Pero el fin de semana anterior también se conmemoró el Día Internacional para Poner Fin a la Impunidad de los Crímenes contra Periodistas. ¿El día preciso? El 2 de noviembre; fecha que se eligió en conmemoración del asesinato de dos periodistas franceses en Malí, en 2013.
“El objetivo es silenciar”, se titula un artículo publicado en el diario El País por el periodista Jan Martínez Ahrens. Es necesario compartir un par de párrafos de dicha publicación. El primero: “La muerte es una fiel compañera del periodismo en México. (…) La cadena es perversa. Tras el crimen, sigue la autocensura. El periodismo se vuelve un cadáver viviente. Y quien busca revivirlo, paga. A veces no hace falta ni matarlo. Basta con enseñarle los dientes”.
Según datos generales de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), respecto a los Estados Miembros, 680 asesinatos de periodistas han sido condenados por la Dirección General de la UNESCO desde 2006 hasta 2013; de ellos, únicamente 38 han sido resueltos: un 6.4 por ciento del total.
Cabe agregar que aproximadamente el 94 por ciento de todos los comunicadores asesinados fueron hombres y que el número más alto corresponde a periodistas de prensa escrita, con 244 asesinados: un 41 por ciento.
Respecto a los datos sobre la situación específica en México, desde el año 2000 han muerto asesinados 90 periodistas; esta cifra convierte a nuestro país en uno de los más peligrosos del mundo para ejercer la profesión, ocupando el puesto 148 de 180 países de la Clasificación Mundial para la Libertad de Prensa.
En su mensaje por el Día Internacional para Poner Fin a la Impunidad de los Crímenes contra Periodistas, el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon, señaló que “muchos perecen en los conflictos que cubren de forma tan valiente. Pero demasiados han sido silenciados deliberadamente por tratar de decir la verdad. Solo se resuelve el 7 por ciento de esos casos, y menos de 1 de cada 10 crímenes se investiga plenamente. Esa impunidad agrava el temor entre los periodistas y permite que los gobiernos censuren con inmunidad”.
La histórica resolución de la ONU relativa a la seguridad de los periodistas y a la cuestión de la impunidad (A/RES/68/163) insta a los Estados Miembros a que tomen medidas concretas para prevenir las agresiones contra los periodistas, asegurar que los responsables sean llevados ante la justicia y garantizar el derecho de las víctimas a las reparaciones; también exhorta a los Estados “a promover un entorno propicio y seguro en que los periodistas puedan realizar su labor de manera independiente y sin interferencias”.
En el presente año, la Directora de la UNESCO, Irina Bokova, condenó más de 70 asesinatos de profesionales que trabajan en los medios de comunicación (hasta septiembre de 2015), sin que dicha cifra incluya a los periodistas que a diario sufren de ataques ‘no mortales’, tales como la tortura, las desapariciones forzadas, la detención arbitraria, la intimidación y el acoso, tanto en situaciones de conflicto y no de conflicto.
De manera local y en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM), en el contexto de los “Diálogos políticos por la seguridad ciudadana”, durante la semana que termina se organizaron los “Diálogos con los periodistas”: un esfuerzo para promover la vinculación entre el gremio y que como primer logro intentará conformar una red de reporteros para vincularse en situaciones de riesgo; también se impartieron talleres de seguridad para periodistas y se desarrolló un foro de análisis de la iniciativa de la Ley de Protección a Periodistas y defensores de derechos humanos del estado. Pequeños pasos rumbo a una solidaridad entre comunicadores estatales, que aún se vislumbra como un triunfo muy lejano.
Retomamos el artículo de Martínez Ahrens, con un segundo párrafo: “Enrique Juárez fue director del periódico El Mañana de Matamoros, en la salvaje Tamaulipas, hasta el 4 de febrero pasado. Ese día publicó un titular de primera página tan simple como: Combates, 9 muertos. No daba el nombre de las víctimas tampoco la autoría de los asesinatos. Un texto plano sobre los incidentes de la jornada. Daba igual. Aquello no le gustó al narco. Dos horas después de salir la edición, fue secuestrado en la propia redacción y torturado. Nunca más volvió a Matamoros. Tuvo que huir. Y ahora, cuando se le pregunta cuál es su sueño, Juárez, de 51 años, responde: ‘Hacer periodismo’”.
¿Cuántos, en silencio, coincidimos en México con ese sueño?