En el reporte de referencia se indica que el terrorismo continúa aumentando, con más de 32 mil muertos en ataques terroristas en 2014: el número más alto antes registrado; dicho Índice Global de Terrorismo brinda un análisis detallado de las tendencias en el nivel de terrorismo en 162 países (que incluyen al 99 por ciento de la población total del mundo) durante los últimos 15 años y analiza el patrón del terrorismo respecto al número de incidentes, fatalidades, lesiones y daños en la propiedad.
Entre los datos clave se apunta que el impacto económico global del terrorismo alcanzó el punto más alto con 52.9 billones de dólares, además que desde el año 2000 ha habido más de 61 mil ataques, matando a más de 140 mil personas; sin embargo, mueren trece veces más personas a causa de homicidios en el mundo que a causa de ataques terroristas.
Es interesante comentar que los dos factores más asociados con el terrorismo son los niveles de violencia política y conflicto; de este modo, noventa y dos por ciento de todos los ataques terroristas que ocurrieron entre 1989 y 2014 se dieron en países donde la violencia del gobierno era una constante, mientras que el 88 por ciento de los ataques en el mismo periodo ocurrieron en países involucrados en conflictos violentos.
Cabe agregar que los factores que causan el terrorismo difieren: en países de la OCDE, los factores socio-económicos como la falta de oportunidades y la baja cohesión social se correlacionan en gran medida con el terrorismo; en los países que no pertenecen a este grupo, el conflicto interno, el terror político y la corrupción se correlacionan de la misma manera.
Sin embargo y sin abundar más en el contenido respecto a la violencia, en este primer texto del “Panóptico Rojo” dominical de este 2016 retomaremos un poco el tema del surrealismo, precisamente acerca del cual ya comentábamos en el mes de enero del año pasado, en el artículo ‘Descripción y no prescripción’.
André Breton, principal exponente del surrealismo, y Luis Buñuel, también surrealista y uno de los directores más importantes en la historia del llamado “séptimo arte”, coincidieron en París, en 1955; Buñuel ya estaba desligado de manera formal del movimiento, en ese año.
Durante dicho encuentro, Breton reconoció con tristeza ante Buñuel que la piedra sobre la que se sustentaba el movimiento del surrealismo, el escándalo, ya no existía. A lo que en realidad hizo referencia Breton en esa ocasión, era a que los actos provocativos ya no transgredían y por el contrario pasaban a formar parte de un conjunto de valores que eran aceptables dentro del nuevo orden social, mismo que Guy Debord bautizó en 1967 como ‘sociedad del espectáculo’.
“Es muy difícil aplicar el principio cui prodest -¿quién se beneficia?- en un mundo en el que tantos intereses activos están tan bien escondidos. Así pues, bajo lo espectacular integrado, se vive y muere en el punto de confluencia de un gran número de misterios”, apuntaba Debord, en una publicación del año 1988; “los rumores mediático-policiales adquieren al instante, o en el peor de los casos tras haber sido repetidos tres o cuatro veces, el peso indiscutible de pruebas históricas seculares”.
Y continuaba: “yendo más a fondo, en este mundo oficialmente tan lleno de respeto por todas las necesidades económicas, nadie sabe jamás lo que cuesta verdaderamente cualquier cosa que se produce: efectivamente, la parte más importante del coste real jamás se calcula; el resto se mantiene en secreto”.
Este ha sido un inicio de año complejo en cuanto a noticias: eventos sucedidos que bien pudieran calificarse como ‘surrealistas’ en cuanto al contexto para denotar ‘extrañeza’. Pero creo firmemente que aún está en nosotros, en la sociedad, cambiar lo negativo por cuestiones positivas, si realmente ambicionamos ser parte en la búsqueda por la justicia.
Concluiremos la columna de este domingo citando a Guy Debord, cuando invertía en 1967 una frase de Hegel: “en el mundo realmente trastocado, lo verdadero es un momento de lo falso”; la realidad absorbe al acto surrealista más puro.