Precisamente hace cinco años, en Panóptico Rojo comentábamos el caso del Departamento de Policía de Chengdu, capital de Sichuan, en China, cuando comenzó a promocionar una campaña de reclutamiento para encontrar a 359 jóvenes, de entre 18 y 30 años, quienes se integrarían a las unidades regulares y de fuerzas especiales; lo que llamaba la atención en la propaganda de dicha convocatoria eran las fotografías de los comandos vestidos con el -necesario- uniforme color negro, con equipamiento y posturas que recordaban a las películas de acción, armas y equipo táctico incluidos en dichas imágenes.
Tan ocupados y preocupados estamos actualmente sobre los temas de “seguridad pública”, que en ocasiones pasamos por alto las cuestiones históricas referentes a los diferentes actores que la involucran: Cicerón -escritor, orador y político romano- expresaba que “no saber lo que ha sucedido antes de nosotros, es como ser incesantemente niños”.
La palabra “policía” viene del latín pŏlītīa, y éste del griego πολιτεία, término que en la lengua griega antigua no tenía el sentido respecto a lo que hoy conocemos como el cuerpo civil encargado de velar para mantener el orden público y la seguridad de los ciudadanos, subordinado a la autoridad política; πολιτεία en griego significaba antaño “derecho de ciudadanía”, relación de los ciudadanos con el Estado, administración y constitución del Estado, etc.
En la Grecia antigua se desarrolló un sistema de control social para sancionar las infracciones cometidas contra las leyes establecidas; en Atenas se elegían, mediante sorteo, diez comisarios de policía, cuyas funciones iban desde vigilar que los tañedores de liras o cítaras no fueran alquilados por más de dos dracmas o que nadie vertiera excrementos a menos de dos kilómetros de las murallas, además de los “Once”, que se encargaban de quienes se encontraban en prisión.
Sobre esta última función, Aristóteles escribe en su “Política”: “La magistratura que es la más necesaria y también la más delicada de todas, está encargada de la ejecución de las condenas judiciales, de la prosecución de los procesos y de la guarda de los presos. Lo que la hace sobre todo penosa es la animadversión que lleva consigo. Y así, cuando no promete gran utilidad, no se encuentra quien la quiera servir o, por lo menos, quien quiera desempeñarla con toda la severidad que exigen las leyes”.
Tal vez por esta razón -expuesta por el polímata griego cerca del año 330 a. C.- es tan complejo el reclutamiento y capacitación de policías que cumplan con la misión de prevenir y combatir la comisión de delitos, en apego al marco jurídico, con personal comprometido y calificado para salvaguardar la integridad y derechos de las personas e instituciones, que den confianza y certidumbre a la sociedad.
Aurora Antolín García, doctora por la Universidad Complutense de Madrid, puntualiza que “el concepto de policía y el mismo término que lo define, no surgió en los estados y en las lenguas europeas hasta los siglos XVIII y XIX (…) habría que esperar hasta principios del siglo XIX para poder hablar de una policía urbana, al igual que en España, donde la formación de un cuerpo de policía independiente del ejército tuvo lugar en 1824, momento también en el que apareció en nuestra lengua el término policía con esa nueva acepción”.
En México, en la fracción XI del artículo tercero del Código Nacional de Procedimientos Penales, el concepto de “policía” se describe como “cuerpos especializados en la investigación de delitos del fuero federal o del fuero común”, así como “cuerpos de seguridad pública de los fueros federal o común” y respecto de los cuales, en el artículo 132, se enumeran -en quince fracciones- las diversas obligaciones que tienen, además de que se indica que actuarán "en estricto apego a los principios de legalidad, objetividad, eficiencia, profesionalismo, honradez y respeto a los derechos humanos reconocidos en la Constitución”.
Señalaba el doctor Serafín Ortiz Ortiz, investigador nacional SNI nivel II del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) en su libro “Función policial y seguridad pública” que “la policía dentro del sistema social viene a ser la primera institución que enfrenta el conflicto social, por tanto su función dentro del sistema penal, también lo es para toda la sociedad.”
En aquel seis de julio del 2014, destacábamos el comentario de un usuario chino de redes sociales respecto a la campaña de reclutamiento de la policía de Chengdu, sobre la que nos referimos al inicio de este espacio dominical, y quien escribió: “No existen tales oficiales de policía en la vida real”.
Para que esta frase no fuera acorde a nuestra realidad en México, deberían aplicarse los términos “dignificación" y “profesionalización” de manera práctica a los cuerpos de policía: el equipamiento es importante, el factor humano es primordial.