Colores, sabores, olores e interacción con la vida cotidiana es lo que se puede encontrar cuando uno recorre un mercado. Recuerdo perfectamente las comilonas de cuaresma en el mercado de Taxco, donde también me vendieron jumiles en bolsitas, tortillas hechas a mano, dulces típicos y ciruelas verdes tan deliciosas que ni siquiera llegaron vivas a mi regreso a la ciudad de México.
Una vez, en Tepalcingo, al sur del estado de Morelos, me levanté a las 7 de la mañana, en domingo, para dirigirme a su mercado municipal y desayunar el atole de ciruela y los tamales verdes más ricos que he comido en mi vida.
Por supuesto, como buena viajera, también he ido a famosos mercados tan visitados por los turistas que ya hasta cobran por tomar fotos. Un ejemplo de ello es el mercado de Oaxaca. Hace 21 años que lo visité por vez primera, comí un pan de pulque y un chocolate con agua, para después darle paso al amarillito de puerco más bueno que hasta vuelvo a salivar solo de acordarme. Pero en 2013 pasé mis vacaciones decembrinas en Oaxaca nuevamente y encontré un montón de letreros de “no tomar fotos” y un ambiente tan para turistas que me decepcionó.
Otro mercado inolvidable es el de Atlixco, en Puebla donde por supuesto encontré los mejores chiles en nogada, las mejores semitas y el mole más suculento de mi vida.
En agosto de 2016, El jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera Espinosa, firmó el Decreto por el que se Declara Patrimonio Cultural Intangible a las Manifestaciones Tradicionales que se reproducen en los Mercados Públicos ubicados en la Ciudad de México.
Con este decreto, el gobierno capitalino busca salvaguardar todas las actividades culturales, entendidas como festividades, expresiones artísticas, gastronómicas, ferias populares, artesanía nacional, comercialización, abasto, organización comunitaria y demás manifestaciones colectivas que se realizan en los mercados públicos de la capital del país.
Y es que la cultura del mercado en la Ciudad de México es toda una tradición. Por ejemplo las mega fiestas que se organizan cada año en el aniversario de la Merced son de antología, incluso grupos tan famosos como Los Ángeles Azules van a tocar.
Dentro de ese mercado, al que por cierto iba cada semana por mis víveres, conocí a Don Raúl, un comerciante que además de tener un puesto de comida mexicana, creó un centro cultural para niños y niñas, miembros de las familias trabajadoras de comerciantes del lugar.
Él me contó de las dimensiones de esta fiesta e incluso me invitó, un privilegio que no cualquiera puede tener. Allí conocí la verdadera cultura popular de los mercados, y de paso también visité la pulquería El Chupamirto, a la vuelta del famoso mercado, cuyos parroquianos son comerciantes, cargadores y migrantes que llegan a la ciudad en busca de mejores oportunidades que el campo ya no les brinda.
Los mercados son experiencias ricas no sólo en México y yo pocas veces puedo resistirme a visitarlos. Por ejemplo, en Milán, llegué dos horas tarde a un evento de trabajo porque se cruzó en mi camino un tianguis donde me compré medias, tenis, fruta y comida callejera deliciosa. En París por supuesto los mercados de pulgas, para mí han sido la mejor experiencia de shopping, y ni que decir del mercado vintage de Naviglio donde incluso me encontré con famosos diseñadores y arquitectos mexicanos en busca de verdaderos tesoros de otras épocas. Allí compré un sombrero de lana de los años cuarenta, me costó 30 euros y aún lo conservo como una de mis prendas favoritas para el invierno.
En un mercado cercano al puerto de Montevideo, en Uruguay, donde además me decían que eran asiduos visitantes Eduardo Galeana y Mario Benedetti, probé los mejores cortes de carne de toda mi vida, acompañados del delicioso y muy local vino “medio y medio”.
He visitado mercados en España, Francia, Portugal, Uruguay, Brasil, Panamá y por supuesto, México. Muero por ir a los mercados de India, Tailandia, Nairobi o Marruecos. Pero por supuesto, mientras eso ocurre seguiré visitando cada semana, los mercados coloridos y suculentos de mi México querido.