La historiade amor entre Rosario Castellanos(Ciudad de México, 1925 - Tel Aviv, 1974)y Ricardo Guerra(México, DF, 1928-2007), en momentos intensa y desgarradora se hizo pública con la aparición del libro Cartas a Ricardo. El epistolario que contiene unas 600 páginas, incluyendo casi en su totalidad las cartas de amor entre estos dos personajes, fueeditado por CONACULTA, con un prólogo tímidamente crítico de Elena Poniatowska y una presentación de Antonio Asencio, quien trabajó la versión del libro.
Con la publicación del volumen se revela gran parte de esa relación en muchos momentos inédita, pero ahora con un rostro verdadero, tanto de Rosario Castellanos, que murió en 1974, en Israel y de Ricardo Guerra, que fue profesor en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y director del Centro de Investigación y Docencia en Humanidades, en Cuernavaca, Morelos.
El doctor Guerra es autor de numerosos libros, traducciones y ensayos, entre ellos: Críticas de las teorías del mexicano, La obra de Samuel Ramos y Herbert Marcuse o la vuelta al romanticismo, Filosofía y fin de siglo, Actualidad de Nietzsche, entre otras. Algunas de sus traducciones fueron: La fenomenología del Espíritu de G. W. F. Hegel (en colaboración con Wenceslao Roces) (1966), La evolución del pensamiento kantiano de Vleeschauwer (1962), La idea de la fenomenología de André de Muralt (1963). Fue discípulo de los filósofos José Gaos, Joaquín Xirau y Eduardo Nicol.
Las primeras cartas datan de 1950, donde Castellanos se muestra como una joven de 25 años extremadamente enamorada y como ella misma dice: "hambrienta de ternura".
"...Quiero ser para usted, lo mejor que yo pueda, lo que más se aproxime a lo que usted quiera. Pero es necesario que usted me ayude, que usted me oriente, Porque si me abandona a mi intuición es probable que yo eche a perder todo y haga miles de tonterías, pero si usted me dice yo seré dócil en sus manos y me abandonaré totalmente a su voluntad. Es usted la primera persona en cuya voluntad confíómás que en la mía y de quien creo sabrá escoger mejor que yo lo que es necesario hacer". 9 de octubre de 1950. Argentina.
En la segunda etapa de cartas, escritas entre 1966 y 1967, se observa a una Rosario engañada, traicionada y desesperada por la situación de su matrimonio, e incluso en muchos momentos en un total desequilibrio físico y mental de la autora de Poesía no eres tú, las novelas Balún Canán (1957), Oficio de tinieblas (1962),Ciudad Real (1960), Los convidados de agosto (1964) y Álbum de familia (1971), que en instantes se salva por el gran amor de su hijo Gabriel, y todavía con la esperanza de reencontrar al único amor de su vida: Ricardo Guerra.
"Mi vida, te quiero mucho. No he querido a nadie más que a tí. Me siento muy culpable y muy estúpida por haber echado a perder una relación que pudo haber sido, si no feliz, por lo menos no tan desdichada porque yo siempre, quería otra cosa, comerte, devorarte, no sé qué. Que me dieras todo lo que falta y no me puede dar nadie: seguridad, anestesia de ese sentimiento de que estoy de más, de que estorbo, de que cualquiera me supla y con mejoría..." (20 de noviembre de 1967, Cuernavaca).
Por vez primera Ricardo Guerra aceptó hablar sobre su relación con Castellanos, en su casa de Cuernavaca en 1995.
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-¿Cómo se conocieron Rosario Castellanos y usted?
-Nos conocimos por 1949, eramos compañeros en la Facultad de Filosofía, o sea, en Mascarones. Rosario había abandonado sus estudios de Derecho junto con Lolita Castro, para estudiar Filosofía; yo por mi parte era profesor adjunto de Samuel Ramos en la misma facultad. Por aquellos años ella hizo amistad con algunos de mis compañeros del grupo Hiperión como Emilio Uranga, Luis Villoro, Leopoldo Zea, entre otros.
Posteriormente, en 1950, entramos en contacto cuando ella presentó su tesis, que era sobre la mujer totalmente antifeminista, recuerdo que el jurado estaba furioso porque decía que la mujer no tenía por qué pensar, y mucho menos hablar libremente. Creo que esa ironía la mantuvo siempre por un camino positivo. Por ese tiempo yo tenía 23 años y Rosario 25, entonces vino la primera relación, tal vez fugaz, pero muy intensa; ya ahí espesaban las primeras cartas, que eran muy bonitas, pero yo no podía hacer mi vida con base en eso y hubo una primera ruptura, luego tratamos de regresar pero no embonábamos en muchos sentidos y no tenía caso seguir con eso.
-En Cartas a Ricardohay un reflejo de un enamoramiento apasionado y en momentos exagerado de Rosario por usted. Después de tantos años ¿cómo ve las cartas: cursis o de un amor constante todavía?
-Quizá nunca lo he medido. Rosario era una mujer muy completa en todos los aspectos, no sólo desde el punto de vista de su talento, sino de la capacidad emotiva que tenía. Por otro lado, era muy obsesiva en su trabajo, pero también tenía el problema de las depresiones. Entonces, no creo que las cartas sean cursis en ningún momento, son muestra de ese gran amor que sentía por mí.
-Hubo un encuentro entre ustedes de 15 días, antes de irse becada por España ¿cómo fueron esos quince días?
-Fueron muy intensos, incluso, cuando regresa intentamos volver pero no se pudo. Siento que no nos entendimos, y entonces lo único que había que hacer era terminar. Después reanudamos la relación con la misma fuerza y la misma positividad, tomando en cuenta que pasaron seis años. Había algunos problemas, por ejemplo, mis dos hijos con Lilia Carrillo, de la cual me divorcié por 1955, entonces los niños iban conmigo todos los fines de semana y se llevaban bien, salvo cuando Rosario los regañaba, pero eso es muy normal ¿no?
-Posteriormente hay un reencuentro entre ustedes después de varios años de ausencia y según las cartas ella le es totalmente fiel, siendo que usted ya estaba casado con Lilia Carrillo por 1952. ¿Fue la misma pasión al momento de reencontrarse?
-Rosario y yo nos casamos en enero de 1958 y la relación fue muy natural. Ella se había ido a Chiapas a trabajar en las cosas de los indios. Le admiraba mucho su vocación por ayudar a resolver los problemas de injusticia social y económicos. A ella le había tocado vivir eso por ser hija de propietarios de ranchos. Por esos años escribe Balún Canán, además de varias poesías y es comisionada por el Instituto Indigenista cerca de San Cristóbal.
Antes de regresar se escribía con mi madre y mis hermanas. De pronto un día me dicen: Rosario anda en México, entonces nos hablamos y volvimos a salir. Siento que siempre fue una relación de fondo, muy profunda y positiva, independientemente de las fallas, además no fue muy difícil reanudar la relación ni por parte de ella ni mía.
Después hay una época muy problemática, porque tenía problemas depresivos, que se superan cuando tiene un trabajo objetivo en la UNAM, con Ignacio Chávez, que la nombró directora de información en la Universidad. Esto ayudó, porque incluso mi hijo Gabriel nació exactamente a raíz de que Rosario acababa de aceptar el puesto, anteriormente tuvo un problema de aborto, con una niña que nació enferma y murió. Una noche antes de nacer Gabriel, le habían dado el premio Villaurrutia, esa noche nos fuimos a una reunión a casa de varios amigos entre ellos Rodolfo Valencia y Waldeen, nos quedamos un rato pues nos tuvimos que ir al sanatorio.
-¿Cómo se da la segunda época de cartas, cuando ella se encuentra en Estados Unidos dando clases y después regresa en 1967?
-En 1966 se origina un movimiento absurdo contra Ignacio Chávez, por ese tiempo Rosario recibe una invitación para ir a Estados Unidos a dar clases, donde permanece de 1966 a mediados de 1967. Ella se va sola y después le mando a Gabriel; en las cartas se ven unas historias sumamente interesantes, sobre todo por la manera como las describe, además de los problemas que tiene con el niño. Cuando Rosario regresa, ya hemos deslindado mucho los problemas que plantea un matrimonio entre gente que tiene cada quien su obra, su vida, y esas cosas; porque no era el caso de un marido que se dedicara a atenderla, o que ella se dedicara a atender a un marido, sino que era algo recíproco, es decir, con formas de actuar y pensar diferentes. Era un matrimonio muy positivo, no por hacer un juicio a favor mío, sino a favor de los dos.
-¿En esos años se puede hablar de un distanciamiento temporal entre ustedes?
-Hubo diferentes acuerdos de separación, nunca de divorcio; en el sentido de que conservaríamos las casas, de preferencia ella la de Constituyentes, que era suya, y yo la de Cuernavaca. Como es normal en un matrimonio, no coincidimos en muchas cosas, entonces cada quien hacía su vida por separado, eso en momentos no tenía ningún problema, y en otros sí. Por tal motivo decidimos que cuando hubiera problemas de ese tipo, no tenía por qué romper una relación que era mucho más importante y positiva, tanto por nuestro Gabriel como por mis otros hijos. Es decir, si yo hubiera estado interesado en otra persona, hubiera habido una razón de separación, o si ella hubiera querido, pero no hubo razones.
-En 1968 se publicó el libro El móndrigo, en el que se decía que usted, y un grupo de intelectuales, hacían orgías en un rancho ¿esto afectó la relación?
-En ese tiempo estaba al margen del movimiento estudiantil, en ese mismo año publicaron en nuestra contra el infecto libro El móndrigo, contra varios compañeros de la Facultad. Un día le preguntamos al director de la Escuela de Derecho que cómo hacíamos para consignar a esa gente, lo único que nos dijo fue: “es muy difícil, porque tienen que probar que no es cierto lo que dice el libro". Desde entonces me hice el propósito firme de no contestar ni de meterme en ataques de ese tipo, lo cual tampoco hice, cuando estuve ocho años como director de la Facultad de Filosofía y Letras; no vale la pena responder tonterías, y mucho menos responder ataques sobre la relación con Rosario, no voy a explicar a la gente cómo es el problema de un matrimonio, es por eso que nunca he querido hablar de nada.
-¿Cómo se da la separación definitiva entre ustedes, primero en 1952 y luego en 1971?
-La relación se interrumpe en 1952 por completo y se reanuda en 1957. Posteriormente, en 1971, nos divorciamos. En esa época Rosario estaba mucho más sólida en todos sentidos, y eso ayudó a que se hiciera edivorcio en buenos términos y sin problemas, y luego es nombrada por Echeverría embajadora en Israel.
-Mucha gente que trató a Rosario dice que era una mujer neurótica, resentida y de mal carácter, ¿hay algo de cierto?
-Cuando Rosario tenía relación con algunos amigos, contaba muchas cosas, hacía chistes, y de ahí surgen cosas que la misma gente interpreta mal. Creen que era una neurótica y resentida, cosa que jamás fue racional y muy inteligente, entonces no era verdad lo que creía la gente, lo que pasa es que la ponen de víctima, cosa que me parece lamentable y por tal motivo nunca he querido intervenir.
-¿Qué es lo importante de las cartas después de un largo silencio de su parte?
-Lo importante es que muestran a Rosario no como una mujer neurótica y obsesiva, sino como una mujer profunda y de primer nivel. Durante esos trece años que vivimos intensamente, hubo miles de problemas, cosa que por otro lado era previsible en un matrimonio entre una gente como ella y como yo, personalidades totalmente distintas, pero nuestro hijo Gabriel vino a darnos una felicidad máxima.Me gustaría que a partir de las cartas y la publicación de otras cosas sobre ella, surgiera un libro o dos de nivel sobre ella, porque la mayor parte de los trabajos que conozco me parecen sumamente superficiales, incluso los de la gente que pretende estar cerca de ella.
-¿Cree que los rumores sobre el suicidio de Rosario son ciertos?
-Unos son de gente malévola, y otros por los intentos de suicidio que hubo antes, y los cuales ya había superado totalmente. Además creo que en Israel estaba muy contenta, y que su relación con Gabriel estaba cada vez mejor, que para ella era lo más importante, pues tenía la oportunidad de seguir allá y de venir cuantas veces quisiera. Tenía todo aparte de la diplomacia, entonces no pienso que haya la menor razón para pensar en un suicidio. Creo en el accidente, es decir, de que ya se quitó los zapatos con el piso húmedo, y conecta una lámpara y hay un cable que falla y le da un shock. En ese momento no muere, sino queda desmayada durante dos o tres horas, hasta que la descubren, entonces el chofer la lleva al hospital y en el camino se muere.
-¿Qué le queda de ese gran amor de Rosario por usted?
-Mucho. Lo viví como algo real, no como algo literario, entonces lo que me queda es como una relación recíproca, independientemente de lo que pueda decir la gente.Por otro lado, me parece bien la publicación de las cartas, de todas maneras hubiera sido un error decir que no se publicaran, pues es una obra de Rosario, y si a mi hijo Gabriel le parece, pues adelante. Gran parte de esas historias son conocidas por nuestros amigos y familiares, pero los chismosos y morbosos ya las leerán.
*Esta entrevista pertenece al libro Crónicas de la memoria de Miguel Ángel Muñoz de próxima aparición.