En Panóptico Rojo ya hemos comentado sobre la labor de Oxfam, la organización humanitaria fundada en 1995 por grupos no gubernamentales independientes, cuyo objetivo era trabajar en conjunto para lograr un mayor impacto en la lucha internacional por reducir la pobreza y la injusticia. Actualmente continúa con sus actividades, difundiéndolas mediante campañas y trabajando mediante donativos y compras solidarias, apoyando a comunidades en todo el mundo.
A través de sus redes sociales, Oxfam ha difundido la labor que lleva a cabo ahora en el continente africano, luego de que la crisis de poder que estalló en Juba en 2013 provocó que Sudán del Sur entrara en una espiral de violencia política y étnica, que se ha extendió por muchas partes del país, causando la muerte de miles de mujeres, niños y hombres.
Desde entonces, más de tres millones de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares debido a la guerra, de las cuales cerca de dos millones han buscado refugio en países vecinos como Etiopía, Kenia, Sudán y Uganda. Y a pesar del tratado de paz que se negoció en 2015, la violencia continúa aumentando y miles personas deben abandonar su lugar de origen.
Es la mayor crisis de refugiados del continente africano, y una de las crisis alimentarias más graves del mundo: al verse obligadas a abandonar sus granjas y ganado, estas comunidades pierden la principal fuente de alimentación de sus familias; la economía del país cae y los precios de los alimentos y combustibles se disparan, además de que las reservas de alimentos se han agotado.
De esta manera, el conflicto y el colapso de la economía han provocado que más de cinco millones de personas, el 45 por ciento de la población, se enfrenten al hambre extrema: la gente más vulnerable, atrapada en medio del conflicto, es la que sufre peores consecuencias.
Esta semana que concluye, nos enteramos que el Centro de Noticias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) difundió la preocupación del Consejo de Seguridad por el nivel de necesidades humanitarias “sin precedentes” y la amenaza de hambruna que enfrentan más de 20 millones de personas en Yemen, Somalia, Sudán del Sur y el noreste de Nigeria.
Se hizo énfasis en que además de las acciones de respuesta ante esta crisis, es fundamental poner fin a los conflictos, abordando sus causas subyacentes de manera inclusiva y sostenible.
El Consejo deploró que en algunas zonas no se logre garantizar el acceso de los equipos humanitarios, y pidió a las partes acabar con los obstáculos para entregar asistencia vital a los civiles; también exhortó a los Estados Miembros a proporcionar recursos adicionales para librar a las personas de la amenaza de hambruna.
Por otro lado, elogió los esfuerzos realizados por los donantes internacionales para contrarrestar la crisis en esos países, al tiempo de solicitar el desembolso inmediato de los fondos prometidos en las conferencias internacionales celebradas en Oslo, Ginebra y Londres, como financiación multianual y sin asignar a fines específicos.
¿Qué es un “daño colateral”? El concepto fue agregado en tiempo relativamente reciente al vocabulario castrense para señalar las consecuencias accidentales de las intervenciones militares; el término sugiere una desigualdad existente de derechos, ya que acepta a priori la distribución desigual de los costos que implica emprender dicha acción.
Zygmunt Bauman, sociólogo polaco, en su libro “Daños colaterales: Desigualdades sociales en la era global”, traslada el concepto de "daño colateral" a las víctimas de una sociedad movida por afanes egoístas y desmedidos de lucro; la mayor parte de esas víctimas son quienes se encuentran en las mayores condiciones de pobreza y marginalidad.
Y en medio de una globalización que escapa a todo control, un daño colateral implica, a decir de Bauman, “asumir tácitamente una ya existente desigualdad de derechos y oportunidades, y pensar que esos daños no son lo suficientemente importantes como para justificar los gastos de prevenirlos ni tenerlos en cuenta a la hora de planificar”.
La visión que tiene Bauman de la sociedad contemporánea no es totalmente pesimista, sino generadora de opinión: en la fase de globalización desenfrenada que hemos alcanzado, se requiere renovar los factores esenciales de solidaridad humana, en un marco de “creación de opinión y de formación de voluntades”.
Para Bauman, el llamado Estado social, una de las grandes conquistas del pasado siglo, ha dejado de ser viable y sólo lo que él llama un "planeta social", basado en organizaciones y asociaciones no gubernamentales que deberán actuar a escala universal, puede asumir las funciones que aquél ha venido cumpliendo.
A nuestro alrededor crece la desigualdad social y se incrementa el sufrimiento humano, relegado al estatus de 'colateralidad': No perdamos el sentimiento de solidaridad que nos lleva a indignarnos contra el término “descartable” y actuemos, en la medida de nuestras fuerzas, para reducir la marginalidad.
“Lo que hacemos por nosotros mismos, muere con nosotros; lo que hacemos por los demás y por el mundo, permanece y es inmortal”, comentó en el siglo XIX el abogado y escritor estadounidense Albert Pike. Coincidimos.