experiencia lo más “colocada” posible.
De alguna manera, Anthony Bourdain fue para mí en aquel viaje mucho más que un guía gastronómico. Apliqué todas sus máximas e hice cosas que tal vez en otro contexto no habría hecho. Me tomé tiempo para explorar el menú de las variedades de cannabis que se vendían y elegí una hidropónica cultivada allí mismo. Jamás habría imaginado que pagaría tanto por un gramo de mariguana. Fueron 8 euros. Más que por el sándwich, el jugo y el café, se los juro.
Después salí a la calle, tal como lo hace él, con la intención de comer todo lo que pudiera sin embargo, no fue el caso. Lo que empecé a hacer fue disfrutar todo lo que pasaba alrededor. Los sonidos de las bicicletas al arrancar todos a la vez cuando la luz cambiaba a verde, las campanillas alertando a los peatones, los autos que se frenaban respetuosos para ceder el paso a los muchísimos ciclistas, los bebés en las carreolas empujadas por sus madres o padres, los barcos recorriendo los canales. Todo lo escuchaba, mis sentidos estaban completamente abiertos.
Podía haber hecho una visita rápida a algún museo pero no lo hice. Al más puro estilo de Bourdain, lo que hice fue caminar sin parar. Andar, andar y seguir andando. Entré a una pequeña tienda y compré un bocadillo simple y barato, después más adelante, una botella de agua. No quería tampoco gastar mucho. Y lo mejor fue que, en un momento, me topé con una vespa colorida tapizada de estampas de jugadores de futbol, como las de los álbumes Panini. Tomé una foto y la subí a mi Facebook, etiquetando al chico que me gustaba, con quien compartía el gusto por esos vehículos. Ese fue el mejor rompehielos y ahora él sabe que lo hice mientras estaba totalmente drogada e inspirada por Anthony Bourdain, quien me animaba en mi cabeza a perder el miedo y mandarle un mensaje que detonara algo. Y lo detonó, pues hoy él es mi mejor amigo y una de las personas indispensables en mi vida.
No conocí personalmente a Anthony Bourdain. Fui como mucha gente, admiradora de su trabajo y lo sentí cerca siempre aunque sólo lo viera por medio de una pantalla de televisión, pero esta es mi muy personal historia con él.
Ayer le decía justamente a mi mejor amigo, que tal vez muchas personas pensaban que la vida de Bourdain, viajando y comiendo alrededor del mundo, era perfecta. Su novia era una guapa, talentosa y valiente mujer 20 años menor que él, a veces trabajaban juntos y su relación era, en apariencia, impecable. Había tenido momentos oscuros. Él mismo había contado sus días negros cuando fue adicto a la cocaína, la heroína y el alcohol. Insisto, en la vida unos días son blancos y luminosos, otros grises y otros más oscuros, incluso cuando se es famoso. Sin embargo, tal vez el éxito, o lo que nos han enseñado que debe ser eso, no es el sinónimo de la felicidad.
¿Cuántas personas no han expresado que su más grande sueño sería darle la vuelta al mundo? Bourdain lo hizo. ¿Acaso lograr un sueño tan grande y que te une con tanta gente lejos de hacerte feliz te hace ver que eso parecía la meta, en realidad no lo era?
Anthony Bourdain eligió suicidarse el viernes 8 de junio de 2018 en el pueblo de Colmar, ubicado en la región francesa de Alsacia. Un lugar de ensueño. Miles de veces he mirado las fotografías de ese pueblito donde se hace el mercado de navidad más famoso del mundo, y parece un lugar salido de un cuento de hadas. He dicho siempre: tengo que ir a pasar al menos una de mis navidades allá. Y sé que lo lograré. Pero ahora no podré dejar de pensar que en medio de toda esa belleza, Anthony Bourdain tuvo tanta ansiedad como para decidir terminar con su vida. O tal vez no fue así. Tal vez justamente eligió el escenario perfecto para ir a buscar finalmente la paz que hacer el check list de tus objetivos y de los lugares del mundo o las comidas más exóticas no te dio. Tal vez cumplir sueños tan grandes te lleva a una gran puerta detrás de la cual ya sólo queda buscar un final para tratar de tener otro principio. Nadie lo sabrá. Tal vez padecía depresión. No lo sabemos y su salud mental es una condición privada que debemos respetar.
Sólo nos queda entender que el legado de Bourdain fue esa invitación a vivir sin reservas, a conocer lo desconocido de los lugares, a probar todos los sabores y sobre todo, a rodearte de personas con quienes beber, comer, reír y disfrutar. Porque la felicidad no es tenerlo todo, sino vivirlo todo. Y nadie ha dicho que sea eterna. Yo creo que Anthony Bourdain fue un hombre feliz. Por momentos. Como todos los seres humanos. La vida no es blanca o negra, feliz o triste, fracaso o éxito. Por ello debemos entender que no es más que una serie de momentos únicos, de oportunidades irrepetibles que van construyendo espasmos de felicidad y que se trata de eso, de ir paso a paso, del día a día, sin tantas complicaciones, sin tantas ambiciones, enfocándonos en lo más importante. Así que sí, por contradictorio que parezca, el hombre al que hoy el mundo llora, el hombre que decidió terminar con su vida en un escenario de ensueño, es el hombre que me enseñó a viajar y con ello, a vivir… a volar.
¡En mi ciudad hay un tren!
¡Qué oso! El viernes pasado yo parecía una vil turista, sí, turista cualquiera tomando fotos y asombrándome en una estación de tren. Y no, no estaba de viaje, de ahí lo ridículo de mi comportamiento. Estaba en Buenavista, en la mismísima Ciudad de México, donde nací hace 43 años.
No era la primera vez que estaba allí, hace muchos pero muuuuuuuchos años ya había pisado esos mismos andenes. Cuando tenía 12 viajé con mi hermana desde el entonces Distrito Federal hasta Guadalajara en uno de esos trenes de lujo que hasta camitas tenían. Recuerdo todavía como si fuera un sueño el ruido tremendo de esas máquinas enormes y antiguas. Estamos hablando de 1986 ¡wow! Hace 32 años.
Ocho años después volví a la estación de Buenavista pero esta vez con mis amigos de la universidad. Mi primer viaje sola, en el que me destrampé y divertí como nunca, lo hice en tren.
Nos fuimos en bola a Querétaro y recuerdo bien que salíamos de tanto en tanto a rolar la bacha en esos como balconcitos que tienen los trenes viejos cuando termina un vagón y empieza otro. ¡Nostalgia de la juventud! En esos años no importaba si en auto el viaje duraba la mitad de tiempo, lo que importaba era vivir la experiencia de viajar en tren.
Y es que es increíble que en lugares como Europa el tren sea un medio de transporte crucial y que aquí hayamos desmantelado todo el sistema ferroviario. Pero justo por eso el viernes pasado yo parecía turista o niña con juguete nuevo cuando tuve que tomar por primera vez el tren suburbano.
Sólo iba a una estación, pues me dirigía a la Arena Ciudad de México al concierto de J Balvin, pero me encantó la experiencia. Desde usar la máquina para cargar la tarjeta y mirar que es tan parecida a las que hay en los trenes suburbanos de Madrid o París, hasta los viejos andenes renovados pero que conservan ese aire de nostalgia de las viejas estaciones ferroviarias.
Ni que decir de los trenes, seguían recordándome los que he usado en Europa. Su color blanco con rojo me recordaba mucho el que usé en mi último viaje a Madrid para llegar desde el aeropuerto de Barajas hasta Villalba, el pueblo de mi amigo Arturo. Era domingo así que no iba lleno. Supongo que quienes usen este transporte a diario en hora pico se reirán de mí y argumentarán que mi nostalgia fresa no tiene nada que ver con su día a día, y sí, sé que tendrán razón.
Pero también habrá quien me diga que este tren les cambió la vida ¿o no? Y es que yo recuerdo lo que era ir hasta el lejano Cuautitlán en los años 90… ¡una pesadilla! Más de dos horas y a veces casi tres de camino.
Antes de la llegada del Suburbano, 60% de los recorridos se realizaba en unidades de baja capacidad, como microbuses y camiones, generando un mayor uso de combustible que multiplica la emisión de contaminantes al ambiente.
Hoy eso ha cambiado pues, al utilizar energía eléctrica, el Suburbano no sólo agiliza el desplazamiento de personas sino que además contribuye a reducir en 14% las emisiones contaminantes en la Zona Metropolitana del Valle de México, así como a disminuir el tráfico, los congestionamientos vehiculares y los accidentes viales.
Otras dos cosas que apunto como palomita para este sistema de transporte público: cuenta con calefacción y aire acondicionado (algo que en estos días infernales se agradece) y además es de las instalaciones más accesibles para personas con discapacidad que he visto.
Ya sé, sigo sonando a turista en mi propia ciudad, y mi espíritu eurofílico me sigue traicionando y no puedo evitar pensar que usar ese tren me hizo recordar mis recorridos por el viejo continente, pero a mí me encanta saber que mi ciudad tiene un tren tan bonito y útil para tantas personas ¿a ustedes no?
Y ahora que se ha anunciado que la obra del tren interurbano Toluca-CDMX va muy avanzada la verdad que sí me he emocionado. Porque siempre he envidiado a mis amigos que viven en Lerma o por allá camino a Toluca, rodeados de bosques y en casitas con jardín por las que pagan lo mismo que yo pago por un departamentito que parece un huevito en la zona céntrica de la ciudad.
Los ensayos operativos del Tren Interurbano México-Toluca ya han arrancado y se dice que este tren tendrá una longitud de casi 58 kilómetros en un recorrido que se realizará en 39 minutos, viaje redondo, lo que ahorrará a los usuarios hora y media en traslados.
Porque eso sí, a mis amigos les envidio sus casas con jardín pero no las horas que se avientan manejando en el tráfico, además de que yo no quiero volver a tener un auto propio.
Pero este tren contará con seis estaciones (dos terminales: Zinacantepec
y Observatorio, así como cuatro intermedias: Pino Suárez, Tecnológico, Lerma y Santa Fe), 30 trenes de cinco vagones y transportará a 230 mil pasajeros diariamente.
Una vez que entre en funcionamiento, permitirá dejar de utilizar más de 25 mil vehículos, que aunado a la alta tecnología de los trenes, con características eléctrico-aerodinámicas, evitará arrojar a la atmósfera 27 mil 827 toneladas anuales de contaminantes. ¿Estupendo no? Yo creo que podría comenzar a buscarme una casita por allá antes de que todo aquello también se gentrifique por la llegada de esta obra de infraestructura para mejorar la movilidad interurbana. Tal vez sí se pueda tener lo mejor de dos mundos gracias a un nuevo tren.
Haz ejercicio aún durante tus viajes
Ejercitarse mientras estás de viaje a veces es un reto pero, por mucho que te de flojera si estás de vacaciones, lo cierto es que seguir con tu disciplina y ejercitarte incluso te ayudará a disfrutar más del viaje pues te dará energía. Aunque a veces la pregunta es ¿dónde hacerlo? Y sí, no en todas las ciudades es tan fácil.
La primera vez que visité Río de Janeiro me sorprendió mucho ver gimnasios completamente gratuitos en plena playa de Copacabana. Ahí, en todo momento del día, se podía ver a personas jóvenes ejercitarse en un ambiente festivo que cuadraba muy bien con el cliché carnavalesco carioca. Esta visita fue hace ya 8 años y por aquel entonces en la Ciudad de México no teníamos ni en sueños algo parecido.
Sin embargo, las cosas cambiaron hacia finales del 2011 y la fecha la tengo muy marcada pues por aquel entonces mi sobrina estaba a punto de irse a vivir a París y se lamentaba pues después de años de vivir a escasos metros del Parque México, justo cuando estaban colocando un gimnasio público al aire libre, ella se iba del país. Hoy en día yo he visto muchos turistas usar esta infraestructura.
Cuando estos gimnasios comenzaron a aparecer en los distintos parques de la ciudad primero hubo quien creía que no durarían nada, que la gente los destruiría. En “hipsterland” los vecinos mayores me llegaron a decir: “seguro estarán vacíos, aquí todos tienen para pagar un gimnasio”. Sin embargo, y para mi grata sorpresa, estamos en 2018 y no sólo todavía existen estos aparatos para ejercitarse sin pagar un centavo, sino que además siguen en buenas condiciones y además la gente los usa diariamente.
He visto estos aparatos lo mismo en el Parque México, en la colonia Hipódromo Condesa, que en la colonia Escandón, en la Narvarte, en la Álamos o en la Santa María Aztahuacán en Iztapalapa. Los he visto en grandes parques pero también en camellones o espacios urbanos recién recuperados o en alguna ancha acera. Por las mañanas o por las noches, es común ahora ver a entrenadores particulares o simplemente grupos de amigos, practicar y entrenar juntos.
Gracias a esta democratización del espacio público y a este incentivo para que la gente practique deporte, también hoy esos parques o banquetas son más seguros pues hay mayor alumbrado público y actividad durante más tiempo. Así, hoy no sólo ves personas entrenando en los aparatos, a un lado tal vez algunas tomen clases fitness mientras los vecinos pasean tranquilos a sus perros.
Así que, lo mismo si vas a la Ciudad de México o si vas a cualquier otra ciudad del mundo, puedes seguir ejercitándote. Por ejemplo usar el sistema de bicicletas públicas es una gran opción para pasear y también mantenerte activo.
Cuando visites lugares con miradores para vistas panorámicas, como la terraza de observación de un edificio o el techo de una catedral, subir por las escaleras hasta llegar al punto de observación, es una gran opción para ejercitarte. Unos minutos de subir por las escaleras estimularán tu frecuencia cardíaca, y te sentirás gratificado por las grandiosas vistas al final del ascenso.
Si estás haciendo caminatas o explorando un parque local, haz un poco de ejercicio con 10 subidas a una banca, seguido de 10 flexiones de brazos, y repite las series en las próximas tres bancas por los que pases.
Otra alternativa es crear tu propio paseo a pie. Descubrir un destino a pie es la manera ideal de tener un auténtico sentido del lugar y estar activo al mismo tiempo.
Ahora si no quieres hacer mucho ejercicio, el consejo es cuidar lo que comes.
Sabemos que no es fácil estando en vacaciones y las tentaciones llegan a la mesa, pero uno que otro pecadito no está mal. Sin embargo evita pasarte del límite con los postres, el alcohol en exceso no es recomendable para tu salud y menos para mantener tu cuerpo limpio y sin azúcares de más. Toma mucha agua o bebidas salinas que te ayudarán a la hidratación y a mantener los niveles de agua adecuados en tu cuerpo, así cuando regreses de tu viaje no sentirás las libras de más o te echarás culpas por no poner límites a tus antojitos. Todo es un balance, ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre. Antes que nada disfruta de tus vacaciones y no te sobrepases ni con el ejercicio ni con la comida.
Una oportunidad para Santa Fe
La primera vez que visité París tuve la necesidad de visitar La Défense, el distrito financiero de la capital francesa, ubicado de hecho en las afueras. Antes de tomar mi vuelo un amigo que había vivido mucho tiempo en París me preguntó sobre los lugares que visitaría, con la intención de hacerme algunas recomendaciones. Cuando mencioné que debía visitar La Défense su respuesta inmediata fue: “¡Eso no es París! Es como si dijeras que Santa Fé es la Ciudad de México”. Y debo confesar que el comentario me había generado algunos prejuicios puesto que, si hay un lugar de la Ciudad de México que no me hace feliz es justamente Santa Fé y en efecto, si alguien de fuera me preguntara, yo también diría ¡Eso no es CDMX! Aunque sé que sí lo es.
Para mi fortuna, la realidad es que La Défense no es Santa Fé. En primer lugar porque es un lugar plenamente conectado con el corazón parisino a través tanto del metro como del RER, que es el sistema de trenes que se usa para conectar toda la región de Ile de France con los veinte distritos centrales de la capital frances. Así que yo llegué cómodamente en metro desde mi hotel, que se encontraba en el distrito 16, muy cerca de la avenida Víctor Hugo, la misma que te lleva al famoso Arco del Triunfo.
Además de llegar por el metro, a La Défense se puede también llegar por autobús y en automóvil, aunque se busca desincentivar el uso de este sistema de transporte individual y los estacionamientos, por ejemplo, son de costo elevado y el diseño urbano además permite que la gente se mueva de un punto a otro del distrito financiero en bicicletas públicas e incluso vi a muchos oficinistas moverse en scooters eléctricos y hasta en patines para llegar a los rascacielos donde se hospedan las oficinas corporativas de las principales empresas nacionales e internacionales.
Así que, como podrán imaginar, que yo pudiera caminar tranquilamente, por la amplísima zona peatonal de este distrito financiero parisino me hizo amarlo, porque obvio, mi referencia era la fría, inaccesible y diseñada para los autos zona de Santa Fé en mi adorada Ciudad de México.
No tengo que contar detalladamente que alguna vez estuve a punto de ser atropellada al tratar de cruzar alguna de esas inmensas avenidas para saltar a alguna de las desoladas banquetas de la zona que prefirió olvidar que en la ciudad existen los peatones.
Pero resulta que Santa Fé no sólo debería estar pensada para los altos ejecutivos y sus autos deportivos que viven en complejos residenciales o edificios inteligentes con estacionamientos privados y seguridad al máximo pues esas personas, en las empresas y en sus casas, tienen empleados que no pueden ni en sueños pagar una vivienda siquiera cerca de allí y que se ven en la necesidad de utilizar transporte público o caminar cada día para llegar a sus labores.
Cuando supe que se había recuperado un enorme terreno para crear un parque público en Santa Fé realmente me entusiasmé pues es lo que necesita la zona más privatizada de la ciudad: recuperación de espacio público incluyente, áreas peatonales seguras y parques que permiten el esparcimiento y la interacción humana.
Lo que se puede leer en el sitio web de la Ciudad de México es que fue diseñado por el arquitecto paisajista Mario Schjetnan, el parque tiene 210 000 m² de áreas verdes que cuentan con 2 mil árboles plantados, un espacio ideal para organizar un picnic en familia mientras observas los imponentes edificios que te rodean o enamorarte de sus dos lagos y tres humedales que alcanzan una extensión de 12 500 m².
El parque tiene un jardín infantil, una trotapista de 3.4 kilómetros, canchas deportivas, un kiosco, una torre mirador y hasta un jardín canino, todo un santuario para los amigos de cuatro patas en donde pueden explorar libremente bajo la supervisión de su dueño.
Para los más intrépidos hay un skatepark con rampas y un bowl de 27 metros, una medida recomendada por los profesionales de este deporte, y una ciclopista acompañada por fuentes saltarinas que guían el camino.
Hoy La Mexicana es una realidad. No he ido a visitar el parque y justo en este momento me dirijo hacia la zona de Santa Fe y realmente estoy tentada a explorarlo... Sin embargo una amiga que trabaja del lado del centro comercial me ha dicho que incluso para ella que puede verlo desde la ventana de su oficina no ha podido ir a conocerlo. ¿La razón,? Pues aunque se le antoja mucho, resulta que hay que atravesar una carretera muy poco amable para llegar hasta allí así que… tal como lo imaginé, sólo se puede llegar en coche o arriesgando la vida. De todos modos muy pronto iré y ya les contaré muy pronto si este nuevo pulmón me hará darle una oportunidad a esta parte de la ciudad de la que me siento tan desconectada.
Me suicidé… Y viví para contarlo
Cuando la idea comenzó a rondar mi cabeza hice lo que todo suicida del 2018 haría: buscar tutoriales en internet. Mi objetivo era desaparecer, dejar atrás todos los errores. Borrar mi huella y tener un borrón pero sin cuenta nueva.
En el momento en el que el pánico comenzó a extenderse a través de las redes la idea se instaló en mi cabeza. ¿Qué tan cierta era la vida que había llevado hasta ahora? Y peor aún… ¿Qué tan realmente mía era? ¿Qué de todo lo vivido y compartido me pertenecía? Como muchos, tenía dudas y no sabía si había sido una de las afectadas del escándalo que estaba en todas las bocas y los teclados del mundo: Facebook había puesto en manos de otros los secretos, fotografías, conversaciones y vida entera de muchas personas.
Pero mi decisión no tuvo que ver sólo con esa duda que a muchos nos asaltaba sobre el destino de la información que voluntariamente habíamos entregado a Marck Zukerberg. No. Mi decisión fue porque el escándalo sirvió para darme cuenta de lo desesperada que había estado durante los últimos años por construirme un estilo de vida para ser mostrado, exhibido, vociferado.
Traté de recordar hace cuánto que no recibía una llamada telefónica de ese amigo a quien siempre he querido en secreto o una tarjeta postal o una invitación personal para una fiesta. No, ahora todo se organizaba por “eventos del feis”.
Tenía más de 1500 “amigos” pero… ¿a cuántos de ellos realmente les parecía relevante mi vida cotidiana? Y mejor aún, ¿cuántas de esas notificaciones sobre lo que comieron, viajaron, lloraron, leyeron o se relacionaron me importaban a mí un comino?
Así fue que, harta de leer las notificaciones de un montón de personas que no significaban nada en mi vida, exhausta de recibir invitaciones a eventos que no me interesaban o a los que no podía asistir, cansada de que me felicitaran por mi cumpleaños aquellos que ni siquiera me conocían, avergonzada de mi eterna necesidad de espiar el muro de ese famoso hombre mayor que me quitaba el sueño y revolverme en bilis tras leer los comentarios que siempre le hacía su séquito de fans, tomé una decisión: terminaría con esa vida que durante la última década había construido sobre cimientos digitales. No daría marcha atrás. Me suicidaría como lo haría una digna representante del siglo XXI: eliminando mi cuenta de Facebook.
APRETAR EL BOTÓN
El primer paso era rescatar toda esa información que había compartido tanto en Facebook como en Messenger. Descargué ese archivo que comprimido pesaba 2.9 gigas. Así es, lo que yo consideraba toda mi vida social, amorosa, laboral y hasta sexual estaba comprimido en una carpeta de menos de tres gigas. Allí estaban mis transmisiones en vivo, mis historias —sí, esas que ‘desaparecen’ luego de 24 horas pero que en realidad sólo dejan de estar disponibles pero siguen allí—, las fotografías de mis hijos, las de mis fiestas, los lugares a donde había hecho check in, y lo peor… todas mis conversaciones ‘privadas’.
Como si hubiera encontrado una vieja caja de tesoros, igual que Amélie Poulin en la película, dediqué una tarde y casi una noche entera a revisar cada carpeta. Pocos días antes había recuperado contacto con mi mejor amigo al que, por cierto, conocí, quise, perdí y luego recuperé gracias a la misma herramienta: Facebook. Esa noche leí todas las conversaciones que sostuvimos durante tres años en los que no sólo teníamos una amistad cercana que nos hacía vernos casi cada semana, sino que hablábamos todo el tiempo, lo mismo por Facebook que por Whatsapp.
Al día siguiente le escribí y le dije: nuestra historia tiene que ser mucho más que los 800 k que pesa el archivo de nuestros chats en Messenger. Y claro, es que no era posible que todos los sentimientos, encuentros y desencuentros con una de las personas esenciales en mi vida real cupieran en un archivo apachurrado de ese tamaño. Interesante fue ver que la carpeta de más de dos años de sexting con otro guapo sinaloense que ocupaba el privilegiado lugar de sexfriend estuviera intacta con todas las fotos y videos no aptos para menores de edad compartidos por ambos y que ese archivo pesara casi lo mismo que mi historia con mi mejor amigo. No, las cosas no podían de ninguna manera ser iguales. En el mundo digital no se entienden ni los matices ni las emociones. Y eso tenía que acabar.
Tomé la decisión y comencé a buscar el botón mágico para apagar esa vida ficticia que había construido en Facebook y no me la ponían fácil. Varias veces la red social me preguntaba si estaba segura de eliminar mi cuenta y, sin importar lo que dijera, seguía tratando de ponerme trampas o hacerme dar demasiados pasos antes de encontrar la solución definitiva. Finalmente lo hice, no sin antes nombrar un administrador de confianza para todas las páginas que tenía por motivos laborales. Apreté el botón y grité eufórica. La alegría duró poco porque apareció una ventana de notificación que me decía que mi deseo de eliminar para siempre mi cuenta se concretaría hasta después de dos semanas que el sistema me daba para “pensarlo bien”. ¡Maldita sea! Era más difícil que la eutanasia. Obvio durante los siguientes 14 días estuve recibiendo friendly reminders que trataban de convencerme para volver.
RESPIRAR LA LIBERTAD
Los primeros días fueron raros. Descubrí que sí, tenía un problema de adicción pero que lo estaba librando bien usando como paleativos otras redes sociales que siempre he considerado menos invasivas o en las que yo tuve una mejor estrategia para elegir mis contactos. Así, para leer noticias y mantenerme informada de tendencias usaba Twitter y, para información más seria y networking, reactivé mi LinkedIn; para saciar mi sed vouyerista amplié más mi círculo en Instagram, algo de lo que me arrepentí más tarde cuando descubrí que mi ex romance se había ido de vacaciones al desierto con alguien más y se me explotaban las vísceras de rabia viendo esas fotografías. Volví al modo privado y discreto en Instagram. Lección aprendida. Seguí con mi vida.
Fueron días buenos. Había elegido a 20 personas realmente importantes para avisarles que haría este experimento, que me suicidaría digitalmente en Facebook porque ya no me hacía feliz ser esa persona ni tener ese círculo social que había creado artificialmente con un algoritmo. Les dije que ellos y ellas estaban recibiendo ese mensaje porque eran importantes en mi mundo real. De 20, menos de la mitad me buscaron para tomar un café, compartir una comida o al menos tener una larga charla telefónica, sí, como antes, donde se escucharan las voces y las risas en tiempo real. Sin emoticonos. Con carcajadas de verdad.
LA PAZ
El día del debate de los candidatos a la presidencia me ahorré muchos disgustos porque no tuve que leer estériles debates pseudo intelectuales de mis pseudo amigos. ¡La paz había llegado a mi vida! Claro que me perdi también de muchas cosas pero lo mejor fue que comencé a valorar y a darme cuenta de quienes realmente quieren ser parte de mi vida. En lo personal, algunos de mis contactos, que se habían acostumbrado a mi exceso de publicaciones en Facebook me buscaron preocupadas. Querían saber si estaba bien. Otras enfocaron su preocupación en si yo estaba enojada o si les había bloqueado, ya saben, el asesinato social de nuestra era.
En lo laboral tampoco tuve problemas. Whatsapp es más que suficiente para resolver trabajo remoto, igual que la Google Suite para trabajo en línea y para el networking, mi regreso a LinkedIn dio tan buen resultado que en las tres semanas que duró este experimento me buscaron tres headhunters para hacerme ofertas atractivas de trabajo o negocios.
SIN CUENTA NUEVA
Cuando empecé este afán de enterrar esas horas conversando con mis amores platónicos, mis amores fallidos, mis amores consumados y con mis amores finiquitados, tenía claro que cuando el experimento terminara yo regresaría a Facebook pero con una nueva estrategia o, mejor dicho, esta vez sí con una estrategia. No quería volver a revolver a mi familia con amigos de la infancia, con amores, amantes, colegas y demás categorías. Sin embargo, hoy que estoy en el día 23 del experimento sigo sin estar segura si deseo un “borrón y cuenta nueva” o un “borrón definitivo”.
A Facebook le debo mucho y la red social también me debe mucho a mí. Fui una early adopter, me enganché antes de que nos invadiera la publicidad, cuando no era más que el chismógrafo del milenio pero todo ciclo tiene un final y para nosotros, ese momento llegó y, sólo por hoy, digo que no hay vuelta atrás. Ya veremos qué digo mañana. De momento sigo sin cuenta nueva.
¡Al agua patos!
Hace algunos años, si no me equivoco durante los juegos olímpicos de Río de Janeiro, mi hijo pequeño me preguntó ¿qué tenía que hacer para nadar como Michael Phelps? De momento pensé en responder algún cliché como “pues entrenar mucho y ser perseverante” pero en mi mente se proyectó la escena y dije “no puedes responder semejante estupidez”. Y es que obvio a esa respuesta vendrían más preguntas, como las que yo comencé a hacerme, mucho más elementales como ¿en qué alberca? ¿cuántas horas?, ¿cuánto cuesta? Y allí, me quedé sin respuesta.
Vivimos en la Ciudad de México, en la zona que muchos conocen como hipsterland donde tenemos muchos parques, cicloestaciones, gimnasios particulares y gimnasios públicos en las áreas verdes pero donde no tenemos una alberca pública.
Muchos podrían pensar que si vivimos en un barrio de clase media o que al menos aspira a serlo, no necesitamos estos espacios públicos para el deporte y el esparcimiento pues podemos pagar por ello sin embargo, ¿es el derecho al espacio público y al deporte negociable?
Aprendí a nadar desde que era muy pequeña, más que mi hijo que cuando me preguntó esto tenía ocho años. Lo hice porque mis padres pagaban un colegio privado que contaba con una alberca profesional y buenos profesores pero, de lo contrario, habría sido como muchos niños que o no saben nadar ni en un nivel de supervivencia o como otros tantos que tal vez podrían ser nadadores profesionales pero que no tienen alternativas accesibles en sus ciudades.
Obviamente al preguntar muchas personas me refirieron a la Alberca Olímpica, que si bien no está muy cerca de mi casa, lo cierto es que tampoco está tan alejada. Sin embargo, la lista de espera es larga. Otros amigos me dijeron que hay una alberca pública cerca de la delegación Cuauhtémoc, a la que pertenecía la colonia donde vivía entonces sin embargo, en términos reales, no era nada práctico llegar diario desde la Roma hasta Buenavista para llevar a mi hijo a entrenar, por mis complicados horarios de trabajo.
Ahí viene otra complicación. Un niño que quiere ser deportista requiere también que su madre o padre le acompañe y dedique tiempo a cuidarle durante los entrenamientos y en tiempos de adicción al trabajo, sueldos estrechos y movilidad colapsada, ¿quién puede darse ese lujo?
Por supuesto terminé haciendo lo que casi todas las conocidas hacían: inscribí a mi hijo a un club privado donde lamentablemente no existe un nivel competitivo alto pues donde sí lo hay, las cuotas eran simplemente, impagables para mí.
Una de las cosas que más me gusta, por ejemplo, del Centro Urbano Presidente Alemán, conocido coloquialmente como “el multi”, que quedó atrapado como una cápsula arquitectónica del tiempo que nos remonta a los años 50, donde la arquitectura social no era una utopía, es que tiene una alberca pública semi-olímpica. Siempre he querido vivir allí sobre todo por eso.
¿Cómo sería nuestra salud y nuestros hábitos si en Ciudad de México hubiera albercas públicas en cada delegación? No es imposible, en París existen en cada uno de los distritos y además, desde el verano pasado también se habilitó una parte del famoso Canal de la Villete como balneario público y, por supuesto, en muchas ciudades europeas es así. Nadar no es un privilegio sino un deporte más.
Hablar de albercas públicas en un medio morelense también es importante porque mucho se habla de la cantidad de albercas que hay en la entidad pero da la casualidad de que la mayoría son privadas. No me dejarán mentir, si hay un estado donde el saber o no saber nadar se vuelve un indicador de desigualdad social es en Morelos, un estado que adolece de falta de espacios públicos dignos y que sí, presume su eterna primavera pero donde los mejores jardines, albercas y espacios, son privados. No vivo en Cuernavaca hace 12 años, no puedo tener información actualizada de primera mano, sin embargo cada vez que hablo con mis amigos que siguen allá parece un viaje al pasado. Las cosas parecen no moverse mucho. Así que me encantaría poder decir, o que alguien me dijera, que ya no sólo existe en la zona centro la alberca del parque Nezahualcóyotl como espacio público para las personas que gustan practicar este deporte. Me encantaría saber que hay nuevos parques y espacios verdes para todas las personas, algo vital para la recuperación del tejido social y para la reducción de la violencia. Amaría enterarme de que se han hecho inversiones en los últimos años, o al menos promesas en estas campañas, para considerar al deporte, la cultura, el urbanismo y el espacio público como algo importante. Lamentablemente, tengo pocas esperanzas de que alguien me mande un mensaje diciendo que sí, que Morelos ha cambiado y ha dejado de ser esa entidad que presume sus balnearios para atraer turistas pero que no tiene políticas de garantía de espacios recreativos y deportivos para sus ciudadanos. Ojalá pase, ojalá alguien me diga que esta entidad que tanto quiero ya tiene albercas públicas, parques, pistas para correr, ciclovías porque en mi memoria están el parque Melchor Ocampo, el parque Nezahualcóyotl y la Alameda Sur, que si no me equivoco, ya pertenece a Jiutepec.
Ahora que empezaron las campañas a las alcaldías en Ciudad de México y a municipios en Morelos y otros estados de la república, me encantaría que los candidatos hicieran propuestas para fomentar el deporte, el esparcimiento y la recuperación del tejido social y las albercas públicas podrían ser una inversión inteligente y necesaria en una ciudad con tan poco acceso a alternativas deportivas en el espacio público. Porque sí, los corredores tienen pistas, parques, bosques. Los ciclistas, ciclovías y carriles confinados pero ¿y qué tenemos los que encontramos en el agua nuestro mejor elemento para ejercitarnos? Se los dejo de tarea.
Cultivar la ciudad
Hace muchos años en este espacio por el que camino hoy existía una alta torre de departamentos que formó parte de la que fuera uno de los primeros ejemplos de arquitectura social multifamiliar: la Unidad Habitacional Tlatelolco.
A escasos metros de la Plaza de las Tres Culturas, histórico escenario de la matanza de estudiantes del 2 de Octubre de 1968, se ubicaba el edificio Oaxaca mismo que se vino abajo, igual que el Nuevo León, durante el sismo que sacudió a la Ciudad de México el 19 de septiembre de 1985.
Como pasó con muchos terrenos tras esa tragedia, este espacio se había vuelto un lugar sucio y abandonado, dejado a la deriva y que formaba parte de la consecuente descomposición social y urbana de esta zona dañada por el terremoto.
Sin embargo hoy las cosas son distintas y aquí, a unos cuantos pasos del extremo más al norte de la avenida Paseo de la Reforma, hoy las personas pueden llevar a cabo una actividad crucial para la sustentabilidad de nuestra ciudad: cultivar alimentos.
Hace muchos años, en este mismo espacio hubo un mercado, antes de que los españoles llegaran a Tenochtitlan. Cerca de 30 mil personas venían a diario para conseguir alimentos frescos pues, en aquel entonces, esto era puro campo.
Hoy aquí también puede venir la gente a comprar alimentos frescos y cien por ciento orgánicos en este huerto que ha sido recuperado por la organización civil Cultiva Ciudad.
En donde una vez hubo tragedia y muerte hoy se extiende un monumento a la vida misma, al origen de ella: la tierra que nos brinda el alimento. El Huerto Tlatelolco, junto con el Huerto Roma Verde es hoy uno de los espacios que le ha dado impulso a la agricultura urbana y que además ha servido para que los vecinos se vuelvan a apropiar de este espacio recuperado.
A lo largo de 1,650 metros de extensión, los vecinos y personas interesadas en la alimentación sustentable pueden acercarse para aprender lo que nunca debimos haber perdido: nuestra capacidad de cultivar nuestros propios alimentos.
Algo fundamental para que este lugar pueda garantizar que sus alimentos son orgánicos y que está centrado en principios de economía circular son las compostas, algo de lo que se sienten muy orgullosos según cuenta Gaby Vargas, presidenta de Cultiva Ciudad.
Son los vecinos del huerto quienes alimentan estas compostas con sus desechos orgánicos cotidianos y las lombrices entonces hacen su trabajo: producir humus que es la mejor vitamina para el suelo. Y de verdad comer las hortalizas, flores y hierbas que se cultivan aquí es una de las mejores experiencias gastronómicas que un visitante puede tener.
El aroma es impresionante. Si eres de los que no puede distinguir el cilantro del perejil o la menta de la yerbabuena pues seguramente es porque has intentado hacerlo con los productos ultra refrigerados que compras en un súper mercado pero aquí, te juro que todo huele distinto. Uno casi podría decir que hacer una ensalada es una experiencia sensorial donde solo con mezclar aromas y colores estarás seguro de que también estarán reunidos todos los nutrientes que requieres.
Lo que me encanta de este lugar, al que por cierto, he venido a festejar el Día de la Tierra, son los aromas. En las orillas están sembradas las plantas más aromáticas como el cebollín, el ajo o el mastuerzo pero ¿cuál es la razón?, simple, es parte de un sistema biológico. Las abejas así no molestarán a las plantas que están en medio y que son las que más usamos en nuestra comida cotidiana: lechugas, tomates, chilacayotes, calabazas, zanahorias, betabel, espinacas, kale, y todo lo que imagines para tu ensalada.
El huerto funciona gracias al trabajo de muchos voluntarios de Cultiva Ciudad quienes enseñan a los vecinos a cultivar y cosechar, esto a fin de que este conocimiento se socialice y se difunda pues, en un futuro, la idea es que este lugar quede completamente en manos de la comunidad de Tlatelolco y el modelo sea absolutamente replicable en cualquier lugar de la Ciudad de México que cuente con un terreno libre.
Los voluntarios trabajan con muchas ganas y su recompensa es lo más preciado por el cuerpo y el paladar: vegetales frescos y recién cosechados.
También hay árboles frutales porque, no sólo de lechuga se puede vivir. Se producen manzanas, duraznos, ciruelos y granada. También se cultiva una milpa de maíz y distintas hierbas aromáticas como albahaca, romero, hinojo.
Aunque yo vine hoy a un festival por la tierra en el que distintos grupos enfocados en la producción de alimentos sustentables y orgánicos vinieron a ofrecer ricos platillos, también uno puede solo venir a comprar plantas y flores para preparar deliciosas ensaladas frescas. Sí… leyeron bien… flores comestibles y ¡suculentas!
Hace poco tiempo que abrieron también un pequeño vivero donde se cultivan los brotes y plántulas de muchas plantas que luego serán sembradas. Así, el sistema se hace cada vez más sustentable. Algunos brotes como sabemos también son comestibles y muy apreciados por su alto valor nutrimental.
Hoy es Día de la Tierra y por eso pensé que sería una buena oportunidad para vivir una experiencia de agricultura urbana y compartirla con ustedes. ¿Por qué es importante volver a aprender a cultivar nuestros alimentos y hacerlo en los espacios urbanos? La respuesta es simple: por sobrevivencia.
Según la ONU, para el año 2050 tres cuartas partes de la población vivirá en áreas urbanas. Por eso es urgente apoyar proyectos como el Huerto Tlatelolco. Y es ue acercar la actividad agrícola a las ciudades tiene amplios beneficios, no sólo hacer ensaladas.
Es una actividad social en la que vecinos conviven y se divierten por tanto, se reduce la inseguridad al recuperarse espacio público; se generan microclimas más amables pues las plantas y los árboles dan sombra y frescura, lo que ayuda a reducir la temperatura en la ciudad.
Además, la huella del carbón para ir a conseguir alimentos se reduce al mínimo y las plantas que hoy estoy comiendo aquí cumplen con los requisitos que desde hace casi treinta años promueve Slow Food en los alimentos: son buenos, limpios y justos.
Hoy también pude tomar un taller con la gente de Slow Food Ciudad de México, entusiastas voluntarios ocupados de compartir conocimiento y buenas experiencias para seguir en resistencia contra el embate de la comida rápida y sin nutrientes de la que están llenos los supermercados.
¿Quieres conocer el huerto? Sencillo, si quieres ser voluntario los horarios son lunes, miércoles y viernes de 10:00 a 13:00 (excepto días feriados). Si sólo quieres venir de visita, los días de huerto abierto y picnic son el primer y tercer sábado de cada mes (excepto días feriados). O si te interesa tomar alguno de los talleres comunitarios que se ofrecen aquí, como el de lobricomposta, los horarios son miércoles de 10:00 a 12:00 y de 16:00 a 18:00. Sigue a Cultiva Ciudad en Facebook y en Twitter pero sobre todo ¡reconsidera tus hábitos de consumo alimenticio!
Viajes radiales
Aunque hace tiempo que escucho la Radio Nacional de Colombia los sábados por la mañana lo cierto es que nunca escucho nada más que el programa Del Canto al Cuento, conducido por Alberto Salcedo Ramos, el mejor cronista que tiene aquel país actualmente. Por mi amistad con Alberto fue que me hice aficionada a escuchar esta estación a la que me conecto gracias a una aplicación móvil que descargué en mi smartphone gracias a la cual se pueden escuchar estaciones de distintos países del mundo, pero nunca me había quedado a escuchar el programa que sigue al suyo.
¿Por qué no me había llamado la atención quedarme? Bueno pues primero porque casi nunca estoy libre los sábados como para oír música tranquilamente pero sobre todo porque el nombre del programa mismo no me llamaba la atención: Top 20, es decir una lista de popularidad.
Nunca me han gustado los listados, como lo he dicho muchas veces aquí, pero sobretodo, porque pocas veces encuentras uno donde todo el contenido sea realmente atractivo, mucho menos si la citada lista se refiere a música reciente.
Hoy me quedé escuchando la radio más tiempo pues mi perro está enfermo y he tomado el día para cuidarlo y dar sus medicamentos y, aunque el programa de mi querido Alberto me dejó un grato sabor de boca como cada semana, debo confesar que esta vez el programa siguiente se robó las palmas.
Resulta que el Top 20 de la Radio Nacional de Colombia me sorprendió no sólo por la calidad de la música que integra la lista de popularidad, sino también por la diversidad de ritmos y géneros que la gente escucha por aquellas tierras.
Recordé gracias a este programa lo mucho que me gustaba en mi adolescencia escuchar estas listas de popularidad y también, cómo disfrutaba cuando viajaba descubrir las estaciones de radio de cada lugar del mundo que iba descubriendo a mi paso.
La radio no murió con la llegada de la televisión, pero sí se fue transformando. Tal vez algunos géneros como la narrativa (las radionovelas como mejor ejemplo) sí fueron desapareciendo sin embargo, otros se fortalecieron. Nadie ha dejado de escuchar partidos de fútbol narrados en la radio a pesar de las transmisiones que de ellos se hacen en vivo primero por televisión y ahora por internet y hasta por las redes sociales.
Hoy tal vez algunos por practicidad cuando no podemos ver un partido entremos a la cuenta de twitter del equipo y allí vayamos siguiendo las jugadas en cada tuit, pero todavía al subirnos al uber o al taxi tal vez nos topemos con que el chofer viene escuchando el partido de la selección o de su equipo favorito pues no puede dejar de trabajar para mirarlo con tranquilidad y alguna cerveza fría en la sala de su casa o en un bar rodeado de amigos.
Cuando llegó el podcast tampoco eso signifcó, al menos hasta ahora, que programas transmitidos en vivo, donde te mandan saludos y puedes interactuar ya sea a través del teléfono o las redes sociales con los conductores, desaparecieran. Un ejemplo de ello es justo el que conduce mi querido amigo Alberto en Bogotá, al que se le reportan escuchas de todo el mundo que esperan ansiosos un saludo o un comentario jocoso al aire.
Sin embargo, cuando llegaron los servicios de música On Demand, como Spotify o Deezer, sí pensé que la radio exclusivamente musical iba a desaparecer. No porque las estaciones cerraran o las frecuencias dejaran de emitir, sino porque irían perdiéndose los escuchas.
¿Para qué una lista de popularidad en 2018 cuando los algoritmos nos pueden dar esos datos con mucha más confiabilidad en Spotify? ¿No es más fácil buscar cuáles son los videos más vistos en YouTube?.
Todo eso me había hecho apagar la radio cada sábado cuando se anunciaba el Top 20 en la Radio Nacional de Colombia pero hoy la sorpresa que me llevé cambió mi visión. Estas 20 canciones me hicieron no sólo viajar por diversas regiones de aquel país, con un riqueza musical impresionante, también me sorprendieron por la calidad de lo que los escuchas de esa estación pública colombiana piden a través de las redes sociales.
Particularmente me alegró mucho que el primer lugar del listado lo ocupase, y por tres semanas consecutivas según dijo el locutor, la canción ¿Qué será?, lanzada hace muy poco tiempo por el grupo colombiano Herencia de Timbiquí en colaboración con una de las más grandes estrellas de la música latina: Rubén Blades.
Hace poco tiempo vino a visitarme un amigo mexicano que lleva 18 años viviendo en Bélgica. Tuvimos una discusión interesante sobre reguetón y música urbana, así como del liderazgo latino en el mercado y justo yo le decía que México está muy lejos del resto de América Latina en cuanto a consumo musical. Quizá por nuestra cercanía con los Estados Unidos, pero lo cierto es que a diferencia de lo que pasa en Sudamérica, aquí el consumo de música en inglés es alto y sí, tal vez lo que consumimos de producción latina es justo lo más comercial y no necesariamente de mayor calidad, pero debemos abrir nuestra mente y oídos a lo que se escucha en otros países y justo pongo como ejemplo a Colombia.
Salsa, jazz, cumbia, vallenato, porro y por supuesto pop, colombiano de calidad ha habido siempre y, a últimas fechas, incluso las grandes estrellas del reguetón-pop como J Balvin o Maluma, le han robado los reflectores a los dominicanos, inventores del género.
Pero la lista que cada sábado da a conocer la Radio Nacional de Colombia, como en los viejos tiempos, me regaló un boleto para viajar no sólo por las playas, los valles o los cafetales colombianos, sino también, a través del tiempo y regresar a mis años adolescentes cuando me quedaba pegada a una emisora esperando con curiosidad, quien era el rey del Top Semanal. Herencia de Timbiquí y Rubén Blades, no sólo no me decepcionaron, sino que me pusieron a bailar e inspiraron este texto donde sostengo que para viajar, a veces ni siquiera se necesita levantarse de la cama en un sábado cualquiera. Así que si no pueden viajar este fin de semana, les invito a ponerse sus audífonos y dejarse llevar escuchando alguna estación de un país lejano. Por fortuna, la tecnología hoy lo permite. Seguro aprenderán y descubrirán muchas cosas sorprendentes en estos viajes radiales.
Sabores auténticamente mayas
Hoy no les voy a hablar hoy de un simple atracón. Este es el relato de la experiencia gastronómica más innovadora e irónicamente más vinculada con mis antepasados que haya vivido hasta hoy: una cena auténticamente maya degustada en plena selva chiapaneca.
Ubicado en el kilómetro 28 de la carretera Palenque – Ruinas, al norte del estado de Chiapas, Bajlum dista mucho de ser un restaurante común. En este lugar, una familia mexicana se ha dedicado en los últimos siete años a investigar profundamente los hábitos alimenticios de la cultura maya. Tres años fueron dedicados exclusivamente a la investigación, documental y de campo, puesto que Don Francisco Álvarez y su esposa, la chef Hilda Limón tenían un propósito claro: para diseñar su menú no usaría ningún ingrediente de cuyo uso o consumo en la época de florecimiento de la cultura maya del que no hubiera evidencia arqueológica registrada.
En abril de 2018 Bajlum cumplirá apenas cuatro años recibiendo comensales en este, que luce como un patio tradicional palencano donde hoy estamos a casi 30 grados de temperatura.
En este proyecto de investigación y creación culinaria, Francisco e Hilda no están solos. Les acompañan sus hijos Francisco e Hilda Álvarez Limón, también chefs. A ellos les une mucho más que un apellido, los lazos que les mantienen juntos están tejidos por la pasión que tienen por los sabores, la historia y el rescate del patrimonio gastronómico de Palenque, la tierra que los ha visto nacer y crecer.
A Don Francisco le cuesta trabajo referirse a Bajlum como un restaurante, por lo que insiste en cada oportunidad en que esta es la casa de una auténtica familia palencana, un espacio de amistad y cultura culinaria para compartir.
Los platillos que probé hace algunas semanas en este lugar no forman parte de un menú pre-establecido pues lo que se prepara en Bajlum tiene que ver de la temporada, de los ingredientes que se han podido conseguir con los proveedores locales y sobre todo, con las más recientes investigaciones que, junto al espíritu experimental los chefs, han logrado que éste sea uno de los pocos lugares en México donde se puede realmente decir que se hace una auténtica cocina prehispánica de fusión contemporánea.
El concepto no pretende ser masivo. Aquí no son atendidos cientos de comensales por día. Cuando mucho un par de decenas de personas pueden cada día degustar estos platillos, por el tiempo y cuidado que su preparación conlleva.
Y es que el proyecto gastronómico es apenas una parte de algo mucho más grande: una misión académica y social para recuperar las recetas e ingredientes de la cultura maya de esta región pero también, agregar valor al incrementar el consumo y la demanda, para motivar a que las mujeres de los alrededores vuelvan a producir ciertas especias, hierbas y vegetales en sus traspatios y con ello, obtener un beneficio económico, además de que ellas mismas y sus familias, recuperen la costumbre de consumir estos ingredientes, de alto valor nutrimental.
La ardua investigación que respalda el concepto gastronómico de Bajlum hace que esta familia pueda garantizar que la experiencia que los comensales viven aquí es una recreación de sabores, olores y texturas pues sólo se usan ingredientes con evidencia de haber sido empleados en esta región de Palenque desde hace 1600 años, que es la fecha de la que datan los registros de mayor auge de la cultura maya en esta región. Esta es la zona en la que se han concentrado pues, existe también gastronomía maya de otras regiones como Yucatán o Guatemala, sin embargo este proyecto está cien por ciento enfocado en Palenque.
Una pieza clave para la conservación de varias de las expresiones gastronómicas que han sido documentadas por Francisco y su familia han sido las culturas y pequeñas comunidades indígenas que resistieron el paso del tiempo enclavadas en la selva y que continuaron con el consumo de los ingredientes locales, como flores, tubérculos, hierbas y carnes que solamente pueden hallarse en este punto del país.
Cenar en Bajlum es una aventura y prácticamente un recorrido por las distintas comunidades indígenas que rodean Palenque a través de las papilas gustativas. Aquí sólo se cocina con ingredientes provistos por mujeres y familias campesinas de los alrededores que, o llevan sus productos a vender a los mercados cercanos, o bien llegan hasta la cocina de Hilda a ofrecer sus productos directamente. Además, las carnes son adquiridas en Unidades de Manejo Ambiental (UMA), pues al ser un proyecto de rescate de cocina prehispánica, es importante recordar que en aquellos tiempos no existía la ganadería extensiva como la conocemos hoy en día.
La base de toda la gastronomía de esta región no es otra que la selva misma, por tanto, comer aquí es como hacer un recorrido por sus senderos, recolectando sus hojas y hierbas, sus hongos, flores y frutos, y cazando por supuesto, algunas especies de aves, reptiles o mamíferos.
El primer tiempo fue una crema de echalotes, que son tubérculos similares en apariencia a una cabeza de ajo pero que cuando se desprende luce como una cebolla. Su sabor es, curiosamente, una mezcla entre ambos. En Palenque el sabor de estos tubérculos es suave gracias a las características climáticas —esta es la región con más lluvia de todo Centroamérica y es la segunda de todo el continente.
El segundo tiempo está integrado por una arrachera de venado cola blanca, una especie que hasta hace poco estaba en peligro de extinción en la región y que, gracias a la creación de Unidades de Manejo Ambiental, ha podido recuperarse y ser reincorporada a la naturaleza, y además continuar con una producción controlada para el abasto de su carne para el consumo humano.
Mientras degustamos el venado, nos enteramos que hay evidencias de consumo de venado en los banquetes ceremoniales de los antiguos mayas por lo que sí, hoy sí podemos afirmar que ésta es una comida de reyes, pues solo se ha encontrado evidencia de restos de venado en los banquetes de las clases gobernantes y no en los restos arqueológicos de la comida de las zonas habitacionales populares.
El siguiente platillo tardó en llegar pero valió la pena cada minuto de espera. Se trata de un guajolote bañado en salsa de tomates silvestres. Cuando llega el último tiempo, debo admitir que mi estómago ya se siente un poco recargado pero no me lo puedo perder porque Don Francisco lo presenta como “el sabor de Palenque”. Se trata de un pecarí, que es una especie de cerdo salvaje, también conocido como puerco de monte, y yo por primera vez tengo algunas dudas. Trato de cortar la carne pero no me resulta fácil pues es algo dura y la salsa, hecha con hierbas y flores de la selva, tiene un sabor nuevo, un tanto amargo, que aún no sé si me gusta del todo. Francisco me explica que es importante considerar que no hay sabores mejores que otros, sino que existen contextos gastronómicos distintos en las diversas zonas del país, por ello me pide abrir mi mente y mi paladar para conocer este nuevo sabor.
Así que mi paseo por el pasado prehispánico a través de mi sentido del gusto terminó como una gran comilona digna de reyes ancestrales y sí, desde que iba a la mitad del guajolote me sentía satisfecha por lo que el resto fue, pura y vil gula así que, lo asumo. Mea Culpa… pero se los juro ¡esto es cien por ciento recomendable vivirlo!
Un bosque para tus oídos
Si eres un visitante regular de la Ciudad de México, o si vives en esta gran urbe, seguramente has pasado por este lugar miles de veces, incluso es altamente probable que hayas venido aquí ya sea al zoológico, a pedalear o remar en una lancha o incluso, a comprar un libro o tomar un café. Este no es un lugar desconocido, al contrario, se trata del bosque urbano más grande de Latinoamérica. Imagínate, ¡es el doble de tamaño del Central Park de Nueva York! Sin embargo, justo por ser tan grande, aún tiene sorpresas reservadas para quienes busquen un lugar tranquilo donde pasar estos días de asueto, o cualquier otro momento, porque venir a Chapultepec, siempre es una buena idea.
La semana pasada descubrí una nueva forma de explorar éste, mi lugar favorito en toda la Ciudad de México: con mis oídos. Primero, obviamente visité el audiorama, que está ubicado a espaldas de la Tribuna Monumental. Este rincón albergaba durante la época prehispánica la espectacular caverna de Cincalco (cueva del lugar del maíz) que conducía hacia el Mictlán, sí, ese que era considerado por los mexicas como un portal entre el mundo de los vivos y los muertos. Además, nuestros antepasados creían que en este cerro vivía Tláloc, dios del agua. A la fecha dicha caverna se encuentra sellada por cuestiones de seguridad.
Rodeando el Audiorama se pueden ver las antiguas escaleras que utilizaba el emperador Maximiliano y la emperatriz Carlota, para salir desapercibidos del Castillo.
Pero aquí lo importante es disfrutar el audiorama, que por cierto también tiene un nombre náhuatl: In xochitl, in cuicatl (en la flor, el canto). Fue bautizado así por el cronista Salvador Novo.
Su construcción data del año 1972 y el espacio fue acondicionado para convertirse en un “refugio para los amantes de la lectura” quienes, acompañados de sus mejores amigos, los libros, pueden alejarse verdaderamente del ruido que predomina en otros sectores de la gran ciudad para pasar horas de sano esparcimiento escuchando lo mejor de la música armoniosa para leer. Para disfrutar de un sonido envolvente, el lugar cuenta con 8 bocinas ubicadas estratégicamente alrededor de las bancas donde la gente puede sentarse y recostarse.
Yo me traje uno de mis libros favoritos: Rayuela. Así que hoy tuve la fortuna de seguir con mi mente los pasos de La Maga y Oliveiro por las calles de París, envuelta por la música que me hizo olvidar que estaba en medio de una gran metrópoli, a pocos metros de ruidosas avenidas. ¡Realmente es un lugar perfecto para concentrarse!
La programación musical depende del día de la semana pero lo que sí es seguro es que todos los días, entre las nueve y las 11 de la mañana se sintoniza música clásica, después de esto los martes se escucha New Age; los miércoles música tradicional mexicana; los días jueves hay música del mundo, los viernes jazz mientras que los sábados se armonizan con música Chill Out y los domingos hay música clásica todo el día.
Como ya eran casi las cuatro de la tarde y este espacio se cierra, decidí cerrar mi libro y recorrer otros rincones del bosque con ayuda de un guía que todos podemos tener en la palma de la mano. Pues sí, resulta que en tu spotify tienes al guía perfecto para recorrer los rincones que quizá aún no descubres de este bosque urbano.
De hecho, el primer track de la audioguía que escuché —y así fue como me enteré de su existencia- fue justo el del audiorama. Al llegar, encontré una placa metálica con un código QR donde se explica que si quieres saber más del lugar basta con abrir la app de Spotify desde tu Smartphone y dentro de ésta, ve a la opción “buscar”. En la parte superior encontrarás el ícono de una cámara. Con esta función puedes escanear el código y te llevará directamente a la cápsula informativa del espacio donde estás parado.
Ahora que esto es sólo si cuentas con la versión Premium de Spotify pero si eres de los que prefiere seguir escuchando anuncios y programación aleatoria puedes hacer lo que hice yo: ¡jugar y dejarte llevar! Por supuesto me tardé mucho más pero iba dirigiéndome a los lugares guiada por el azar del algoritmo de spotify en modo aleatorio. Así, del Audiorama pasé al aviario, que también es una experiencia sonora impresionante por la cantidad de aves que cantan alrededor de las cinco de la tarde, después me fui hacia el Jardín Botánico, otro espacio recién recuperado donde además, el segundo sábado de cada mes se hacen picnics nocturnos en los que suele haber músicos de jazz amenizando en vivo.
De allí salté hacia el paseo de los compositores, donde puedes conocer un poco más de la vida de los compositores musicales mexicanos, como Agustín Lara, Guty Cárdenas y Silvestre Revueltas. Personalmente, yo le habría agregado a la cápsula de la guía un poco de la música extraordinaria que crearon estos artistas pero bueno, me quedé con las ganas de oírles.
Luego me llevó hasta el Tótem Canadiense y allí terminó mi paseo porque me distraje y me quedé tumbada en una hamaca de las que recién pusieron junto al lago menor y me di un lujo que pocos podemos darnos todavía en algún espacio público de la Ciudad de México: dormir una siesta.
Así que, si quieres acercarte a este bosque que tal vez todos conocemos pero que no todos hemos explorado con los cinco sentidos, te aconsejo ir con los oídos bien abiertos y muchas ganas de disfrutar este oasis de naturaleza en medio del caos de la Ciudad de México.
La nueva era de las guacamayas en Palenque
Hace ya casi 22 años que vine a la selva chiapaneca por primera vez y hoy escribo estas líneas nuevamente rodeada de árboles enormes en cuyas copas duermen y habitan los nada silenciosos monos saraguatos, una cantidad infinita de aves que conviven con los más exóticos insectos, reptiles y mamíferos.
He pasado una semana entera en Palenque, municipio del norte chiapaneco, que es desde entonces y hasta ahora, la mejor manera de entrar a la Selva Lacandona pues colinda con Ocosingo.
Sin embargo, en el pasado, hablo de hace muchísimos años todo esto también era selva tupida. Afortunadamente hoy sí puedo decir que se pueden constatar los resultados de años de esfuerzos diversos por recuperar la selva y una de las actividades que más ha ayudado a esto, aunque tal vez ni siquiera lo hayamos pensado, es el turismo.
Primero pues porque gracias a las actividades ecoturísticas, hoy los Lacandones no tienen ya la necesidad de seguir talando selva para sembrar o tener animales, al contrario, mientras más y mejor conservada esté, ellos tendrán más atractivos que ofrecer a los visitantes que lleguen a los campamentos ecoturísticos que ahora abundan en comunidades como Lacanjá, en terrenos que antes eran ocupados como potreros para la crianza de ganado, actividad que por fortuna ha sido dejada de lado para abrir paso al turismo sustentable.
Pero no solo los indígenas mayas lacandones han recuperado la selva. Hay que reconocer también el papel fundamental que han tenido los empresarios de la región que han optado por invertir en terrenos que antes eran potreros deforestados para transformarlos en nuevos espacios de selva recuperada que hoy son utilizadas para brindar servicios de hotelería, restaurante o ecoparque.
A lo largo de las próximas semanas les iré relatando paso a paso las experiencias que he vivido durante este viaje de una semana por Palenque y sus alrededores. Hoy quiero comenzar quizá por una de las que más me ha emocionado: el avistamiento de aves.
Cuando yo vine a la Selva Lacandona hace 22 años, si bien entré por Palenque, lo cierto es que me interné en la selva del lado de la Reserva de la Biósfera Montes Azules y conviví sobre todo con dos comunidades: Chajul y Reforma Agraria. Es esta última participé activamente en la colocación de nidos artificiales de madera, así como del monitoreo de los huevos y actividad de las parejas de guacamayas rojas que eran parte de un programa piloto de reproducción pues esta ave majestuosa estaba a punto de desaparecer. Aquel programa, según me cuentan ahora los amigos de Palenque, ha sido exitoso y ahora ya se pueden ver guacamayas rojas surcando los cielos de Montes Azules nuevamente.
Sin embargo, no hay que ir tan lejos para ser testigos del maravilloso espectáculo del vuelo de parejas de guacamayas rojas hoy en día pues aquí mismo, en la ciudad de Palenque, ha habido otro programa exitoso de reproducción de guacamayas y reintegración a su hábitat natural.
Este programa se lleva a cabo en el Ecoparque Aluxes que tiene una historia bien interesante. Resulta que durante años por aquí todos fueron testigos de una brutal destrucción de la naturaleza, derivada de las quemas, talas, tráfico de especies de la flora y de la fauna y demás actos de barbarie cometidos por personas y empresas coludidas con las autoridades federales, estatales y municipales. Todos eran partícipes de alguna u otra manera. Todos fuimos, sí incluso los que desde la ciudad tampoco hicimos nada para frenar la devastación y continuamos consumiendo los productos de esas empresas devastadoras. La indiferencia también destruyó la selva y esa fue masiva, de todos los sectores de la sociedad.
Pero una familia —originaria de Catazaja y de Palenque— decidió iniciar un proyecto de rescate de la vida silvestre regional. En el transcurso de los trayectos, y por comentarios de algunos guías y residentes locales, supe que esa familia es la del ex gobernador Patrocinio González Garrido de quien, en su momento, se dijo que había sido “culpable” de las condiciones que llevaron a los pueblos indígenas al levantamiento armado zapatista a principios de los años noventa. Quien sepa un poco más de historia y haya siquiera pisado Chiapas una vez en su vida, sabría que una afirmación tan simplista no es algo que apliquen en un contexto tan complejo como el de Chiapas, pero esa es otra historia.
Lo cierto es que también hay muchas personas que recuerdan con respeto y afecto a este político y que, gracias a su iniciativa conservacionista, hoy incluso los gerentes de hoteles, lo mismo si son familiares que si son de grandes cadenas, presumen con orgullo las guacamayas que sobrevuelan la ciudad.
101 guacamayas que han sido liberadas gracias a ese programa de recuperación y reintroducción de la especie llevado a cabo en Aluxes y cuyos primeros ejemplares pie de cría fueron donados por Xcaret, otro ecoparque en Cancún que ha hecho mucho por la recuperación del ecosistema selvático mexicano.
El turismo, como vemos, sí puede ser una de las industrias con menor impacto negativo si se toman las decisiones correctas. Pero no bastan los empresarios responsables, también debe haber normatividad adecuada, fideicomisos que no se negocien en lo oscurito en las cúpulas del poder, transparencia en el ejercicio de recursos, incentivos fiscales para que los hoteles poco a poco avancen en la transición energética y el uso de ecotecnología para garantizar el tratamiento del agua residual in situ, el uso de energía renovable y poco a poco se vayan desechando malas prácticas como el uso de popotes, unicel y plásticos en general.
Ahí va, poco a poco, des-pa-ci-to, avanzando el turismo sostenible pero tú y yo, como consumidores responsables debemos exigir condiciones que nos permitan estar seguros de que nuestro consumo apoyará la conservación de la selva aquí, y del medioambiente en general. Premiar con nuestra selección a aquellos proyectos de hospedaje, entretenimiento o paseos que sean responsables con el medioambiente y castigar con nuestra negativa a quienes sólo se anuncien como “ecoturismo” pero no cumplan con las características de un proyecto turístico sustentable.
En las próximas semanas, iremos hablando aquí de todos los lugares y proyectos que conocí durante este viaje, por lo pronto sólo puedo decirles que venir a Palenque es una aventura que vale la pena, por muchas cosas pero, en primer lugar, porque esta es una ciudad que ya ha comenzado nuevamente a pintar sus cielos de rojo al atardecer, cuando las guacamayas vuelan en parejas hacia sus árboles, sabiendo que están seguras porque todos los palencanos ahora las cuidan y se enorgullecen de su presencia.
Urbanitas felices
Terminar un libro es, tal como dicen, como parir un hijo. Sin embargo, cuando se trata de un libro que busca contar una ciudad pareciera que el hijo quiere tener hermanitos desde que nace. Y es que las ciudades son tan infinitas como lo es la diversidad de intereses de sus habitantes y visitantes.
Así que, un poco obligada por las preguntas que me han hecho en estos días en torno al libro que recién escribí sobre la Ciudad de México, descubrí que lo que realmente busco cuando narro las historias de los habitantes de esta gran urbe es hacer un llamado colectivo a la acción.
El verbo correcto tal vez sería apropiar, sí hacer suya esta megalópolis para poderla rescatar de sí misma. La gran ciudad puede ser un monstruo que se expande y arrasa con todo alrededor pero somos nosotros mismos, sus habitantes, quienes podemos contener la furia del monstruo para que volvamos a la vida sustentable que hoy ya no es una elección, sino una urgente necesidad.
En este primer libro me quise apropiar de la ciudad caminando, pero tal vez después lo haga bailando… ¿Por qué no? Si como bien dicen aquí el que no conoce Los Ángeles no conoce México, y me atrevería a decir que tampoco el que no ha ido a la Ciudadela a bailar danzón o al Patrick Miller a las retas de High Energy. Pero ser urbanitas apasionados va más allá del puro gozo. También implica una gran responsabilidad.
Más allá de las noticias alarmantes que nos dicen que seremos de las primeras ciudades en quedarse sin agua potable, ¿qué sabemos de la crisis hídrica capitalina? ¿Nos ocupamos de averiguar de dónde viene el agua que llega a nuestras llaves y cisternas? ¿Nos da igual que en Iztapalapa la gente viva pendiente de las pipas que les permiten llenar unos cuantos tambos mientras nosotros cantamos bajo la regadera? Lamentablemente, tal vez lo que nos dejará sin agua no es más que nuestra terrible indiferencia.
Por eso es que necesitamos actuar pero, ¿cómo vamos a pensar soluciones para rescatar una ciudad que no conocemos? Tener miedo no ayuda, y los prejuicios, menos.
Caminar es el primer paso para rescatar la urbe. Apropiarnos de las calles pisando fuerte. Volver a saludar al vecino, a comprar en la tienda de la esquina, a ayudar a los más vulnerables, a subirnos a la bicicleta. Bajarnos del auto, dejar de tener miedo del contacto con el otro, respetar las diferencias y olvidar los prejuicios. De eso se trata hacer nuestra esta ciudad, con toda su escala de grises.
La semana pasada tuve el infinito placer de conocer a Charles Montgomery, autor del libro Happy City: Transforming Our Lives Through Urban Design y fundador de la consultoría The Happy City. En su libro dice algo muy interesante:
"La ciudad no es simplemente un depósito de placeres. Es el escenario en el que luchamos en nuestras batallas, donde representamos el drama de nuestras propias vidas. Puede mejorar o corroer nuestra capacidad para hacer frente a los desafíos cotidianos. Puede robar nuestra autonomía o darnos la libertad de prosperar. Puede ofrecer un entorno navegable, o puede crear una serie de guanteletes imposibles que nos desgastan diariamente. Los mensajes codificados en arquitectura y sistemas pueden fomentar una sensación de dominio o impotencia”.
Entonces sí, caminar y vivir la ciudad es importante pero también es cierto que hay ciudades donde los derechos de las personas que las habitan, particularmente cuando son peatones, han sido prácticamente anulados debido a políticas públicas que favorecen el uso del automóvil o bien, falta de planeación urbana que les ha vuelto inseguras y poco disfrutables.
Un ejemplo de esto es la falta de áreas verdes en las grandes urbes y cómo todo cambia cuando se decide invertir en recuperar espacios públicos o crearlos con ayuda de vegetación. Simplemente el agregar verde al paisaje vuelve a la gente feliz, la hace estar más tiempo en la calle, la motiva a hablar nuevamente con sus vecinos y, por ende, empieza un círculo virtuoso de felicidad pues la inseguridad se reduce cuando la gente se apropia de sus parques, banquetas y bajopuentes.
Montgomery me dijo algo que realmente me hizo sentir que escribir sobre el placer de ser feliz mientras camino —o bailo— por distintas ciudades tiene todo el sentido puesto que todo está conectado. “Nacimos para movernos, no para ser transportados”, es lo que Charles me enseñó. Y ahora estoy convencida de que, una ciudad diseñada para que la gente se mueva libremente será un lugar habitado por personas más felices.
Salgamos a la calle, dejemos el smartphone en casa y volvamos a ser solo caminantes urbanitas en busca de identidad. Dejemos que la ciudad nos abrace y luego, con todas nuestras fuerzas, abracémosla también. No hay rescate posible de lo que no conocemos, ¿no creen?
Cena con delito
Desde que te reciben hay una atmósfera de misterio en el lugar. Un color va a determinar con quien compartirás la misión, y la sobremesa. ¿Te suena raro? Pues sí, yo tampoco me imaginaba bien cómo sería la experiencia de tener que descubrir al culpable de un crimen mientras ceno a lado de 9 personas desconocidas.
El viernes pasado tuve la oportunidad de asistir a la primera Cena con Delito que se lleva a cabo en México, gracias a la Sociedad Dante Alighieri que, en su misión de promoción de la cultura y la lengua italiana, ahora nos acerca esta fusión entre teatro, gastronomía y misterio que ya es toda una tendencia en Italia y otros países de Europa.
La Cena con Delito —o Murder Party- es un juego basado en el género de
la novela de misterio que solo puede resolverse con la intuición de un detective. Se trata de un juego basado en el género de la novela de misterio que busca ofrecer una experiencia digna de un thriller a 40 comensales. Debes cubrir dos requisitos indispensables: ser amante de los misterios y de la comida.
No puede ser un evento masivo justo porque se trata de una experiencia interactiva en la que las pistas se van descubriendo poco a poco mientras los actores también cenan y brindan, como los asistentes.
Cuando todo comienza ni siquiera se sabe cuál de todos los personas que tienes alrededor será la víctima del crimen, mucho menos quién de todos es el sospechoso de cometer el delito.
Esta primera Cena con Delito se llevó a cabo en las instalaciones de la Sociedad Dante Alihieri, ubicadas en una vieja casona de la colonia Juárez, en la Ciudad de México, lo cual le añadió atmósfera de época a la escena de la que todos los comensales fuimos parte.
Mientras se nos iban revelando las pistas y la trama de la historia, los meseros iban llegando con cada uno de los cuatro tiempos del menú diseñado y cocinado por el Chef Guiseppe de Pasquale.
Aunque este movimiento de teatro interactivo fusionado con gastronomía es actualmente una moda europea, lo cierto es que no es algo nuevo pues lleva ya más de dos décadas en el gusto de los amantes de los juegos y los misteros.
Se trata de un movimiento que surgió en los años 80 en países anglosajones y pronto se extendió por toda Italia. Actualmente estas cenas se organizan en ciudades como Roma, Milán, Nápoles y Florencia. El objetivo en todas las ciudades es el mismo: descubrir quién es el asesino.
Teniendo como protagonista al giallo (género literario de misterio en Italia), los invitados se sumergen directamente en una historia interactiva. En ocasiones los mismos los mismos comensales son los personajes, a veces actores caracterizan papeles thrillers estimulando la creatividad de los invitados. La Cena con Delito es pues, un ejercicio de preguntas: ¿quién es el asesino, y qué motivos tuvo para cometer tal crimen? Descubrirlo no siempre es simple, de hecho es bastante complejo pues se le agrega el hecho de que no conoces previamente a las personas con las que harás equipo para la misión.
Nosotros estuvimos realmente cerca, en mi equipo, pero nos ganaron los de otra mesa. Ellos se llevaron el premio que en realidad es importante porque las reglas dicen que debe ser uno con sabor a tradición: un buen salami, una botella de vino y un queso bien sazonado.
Los actores alternan el desarrollo de la historia durante el transcurso de la cena, los asistentes tendrán que resolver el caso reuniendo las pistas proporcionadas, interrogando a los sospechosos, reconstruyendo la escena del crimen. Normalmente, los actores-personajes presentan sus historias a los invitados en varios actos, dando
pequeñas pistas sobre el asesinato, lo cual torna interactivo el recinto ya que cualquier objeto y cada espacio podría ocultar detalles relevantes para el desarrollo de las investigaciones. A veces, incluso los platos ayudarán a detectar indicios y pistas nuevas a seguir.
“En Italia la Cena con Delito está de moda, sin embargo, lo que sigue siendo el centro de esto es la comida, las delicias gastronómicas que acompañan a los juegos. Como suele suceder en la península mediterránea, este evento, además de tener una finalidad lúdica, es otra excusa para comer mucho y sabroso”, relata Luca Galizia, director de la Sociedad Dante Alighieri. “Sin duda, llevar a cabo eventos como la Cena con Delito, recitales de piano o exposiciones de arte italiano, por mencionar solo algunos de los eventos culturales que llevamos a cabo a lo largo del año, es una forma de compartir la cultura italiana en este país, con nuestros alumnos, pero también con el público en general que gusta de conocer un poco más de Italia”.
Algo gratamente sorprendente fue la calidad histriónica de los actores de la Academia de Florencia —que aunque con ese nombre pueda despistar, está en México- quienes animaron la cena representando personajes llenos de enigmas y misterios por resolver y con sus caracterizaciones nos remontaron a los años 40.
Por supuesto no les voy a decir de qué trata el misterio, ni mucho menos quién es el asesino pues aún hay dos fechas más para vivir esta experiencia con la misma historia durante marzo y abril. Para mayo, ya se hará con una historia distinta pero siempre se buscará resolver un crimen.
Lo único que diré es que el viernes aprendí, mientras comía y bebía, que una persona sí puede ser asesinada más de una vez… resuelvan el acertijo en la próxima Cena con Delito.
¡Llegaron los días de jazz!
Hace 21 años que las primaveras tienen ritmo en la Ciudad de México. Desde entonces, año con año, los amantes del jazz tenemos una cita a la que acudimos puntuales y fieles. Y ¿cómo no hacerlo? Si es tal vez la única oportunidad que tenemos de disfrutar completamente gratis a las máximas figuras del jazz europeo que viajan a nuestro país no sólo para deleitarnos con una presentación, sino para llenar el ambiente de su música durante todo el mes de marzo.
Y es que, aunque vengan como invitados al EuroJazz, lo cierto es que los recintos jazzísticos de la ciudad también aprovechan la visita de semejantes luminarias y suele haber una interesante cartelera de tertulias y tocadas íntimas a las que es difícil resistirse.
Yo comencé a ser asidua a este festival hace unos cinco años. Ser mamá de un niño de 3 años y no tener grandes ingresos no me dejaban mucho espacio para darme una gran vida social ni pagar grandes espectáculos. Siempre estaba buscando alternativas de calidad pero de acceso gratuito o al menos, accesible, pero a donde además, pudiera ir con un niño pequeño. No resultaba fácil, hay que decirlo.
Sin embargo, este festival fue una delicia desde la primera vez. Mi hijo ama la música y casi podría decir que ha sido porque pudo bailar libremente al ritmo de los bajos y saxos con los que se familiarizó en cada presentación a la que acudimos en las áreas verdes del Centro Nacional de las Artes.
Y es que no sólo se trata de la calidad de los músicos que se presentan, también del ambiente que esta sede tiene. Si bien sí hay sillas muy cerca del escenario, lo cierto es que yo siempre he preferido llevar una manta de picnic y tirarme en el piso a disfrutar la música mientras con mi hijo me entretengo tratando de encontrar forma a las nubes.
Conforme avanza la tarde y la música, también el cielo va cambiando de colores y el atardecer se deja venir a ritmo de jazz. Nada que me guste más.
Me encanta este festival por la diversidad del público. Lo mismo van jóvenes estudiantes, músicos, escritores, familias, parejas de enamorados y claro, hasta dealers que se las ingenian para ofrecer sus productos. No miento, una vez me tocó que me mostraran una pantalla de un teléfono donde decía de manera muy creativa y colorida la palabra AJOS… me reí y moví la cabeza negativamente. No, no me estaba ofreciendo ingredientes para preparar unos camarones al mojo… jeje.
Otra ocasión unos chicos como de preparatoria que bebían alegremente de unos cilindros de plástico comenzaron a platicar conmigo. Cuando agarraron confianza me ofrecieron de sus bebidas, cerrando el ojo. ¡Era pulque! La verdad debo confesar que me reí y acepté la oferta. Sí, mi pecado es que me gusta demasiado el pulque, qué le vamos a hacer.
Lo importante es que ya va a arrancar, desde el 2 de marzo la fiesta jazzística que une a Europa con México comienza y no se detiene pues durante cuatro fines de semana, 14 países de Europa llenarán de música el Centro Nacional de las Artes. Y para los amantes del género, también habrá clases magistrales en las que podrán compartir los secretos de los mejores músicos de jazz del viejo continente.
Son 14 conciertos que se ofrecerán completamente gratis en las Áreas Verdes del Centro Nacional de las Artes (Cenart), del 2 al 25 de marzo.
Algo importante es que 10 de los 14 grupos han aceptado trabajar con jóvenes y agrupaciones de jazz, a través de clases magistrales sin costo.
Además, por primera vez la programación del festival se extenderá a la ciudad de Puebla, donde se ofrecerá un concierto a cargo de Dock in Absolute, de Luxemburgo, el próximo 8 de marzo.
Este festival, único en su género en la Ciudad de México, se ha distinguido por reunir talentos de distintos estilos y generaciones; por un lado grupos tradicionales de jazz con una amplia trayectoria, así como agrupaciones con propuestas novedosas que en ocasiones fusionan el jazz con otros estilos musicales. ¿Te lo vas a perder? Yo no.
Enfermarse lejos de casa
Hace algunas semanas que Claudia regresó de Bolivia, su tierra natal. Va al menos una vez al año, que realmente es muy poco cuando estás lejos de tu casa. Al volver lo primero que le pasó a mi amiga fue… ¡enfermarse!
Sí y casi siempre le pasa, aunque esta vez de verdad le dio con tubo. No hay nada más triste que enfermarte cuando estás lejos de tu familia.
Mi amiga tiene muchos años viviendo en México por tanto, su círculo social es amplio y sus redes de sostén emocional, muy fuertes. Eso la hizo sentir bien, acompañada y cuidada mientras estaba convaleciente. Yo me enteré hasta que días después ella agradeció en sus redes sociales a quienes la ayudaron. Obvio le reclamé por no avisarme pero por fortuna, no estuvo sola y muchas personas estuvieron al pendiente de lo que necesitaba. Pero no todos tienen la misma suerte.
Mi amigo Diego, venezolano expatriado hace menos de un año en México, se enferma mucho y ahora se ha vuelto un experto en auto-medicarse antigripales y cuanta cosa puede cuando se enferma. Cosas de esas que uno puede comprar en cualquier Oxxo. ¡Ah pero el otro día tuvo que ir al médico por algo más serio y me escribió! Resultó con un esguince cervical y salió de la consulta con un collarín.
Gracias a él y sus consejos he probado medicinas que ni me habría imaginado, como esos granulados que vacías en agua caliente y como por arte de magia te reviven de entre los muertos cuando tienes gripa. También gracias a él, que ha estado pendiente de mí cuando me he enfermado, me he dado cuenta de lo importante que es para mis amigos extranjeros —o simplemente no chilangos- sentirse acompañados cuando la salud decide irse de vacaciones. Sí, él es rudo y dice que nunca siente nada pero cuando está enfermo se pone chipil y me manda más mensajes que nunca.
Hoy me tocó a mí. Tras semanas de estrés contenido, tengo un primer día de descanso y ¿en qué decide mi cuerpo utilizarlo? ¡Pues en enfermarse! Y ahí están, todas mis energías enfocadas en una sola cosa: respirar. Sí porque mi nariz está inflamada, llena de moco, y tengo tanta tos que hasta cuadritos en el abdomen tendré después de esto. Así que estoy aquí, enferma y tirada en mi cama. Pero a mí mis hijos me hicieron de desayunar huevo con frijoles, jugo de naranja y café. Pude dormir sin sentirme sola. Soy afortunada.
Mi amigo Ricardo también está enfermo hoy. Él vive aquí hace nueve meses pero es originario de Mexicali —y es un necio que dice que las quesadillas siempre llevan queso-.
Hoy es mi huésped por algunas horas pues, tras leer en mi Facebook que estaba convaleciente, me mandó un mensaje preguntando si necesitaba medicina y amablemente me trajo un jarabe para la tos, algo que hoy se agradece más que si hubiera llegado con un bote de nutella.
Él necesitaba hoy un lugar para compartir convalecencias. Y es que ¿hay mejor medicina que la compañía y la amistad? Yo creo que no.
La primera vez que me enfermé fuera de casa fue en Italia, hace ya 20 años. Me dio influenza y por aquel entonces esa fuerte gripa no existía en México así que cuando me atacó en Europa en serio no sabía qué hacer.
Cometí el error de no comprar un seguro médico y pues sobreviví a base de desenfrioles. Nada más. Puro sufrimiento y soledad.
Hace ocho años, llegó a mi casa un periodista a quien di asilo por unos meses mientras hacía un trabajo. Nos volvimos amigos tan cercanos que aún ahora somos como familia, aunque él haya vuelto ya a Madrid.
Arturo se llama. Y una sola vez tuvo que usar su seguro médico mientras vivió en mi casa: tenía una vieja lesión y al cargar a mi hijo, comenzó a sentir molestias. Nos asustamos y terminamos de madrugada en el Hospital Español.
Acompañarlo, e incluso que las enfermeras pensaran que era su pareja, para él fue importante. Claro, estar solo cuando te enfermas o te sientes vulnerable, es una cosa que no se le desea a nadie. Hoy estoy desvelada porque Arturo se enteró de que hubo un terremoto en Ciudad de México y sin mirar el reloj, me llamó en cuanto lo supo. Yo tenía fiebre alta y no recuerdo que incoherencias le respondí cuando me llamó por Facetime a las 3 am. En cambio, mi romance invernal no fue para llamarme ni mandarme un mensaje desde Bogotá. En tiempos en los que la información viaja a la velocidad de la luz, él ni enterado del sismo, ni de que yo estoy enferma. Saquen sus propias conclusiones.
Así que hoy, mientras estoy aquí viendo series y videos bobos de youtube junto a Ricardo también recordé que fue la primera cara conocida que vi en la calle el pasado 19 de septiembre y que justo a partir de ese día, nuestra amistad se fortaleció en medio de la emergencia. Ayer fue el primero que me escribió para saber si estaba bien después del sismo.
Hoy que estamos aquí, en el sofá de mi estudio, en convalecencias compartidas, sólo puedo decirles dos consejos: cuando viajen o vayan a estudiar o trabajar lejos de casa, compren un seguro de gastos médicos pero también, hagan vínculos fuertes a donde vayan porque los cuidados y el cariño son medicinas que ninguna aseguradora incluye en sus planes.
Viaja con tu mejor versión
Obvio… faltan tres días nada más para el día de San Valentín y por supuesto que mi primer pensamiento fue que esta columna tenía que hablar del amor. Entonces recordé que, si bien disfruto cuando me enamoro —mientras dura-, lo cierto es que cuando viajo disfruto mucho más ser una #ForeverAlone.
Entonces ¿de qué voy a hablar? ¿Sería la misma grinch de cada año explicando por qué me gusta viajar sola y cómo encontrar un alma gemela viajera me ha resultado más difícil que encontrar una que baile a mi ritmo? ¡Ah! Porque en el baile es otro terreno donde la vida me ha condenado. Ninguno de mis amantes ha sido buen bailarín, es más el colmo de los colmos es que ahora me fui a enamorar de un colombiano que no sabe bailar. Desgracia absoluta.
Entonces, igual que he tenido que aprender a sorteármela sola en la pista de baile, mientras mi pareja sexo-afectiva me mira de lejos, también he encontrado la manera de siempre disfrutar los viajes que hago conmigo misma.
Así que de pronto me vino la idea a la cabeza… ¿No sería el mejor regalo del mundo que las personas solteras nos regaláramos unas vacaciones con nosotras mismas para este 14 de febrero?
Así me puse a pensar, ¿cuál sería mi viaje amoroso ideal? Bueno, pues resulta que no conozco Venecia, así que tal vez un paseo en góndola sería una buena idea para iniciar esta cita romántica conmigo. Pero naaa… cliché.
¿Qué tal un viaje místico a India o Tailandia? Mmm, no lo sé, creo que si voy allí me enamoraría de los elefantes antes que de mí misma. En Japón tal vez terminaría enamorada de un robot sexual y en Brasil… ahhh en Brasil seguro no resistiría la tentación de caer a los pies de un sexy carioca.
¿Entonces? Pues llegó a mí un post que puso mi amigo parisino Julien en su Facebook que decía: “un relación sana es aquella donde dos personas independientes hacen un trato para ayudarse mutuamente a hacer de la otra persona, la mejor versión de sí misma” Wow! Vaya revelación.
A ver, si mi romance es conmigo, al pensar los destinos tenía que tratar de recordar, ¿qué lugares o experiencias me han llevado a ser una mejor versión de mí misma?
Al mismo tiempo, conversaba con mi amigo Diego quien por alguna inexplicable razón, siempre que está aburrido me manda canciones para compartir. Debo confesar que me gustan esos micro momentos de intimidad entre amigos. Diego me hizo recordar a Michael Jackson y a su vez, este gran artista me hizo recordar esa favela donde grabó uno de sus videos más célebres: They don’t really care about us.
Fue en mayo de 2011 cuando viajé por primera y única vez a Río de Janeiro con un propósito: conocer la favela de Santa Marta y buscar cómo Michael había ayudado a cambiar la vida de sus habitantes. Un día antes había tenido un affaire con un guapo ecologista brasileño que me dijo algo que nunca olvidaré cuando le manifesté mi miedo de ir a la favela: “si alguien quiere robarte tus cosas, sólo dile que por favor no lo haga. Que son tus herramientas de trabajo, que eres igual a ellos”. Obviamente me parecía completamente ingenuo pero me quedé con el consejo porque no sé si habría funcionado o no para impedir un robo, no tuve ningún episodio de inseguridad en todo el viaje. Pero esas palabras me protegieron de algo mucho más peligroso que la violencia en las calles cariocas. Me hicieron derribar mis prejuicios.
Cuando llegué a la favela, me sentí más confiada de hablar primero con las mujeres y los niños pero hubo dos que especialmente me marcaron y me ayudaron a ser una mejor versión de mí. Ellos jugaban deshojando un libro de texto viejo y transformando sus hojas en aviones de papel que lanzaban divertidos desde lo alto de la colina plena del colorido caserío de la favela.
Me les quedé viendo insistente por una sola cosa: recordé que yo jamás había podido hacer un avión de papel que volara con tanta precisión. Soy torpe con la papiroflexia. Al notar que los miraba fijamente mientras mi mente se fugaba, el más pequeño de ellos, un niño de piel ébano, ojos grandes y rizos cortos me dijo: ¿juegas?
Así, sin preguntarme nada. Sin sospechar en torno a qué hacía una mujer extranjera metida en su barrio, sin preguntarme ni mi nombre. Como hacen los niños. Él sólo descubrió en mis ojos a esa niña frustrada que en el pasado jamás pudo hacer un buen avión de papel. Su compañero me animó con más ímpetu y me dijo: es fácil, nosotros te enseñamos.
Pasé tres horas con esos chicos intentando hacer aviones. Se burlaron de mi torpeza y yo también lo hice. Mis aviones jamás pudieron tener vuelos tan perfectos como los suyos, pero las carcajadas y el brillo en los ojos parecieron borrar los casi 30 años que había de diferencia entre nuestras edades. Por supuesto para jugar conmigo no me pidieron ni mi pasaporte ni mis diplomas.
Aquel, como muchos otros, fue un viaje que hice sola y al final, fue una travesía llena de momentos de amor, como este.
Viajar con el amor de nuestra vida puede ser simple. No importa el destino, no interesa si es lejos o cerca, lo que realmente trasciende es lo que vives en cada experiencia y si vas enamorado de ti, estoy segura que podrás encontrar quienes te ayuden a construir tu propia mejor versión. Entonces, ¿te animas a armarte un viaje para ti y tu mejor versión del amor de tu vida?
¡Que empiecen los carnavales!
El alma de Xochimilco
Paseo por el oriente
¡Vivan el acordeón y la parranda!
A veces no hace falta un boleto de avión para vivir una experiencia viajera. En algunas ocasiones sólo con escuchar algunas notas la mente vuela y aunque el cuerpo no se haya subido a ningún avión, se transporta cuando la melodía le lleva en automático a mover los pies y después la cadera.
Eso me pasó a mí cuando conocí a don Carmelo Torres, quien trae la cumbia en la sangre y lo sabe transmitir. Tiene 66 años pero tiene la energía de un muchacho caribeño. Nacido en una familia de músicos, podríamos decir que Carmelo mamó las notas desde la teta. Su padre fue gaitero y sus tíos acordeonistas. Fue este instrumento el que finalmente lo atrapó a él, igual que me atrapa a mí cuando lo escucho tocar.
Era muy pequeño cuando comenzó a querer tocar el acordeón, sin embargo no fue fácil. Tenía 8 cuando tomó sus primeras lecciones pero aquel era un instrumento muy caro. Su hermano le regaló su primer acordeón, pero no tardó mucho en dañarse. Reponerlo le llevó varios años.
Quién iba a decir que aquel niño que sufría por no tener dinero para comprar el instrumento que anhelaba, años más tarde sería uno de los mayores exponentes de la Cumbia Sabanera y defensor férreo de la tradición musical de Colombia.
Tuvieron que pasar diez años para que Carmelo pudiera tener otro acordeón, obtenido ya con el fruto de su trabajo como campesino en los sembradíos de Tabaco. Sólo así pudo juntar aquella plata que tanto necesitaba.
Era la década de los setenta y desde entonces, hace más de 40 años, don Carmelo Torres duerme con su instrumento. Nunca se separan, como un buen y duradero matrimonio.
Carmelo me cuenta que el acordeón es su confidente, su mejor amigo, y lo único que lo consuela cuando tiene alguna pena. Don Carmelo es un viajero incansable. A sus 66 años él y su acordeón han pisado escenarios en Francia, España, Italia, Bélgica, Inglaterra, Corea del Sur, Australia y por supuesto México, donde se presentó en octubre pasado como parte de la programación del Festival Internacional Cervantino.
La cumbia sabanera de Carmelo Torres no sólo me hizo mover los pies la noche que lo conocí en el Cine Tonalá, donde él y sus músicos ofrecieron un concierto. Su música me hizo mover el corazón y lo llevó hasta Colombia, un país del cual hasta entonces sabía muy poco.
Aquella mañana que platiqué con Carmelo, yo aún no sabía que mi corazón le daría un vuelco a mis itinerarios y que ahora, estando enamorada de un colombiano por cosas del destino y la casualidad, haya comenzado a investigar más sobre su música, su cultura y su historia.
Don Carmelo me contó que la cumbia sabanera es alegre, pues mezcla los sonidos del campo con el ritmo caribeño de la guacharaca y el acordeón. El canto de las aves, los sonidos del campo, todo era imitado por el acordeón y la gaita. Así nacía cada cumbia, con el campo colombiano en la esencia.
Carmelo tuvo un gran maestro, Andrés Landero, quien le enseñó todo lo que sabe hacer con el acordeón. A su lado recorrió el país entero, llevando la cumbia sabanera con orgullo en su acordeón rojo.
Anduvo con él en las parrandas, siempre lo invitaba a tocar. Gracias a él se volvió un convencido defensor del folclor colombiano por eso hoy se siente contento de tocar en un lugar plagado de jóvenes.
Y sí, es que ahora resulta que la cumbia sabanera se ha puesto de moda entre los jóvenes progresistas de los barrios acomodados de las ciudades del mundo, pero para Carmelo lo suyo sigue siendo el sabor a campo, eso es lo que define a su música.
Pero este enorme representante de la cumbia tradicional colombiana no anda solo por el mundo, tiene cuatro cómplices: Romy Molina, Rodrigo Salgado, José Movilla y Orlando Landeros, sí, el mísmísimo hijo del legendario Andrés, mejor conocido en su tiempo como “el rey sabanero”.
La cumbia sabanera nació en las sabanas de Córdoba, Sucre y Bolívar, sin embargo, en la región de San Jacinto, lugar de donde es oriundo Carmelo Torres, este género tiene una cadencia especial, que tomó de la tradición campesina donde se toca con acordeón, tumbadora, guacharaca y la caja vallenata.
Resultaría inútil preguntar a don Carmelo el significado de la cumbia en su vida, pues, igual que su acordeón, esta música es una extensión de sí mismo. Pero no sabe como contarla, porque —y tiene razón— no se puede explicar la cumbia. Sólo queda gozarla, dejarnos trasladar a través del oído, los pies y las caderas, al campo colombiano, a querer bebernos un aguardiente mientras dejamos simplemente avanzar la noche. Mientras la vida me permite tomar un avión y aterrizar en Colombia, no me queda más que trasladarme a través de su música, una muy buena compañía para esta la última noche del 2017, así que yo aprovecho para desearles muy feliz año nuevo y ¡que la parranda siga!
Una Navidad muy mexicana
Regalos diferentes
Una ciudad sonora
Luces de navidad
Ciudadanos de impacto ¡en todo el mundo!
La ciudad es una fiesta
Un amor poco sustentable
La fuerza de unir voces
Sabor a Saudade
Escapada a Morelia
¿Adiós al ícono del Art Decó en CDMX?
Las otras grietas
Mis amigos quisieron ser mexicanos
Viajeros 3.0
Viajes y mudanzas
Si te gusta la lluvia… ¡viaja!
Cinco secretos para viajar con poco presupuesto
Sin miedo; no los dejemos ganar
Caza tus vuelos baratos
Se acerca el final de las vacaciones y comienzan a llegar a nuestros correos las ofertas para viajar durante la temporada baja. Como siempre a mi email llegaron varias ofertas para ir a París, Barcelona o Londres durante el otoño, incluso me llegó una para ir a la capital francesa la última semana de agosto y era bastante atractiva, por fortuna no tengo tarjeta de crédito porque de lo contrario, creo que habría atendido al impulso de comprarlo.
El tesoro verde de CDMX
Casi a diario pienso que la Ciudad de México está al borde de un colapso inminente. Dejé de manejar hace ya cinco años simplemente porque no era posible que la vida y el bienestar fueran eso que yo veía apenas pasar por la ventana de mi auto. Sin embargo, aún existen rincones que, si nos damos la oportunidad de visitar y cuidar, pueden darnos ese entorno de paz, esparcimiento y tranquilidad que todo citadino necesita para poder librar la diaria batalla de ser parte de este ecosistema urbano caótico.
Viajeros cinéfilos
Picnic chilango en el río
Las ciudades y su soundtrack
Las ciudades y la lluvia
Las experiencias locales y sus matices
Nuevas experiencias compartidas
#SoyXochimilco
En los últimos días realmente me he sentido muy estresada. La Ciudad de México puede realmente ser abrumadora cuando la rutina nos asfixia. Tráfico a diario, transporte público insuficiente, contaminación, en fin que las ganas de escaparse a algún lugar donde se pueda tener un poco de contacto con la naturaleza me daban un día sí y otro también.
Hagamos grande al planeta: seamos viajeros responsables
Si te indignó enterarte de que Donald Trump, presidente de los Estados Unidos, tomara la decisión de que ese país abandone los Acuerdos de París, si llenaste tus redes sociales de memes que lo ponían como un egoísta que se va a llevar entre los pies a la humanidad entera con esta postura, felicidades pero es momento de ir más allá, mirarte al espejo y cuestionarte directamente: ¿qué puedo hacer yo para mitigar el cambio climático?
¡Quiero un verano de verdad!
Cruzando fronteras
2017, año del turismo sostenible
Viajar con mamá
Por una niñez viajera
Las mejores (y peores) experiencias de vuelo
Mucha gente teme viajar en avión, no me pregunten el motivo pero aún hay muchas personas que realmente se estresan mucho. Pero últimamente, al parecer no sólo el aterrizaje o el despegue son los momentos de más angustia para un viajero porque incluso los que tenemos muy dominado el arte de volar y pasar constantemente tiempo en aeropuertos por todo el mundo, compartimos un riesgo con aquellas personas que podrían ser viajeros novatos.
¡Fuera ropa!
Semana Santa hacia el sur
Expediciones para la felicidad
Claves para viajar en pareja
Si usted está leyendo esto porque decidió pasar el puente vacacional en el estado de Morelos, disfrutando del clima y la naturaleza, reciba mis felicitaciones. Ahora que, si usted es un lector cautivo de este espacio y vive en este maravilloso estado, seguramente está leyendo esto como parte de su costumbre dominical, junto a su café recién hecho y su desayuno. Pero déjeme decirle que esta vez no voy a felicitarle por ello, y mucho menos, si usted está en lo que propiamente en México llamamos, “edad de merecer” o sea de romancear.
Volver a donde he sido feliz
Hace casi 14 años, tuve un romance con un chico que amaba la música de Joaquín Sabina. Yo de hecho podría decir que aprendí a disfrutar más que la música o la voz, las letras del flaco gracias a ese chico atormentado de cabello un poco crespo, manos grandes y ojos brillantes. El disco que más escuchábamos se llamaba Dímelo en la Calle y llenaba nuestras tardes de amor furtivo por allá por el 2003.
Viajeros… seres felices
El placer del Vino de Hielo
La historia de #LordPirata
Nubes que regalan vida
Está amaneciendo y miro la ventana. He regresado a uno de los lugares donde me siento como en casa. El jardín abundante donde el verano pasado mi hijo y yo ayudamos a poner a salvo a un gatito y devolverlo a su mamá, que vivía en el tejado de esta increíble casa construida por dos exploradores de la magia escondida en la selva chiapaneca.
Un cuarentón desafiante
Cumplir cuarenta es un acontecimiento para cualquiera. La madurez llega y las cosas que antes eran importantes se vuelven triviales. Y eso mismo podríamos decir cuando el que llega al cuarto aniversario es uno de los museos más visitados del mundo que en su etapa de construcción enfrentó el rechazo y la crítica de aquellos que lo percibieron como una afrenta y prácticamente un insulto a la belleza del paisaje urbano de París.
Huye de los lugares “más instagrameados”
#ITravelAlone: la tendencia que nos empodera
¿Te subes al Uber de las experiencias viajeras?
12 propósitos y un pilón
Como pasa con frecuencia ahora que nos dominan las tendencias de las redes sociales, encontré un video viral que me inspiró para escribir esta primera columna del 2017. Se trata de una de las muchas listas que ahora están tan de moda, ya saben, las 10 más… las 10 menos… las 5 imprescindibles, etcétera. Esta es mi reinterpretación personal de esa lista de 12 propósitos para viajar más en este año que empieza.
Año nuevo, metas nuevas
La Suiza Mexicana
Por increíble que parezca, aunque ya se que increíble no es, a esta viajera le faltan muchos estados de México por conocer. Dejé de viajar por México libremente aproximadamente hace siete años, cuando la famosa “guerra contra el narco” tomó más fuerza y los caminos se mancharon de sangre un día sí y otro también.
¿Dónde poner el corazón para navidad?
Seguramente para muchos de los que nos leen, la navidad es una época especial, nos han enseñado que son las fiestas decembrinas el momento idóneo para estar con la familia, especialmente. Sin embargo, toda la publicidad, la parafernalia, las construcciones culturales, las películas, los libros, el consumo y la diversificación religiosa probablemente resulte abrumadora y nos lleve a algunos a preguntarnos realmente ¿qué nos emociona de la navidad?
Aprendizajes viajeros y biodiversidad
En 1994, cuando acababa de cumplir 20 años hice mi primer viaje como adulto responsable. Fueron tres días de travesía por la Sierra de Querétaro con dos amigos. Por mi mente no pasaba nada más que pasarla bien y vivir una experiencia diferente, tras haber crecido en una familia modesta que nunca pudo viajar demasiado, y que cuando lo hacía, realmente no buscaba nuevas experiencias, sino más bien encontrar un lugar para no hacer nada, comer y beber. Aburrido, en pocas palabras.
Invierno en Canadá
Invierno en América del Norte casi siempre significa una cosa en el imaginario colectivo: nieve. Tal vez esquiar en Aspen, Colorado, o quizá conocer los bosques de coníferas en el Parque Nacional de Yellowstone o incluso, tener un fin de año cosmopolita patinando en el lago congelado de Central Park y festejando al pie de Times Square.
Sobrevivir a los viajes de negocios
El Bataclán renace, junto al corazón de París
Hace exactamente un año que un atentado terrorista mató a 90 personas durante un concierto del grupo Eagles of Death Metal en la sala de conciertos Batalán, ubicada en el distrito 10 de París. Anoche, el cantante británico Sting estuvo a cargo del espectáculo de la esperada reapertura de esta sala de conciertos.
Proteínas crujientes: un paseo por el mundo de los insectos
Olvida su aspecto y déjate seducir por su sabor me repetía una y otra vez mientras me preparaban un taco de gusanos de maguey afuera del mercado de Oaxaca, hace ya 20 años. Estaba decidida y justo cuando iba a darle la mordida, la señora levantó una tapa y ahí estaban… vivos, los gusanos que se retorcían en una cubeta. No pude hacerlo y le regalé el taco a mi acompañante, que se lo comió con singular alegría.
Yo también me quiero retirar para viajar por el mundo
Dos temas han ocupado mi mente esta semana. El primero, la necesidad apremiante que tengo de dejar de comportarme como una eterna adolescente y dar el gran paso para graduarme en la vida adulta. El lunes firme lo que podría decirse es el contrato más real y a largo plazo de mi vida. No se asusten, no me casé. Con ese contrato jamás pude lidiar. Lo que hice fue abrir un fondo de inversión para mi retiro.
La vida es un festival
Hoy está terminando el Festival Internacional Cervantino, en la hermosa ciudad colonial de Guanajuato. Las calles se llenaron de gente ansiosa por ver los espectáculos teatrales, escuchar impresionantes conciertos de música clásica, ópera, jazz, música del mundo y hasta música tradicional mexicana. Las plazas se llenaron de escenografías, de actores declamando líneas clásicas, de artistas recordando a Cervantes, a cuatro siglos de su muerte.
Palmeras borrachas de… ¡jazz!
Desde que era muy joven quería ir a olvidarme del mundo en las paradisiacas playas de la costa oaxaqueña. Debo confesar que en aquellos años de juventud alocada, sí pretendía que fuera un viaje totalmente entregado al uso de las drogas recreativas naturales que hicieron de Zipolite el destino playero favorito de mi generación en los lejanos años noventa.
Libertad sin vértigo
Un cable, una polea, un arnés y un desafío pueden ser los ingredientes de la fórmula perfecta para combinar tus deseos de contemplación de la naturaleza, tu sed de aventura y ese sueño de libertad que todos en el fondo atesoramos
Si alguna vez haz querido poner en perspectiva lo pequeños que podemos ser ante la majestuosidad de la naturaleza y además divertirte, las tirolesas son lo tuyo.
Aventuras de mercado
Políglota de bolsillo
Mucha gente piensa que yo hablo muchos idiomas por ser una viajera, sin embargo no es así. Quizá antes el no hablar una lengua era un verdadero impedimento para moverse libremente por el mundo pero hoy en día, las telecomunicaciones, el internet y los dispositivos móviles inteligentes pueden ser realmente grandes aliados para que el no dominar todas las lenguas no sea un obstáculo para viajar por el mundo.
Sigue la Ruta de la Independencia
A más de dos siglos de distancia, la región que fue la cuna de la independencia de México del gobierno español sigue manteniendo el atractivo que la historia de la dado y que hoy en día resulta un atractivo sin igual para los visitantes que desde Querétaro y hasta Dolores Hidalgo pueden encontrar el camino de nuestra historia, mezclado con los placeres y el gozo del presente en una región que crece y se desarrolla a pasos agigantados como una de las más prósperas del país.
Mi nostalgia infantil por Oaxtepec
El tan temido... ¡me traes algo!
Mi gran amiga Valeria colecciona tazas y sólo por eso y porque además me lo pidió expresamente, estuve horas en las tiendas parisinas buscando una que tuviera un significado especial, porque ella es para mí realmente una persona especial. Pero el ¡Me traes algo! es justo esa frase típica de parientes y amigos que a mí me hace padecer en cada uno de los viajes que he hecho. Por ejemplo, mi madre colecciona imanes para el refrigerador… ¿Alguna vez han pensado lo inútil que es ese objeto? Además ¡Todos están hechos en China!
Equipaje ideal para cualquier destino
Recorrer un país tan diverso como el nuestro puede ser una aventura increíble. El primer reto será elegir el destino perfecto porque tenemos de todo, pero el siguiente reto será hacer la maleta. No se si a todos les pase, pero a mí me gusta verme y sentirme bien en cada uno de los viajes que hago, lo mismo si voy a una aventura en medio de la naturaleza que si estoy en una ciudad cosmopolita cerrando un negocio. Pero obviamente, también hay que ser prácticos y tener claro que no puedes andar cargando el guardarropa entero. Algunos tips generales son llevar los zapatos que ocupan más espacio puestos, es decir, por ejemplo, las botas las llevas para tu outfit de viaje y los tenis y las sandalias en la maleta.
Hospedarse en un Museo
¿Te imaginas poder hacer un viaje al pasado que te permita adentrarte en el mundo íntimo de dos de los más importantes exploradores de la selva lacandona? Podrías sentarte a su mesa, recorrer su hortaliza, leer los mismos libros que a ellos les inspiraron en su enorme biblioteca, y lo mejor, escuchar las historias de sus andanzas. Pues no necesitas una máquina del tiempo para lograrlo, pues esa maravillosa experiencia puedes vivirla con solo viajar a San Cristóbal de las Casas, en Chiapas y llegar al Hotel-Museo Na Bolom.
Chiapas sólo quiere paz
Antes de comenzar a narrar las siguientes andanzas, cabe aclarar que esta no es una columna política ni pretende serlo. Sin embargo, tras haber estado las últimas dos semanas en San Cristóbal de las Casas, me gustaría contarles algo de lo poco que pude ver en torno a las afectaciones que los bloqueos carreteros provocan en Chiapas.
Mi corazón se queda en Chiapas
Pocas veces me había sucedido. Llegar a una ciudad y de pronto tener ganas de quedarme para siempre… no, yo no uso esa palabra. Más bien quedarme mucho tiempo, hasta que mi corazón me diga otra cosa. Sin embargo en este viaje me está pasando eso. Estoy en San Cristóbal de las Casas, Chiapas y hace dos días que debí haber tomado un avión de regreso a la Ciudad de México. Es la primera vez en mi vida que dejo ir un avión, literalmente.
¡Que te lleve la corriente!
La naturaleza es sabia, los ríos bajan desde las altas montañas para recorrer largos y sinuosos caminos hasta su destino que es juntarse con el mar. Las trayectorias que estas arterias de nuestro planeta dibujan suelen ser espléndidas y muy caprichosas. Los amantes del agua y la adrenalina encontrarán en el Rafting —que es el descenso en río a bordo de balsas inflables—una oportunidad única no sólo para conocer lugares increíbles, sino para concentrarse como nunca, fortalecer sus músculos, comer en escenarios naturales increíbles y por supuesto hacer nuevos amigos porque tal cual, compartirán con todos los pasajeros de la balsa la responsabilidad de mantenerse a flote.
Viajeros atentos y responsables pero sin miedo
Tijuana, la frontera cosmopolita de México
¿Equipaje perdido? ¡Consulta a un abogado!
No queridos lectores, no estoy exagerando. Estamos tan acostumbrados a conformarnos con cualquier respuesta o a vivir en un país donde reina la impunidad, que cuando nos ocurre algo como que la aerolínea en la que depositamos nuestra confianza (y nuestro dinero que no suele ser poco) pierde o daña el equipaje, nos parece bien gritar, reclamar en el mostrador de la aerolínea, pelear en el aeropuerto y hasta hacerles la vida imposible por redes sociales pero jamás pasa por nuestra mente consultar a un profesional legal para que nos diga como protegernos de los abusos de las aerolíneas que evaden sus responsabilidades.
El Brexit: una oportunidad para viajar barato a Londres
Mochila al hombro y ¡a viajar con papá!
Si algo puede dejar una huella imborrable en la vida de las y los jóvenes es compartir aventuras con su primer héroe: su padre. ¿Un viaje en motocicleta juntos? ¿una escapada a una playa desierta? ¿un campamento de aventura? ¿una rodada en bici de montaña? Y para todo ello, ¿qué mejor que recorrer escenarios naturales, playas, montañas, cascadas y ríos? Por supuesto que para lograrlo hay que volverse un mochilero experto y para los aventureros que deseen iniciarse en el mundo del viaje de aventura, hoy les comparto algunos consejos básicos para que los mejores recuerdos de los padres con sus hijos e hijas jóvenes se queden siempre en su memoria.
De sueños, caídas y replanteamientos
Hace exactamente nueve años que alguien me rompió el corazón por última vez… miento, esta semana yo misma me volví a romper el corazón. Hace nueve años me consideré una víctima, esta semana me consideré un ser humano que comete errores que tienen consecuencias. No fue un hombre ni una relación amorosa lo que esta vez rompió mi corazón, sino que por un error que no medí, y supongo que por exceso de ego y soberbia, perdí el que podría haber sido el trabajo de mis sueños. ¡Alto! estoy mintiendo. No era el trabajo de mis sueños, pero era un vehículo que me había llevado a arañar mi sueño y casi ya tenía mis maletas hechas para mudarme por fin a Francia.