Ya sé, esta es una columna de viajes y justo por eso estamos abordando el tema aquí. ¿Sabías que la industria del turismo, a la que siempre nos han vendido como “sin chimeneas” es responsable al menos del 5% de las emisiones de carbono que son arrojadas a la atamosfera? y claro, tú que eres una persona a la que igual que a mí, le gusta viajar, eres entonces parte del problema. Pero calma, en tus manos y en las de todos los viajeros, está comenzar a ser parte de la solución.
Si lejos de sentir entusiasmo por embarcarte en un lujoso crucero te angustias por el combustible que ese gran barco usa, te felicito porque entonces tú no eres un turista, sino un viajero del siglo XXI y tienes todo para hacer que el turismo sea, por fin, una industria sostenible
La Organización de las Naciones Unidas para el Turismo Mundial declaró este 2017 como Año Internacional del Turismo Sostenible para el Desarrollo, pero este concepto no es nada nuevo.
De hecho, hace más de 25 años que comenzó a popularizarse y a tomarse en serio la necesidad de cambiar la esencia depredadora de la industria turística. Sin embargo, no fue este un proceso ni rápido ni homogéneo pues, como suele ocurrir, fueron los científicos, académicos y activistas ambientalistas quienes comenzaron a levantar la voz y a mostrar el deterioro que el medioambiente había sufrido por el desmedido crecimiento de los complejos hoteleros, al igual que por la falta de responsabilidad de sus usuarios. La destrucción de ecosistemas, el exceso de desechos, el alto consumo energético, así como las consecuencias de la urbanización caótica necesaria para satisfacer la demanda de servicios de los turistas comenzó a hacerse evidente hacia 1993, justo cuando además el mundo estaba siendo testigo de cómo se consolidaba la llamada globalización económica.
Fue entonces que comenzaron a crearse los llamados proyectos eco-turísticos en diversos destinos cuya riqueza natural debía ser conservada pero que a la vez, representaban una nueva oportunidad para renovar la oferta turística. Vale la pena aclarar que no cualquier proyecto ecoturístico, y menos de aquella época, hoy podría ser considerado una práctica de turismo sostenible.
Entender con qué se come el turismo sostenible no fue ni fácil ni inmediato para nadie. Tuvieron que pasar muchos años en los que investigadores, organizaciones de la sociedad civil, líderes comunitarios y funcionarios de múltiples dependencias y distintos niveles de gobierno en el mundo entero trabajaron diseñando, acordando, implementando, probando y fallando los muchos modelos, productos, propuestas y experimentos de productos, servicios, conceptos, programas de capacitación y, todo ello además, sin recursos asignados porque aunque el ecoturismo aparentemente era algo urgente no contaban con un presupuesto etiquetado, ni con financiamientos que apostaran por ello.
La designación del Año Internacional del Turismo Sostenible para el Desarrollo aspira a apoyar un cambio en las políticas públicas pero también en las prácticas de las empresas y en los comportamientos de los consumidores, que favorezca la sostenibilidad del sector turístico para que éste pueda contribuir de manera efectiva a los Objetivos de Desarrollo Sostenible que, como ya sabemos, son una versión ampliada de los que fueran los Objetivos de Desarrollo del Milenio que, no se llegaron a cumplir.
Un buen discurso que, en el fondo significa que, por fin y después del trabajo de mucha gente durante los últimos 25 años, un organismo internacional hace un llamado contundente a los gobiernos, a las empresas y a la sociedad civil para unir todos esos esfuerzos que se han hecho de manera aislada. La verdad es que a mí me resulta inevitable preguntar, ¿por qué tardaron tanto?
La industria del turismo y de los viajes se enfrenta al desafío de incorporarse al liderazgo del movimiento mundial en favor de una economía baja en carbono, en particular en sectores críticos como la energía, el transporte, el alojamiento o la provisión de agua.
Es urgente que la industria turística contemple la eficiencia energética y el recurso masivo a las energías renovables como ejes de la acción, ya que hoy no solo es viable tecnológicamente, sino que aporta innumerables beneficios en términos de competitividad económica, reducción de los riegos de dependencia y erradicación de la pobreza energética en los destinos.
Aún así, no es el consumo de energía en los destinos turísticos el principal problema. El transporte hacia los destinos y la movilidad en los espacios turísticos son los principales responsables de las emisiones en el conjunto de las operaciones turísticas. De ahí que el mundo deba comprometerse a apostar por sistemas de transporte de bajas emisiones y en proyectos integrales de movilidad sostenible.
En una era en la que palabras como social, colaborativo y comunidad han pasado a ser la regla y no la excepción, grave sería que el turismo siguiera apostando por un modelo de negocio individualista y hedonista. Y la economía mundial agradecerá este giro para que el sector turístico siga siendo lo que es, que no es poca cosa. Con tus viajes, contribuyes a una industria que es responsable del 7% de las exportaciones mundiales, de uno de cada once puestos de trabajo, y del 10% del PIB mundial, por eso, cuando viajes, sé responsable. Cuida el entorno, apoya a proyectos comunitarios, busca experiencias social y ambientalmente responsable y sobre todo, consume productos locales, y trata de reducir tu propia producción de basura y desechos. El medioambiente no tiene tiempo para esperar. Hagamos grande a nuestro planeta otra vez.