Cuando tenía 14 años de edad, el escritor Ángel Bonifaz Ezeta publicó sus primeros textos poéticos en un periódico nacional. Desde entonces han transcurrido más de 65 años.
Al cuestionarle que ha sido para él todo ese tiempo poético, sorprende con su definición: “un enorme vacío, un traspié existencial muy grande” y argumenta el porqué: “soy un poeta que publicó unos pocos poemas sueltos al filo de los 20 años y no volví a publicar hasta el siglo XXI”.
Añade que su fallecido tío Rubén Bonifaz Nuño, hermano de su padre, fue un poeta del siglo XX, “y yo resulto ser un poeta del siglo XXI, porque como en el siglo XX no publiqué nada no soy poeta de ningún momento histórico; así es que, necesariamente, soy un poeta del siglo XXI”, afirma el autor que, en este 2015, llegará a los 80 años de existencia.
La noche del pasado viernes 20 de marzo, el autor presentó su libro Poemas de mal amor y mala muerte, en la Sala Manuel M. Ponce del Jardín Borda, en Cuernavaca.
*UNA AMBICIOSA CONSTRUCCIÓN CATEDRALICIA
Dentro de la obra, publicada por el Instituto Tlaxcalteca de la Cultura y el Conaculta, se hace referencia a los contenidos con los cuales fueron forjándose los poemas: “Del amor, que debiera ser siempre el que convocase la aparición de una nueva vida y de la muerte que inexorablemente acabará con ella, está hecho este libro que pretende rescatar del lugar común los grandes temas tutelares de la conciencia y la emoción humanas”.
Agrega que “El amor compartido nunca es tan bueno que no imponga que, al lado de quien ama esté siempre el que se deja amar, éste aporta al amor compartido algo de desamor. A veces cuando este desamor se concientiza y se reconoce, el que lo alentó sufre una irremediable sensación de deuda y, según se dice en estos poemas, no ayuda a ser feliz llevar deudas de amor a cuestas”.
La introducción del volumen, agrega que: “En tanto la mala muerte no la amaga, la vida es buena y se asegura que no hay mejor quehacer que conservarla. Hay sin duda la buena muerte: esa que no se anuncia y no nos deja mirar su rostro; pero hay la mala muerte, aquella que no oculta que uno se está muriendo, que ya tiene los días contados, la que apresura entre dolores el fin que viene”.
Asimismo, puntualiza: “No forma parte de la intención de este poemario sugerir conveniente la revaloración de una forma de hacer poesía, bien acogida por un público sensible, y bien dispuesto a ofrecer solidaridad a quien sufre pérdidas y que teniendo el don de un bello estilo literario –no duda y muestra el tamaño de su dolor- y sin asordinarlos publicita amorosamente sus duelos funerarios”.
Y concluye: “Todo eso y más cruza por las páginas de este nuevo libro de Ángel Bonifaz Ezeta quien ya ha intentado antes con buen éxito, construir libros en que, como ocurre en éste, los varios poemas se sostienen solos y aislados, pero les está dado el poder de integrarse en un solo poema largo para mejor contar una historia. Tal si fueran naves, arquerías, capillas, absidiales, de una ambiciosa construcción catedralicia”.
*LA ABUNDANCIA DEL CORAZÓN SE DESBORDA
La noche del pasado viernes 20 de marzo, el autor presentó su libro Poemas de mal amor y mala muerte, en la Sala Manuel M. Ponce del Jardín Borda, en Cuernavaca. En la imagen, durante la firma de libros. (Fotografía: José Antonio Gaspar).
Después de la presentación del texto, el autor –vecino del estado de Morelos y recientemente nombrado presidente de la Asociación de Escritores de la entidad-, acepta una entrevista breve, en un ambiente que complace y agasaja, de varias maneras, a los asistentes, con la generosidad del pueblo tlaxcalteca.
-Uno puede pensar que, tratándose del tema de la muerte, la escritura de estos poemas pudo haber sido dolorosa, pero ¿en realidad cómo la vivió?
-Probablemente sí, no en etapa de duelo, no dolorosa como es la pérdida de un familiar en el momento en que ocurre. Sino dolorosa como puede ser el recuerdo de un familiar, de un hijo o de un padre que fallece, después de un año o dos, con el paso del tiempo.
Entonces, siempre nos va a hacer falta alguien, pero son distintas las sensaciones cuando se está enterrando al familiar que cuando se está evocando la falta: se está sufriendo por la falta que nos hace su consejo, su presencia.
-En este caso, ¿la poesía sería como un ejercicio liberador?
-Sin duda, la poesía siempre es un ejercicio liberador, quien diga que no es así yo creo que falta a la verdad.
Siempre es una abundancia, abundancia cordis, la abundancia del corazón se desborda en palabras, eso no tiene vuelta.
-¿Y este título no tiene una dedicatoria a alguien en especial?
-No, todos tenemos nuestros arquetipos humanos. Los varones: la mujer que nos ha parecido más bella o la mujer que nos ha parecido más atractiva, que no son necesariamente la misma mujer.
La mujer a la que más hemos querido, la mujer de la que nos enamoramos más, que tampoco suelen ser la misma. A veces sí.
El enamoramiento te viene primero, a veces el enamoramiento que precede al amor termina en amor y es otra cosa. Y coincide en la misma persona, pero no siempre.
*NO ES UNA RECTIFICACIÓN A JAIME SABINES
-El tema que toca ha sido recurrente en los grandes autores mexicanos: Jaime Sabines, con el poema dedicado a la muerte de su padre o Ricardo Garibay, que en una novela hace lo propio.
-Me han estado pinchando con que si lo que intento es una rectificación a Jaime Sabines, porque la primera muerte que lamenta en tono exaltado, es la de un amigo, un amigo íntimo, cuando Sabines tiene 23 años.
Le publican esto en la revista América, en aquella época y la han vuelto a publicar en Laberinto, el suplemento cultural del periódico Milenio, hace un tiempo. Pero es la muerte del coronel, la muerte de la tía Chofi, la muerte del amigo y ha tenido un gran éxito.
Por eso, no llevaba la intención pero pareciera que la llevase, eso de que siempre ha estado muy de moda la muerte. Lo que llama la atención ahora es la frecuencia con la que habla de ella para tener éxito.
Entonces parece que la intención se prolonga, porque digo: ¡huy!, con esa línea, se me ha muerto todo lo imaginable: tías, amigos, amigos que fueron como hermanos, adversarios, adversarios encarnizados y termino hasta con animales, muchísimos. A veces la muerte de un animal doméstico le hace un vacío, ya no sólo a uno, le hace un vacío a la familia.