Es cada vez más importante y necesario estar consciente de lo que nos brinda la naturaleza para contrarrestar los efectos negativos de la tala indiscriminada de árboles y de la mancha urbana que crece sin control y sin respeto al ecosistema. Al observar y ver claramente un árbol es fascinante tomar nota de la cantidad de sus diferentes tonalidades verdes. Éste es un color que nos ayuda a relajarnos, es refrescante y nos induce a contemplar sensaciones de serenidad y armonía. Simboliza el ciclo de la vida y la buena salud, nos produce el bienestar y la paz interna por excelencia.
Los árboles son también el hábitat de muchos pájaros e insectos. Al madurar un árbol sus ramas se extienden y sus hojas se multiplican, lo que constituye una invitación para nuevas especies a llegar a formar parte de la vida secreta de los árboles grandes. En mi jardín este año he tenido dos nidos de colibrí, en dos diferentes árboles; nunca antes los había visto. Para mí, implica una señal que estos pájaros elegantes, tan minúsculos, se sienten en casa, tranquilos y protegidos y libres de hacer su nido, poner huevos y procrear la próxima generación sin problema alguno. Es como si hubiera yo recibido su sello de aprobación.
La temporada de lluvia inició en mayo de este año, como bien sabemos. Como consecuencia, tengo flores que deberían estar floreciendo en octubre para celebrar el Día de Muertos. Sin embargo, tengo mi jardín lleno de caléndulas y cempasúchil dos meses más temprano este año. Su presencia ha producido una cantidad enorme de mariposas, libélulas, abejas y avispas, lo cual es maravilloso. Una manera muy efectiva para relajarme, al final de un día ajetreado de trabajo, es sentarme en el jardín a observar estos maravillosos insectos volando industriosamente alrededor de mí en búsqueda de polen y comida. Sus colores rojo, naranja y amarillo me alegran el corazón: sobre el fondo de los verdes de los árboles es una fuente maravillosa de bienestar y armonía. Me siento afortunada de estar tan conectada con la naturaleza.
Un estupendo escritor Robert Macfarlane habla en su libro Landmarks de cómo estamos alejándonos de sentir, oler, ver, oír y saborear el mundo. Me refiero a lo natural, a todo lo que nos rodea. Es un hecho que nos estamos separando cada vez más del contacto con la naturaleza. Se nos olvida que nuestras mentes están formadas por nuestra experiencia corporal de ser y estar en el mundo, hecho de espacios, texturas, sonidos y olores, hábitos y costumbres. En lugar de ir a comer a un centro comercial es muy preferible ir a un restaurante con jardín, donde no sólo la comida nos hace sentir bien sino también los árboles, plantas y arbustos que contribuyen de manera tan importante a nuestro bienestar.
No es una coincidencia que el mejor momento para meditar sea la hora antes del amanecer. Es el momento de más silencio, antes de que se despierte el mundo. Ni un ladrido se oye a esa hora y es cuando podemos escuchar e intuir mejor a la Tierra. Te sorprenderá de lo que se puede uno percatar al cerrar los ojos y estar muy atento al poder del planeta. Deberíamos estar todos en contacto con la Tierra para apreciarla, quererla, respetarla y protegerla.
Abre tus ojos y tu mente a los árboles y a la naturaleza que nos rodean y te sentirás muy bien. Ve cómo cada hoja es diferente, siente cómo un árbol te llena de bienestar al poner tus manos sobre su tronco, observa qué está pasando dentro del árbol, huele la Tierra y siente un contacto muy personal con ella. Entiende por qué es nuestra tarea proteger nuestros árboles. Nuestro bienestar depende de ellos.