¿Cómo definir los límites entre lo que quiero y lo que debo, entre lo que me da seguridad y el ser libre para ir y venir sin que nada me restrinja? La forma en que cada quien resuelve este dilema define los problemas que enfrenta. Además de que, por supuesto, define la moral que sigue y los valores éticos que respeta.
Es un equilibrio difícil de lograr porque además el ser humano establece una relación de mutua cooperación que impone cierta renuncia a lo que cada quien quiere.
Zygmunt Bauman, un sociólogo y filósofo polaco, hace una crítica sobre la sociedad actual. Él considera que vivimos en un entorno fluido, “modernidad líquida” –como él le denomina, que no favorece el compromiso a largo plazo.
Primero, porque asistimos a una vida de cambios tecnológicos sin precedentes. Por el otro, nos hemos acostumbrado a una forma de pensar de “usar y tirar”. Es lo que denominamos “obsolescencia programada”, de la cual escribimos un artículo con anterioridad, para quienes pueden recordarlo. Allí el punto central es entender que los comerciantes están decididos a vender productos que se puedan desechar rápido, programados para que fallen o de mala calidad, para que se siga vendiendo y vendiendo.
Esto lleva a la gente a enfocarse en tener lo último y más moderno que salió al mercado y llevar una vida en la que es fácil desechar. También se ha acostumbrado a la continua novedad, a un placer inmediato y breve y la necesidad de nuevas aventuras y continuos cambios para llenar esa necesidad creada de tener lo último, lo novedoso y lo que procure más placer sin esfuerzos.
De allí que sean gente impaciente, que se aburre, que está poco dispuesta a invertir tiempo en un proceso a largo plazo. Y por supuesto, que tienen poco apego a lo permanente, a lo durable, a lo que se mantiene constante, pues resulta aburrido. Él no saca todas las conclusiones ética-morales de esta forma de vida ni las consecuencias psicológicas de las que nos estamos ocupando ahora en esta serie de artículos.
Este pensador da una buena metáfora para retratar esta manera de ser: es como el agua, adopta siempre formas distintas, se mueve constantemente y sólo puede ser contenida bajo mucha presión, como el agua entre las paredes rígidas de una presa.
Las personas de “tipo líquido”, como les denominamos adoptando el término de Bauman, son las que prefieren la libertad por encima de la seguridad. Y esperan que todo se les adapte y los contenga, así como el recipiente al agua.
Es decir, en el fondo quieren la seguridad de un techo, la durabilidad de una relación, la constancia de una serie de satisfactores, pero para poder seguir su modo de vida, rompiendo compromisos que los aten o los frenen a la manera que quieren en ese momento vivir, es necesario que otros se ocupen de sus responsabilidades y de garantizarles la continuidad de una forma de vida en la que no son equitativos con respecto a los sacrificios, los límites y por supuesto, la obediencia a reglas morales y la búsqueda ideal de valores éticos.
Vamos a dar algunos ejemplos. Podemos pensar en los jóvenes que quieren divertirse con sus amigos. Ya no estudian, a lo mejor dejaron sus estudios truncos o terminaron pero no trabajan. Pueden ir y venir, divertirse y tener aventuras apasionadas llenas de emoción gracias a que su madre, quizá madre soltera trabaja y les da todo a manos llenas, dado que se siente culpable por no darle un padre y todo su tiempo.
Y así se mantiene una relación patológica entre una persona “líquida” y su parte codependiente. Es necesario parar esto con psicoterapia. Lo difícil es que es motivado por el medio ambiente. Veremos cómo en otros artículos.
Mtra. Ruth Holtz, Terapeuta psicocorporal, Analista bioenergética, Psicoterapeuta psicoanalítica. Orientadora cristiana. Informes y citas para videollamada a Colima al tel. 01 312 3 30 72 54
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