Martes, 05 Diciembre 2017 06:17

Ecología en tus Manos, columna final

Reportera
Lectura 4 - 8 minutos

Este artículo es el número 500 desde que inicié esta columna, Ecología en tus Manos. Quinientas notas representan 10 años de publicación casi continua en este periódico. Es un número importante porque es la última nota que escribiré.

He llegado a un punto de saturación. No del tema que me fascina como siempre, sino del nivel de frustración y depresión que siento al leer y aprender sobre los terribles actos que seguimos cometiendo en contra de nuestro planeta. Quiero utilizar un término nuevo: solastalgia, que se refiere a una forma de angustia existencial causada por el cambio ambiental. No se encuentra en el diccionario todavía, pero siento que yo sufro de solastalgia… Hace 10 años tenía grandes esperanzas y pensaba que la situación mejoraría con el tiempo, y hasta cierto grado eso sí ha pasado. Sin embargo, seguimos perpetrando errores tremendos.

Por supuesto es alentador saber que cada vez más personas están conscientes del cambio climático y cómo han aprendido que todos hemos contribuido a crear las condiciones actuales. Más personas que antes están separando, reutilizando y reciclando; muchas ya tienen una composta en casa para sus residuos orgánicos; existen centros de acopio para todo tipo de artículos, desde computadoras hasta teléfonos celulares y medicinas caducas. Las iniciativas son numerosas y hay que aplaudirlas: en todos los casos, cada esfuerzo es loable. En nuestro estado de Morelos hemos visto muchos cambios y un mayor nivel de conciencia entre la población, sobre todo entre los niños y los estudiantes en las escuelas y las universidades. Ellos influyen a su vez en sus padres, familiares y amigos y el aprendizaje se difunde con éxito. Contamos con Cinema Planeta, el maravilloso festival de cine ambiental que nació en Cuernavaca y que estará celebrando el año entrante su décima edición. Hemos aprendido mucho de las películas y las conferencias que nos han presentado. Es nuestra gran fortuna tenerlo ubicado justo aquí.

He tratado de presentar buenas noticias, pero he fallado en la mayoría de las ocasiones. Sí, la semana pasada les compartí la excelente noticia sobre la creación del Parque Nacional Marino en el Archipiélago Revillagigedo en el Pacífico mexicano. Pero en general las buenas noticias son menos frecuentes que las malas. Y esto se debe a nuestro deseo infalible por seguir dañando el planeta. A tal grado ha sido el impacto de la humanidad que es posible que estemos entrando a una nueva era geológica. La Tierra ha existido por 4.6 mil millones de años y por conveniencia los geólogos han dividido ese largo periodo en unidades de tiempo. Algunas de ellas nos son familiares, como la era jurásica y el periodo carbonífero, por ejemplo. Ahora mismo estamos viviendo en la época del holoceno y podríamos estar entrando a una nueva: la Era Antropocena. Es un tema algo polémico, no aceptado todavía, pero ya en la mente de los científicos desde el siglo pasado.

La cantidad de plástico que ha sido producida hasta la fecha invade cada rincón de nuestras vidas. Es casi imposible vivir sin recurrir a esta sustancia tan nociva. No hay vista más deprimente que observar cómo tanta gente sigue dejando sus bolsas llenas de residuos no separados afuera en la calle, supuestamente para ser recolectadas por el camión de la basura. Constituyen una invitación a los perros callejeros y la basura termina siendo esparcida por todos lados. En su mayoría, esa basura consiste de plástico… El petróleo es parte de nuestras vidas también, no sólo el combustible que impulsa nuestros vehículos, aviones, trenes, etcétera, y la fuente de emisiones de carbono al ambiente, sino también por su característica de ser el ingrediente principal del plástico. Todo está relacionado. El plástico termina en el mar y mata la flora y la fauna. La semana pasada se encontró una langosta “tatuada” con el logo de Pepsi…

Fue un sinfín de temas los que abordé durante todos estos años y no llegué a tocar ni un 10% de la materia. Hay gente alrededor del mundo que da su vida trabajando en pro de la protección del ambiente. Pero estas personas saben que están arriesgando enormemente sus vidas porque su trabajo va en contra de la mantra del capitalismo. Los defensores del medio ambiente alertan al público sobre transgresiones o inacción de gobiernos y corporaciones y muchos de ellos lamentablemente terminan asesinados. Sólo durante este año 164 defensores han sido matados en México, Perú, Brasil, Colombia, India, Congo, Filipinas, Guatemala, Honduras… la lista sigue sin fin. Qué desconsolador que estas personas hayan tenido que perder sus vidas por asuntos tan cruciales como los derechos del agua, la deforestación, la caza ilegal de elefantes, entre muchos otros, protegiendo lo que es nuestro derecho natural.

Observo fuertes cambios todos los días: las alergias que de repente estamos sufriendo; el regreso de los pericos verdes y otras especies y la desaparición de otras más; la ausencia de las luciérnagas y las ranas; las enfermedades que nos afligen, como la influenza que regresa cada año más fuerte y más resistente a los tratamientos; la creciente cantidad de vehículos en las calles y las autopistas; la deforestación y los incendios forestales; el aumento en las temperaturas experimentadas en Morelos y en toda la república; la falta de lluvia en muchas zonas del país; la floración de árboles en meses distintos; la construcción de edificios altos y las zonas urbanas en constante crecimiento sin planeación… No es tan difícil ser testigo de lo que está pasando. Lo que sí es difícil, es asumir la responsabilidad de nuestras acciones que impactan a tal grado la Tierra que nuestro hogar ya no es igual y que todo alrededor de nosotros parece cambiado. Las actividades del ser humano han impactado tanto el ambiente, el clima y la ecología del planeta que dejaremos una huella para siempre en los estratos rocosos y las capas subterráneas. No hay nada que nos detenga en nuestra búsqueda insaciable de lo que queremos extraer del planeta, ni montañas, ni profundidades, ni océanos, ni gente… y mucho menos la naturaleza.

Los cambios han sido tan fuertes que ahora hasta hay canciones sobre el tema, libros, películas, obras de teatro… La alteración y la desaparición de la naturaleza son parte de nuestra realidad actual. Por eso mi angustia. Tal vez lo sienten igual que yo, pero desconozco si esta columna haya sido leída por mucha o poca gente, si ha dejado una huella en algunos de ustedes. Espero que sí.

Voy a dejar en manos de otros la tarea de seguir reportando temas ecológicos. Espero que este periódico –que muy generosamente me dio el espacio cada martes para mi columna– seguirá con este tema tan importante. Estoy muy agradecida a Ricardo Estrada por haber aceptado hace 10 años mi propuesta de crear esta columna; mi agradecimiento eterno a mi amigo Ricardo Cojuc, quien ha garantizado que no haya ningún error gramático ni de ortografía en estas líneas de texto; a Oscar Davis por aceptar y no cambiar ninguna palabra de mis artículos, a Samia Cruz por creer en el tema tanto como yo, y a Marcela Jiménez por apoyarme incondicionalmente. Gracias a La Unión de Morelos por esta oportunidad que duró 10 años y, por supuesto, gracias a ustedes, mis lectores, por leer mis palabras.

 

Actualizado Martes, 05 Diciembre 2017 12:24
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