Estudiantes hongkoneses, paraguas y cintas amarillas fueron los elementos que marcaron las protestas que durante 75 días se llevaron a cabo pidiendo “democracia real” y creando el término ”Revolución del Paraguas” (Umbrella Revolution), ampliamente difundido en redes sociales. Dichos elementos también se consideraron símbolo de resistencia frente a los ataques de la policía: según la agencia AFP, no se utilizaba gas lacrimógeno en Hong Kong desde 2005.
Los paraguas se utilizan en Hong Kong para protegerse del sol y en ocasiones de la lluvia, por el clima cambiante que predomina, pero se convirtieron en ícono de los ciudadanos que exigen un sufragio universal no condicionado. "Nosotros no tenemos armas, sólo tenemos paraguas", comentaron en su momento los jóvenes que por miles se unieron a la protesta.
La Real Academia Española (RAE) ha señalado las diversas acepciones de la palabra “protestar“: “(Del lat. protestāri) Declarar o proclamar un propósito. Confesar públicamente la fe y creencia que alguien profesa y en que desea vivir. Dicho de una persona: Expresar impetuosamente su queja o disconformidad. Aseverar con ahínco y con firmeza. Expresar la oposición a alguien o a algo”.
El propósito que han declarado o proclamado los activistas de la “Revolución del Paraguas” es que haya una reforma política y elecciones democráticas, que cumplan con las normas internacionales, en Hong Kong: demarcación situada en la costa sureste de China, formada por una península (Kowloon) y más de 260 islas en donde habitan más de 7 millones de personas.
En cuanto al contexto histórico, es necesario mencionar que Hong Kong fue colonia británica hasta 1997, cuando el primer día de julio de ese año, el Reino Unido traspasó el poder al gobierno chino, en virtud de un acuerdo diplomático alcanzado el 19 de diciembre de 1984, mismo que garantizaría la autonomía política y económica de dicha ex-colonia.
Es por ello que en la actualidad, Hong Kong es una región administrativa especial de China, bajo el principio conocido como "un país, dos sistemas" que le otorga una democracia limitada por 50 años (hasta el 2047), con autonomía excepto en lo que se refiere a defensa y relaciones exteriores.
Hong Kong también cuenta con su propio sistema legal, representado por el texto constitucional “The Basic Law” (La Ley Básica); dicho texto enfatiza que "la última meta es la selección del jefe del Ejecutivo por sufragio universal tras nominación por un comité con amplia representación y de acuerdo con procedimientos democráticos".
Sin embargo, en junio de este año, en un documento oficial conocido como “Libro Blanco”, se sitúa a Hong Kong como cualquier otra región administrativa, sobre la que el gobierno central de China tiene “amplia jurisdicción” y poder de supervisión. En dicho texto se da a entender que existe una interpretación “imprecisa” respecto a lo que se estipuló en el acuerdo del año 1984 sobre “autonomía”, y se recalca que el “amor a la patria” debe ser el criterio principal para quienes son los encargados de las decisiones políticas y judiciales en Hong Kong.
“El viento del norte se muestra feroz en junio mientras las nubes oscuras cubren Hong Kong. El libro blanco contiene miles de palabras. Cuídate de la mano negra ya que encierra mucho peligro. El único país sólo finge, los dos sistemas son una falacia. La base no tiene ley, la autonomía se ha esfumado”, transcribió en su momento Charles Mok, presidente del capítulo Hong Kong de la organización global Internet Society (ISOC), acerca del ‘Libro Blanco’.
Fue así como de manera representativa, el 1 de julio pasado, durante la manifestación para conmemorar el aniversario del retorno de Hong Kong a China, miles de personas se concentraron para exigir plena libertad democrática. En esa ocasión, más de 500 manifestantes fueron arrestados.
Dos meses después de este hecho, grupos a favor de la democracia lanzaron una campaña de "desobediencia civil" y la respuesta -al día siguiente- fue la ratificación por parte del gobierno chino: no habría sufragio universal en las elecciones del 2017, ya que las candidaturas "abiertas" tendrán que obtener por lo menos el 50 por ciento de los votos de un Comité Electoral de 1,200 personas.
Ante esta situación, surgieron las manifestaciones pacíficas que reivindicaban una democracia real, pero fueron adquiriendo un matiz violento cuando con la represión policial se utilizó gas pimienta y gases lacrimógenos para intentar disolverlas: los manifestantes utilizaron entonces sus paraguas para "protegerse", por lo que el movimiento se identificó como “Revolución del Paraguas”.
La principal organización detrás del movimiento se hace llamar “Occupy Central with Love and Peace” (Ocupa el Centro con Paz y Amor), conocida mundialmente como "Occupy Central"; la campaña tomó su nombre tomando como referente el movimiento estadounidense “Occupy Wall Street”, mismo que surgió en el 2011 en Estados Unidos para protestar contra la desigualdad.
"Occupy Central" fue fundada por Benny Tai, un profesor de Derecho de la Universidad de Hong Kong, y su amigo Chan Kin-man, sociólogo y ex profesor universitario. Otros protagonistas en esta “Revolución del Paraguas” son el reverendo Chu Yiu-ming, quien ayudó a escapar de China a muchos sobrevivientes de Tiananmen, y Joshua Wong, un joven de 17 años que fue el fundador de “Scholarism”, movimiento estudiantil que luchó contra el "Plan Nacional y Moral de Educación" impuesto desde China.
Las manifestaciones fueron un ejemplo de organización, en donde los teléfonos móviles jugaron un papel protagónico, tanto para la intercomunicación como para que la información se compartiera a través de internet y de las redes sociales: Hong Kong es el lugar del mundo con más teléfonos móviles per cápita.
Los 75 días de protestas prodemocráticas en Hong Kong no dejaron ningún vencedor claro, pero en palabras del sociólogo Dan Garrett, de la City University de Hong Kong, los estudiantes “consiguieron mucho”, mostraron “que pueden y quieren luchar por sus convicciones y su idea de lo que debe ser Hong Kong (…) ahora llegará el siguiente paso”.