En la semana que concluye comenzaron las negociaciones para iniciar un Tratado Global de los Océanos, en la Organización de las Naciones Unidas (ONU); actualmente, las aguas internacionales, más allá de las fronteras nacionales, cubren aproximadamente dos tercios del planeta y casi están completamente desprotegidos, ya que hay varios tratados y organizaciones para realizar gestiones en el alta mar, pero principalmente para explotar y no para proteger.
Con dicho tratado global -al cual los científicos llaman "la última oportunidad para los océanos"- se busca cambiar esta tendencia y crear una gran red de santuarios a través de los océanos del mundo, protegiendo al menos el 30 por ciento de ellos para el año 2030; es una oportunidad histórica, y activistas como los que integran "Greenpeace" han luchado por este tratado histórico durante muchos años.
En este espacio hemos comentado en diversas ocasiones acerca del tema de los océanos, señalando que se ha comparado a los océanos como el corazón de nuestro planeta, ya que regulan el clima, alimentan a millones de personas, producen oxígeno, son el hábitat de una gran variedad de seres vivos y proporcionan numerosos recursos; por eso es indispensable informar a la opinión pública de las consecuencias que la actividad humana tiene para los océanos y poner en marcha un movimiento mundial ciudadano a favor de los océanos y su gestión sostenible, respetando su belleza, riqueza y potencial.
Y es que nuestra existencia depende de los océanos: la muerte de ellos sería el fin de nuestra forma de vida, y la educación sobre cómo usar los recursos ambientales de manera eficiente es la clave para proteger nuestro planeta.
Pero actualmente la vida marina corre gran peligro con la pesca industrial, la contaminación e incluso el aumento de la minería del fondo marino; millones de toneladas de peces, tortugas, tiburones y delfines quedan atrapados en redes, y alrededor de ocho millones de toneladas de plástico llegan a los océanos cada año; además, los efectos del cambio climático hacen que la protección de los océanos sea urgente, y que existan "santuarios oceánicos" que estén fuera de los límites de actividades extractivas y destructivas.
Callum Roberts, profesor de Conservación Marina en la Universidad de York, destaca que las aguas internacionales "están sujetas a una intensa actividad pesquera escasamente controlada que está causando un daño inmenso a las especies objetivo, como el atún, y a los animales que simplemente se cruzan en su camino"; refiere también que en los mares de Costa Rica los métodos de pesca causan un indecible daño colateral, como los de sedales del arte de palangre, "que suelen tener una longitud de varias decenas de kilómetros y están jalonados por miles de anzuelos".
Al respecto y según registró un estudio, apunta Roberts como ejemplo que "para capturar 211 dorados nada más, engancharon también 468 tortugas golfinas, 20 tortugas verdes, 408 rayas-látigo violeta, 47 mantas mobula, 413 tiburones sedosos, 24 peces zorro, 13 tiburones martillo lisos, seis tiburones cocodrilo, cuatro tiburones oceánicos, 68 peces vela del Pacífico, 34 marlines rayados, 32 rabiles, 22 agujas azules, 11 petos, ocho peces espada y cuatro peces luna. Eso no es pesca, es aniquilación a destajo".
Según ha anotado la bióloga ambiental Pilar Marcos, activista de Greenpeace, la comunidad científica pide que al menos el 30 por ciento de los océanos del mundo estén protegidos en 2030, tanto dentro como fuera de las fronteras nacionales, ya que ahora sólo el uno por ciento de los océanos mundiales tienen protección; es por ello la necesidad de una red completa de santuarios marinos en todo el mundo, lo que el Tratado Global del Océano haría posible, a través de sus Estados miembros.
Las negociaciones durarán hasta 2020 y a lo largo de los próximos dos años se celebrarán cuatro conferencias intergubernamentales para negociar y concluir el tratado; la primera tuvo lugar esta semana, en Nueva York, y la Conferencia del Océano que celebrará la ONU será en 2020, organizada por Portugal y Kenia, en Lisboa.
Por su parte, Isabella Lövin, viceprimera ministra de Suecia y copresidenta del grupo Friends of Ocean Action, ha indicado en un artículo para EFEverde que "se trata de una oportunidad única en toda una generación para invertir el deterioro de la salud del océano, impulsar nuestra lucha contra el cambio climático y detener la dilapidación no regulada de los tesoros naturales que compartimos. Todo el mundo debería seguir muy de cerca esta historia del océano, porque podría marcar el punto de inflexión hacia un futuro más sostenible".
Lövin añade que culminar con éxito un tratado sólido y jurídicamente vinculante sobre la alta mar "puede permitir que se extiendan los esfuerzos de gestión integral, aplicable y real a los dos tercios del océano que caen fuera de toda jurisdicción nacional, y que se encuentran actualmente a merced de múltiples amenazas de origen humano"; significará "que todo el océano esté amparado por reglas integrales, actualizadas e inapelables (...) una vez que el océano entero esté sujeto a la gestión y la protección holísticas que requiere, podremos abordar los retos que le afectan en su totalidad, tales como la sobrepesca y la contaminación por plásticos, que no entienden de fronteras.
De ahí la necesidad de cumplir el plazo de 2020 y asegurar la salud del océano entero, que no se puede posponer más ya que es el paso más importante para mitigar el cambio climático.
Tal como lo refiere Lövin, "el océano ha absorbido el 40 por ciento de nuestras emisiones de carbono y el 90 por ciento del calor adicional que éstas han producido desde la revolución industrial. Un océano expoliado y contaminado no podrá ejercer esa función de amortiguación frente a los peores impactos del cambio climático. Tenemos que proteger el océano para protegernos nosotros (...) en este año con máximos históricos de calor, incendios e inundaciones, todos hemos atisbado las dolorosas consecuencias". Coincidimos.