No a toda la gente le es fácil abrir su mente, su corazón, sus sentimientos más hondos y las cosas más dolorosas. Es como desnudarnos delante de alguien y que nos vean “tal como somos”. Inclusive para algunos ir a una psicoterapia es como ir a ser evaluados y que sean señalados los errores, lo cual no es muy grato.
El hecho de aceptar que no pudimos solucionar nuestros problemas puede ser un golpe a nuestro orgullo, pues podemos equivocadamente juzgarnos incapaces de manejar nuestra vida. También para algunos puede resultar humillante el confesar a otra persona sus debilidades o sus puntos vulnerables.
“El conocimiento de nosotros mismos es sumamente valioso para identificar nuestras heridas emocionales y curarlas, así como mejorar intencionalmente nuestra calidad de vida mental, emocional, mental y bioenergética”.
Acudir a una psicoterapia puede ser un proceso difícil al principio. Y es que hablar de lo desagradable, traumático o enfermo en nosotros es algo que puede ser doloroso. Esto no sólo por mostrar nuestras debilidades delante de otra persona, sino también porque recordar eventos y situaciones de la vida que nos han marcado o llevado a una crisis puede implicar sentir dolor.
Atreverse a pedir ayuda es aceptar que nos desbordaron los problemas y llegamos a un punto en que no pudimos solos. Hay a quienes no les gusta pedir porque sienten que ello los compromete con aquellos que les brindan esa ayuda. En una psicoterapia es diferente, porque es un servicio que se paga, no es un apoyo que uno tenga que corresponder de algún otro modo, lo cual facilita las cosas. Sin embargo, aun cuando una persona pueda pedir ayuda no necesariamente está preparada para recibirla.
Atreverse a recibir ayuda es algo más complejo que sólo pedirla. Es aceptar que el proceso ocurra dentro de cada uno. Es estar dispuesto a cambiar, a enfrentar periodos difíciles de desarrollo y estar decididos a dejar atrás el dolor del pasado, cambiar hábitos, cambiar la situación que nos llevó a estar mal, renunciar a lo que nos hace daño.
Atreverse a pedir y recibir ayuda psicoterapéutica es comprometedor. Existen prejuicios en torno a quienes ingresan a procesos psicoterapéuticos, de que están locos, mal de la mente. Que quienes asisten a estos servicios son incapaces de valerse por sí mismos o que hacen mal yendo a contarle sus asuntos íntimos a un desconocido(a), que nada tendría que hacer metiéndose en asuntos ajenos. Además de que supuestamente “los trapos sucios se lavan en casa”.
En realidad todos los seres humanos estamos interconectados. Sólo podemos entendernos cuando compartimos lo que sentimos con alguien que pueda recibirlo. Y a veces nuestras necesidades pueden rebasar nuestras relaciones más íntimas en las que deberíamos ser comprendidos. Pues una cosa es el amor y otra el tomar al otro como el receptáculo de nuestros dolores más hondos o de nuestra basura interior. Hay un límite en el que otra persona puede apoyarnos y comprendernos. Además de que toda relación tiene sus complicaciones y algunas confesiones o dramas más hondos pueden tener malas consecuencias. Hay confesiones de nuestras debilidades que pueden ser usadas en nuestra contra en ciertas circunstancias de confrontación o de conflicto.
La capacidad de escucha y de comprensión de un psicoterapeuta es diferente a la de una persona que simplemente hace el esfuerzo de comprendernos. El psicoterapeuta es un profesional que estudia el funcionamiento de la mente, del inconsciente, de los mecanismos con los que nos defendemos para no sentir dolor y autoengañarnos. Y cuando ya se trata de enfrentar asuntos graves en nuestra vida, que generan sufrimiento y que han perjudicado nuestras relaciones, decididamente necesitamos atrevernos a recibir ayuda profesional para no involucrar a quienes tal vez les cause impotencia y mucho dolor por no saber cómo ayudarnos. Así como porque no tienen los instrumentos para conducirnos hacia la sanidad mental y emocional.
Atreverse a recibir ayuda psicoterapéutica es el camino que puede llevar a muchas personas al cambio que han estado buscando, a aliviar su dolor y aprender de su experiencia para vivir mejor su vida. Además, a lo largo de un tratamiento psicoterapéutico aprendemos a utilizar algunas herramientas para que con el tiempo nosotros tengamos mayor capacidad para atender nuestras necesidades más hondas, resolver nuestros conflictos y aprender a aprender de la experiencia de la vida.
El conocimiento de nosotros mismos es sumamente valioso para identificar nuestras heridas emocionales y curarlas, así como mejorar intencionalmente nuestra calidad de vida mental, emocional, mental y bioenergética (energía de nuestro cuerpo físico). Aprender esto último es un recurso por demás fructífero para quienes quieren cambiar a fondo e incluyendo el desbloqueo de su energía emocional para aumentar su vitalidad, su capacidad de percepción y su sensibilidad (que solemos limitar para no sentir dolor).
*Mtra. Ruth Holtz, Terapeuta psicocorporal, Analista bioenergética, Psicoterapeuta psicoanalítica. Orientadora cristiana. Informes y citas para ciberterapia a Colima al tel. 01 312 3 30 72 54. Correo electrónico: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. www.facebook.com/crecimientoemocionalintegral