Hace algunos años, si no me equivoco durante los juegos olímpicos de Río de Janeiro, mi hijo pequeño me preguntó ¿qué tenía que hacer para nadar como Michael Phelps? De momento pensé en responder algún cliché como “pues entrenar mucho y ser perseverante” pero en mi mente se proyectó la escena y dije “no puedes responder semejante estupidez”. Y es que obvio a esa respuesta vendrían más preguntas, como las que yo comencé a hacerme, mucho más elementales como ¿en qué alberca? ¿cuántas horas?, ¿cuánto cuesta? Y allí, me quedé sin respuesta.
Vivimos en la Ciudad de México, en la zona que muchos conocen como hipsterland donde tenemos muchos parques, cicloestaciones, gimnasios particulares y gimnasios públicos en las áreas verdes pero donde no tenemos una alberca pública.
Muchos podrían pensar que si vivimos en un barrio de clase media o que al menos aspira a serlo, no necesitamos estos espacios públicos para el deporte y el esparcimiento pues podemos pagar por ello sin embargo, ¿es el derecho al espacio público y al deporte negociable?
Aprendí a nadar desde que era muy pequeña, más que mi hijo que cuando me preguntó esto tenía ocho años. Lo hice porque mis padres pagaban un colegio privado que contaba con una alberca profesional y buenos profesores pero, de lo contrario, habría sido como muchos niños que o no saben nadar ni en un nivel de supervivencia o como otros tantos que tal vez podrían ser nadadores profesionales pero que no tienen alternativas accesibles en sus ciudades.
Obviamente al preguntar muchas personas me refirieron a la Alberca Olímpica, que si bien no está muy cerca de mi casa, lo cierto es que tampoco está tan alejada. Sin embargo, la lista de espera es larga. Otros amigos me dijeron que hay una alberca pública cerca de la delegación Cuauhtémoc, a la que pertenecía la colonia donde vivía entonces sin embargo, en términos reales, no era nada práctico llegar diario desde la Roma hasta Buenavista para llevar a mi hijo a entrenar, por mis complicados horarios de trabajo.
Ahí viene otra complicación. Un niño que quiere ser deportista requiere también que su madre o padre le acompañe y dedique tiempo a cuidarle durante los entrenamientos y en tiempos de adicción al trabajo, sueldos estrechos y movilidad colapsada, ¿quién puede darse ese lujo?
Por supuesto terminé haciendo lo que casi todas las conocidas hacían: inscribí a mi hijo a un club privado donde lamentablemente no existe un nivel competitivo alto pues donde sí lo hay, las cuotas eran simplemente, impagables para mí.
Una de las cosas que más me gusta, por ejemplo, del Centro Urbano Presidente Alemán, conocido coloquialmente como “el multi”, que quedó atrapado como una cápsula arquitectónica del tiempo que nos remonta a los años 50, donde la arquitectura social no era una utopía, es que tiene una alberca pública semi-olímpica. Siempre he querido vivir allí sobre todo por eso.
¿Cómo sería nuestra salud y nuestros hábitos si en Ciudad de México hubiera albercas públicas en cada delegación? No es imposible, en París existen en cada uno de los distritos y además, desde el verano pasado también se habilitó una parte del famoso Canal de la Villete como balneario público y, por supuesto, en muchas ciudades europeas es así. Nadar no es un privilegio sino un deporte más.
Hablar de albercas públicas en un medio morelense también es importante porque mucho se habla de la cantidad de albercas que hay en la entidad pero da la casualidad de que la mayoría son privadas. No me dejarán mentir, si hay un estado donde el saber o no saber nadar se vuelve un indicador de desigualdad social es en Morelos, un estado que adolece de falta de espacios públicos dignos y que sí, presume su eterna primavera pero donde los mejores jardines, albercas y espacios, son privados. No vivo en Cuernavaca hace 12 años, no puedo tener información actualizada de primera mano, sin embargo cada vez que hablo con mis amigos que siguen allá parece un viaje al pasado. Las cosas parecen no moverse mucho. Así que me encantaría poder decir, o que alguien me dijera, que ya no sólo existe en la zona centro la alberca del parque Nezahualcóyotl como espacio público para las personas que gustan practicar este deporte. Me encantaría saber que hay nuevos parques y espacios verdes para todas las personas, algo vital para la recuperación del tejido social y para la reducción de la violencia. Amaría enterarme de que se han hecho inversiones en los últimos años, o al menos promesas en estas campañas, para considerar al deporte, la cultura, el urbanismo y el espacio público como algo importante. Lamentablemente, tengo pocas esperanzas de que alguien me mande un mensaje diciendo que sí, que Morelos ha cambiado y ha dejado de ser esa entidad que presume sus balnearios para atraer turistas pero que no tiene políticas de garantía de espacios recreativos y deportivos para sus ciudadanos. Ojalá pase, ojalá alguien me diga que esta entidad que tanto quiero ya tiene albercas públicas, parques, pistas para correr, ciclovías porque en mi memoria están el parque Melchor Ocampo, el parque Nezahualcóyotl y la Alameda Sur, que si no me equivoco, ya pertenece a Jiutepec.
Ahora que empezaron las campañas a las alcaldías en Ciudad de México y a municipios en Morelos y otros estados de la república, me encantaría que los candidatos hicieran propuestas para fomentar el deporte, el esparcimiento y la recuperación del tejido social y las albercas públicas podrían ser una inversión inteligente y necesaria en una ciudad con tan poco acceso a alternativas deportivas en el espacio público. Porque sí, los corredores tienen pistas, parques, bosques. Los ciclistas, ciclovías y carriles confinados pero ¿y qué tenemos los que encontramos en el agua nuestro mejor elemento para ejercitarnos? Se los dejo de tarea.