Hace algunos años en este espacio comentamos que el término “prensa amarilla” -en un sitio web de consulta no tan recomendado pero sí muy popular como lo es Wikipedia- se definía como “aquel tipo de prensa sensacionalista que incluye titulares de catástrofes y gran número de fotografías con información detallada acerca de accidentes y crímenes (…) En caso de gráfica (…) se caracteriza por usar colores extremadamente saturados, principalmente el rojo, y tener su información desorganizada”.
Con dicho antecedente, basta mencionar que el periódico “New York Press” acuñó el término “periodismo amarillo” a principios de 1897; con estas dos palabras intentó describir el trabajo que rodeó la "batalla periodística" entre el diario “New York World” de Joseph Pulitzer y el “New York Journal” de William Randolph Hearst, entre los años 1895 a 1898.
El “New York Press” no definió el término, pero en 1898 elaboró el artículo “We called them Yellow because they are Bellow”: “Yellow” significa tanto amarillo como cruel y cobarde, “bellow” como sustantivo significa “bramido”, en referencia a que los periódicos de Pulitzer y Hearst “fueron acusados, por otras publicaciones más serias, de magnificar cierta clase de noticias para aumentar las ventas y de pagar a los implicados para conseguir exclusivas”.
Por otra parte, en la versión 2015 del libro digital “Atlas de la seguridad y violencia en Morelos”, edición de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos(UAEM) y del Colectivo de Análisis de la Seguridad con Democracia, se incluye un interesante artículo titulado “Violencia gráfica en la prensa roja de Morelos”, escrito por la maestra en Atención a la Diversidad y Educación Inclusiva Centeocihuatl Virto Martínez, quien retoma aspectos relacionados con “La nota roja y las noticias”.
Por ejemplo, menciona un artículo periodístico del año 2007 en el que se cita lo siguiente: “Una mañana, a la redacción del periódico llegó un hombre cubierto hasta la nariz por una cobija, bajo la cual escondía un bulto a la altura del estómago. Preguntó a un encargado si ahí era donde compraban noticias. El interrogado respondió que sí. -Patrón, dijo entonces, traigo una noticia. ¿Cuánto me dan por ella? -Pues hombre... depende de la importancia. Diga usted... El hombre embozado se dirigió hacia una mesa, apartó la cobija, abrió las manos y dejó caer sus intestinos. Contó que en una esquina, no supo quién, le habían propinado una puñalada. De esa manera respondió el herido a un anuncio publicado por el periódico bajo el encabezado: ‘Se compran noticias’”.
Agrega también diversas conjeturas acerca del origen del término “nota roja”. La primera, relacionada con un diario de Guadalajara que circuló por la capital ejemplares impresos con la mano empapada en tinta roja de un empleado de la imprenta para provocar horror sobre una noticia que hablaba de un asesinato. O la que señala que el nombre podría deberse “al sello rojo que el Tribunal del Santo Oficio imponía sobre sus sentencias”. Otra más, que es un término utilizado sólo por convención.
Por cierto, también hace mención de que “en 1963 apareció la revista Alarma, pionera en este tipo de género, en la manera de escribir los encabezados de las noticias y en la forma de mostrar las imágenes violentas del México de aquellos años; su eslogan fue ‘Únicamente la verdad’”.
Finalizaremos este espacio recordando el libro “Del asesinato considerado como una de las bellas artes”, escrito en 1827 por Thomas de Quincey, del que Carlos Monsiváis refirió que era “el mejor texto sobre las condiciones de la nota roja, o del morbo intenso sobre los crímenes (…) De Quincey por supuesto tiene razón. En la nota roja, entre mentiras y drásticas inexactitudes (nada es como se cuenta, salvo los muertos), el morbo adquiere cualidades de 'pesadilla tranquilizadora'".
Si en la primera década del siglo XXI nos hemos “acostumbrado” a leer datos o a mirar fotografías relacionadas con “lo amarillo” y con “lo rojo” en una extraña mezcla que insensibiliza, sin meditar en las implicaciones y consecuencias de la descomposición social en la que estamos inmersos, es tiempo de evitar una actitud de simplemente “dejar pasar” y no solamente “escanear” los datos “fríos”. El mismo Monsiváis indicó en su momento que "la masificación del delito es, también, la deshumanización masiva”. Coincidimos.