Ese orgullo los hace brillar en el escenario. Literalmente. Es la pulcritud con que portan el blanco, blanquísimo atuendo que lucen y que complementan con paliacates rojos o rebozos, con sombreros, cananas y huaraches. Zapata hace lista de presente en el imaginario.
Las notas de los instrumentos de la agrupación también resplandecen y transforman el momento en festejo y el espacio en el que se presentan, en un auténtico salón de fiestas.
Los asistentes disfrutan no sólo con la percepción de los sonidos -ejecutados por quienes han sido disciplinados y sensibilizados en la música desde pequeños-, sino además, con el movimiento gozoso del cuerpo, impulsado al deleite en cada una de las melodías.
La Banda de Tlayacapan Brígido Santamaría se presentó el pasado domingo 5 de abril, en el Teatro Ocampo de Cuernavaca y convirtió el recinto en plaza para el recreo y el disfrute: la gente se puso de pie para bailar, cantó en improvisados coros, brincó detrás de un chinelo que se movió alrededor de los asientos de la planta baja y aplaudió, aplaudió, aplaudió.
*TRANSMISORES DEL TESORO CULTURAL
En el primer número, mostró la clave que ha permitido que en este 2015, la banda llegue a los 145 años de edad –surgió en 1870-, cuando pasaron al frente de los músicos y del escenario tres niños con sus platillos metálicos que hicieron sonar en los momentos justos. Atrás de ellos tocaban nueve clarinetistas jóvenes, hombres y mujeres. Simbolizaban la trasmisión de la tradición a las nuevas generaciones.
“Son 145 años de familia, tradiciones, enseñanzas e historia que encierra esta banda”, integrada por niños, jóvenes, señoras y hombres, resumió frente al micrófono el coordinador musical de la agrupación, Enrique Santamaría.
Explicó de manera breve la continuidad histórica que ha mantenido la banda gracias a la labor, en sus diferentes momentos, de Vidal, Cristino y Brígido Santamaría, quienes lograron la recopilación de los temas para el brinco del chinelo, los sones y los jarabes para toros que integran el repertorio de la agrupación.
Por eso los músicos y el público se sumaron al aplauso al último transmisor de ese tesoro cultural: don Carlos Santamaría, actual director de la banda,
presente en el concierto en asiento de primera fila.
El segundo número, titulado “La gitana” es de autor desconocido, ya que aunque la banda tiene las partituras originales, pasadas a mano por don Brígido, el nombre no aparece.
*ENVUELVEN A LA CHATA EN REBOZO ROJO
Una dama del auditorio acertó en que el ritmo que interpretarían después sería el del danzón, por lo que Enrique Santamaría bromeó: “Se ha ganado usted una colección de… músicos”, al señalar entre risas a sus compañeros.
Efectivamente, el tema era “Mocambo”, en donde reaparecieron los tres címbalos tocados por niños al frente del escenario y con el que se empezaron a mover acompasadamente los músicos y a bailar los pequeños.
“¡Ya despertaron! ¡Como que se antoja bailar!”, le dijo Santamaría al público.
La emotividad empezó a agitarse después, cuando se oyeron los primeros acordes del vals “De Morelos es la chata”, pero fue interrumpida cuando la atención se centró en una representación que hizo una pareja en el escenario, mientras los músicos tocaban.
Un leñador pretende a una chica que va por agua al manantial con su jarrón de barro y después se disputan un rebozo rojo hasta que, finalmente, él la envuelve con el lienzo y se la lleva abrazado.
“Se hacía la difícil, así son todas: Pégame pero no me dejes”, apuntó con humor inicial el coordinador musical y corrigió de inmediato: “No es cierto. Actualmente hay que entenderlas, quererlas, sobretodo”.
*SÚPER ORGULLOSOS DE LA SANGRE INDÍGENA
“Como morelenses nos sentimos orgullosos: desde cómo nos vestimos, somos zapatistas, orgullosamente morelenses, de sangre indígena de la que debemos estar súper orgullosos”, dijeron a la mitad del programa y entre aplausos del público.
Antes de la interpretación de sones y jarabes para los toros, contaron que el año 1856 en el estado dio como resultado el chinelo y que en 1876 Jesús Meza, “Chucho el muerto”, salía a mofarse de los españoles. Los “tapachichis” iban atrás de él, repitiendo lo que chiflaba Chucho.
*UNA PIEZA DE MUSEO
Lamentaron que un fragmento de esos temas musicales para corridas, titulado “El apache”, se estuviera perdiendo al dejarse de tocar en Morelos.
“Es una pieza de museo”, destacó Santamaría, mientras abajo del escenario apareció una pareja que comenzó a bailar. “Hasta dan ganas de brincar”, rubricó al finalizar el tema.
Después cuestionó si alguno de los asistentes se acababa de casar o pensaba hacerlo, “piénselo bien”, volvió a bromear y contó que en lugares como Tepalcingo, el novio contrata una “bandita” y lleva a amigos para pedir a la novia.
La gente de la comunidad se compromete a dar víveres (huentle, huentli, en náhuatl, que significa ofrenda, dijo), por lo que la interpretación siguiente fue precisamente la de ese tema proveniente de Tepalcingo y Axochiapan, “El huentle”.
Abajo, Manuel de Zacatepec y su pareja –así los presentaron- bailaron entre brincos y jaloneos.
*QUE APRENDAN, HABLEN Y CANTEN EL NÁHUATL
Una nueva sorpresa –aunque como innovación en los conciertos ya tiene algunos años- apareció en el escenario: de los nietos y bisnietos de don Carlos Santamaría, la joven Nancy interpretó dos canciones con sentimiento: “Cuatro milpas” y “Canción mexicana”. El niño Joshua cantó después “Naila”, que provocó que un chinelo bailara abajo del escenario con una dama de vestido y cabellos blancos.
Al final, Santamaría aprovechó para cuestionar porqué hoy en día la gente oye y baila los temas de la llamada música “grupera”, una de las cuales se autodenomina “la madre de todas las bandas”, cuando en realidad la verdadera “aquí está”, en Morelos, dijo en referencia a la antigüedad del conjunto que coordina.
Al cantar un nuevo tema, la “Canción mixteca”, el niño se puso nervioso y le ganaron los primeros compases.
“¡Vamos a ayudarle!”, clamó Santamaría y un coro improvisado repitió:
“Oh tierra del sol, suspiro por verte/ ahora que lejos, yo vivió sin luz sin amor,/ y al verme tan solo y triste, cual hoja al viento/ quisiera llorar, quisiera morir, de sentimiento”.
La confusión que tuvo el chico fue porque después interpretaría el mismo tema pero en náhuatl. Una porra con muchos aplausos los premió a él y a sus compañeros músicos.
“Queremos que los niños hablen náhuatl –dijo Enrique Santamaría-, nos preocupamos porque en Tlayacapan aprendan, hablen y canten en náhuatl”.
*MÁS BRÍO, EN LOS ADULTOS EN PLENITUD
Ante el “¡No!” como respuesta a la pregunta “¿No se han cansado?”, Enrique Santamaría advirtió: “Nosotros ya… pero vamos a seguir tocando un poco más” e interpretaron un popurrí de la Sonora Santanera, que hizo que más de 20 personas se apropiaran del espacio para transformarlo en pista de baile.
Contó que a los integrantes de la famosa agrupación mexicana se los toparon
en 1998, en Hanoover, Alemania, y les “regalaron” los temas que ejecutaron para el público asistente.
Mayoritariamente, los bailarines eran adultos en plenitud o de la tercera edad, como se les denomina también, aunque al moverse lo hacían con más brío que los más jóvenes. La experiencia se impuso, pero de que la gozaron todos, la gozaron. “El mudo”, “La boa” y hasta un sabroso “Mambo” de Pérez Prado, hicieron las delicias de la concurrencia.
*PARECÍA EL BROCHE DE ORO
Al final hubo lugar hasta para un brinco del Chinelo: al ritmo de las notas de la banda la gente siguió al personaje alrededor de la planta baja. En el escenario los músicos bailaban y aventaban sus sombreros al aire.
Parecía el broche de oro para el concierto, pero un “¡otra, otra!” festivo no dejó ir a los artistas y tocaron una melodía más.
La Banda de Tlayacapan Brígido Santamaría, Premio Nacional de las Artes, recordó con orgullo Enrique Santamaría –al hablar por última vez al micrófono- ha tocado con Luis Cobos, Eugenia León y Óscar Chávez, “ellos han tenido la fortuna de cantar con una banda de Morelos”, sostuvo.
La despedida musical fue un popurrí mexicano, en el que el oído reconoció a temas como “Guadalajara”, “El Sinaloense y “México, lindo y querido”.
A ese último tema habría que agregarle, merecidamente: “México lindo y querido… y orgulloso de la Banda de Tlayacapan Brígido Santamaría, la madre de todas las bandas”.