Martes, 25 Agosto 2015 01:00

Sin ambiente, cultura ni historia, no somos nada Destacado

Reportera
Lectura 3 - 5 minutos

La destrucción del medio ambiente es una ocurrencia normal para nosotros hoy en día. Me cuesta trabajo decir que es “normal”, pero hemos aprendido a vivir con este hecho como si fuera totalmente ordinario y común. La destrucción de artefactos antiguos en el medio oriente no es considerada normal sino un crimen contra la cultura y la vida de las personas. ¿Será que estos dos temas están ligados? Yo diría que sí.

La destrucción deliberada de artefactos antiguos es un acto agresivo contra un país y su cultura. Es más, es un ataque contra la identidad de un país y sus ciudadanos, un asalto a su pasado y su historia. Sucede precisamente eso en Siria como parte de los actos bélicos perpetrados por el Estado Islámico (EI) en contra de ese país del medio oriente. Siria no es el único país donde ha sucedido, también en Iraq y en Libia, bajo las mismas instrucciones del EI. Las imágenes de la demolición de estatuas de valor incalculable han dado la vuelta al mundo, no sólo en los medios de comunicación, sino también en las redes sociales. Estas acciones del Estado Islámico han provocado la indignación de la ciudadanía así como de antropólogos, arqueólogos e historiadores. Los políticos toman nota de dichos actos, por supuesto, y saben que tales ocurrencias públicas se realizan para atraer la atención, que son una muestra del poder, la influencia, las creencias y la intención del EI por dominar los países del medio oriente, y más allá.

Si en algún momento te has puesto a pensar cómo el EI consigue el dinero para comprar armas y mantenerse tan disciplinado, existe una respuesta fácil: están manipulando el mercado del arte con contrabando de objetos saqueados de sitios antiguos de los países donde están ubicados. No comparten videos de lo que venden, claro que no, pero este negocio tan nefasto es una fuente de recursos muy importante. ¿Quiénes son las personas que les compran esos artefactos? No lo sabemos, pero lo que nos muestra es que existen personas que tienen tanto dinero que no les importa en qué lo gastan. A fin de cuentas, el dinero es lo que mueve el mundo y exactamente lo que promueve la destrucción del medio ambiente.

La desaparición de fauna y flora se debe a la voluntad del Hombre y su dependencia de los combustibles fósiles; es también un acto deliberado de destrucción. Entre una cosa y la otra es posible decir que nuestra civilización está bajo ataque, en varios frentes a la vez. Se trata de terrorismo, de diferentes estilos, que desafortunadamente se ha vuelto parte de nuestra vida y que existe en prácticamente cada país del mundo, de alguna forma ya sea ambiental, político, social o cultural. El uso continuo de combustibles fósiles, a como dé lugar, en lugar de invertir en energías renovables, es una forma de ataque a nuestras vidas. La insistencia de gobiernos por extraer petróleo del Ártico y por destruir hábitats naturales con el fracking es parte de ese constante anhelo por atacar, alterar y abusar de lo que el planeta nos ofrece, sin importar las consecuencias.

La destrucción de nuestro patrimonio cultural es similar a la destrucción ambiental, en el sentido que las dos nos impactan y nos hieren permanentemente. La tala actual de árboles en el libramiento de Cuernavaca lo ha convertido en un corredor blanco donde la vegetación ya no está permitida y donde reinan las emisiones de carbono. Es un acto deliberado de destrucción que afecta negativamente el bienestar público.

El agua, en combinación con la flora y la fauna de la Tierra, es lo que nos ha permitido la vida. Nuestros orígenes, la vida misma, igual que los artefactos antiguos, están bajo ataque. A los del Estado Islámico no les interesa ni les importa el cambio climático, más bien están contribuyendo de manera importante a promover el calentamiento global con sus actos bélicos y explosiones constantes de bombas y armas. Pero sí entienden por qué la historia de una región es tan importante: la historia nos rige, nos explica, nos inspira… Si no tenemos historia, no tenemos cultura ni educación; sin cultura ni educación, no hay vida sustentable.

Disfruto, respiro y recibo bienestar de los árboles y de la vegetación que tengo a mi alrededor y me pregunto: si alguien me fuera a quitar todo eso, ¿cómo viviría? Sería insoportable. Si alguien me fuera a quitar también mi historia, mi identidad, mi cultura, mi conocimiento, o sea, todo lo que me hace la persona que soy, ¿cómo viviría? Sería imposible vivir.

 

 

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