"Los periodistas acuden a los lugares más peligrosos para dar voz a quienes no la tienen. Los trabajadores de los medios de comunicación sufren difamaciones, agresiones sexuales y detenciones, resultan heridos e incluso muertos. Se necesitan líderes que defiendan la libertad de los medios de comunicación. Esto es algo que resulta crucial para combatir la desinformación imperante. Y todos debemos defender nuestro derecho a la verdad. En el Día Mundial de la Libertad de Prensa pido que cese todo tipo de represión contra los periodistas - porque la libertad de prensa fomenta la paz y la justicia para todos. Si protegemos a los periodistas, sus palabras y sus fotografías pueden cambiar el mundo".
Al respecto, podemos comentar que en la sociedad actual existe un individualismo exacerbado que conduce a la fragmentación social, de la cual no está exenta el gremio de la prensa. “Divide y vencerás”, se ha señalado a lo largo del tiempo. El espíritu de cuerpo, en cambio, consiste en fusionar intereses e ideales para buscar un bien superior; cuando el sentido de pertenencia se destruye, también se destruye la lealtad, intercambiándola como medio para logros personales y ventajas propias.
Lo anterior tal vez sea una cuestión aún más misteriosa para quienes han abrazado recientemente el oficio, de la mano de las nuevas tecnologías, por ejemplo. El periodista y escritor colombiano Gabriel García Márquez, quien señalaba que el periodismo era “el mejor oficio del mundo”, pronunció las siguiente palabras ante la 52a. asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa, SIP, en Los Angeles, Estados Unidos, en octubre de 1996:
“Hace unos cincuenta años no estaban de moda las escuelas de periodismo. Se aprendía en las salas de redacción, en los talleres de imprenta, en el cafetín de enfrente, en las parrandas de los viernes. Todo el periódico era una fábrica que formaba e informaba sin equívocos, y generaba opinión dentro de un ambiente de participación que mantenía la moral en su puesto. Pues los periodistas andábamos siempre juntos, hacíamos vida común, y éramos tan fanáticos del oficio que no hablábamos de nada distinto que del oficio mismo. El trabajo llevaba consigo una amistad de grupo que inclusive dejaba poco margen para la vida privada. No existían las juntas de redacción institucionales, pero a las cinco de la tarde, sin convocatoria oficial, todo el personal de planta hacía una pausa de respiro en las tensiones del día y confluía a tomar el café en cualquier lugar de la redacción. Era una tertulia abierta donde se discutían en caliente los temas de cada sección y se le daban los toques finales a la edición de mañana. Los que no aprendían en aquellas cátedras ambulatorias y apasionadas de veinticuatro horas diarias, o los que se aburrían de tanto hablar de los mismo, era porque querían o creían ser periodistas, pero en realidad no lo eran”.
García Márquez, quien fue Premio Nobel de Literatura y también presidente de la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, destacó en su momento que “el periodismo es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad”, pero se ha “dejado para después la formación de su infantería y los mecanismos de participación que fortalecían el espíritu profesional en el pasado. Las salas de redacción son laboratorios asépticos para navegantes solitarios, donde parece más fácil comunicarse con los fenómenos siderales que con el corazón de los lectores. La deshumanización es galopante”.
Este domingo le presento para acompañar este espacio, estimado lector, algunos extractos de la opinión de Adrián López Ortiz en su artículo “Periodismo en peligro”, publicado en el portal sin embargo.mx. “Habría que empezar por el principio. Y es que gran parte de la crisis de nuestro periodismo se explica en la crisis del modelo de negocio de los medios de comunicación mexicanos (…) A México le hace falta periodismo. Tenemos muchos medios, pero muy poco periodismo profesional, independiente, crítico. Nuestro periodismo en general no cuestiona, no pregunta, mucho menos investiga”.
¿Cuántos periodistas, además de participar en marchas de indignación y luto, colocando cámaras en el piso y antifaces en sus rostros con la fotografía de la víctima, para ‘honrar’ y ‘recordar’ al comunicador caído y exigir justicia, se preocupan actualmente por capacitarse en los temas que pueden lograr un cambio en nuestro país? Una pregunta sencilla, para cualquier periodista, sería: ¿conoce usted el tema específico de la libertad de expresión en la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos?
Tal vez -y con no cierta razón- la respuesta sería que un periodista no es un abogado que deba de conocer al respecto de ‘jurisprudencias’ pero… y sobre el tema de la libertad de expresión ¿qué es lo que conoce, entonces? Esa es ya una pregunta que debería de ser respondida por cada periodista, en su fuero interno. No somos capaces de defender aquello que no conocemos, aquello que no nos apasiona, aquello que pueda cambiar nuestro temor por seguridad: “el saber reemplaza al miedo”.
Los periodistas mantienen informada a la sociedad, requisito indispensable para la democracia y para la libertad, y todo lo que se refiera a las investigaciones que se llevan a cabo respecto a los periodistas o comunicadores, debe entenderse como un deber jurídico propio. El principio 9 de la Declaración de Principios sobre Libertad de Expresión de la CIDH señala: “El asesinato, secuestro, intimidación, amenaza a los comunicadores sociales, así como la destrucción material de los medios de comunicación, viola los derechos fundamentales de las personas y coarta severamente la libertad de expresión. Es deber de los Estados prevenir e investigar estos hechos, sancionar a sus autores y asegurar a las víctimas una reparación adecuada".
También es una responsabilidad de todos, en la medida de nuestras posibilidades.
Retomando lo que apuntaba López Ortiz en su publicación digital “Periodismo en peligro”, destaca que en un contexto adverso “figuran las organizaciones defensoras de derechos como Freedom House o Article 19, quienes poco pueden hacer para subsanar el vacío que dejan las omisiones de los responsables de prevenir y proteger la integridad de periodistas y medios, a saber el Mecanismo Federal de Protección, y aquellos responsables de garantizar la aplicación de justicia en estos casos, la PGR y la Fiscalía Especializada para Delitos contra la Libertad de Expresión (FEADLE)”.
Sería ocioso este día desglosar los informes estadísticos de la FEADLE, pese a que debe reconocerse que es una de las pocas dependencias federales que tiene prácticamente al día los reportes que atañen a sus labores y las estadísticas referentes a delitos contra la libertad de expresión. También sería ocioso transcribir la “Cartilla de los Derechos de los Periodistas”, “Las diez consideraciones para presentar una denuncia”, o extractos del “Manual de prevención de delitos cometidos contra la libertad de expresión”.
Concluiremos este día citando lo que Adrián López Ortiz señala en el artículo “Periodismo en peligro”: “Mientras que muchos alzamos la voz para exigir investigaciones claras, expeditas y exhaustivas, son pocos los que llevan esa exigencia pública a su quehacer periodístico cotidiano”. Coincidimos.