Antes de ser fusilado por un pelotón en el Cerro de las Campanas, Querétaro, el 19 de junio de 1867, Maximiliano sacó algunas monedas de 20 pesos de oro y le dio una pieza a cada uno de los soldados que le dispararía.
Les pidió su último deseo: que las descargas fueran debajo de los hombros y no en el rostro, porque lo desfigurarían y su cadáver impresionaría a su madre cuando lo viera.
En contra de lo que dice la historia oficial –e incluso la versión del pintorÉdouard Manet en su cuadro La ejecución de Maximiliano, cabe añadir-, el emperador no se colocó en medio de sus generales Tomas Mejía y Miguel Miramón, sino en uno de los extremos.
De esa manera, el coleccionista de monedas, periodista e investigador regiomontano Ricardo de León Tallavas, narró el fin del Segundo Imperio, la tarde del pasado miércoles 29 de julio, durante su conferencia “Hace siglo y medio. Numismática en el periodo de Maximiliano”, que expuso en el auditorio del Museo Regional Cuauhnáhuac-Palacio de Cortés.
Sin embargo, de manera amena, con detalles y apoyándose en imágenes que se proyectaron para el público reunido, el expositor en realidad llevó a cabo un extenuante recorrido por la historia de México, a partir de la Conquista y hasta la Revolución, en donde destacó el papel que tuvieron monedas y billetes en cada una de esas etapas.
Lo hizo además, dedicando un tiempo para hablar de la numismática local –así lo acostumbra en cada estado que se presenta, dijo- y tratando de desmitificar al héroe local de cada entidad, que en este caso fue Emiliano Zapata; así como exponiendo versiones diferentes de los hechos que señala la historia oficial.
Por ejemplo, aseguró que aunque la versión oficial dice que Maximiliano de Habsburgo fue capturado por Mariano Escobedo, lo que sucedió en realidad, fue que el emperador se rindió y fue a entregarse ante el general jalisciense Ramón Corona, es decir, no rindió su espada directamente ante Escobedo.
Sobre el conferenciante cabe señalar que tiene 40 años dedicado a la numismática, es coleccionista de alrededor de 3,800 piezas de monedas, papel moneda, medallas y acciones; y que la mayor parte de su colección se encuentra en diversas instituciones museísticas del país, así como en Estados Unidos, país en que reside actualmente.
Durante su exposición, recordó que hace un siglo y medio, Maximiliano de Habsburgo se paseaba por Cuernavaca, que fue el único descendiente de los Reyes Católicos que vino al Nuevo Mundo y que fue un rotundo “no”, su respuesta a los mexicanos que lo fueron a ver, por primera vez, para ofrecerle la corona de este país, pues dudó que en Nueva España no hubiera una sola persona capaz de dirigirla.
Durante la charla expuso imágenes de una moneda de Maximiliano cuando salió de Trieste, Italia, así como de las únicas piezas de un centavo acuñadas durante el imperio; otras de cinco centavos, que en opinión del expositor, fueron las primeras en acuñarse de esa etapa histórica; monedas de 8 reales de Chihuahua de 1865, con tres puntos masones –la pieza más importante de la época, sostuvo- y hasta una moneda de 1997 en donde, por fin, en su patria lo reconocen como austriaco, declaró.
Recordó que durante la época en donde el presidente Benito Juárez tuvo que salir de la ciudad de México y peregrinar por el interior del país, luego de que la capital se rindiera ante las tropas francesas el 10 de junio de 1863, los imperialistas tomaron otras entidades en donde también había Casas de moneda, como San Luis Potosí, Guanajuato y Zacatecas.
Señaló que el argumento del Congreso para evitar la acuñación de monedas del emperador, era que sólo podrían realizarse hasta que el país se pacificara y que fue Carlota la que invitó a las esposas del grupo de legisladores que se oponía, a ir a pasear –junto con sus maridos- hasta Yucatán, para que en ese lapso se mandaran hacer las piezas en Guanajuato, en 1866.
Ricardo de León dijo que así, aparecieron las primeras monedas de un peso troqueladas en oro, piezas consideradas como muy raras y en donde se aprecia el busto del emperador; y que poco después también aparecieron en la ciudad de México, exactamente igual que las otras.
Recalcó que durante su estancia en el país, Maximiliano se mostró como un gobernante “muy progresista”, tanto que quienes habían ido por él declararon que en realidad habían traído “a un empeorador”.
También dijo que ante el retiro de las tropas francesas, con lo que se rompía el acuerdo de que se quedaran diez años –lo que marcó el principio del fin del gobierno imperial-, Carlota fue a Europa en condiciones precarias a ver a Napoleón III y hasta al Papa Pío IX, por lo que fue “la única mujer que ha pasado la noche en el Vaticano”, ironizó el expositor, ante quien empezó a dar muestras de su locura.
Esa demencia la acompañó durante 60 años, concluyó, y refirió que en el Castillo de Bouchout, en Bélgica, Carlota se ponía a remar en el lago todos los días, por horas, en una lancha hasta quedar cansada, como si recordara el momento en que se embarcó a México y que nunca supo que su marido había muerto.