Hace ya casi 22 años que vine a la selva chiapaneca por primera vez y hoy escribo estas líneas nuevamente rodeada de árboles enormes en cuyas copas duermen y habitan los nada silenciosos monos saraguatos, una cantidad infinita de aves que conviven con los más exóticos insectos, reptiles y mamíferos.
He pasado una semana entera en Palenque, municipio del norte chiapaneco, que es desde entonces y hasta ahora, la mejor manera de entrar a la Selva Lacandona pues colinda con Ocosingo.
Sin embargo, en el pasado, hablo de hace muchísimos años todo esto también era selva tupida. Afortunadamente hoy sí puedo decir que se pueden constatar los resultados de años de esfuerzos diversos por recuperar la selva y una de las actividades que más ha ayudado a esto, aunque tal vez ni siquiera lo hayamos pensado, es el turismo.
Primero pues porque gracias a las actividades ecoturísticas, hoy los Lacandones no tienen ya la necesidad de seguir talando selva para sembrar o tener animales, al contrario, mientras más y mejor conservada esté, ellos tendrán más atractivos que ofrecer a los visitantes que lleguen a los campamentos ecoturísticos que ahora abundan en comunidades como Lacanjá, en terrenos que antes eran ocupados como potreros para la crianza de ganado, actividad que por fortuna ha sido dejada de lado para abrir paso al turismo sustentable.
Pero no solo los indígenas mayas lacandones han recuperado la selva. Hay que reconocer también el papel fundamental que han tenido los empresarios de la región que han optado por invertir en terrenos que antes eran potreros deforestados para transformarlos en nuevos espacios de selva recuperada que hoy son utilizadas para brindar servicios de hotelería, restaurante o ecoparque.
A lo largo de las próximas semanas les iré relatando paso a paso las experiencias que he vivido durante este viaje de una semana por Palenque y sus alrededores. Hoy quiero comenzar quizá por una de las que más me ha emocionado: el avistamiento de aves.
Cuando yo vine a la Selva Lacandona hace 22 años, si bien entré por Palenque, lo cierto es que me interné en la selva del lado de la Reserva de la Biósfera Montes Azules y conviví sobre todo con dos comunidades: Chajul y Reforma Agraria. Es esta última participé activamente en la colocación de nidos artificiales de madera, así como del monitoreo de los huevos y actividad de las parejas de guacamayas rojas que eran parte de un programa piloto de reproducción pues esta ave majestuosa estaba a punto de desaparecer. Aquel programa, según me cuentan ahora los amigos de Palenque, ha sido exitoso y ahora ya se pueden ver guacamayas rojas surcando los cielos de Montes Azules nuevamente.
Sin embargo, no hay que ir tan lejos para ser testigos del maravilloso espectáculo del vuelo de parejas de guacamayas rojas hoy en día pues aquí mismo, en la ciudad de Palenque, ha habido otro programa exitoso de reproducción de guacamayas y reintegración a su hábitat natural.
Este programa se lleva a cabo en el Ecoparque Aluxes que tiene una historia bien interesante. Resulta que durante años por aquí todos fueron testigos de una brutal destrucción de la naturaleza, derivada de las quemas, talas, tráfico de especies de la flora y de la fauna y demás actos de barbarie cometidos por personas y empresas coludidas con las autoridades federales, estatales y municipales. Todos eran partícipes de alguna u otra manera. Todos fuimos, sí incluso los que desde la ciudad tampoco hicimos nada para frenar la devastación y continuamos consumiendo los productos de esas empresas devastadoras. La indiferencia también destruyó la selva y esa fue masiva, de todos los sectores de la sociedad.
Pero una familia —originaria de Catazaja y de Palenque— decidió iniciar un proyecto de rescate de la vida silvestre regional. En el transcurso de los trayectos, y por comentarios de algunos guías y residentes locales, supe que esa familia es la del ex gobernador Patrocinio González Garrido de quien, en su momento, se dijo que había sido “culpable” de las condiciones que llevaron a los pueblos indígenas al levantamiento armado zapatista a principios de los años noventa. Quien sepa un poco más de historia y haya siquiera pisado Chiapas una vez en su vida, sabría que una afirmación tan simplista no es algo que apliquen en un contexto tan complejo como el de Chiapas, pero esa es otra historia.
Lo cierto es que también hay muchas personas que recuerdan con respeto y afecto a este político y que, gracias a su iniciativa conservacionista, hoy incluso los gerentes de hoteles, lo mismo si son familiares que si son de grandes cadenas, presumen con orgullo las guacamayas que sobrevuelan la ciudad.
101 guacamayas que han sido liberadas gracias a ese programa de recuperación y reintroducción de la especie llevado a cabo en Aluxes y cuyos primeros ejemplares pie de cría fueron donados por Xcaret, otro ecoparque en Cancún que ha hecho mucho por la recuperación del ecosistema selvático mexicano.
El turismo, como vemos, sí puede ser una de las industrias con menor impacto negativo si se toman las decisiones correctas. Pero no bastan los empresarios responsables, también debe haber normatividad adecuada, fideicomisos que no se negocien en lo oscurito en las cúpulas del poder, transparencia en el ejercicio de recursos, incentivos fiscales para que los hoteles poco a poco avancen en la transición energética y el uso de ecotecnología para garantizar el tratamiento del agua residual in situ, el uso de energía renovable y poco a poco se vayan desechando malas prácticas como el uso de popotes, unicel y plásticos en general.
Ahí va, poco a poco, des-pa-ci-to, avanzando el turismo sostenible pero tú y yo, como consumidores responsables debemos exigir condiciones que nos permitan estar seguros de que nuestro consumo apoyará la conservación de la selva aquí, y del medioambiente en general. Premiar con nuestra selección a aquellos proyectos de hospedaje, entretenimiento o paseos que sean responsables con el medioambiente y castigar con nuestra negativa a quienes sólo se anuncien como “ecoturismo” pero no cumplan con las características de un proyecto turístico sustentable.
En las próximas semanas, iremos hablando aquí de todos los lugares y proyectos que conocí durante este viaje, por lo pronto sólo puedo decirles que venir a Palenque es una aventura que vale la pena, por muchas cosas pero, en primer lugar, porque esta es una ciudad que ya ha comenzado nuevamente a pintar sus cielos de rojo al atardecer, cuando las guacamayas vuelan en parejas hacia sus árboles, sabiendo que están seguras porque todos los palencanos ahora las cuidan y se enorgullecen de su presencia.