Así que esta mañana, mientras preparaba mi café del desayuno en la vieja cafetera que compré en Italia ya hace tres años, decidí compartirles cómo es que he conocido también algo de la cultura de cada lugar en donde he estado, a través de la forma en la que la gente toma el café. ¿Me acompañan?
Vengo de una familia donde todos los días se cenaba café con pan dulce. No exagero… ¡todos los días! Sin embargo, en mi familia se consumía café soluble y sí, yo confieso que crecí pensando que el café de verdad sabía así. Grave falta para los amantes del café y que por supuesto hoy trato de evitar.
Cuando en mi casa paterna había café “hervido” en realidad era ese famoso sobrecito rojo de café legal que ya viene endulzado (otro gran pecado que los tomadores de café gourmet no perdonarían).
Así, mi primer acercamiento con el café pues fue en México que curiosamente, a pesar de ser un importante productor y exportador de café, hace 20 años no era un país de consumidores de café. No en vano, si uno viaja por los pueblos de México, es común que te ofrezcan en el desayuno el llamado “Café de Olla” algo que es más parecido a una “infusión” hecha con granos de café molido, que un café expreso como tal.
Cuando a mí me preguntan por qué si amo el café no consumo café de olla la respuesta es simple: porque esa es una bebida que no es un café, sino algo más parecido a un té de café, canela y piloncillo. Pero eso lo digo hoy, que he viajado y aprendido de la cultura de esta bebida seductora. Antes no lo sabía.
La primera vez que entendí esto fue en Italia. Una tarde de paseos con unos amigos italianos por las calles de Roma, después de la comida, dijeron que íbamos por un café. Para mí esa frase hasta entonces significaba sentarnos en alguna terraza frente a una taza grande, humeante y sabrosa de café endulzado, con un pastel o galletas acompañándolo y como pretexto para largas charlas de sobremesa.
Pero eso no fue lo que mis amigos tenían en mente. Ellos llegaron a la barra de un bar (sí, de un bar), pidieron espresso para todos, lo bebieron de un trago, así, hirviendo y recién salido de la máquina y luego me miraron con cada de ¿y qué esperas?
Me lo bebí como si fuera un caballito de tequila. Derecho y al fondo. Un shot de cafeína y calor que me sacó llagas en la boca. Así aprendí a tomar café en Italia.
Hoy en día, la cultura de tomar y disfrutar de un buen café está absolutamente globalizada. Es una de las bebidas más consumidas del mundo, pero no por ello hay estándares establecidos a la hora de prepararlo y disfrutarlo.
Aunque los mejores cafetales están en América y África, el café como bebida habitual y cultural surge en Europa en el siglo XVIII. Es desde este continente que comenzó a expandirse hacia el resto del mundo. Esto a pesar de que países de medio oriente ya tenían arraigada la costumbre de beberlo desde tiempos inmemoriales.
Pero en países como Italia, al café lo llevan en la sangre. Es la patria del espresso, del ristretto, del macchiato, del capuccino. Allí el café es algo cultural no sólo es un acto social, sino que está presente en casi todas las costumbres.
En Francia el consumo del café es distinto, está más vinculado a la experiencia en sí misma. En París, el momento de disfrutar del café está más ligado al lugar, es un evento social, los parisinos acuden a los tradicionales cafés y toman un café filtro junto a croissants o baguettes. Generalmente son lugares que se prestan para la tertulia, el debate, la convivencia y el intercambio de opiniones. Un dato interesante: en París el costo de un café puede variar mucho dependiendo de la hora en la que lo tomas y el lugar donde eliges beberlo. Es decir, si eres turista seguramente querrás tomarlo en una de las típicas terrazas del estilo de vida parisino, sin embargo te sorprenderá saber que los verdaderos parisinos suelen beber el café en la barra. ¿El motivo? Es simple, el precio cambia. Si pides un café en la barra de un bar por la mañana te puede costar entre €1 y €2 pero si lo pides en una de las mesas del interior, el precio puede ir de €2,50 hasta €3 y ya si lo pides en las mesas de las terrazas, prepárate para pagar entre €3,50 y €4 por esta bebida. Esta regla aplica igual para la comida, las cervezas y demás maravillas.
Otro lugar interesante para conocer a través de su cultura cafetera es Turquía. En Estambul, la bebida se prepara con café muy molido hasta el punto de asemejarse a la harina. El café suele ser muy concentrado y se sirve en tazas pequeñas sin asa, con o sin azúcar. El café en Estambul es un acto absolutamente social, la ciudad está llena de pequeños cafés donde la gente va a socializar.
En Viena, existen más de cincuenta recetas diferentes para preparar el café, además de una exquisita tradición pastelera, lo que convierte al momento café en toda una experiencia para los sentidos. En la capital de Austria, lo habitual es acudir a un café y pasarte horas solo leyendo el periódico y disfrutando de un café que sirven siempre con un vaso de agua fría.
En Alemania, quizá el momento café tenga menos connotaciones sociales, suelen tomarlo por la mañana pero se hace rápidamente y suelen acudir a los Stehkaffee, donde lo toman incluso de pie.
De este lado del océano, tenemos que Estados Unidos es uno de los principales consumidores de café de todo mundo y lo toman a toda horas en enormes tazas, vasos de papel o termos. Principalmente lo preparan para llevar casi siempre. Suelen consumir café filtro aunque últimamente se han hecho muy populares algunas bebidas de café y cafés saborizados, todo esto sobre todo por la “cultura Starbucks”, increíblemente esa cadena fue la que también masificó el consumo de café en México.
En Cuba, tienen una larga tradición cafetera. Se suele servir al final de una comida en tacitas pequeñas y se trata de un café extra fuerte. A los cubanos les suele gustar el café con cantidades generosas de azúcar.
En Tokio, el café es considerado como una bebida energética que se toma generalmente fría, ya sea en lata o en botella de plástico. Es habitual entre los japoneses tomar el café de máquinas de vending. No tienen una cultura del café.
Así que no importa donde estés, si eres adicto al café, abre tu mente y tus sentidos porque puede que en cada lugar, al beberlo en forma distinta, conozcas un poco más de la cultura de ese destino, enriqueciendo aún más tu corazón y tu paladar viajero.
1 comentario
Hey
esta increíble tu viaje cafetero, yo amo el café pero dejé de… Compartelo!