Barcelona. España.Mi encuentro con Claudio Magris (Trieste, Italia, 1939), se da en el restaurante Salambó en la zona alta de Barcelona, cuyo anfitrión fue el escritor español Pedro Zarraluki. De entrada hablamos del café, del cual me dice de inmediato: "Sentados en el café, se está de viaje, ambos estamos de viaje", y más adelante recuerda un párrafo de algún texto: "El café se parece a un tablero de ajedrez y entre sus mesas uno se mueve igual que el caballo, torciendo continuamente en ángulo recto y volviéndose a encontrar a menudo".
El escritor italiano Claudio Magris es el ganador del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2014. Será distinguido con ese reconocimiento durante la ceremonia de inauguración de la edición 28 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), que se realizará en la capital de Jalisco del 29 de noviembre al 7 de diciembre de este año. A propósito de ese muevo reconocimiento para el autor de El infinito viajar, La historia no ha terminado y Alfabetos, Miguel Ángel Muñoz nos envía esta entrevista que sotuvo en alguna ocasión con él. Coordinación de Bajo el volcán. |
En ese reducido espacio, en ese pequeño microcosmos, cabe una vida, una historia, como lo muestra Magris en todos sus textos. Y recuerdo tres en especial, El Danubio, Itaca y más allá y Microcosmos, novela con la cual se completa el ciclo de viajes y metáforas sobre la existencia. Sus estudios han contribuido a difundir en Italia el conocimiento de la cultura centroeuropea. Es creador del concepto político Mitteleuropa, que consiste en una Europa Centralcon predominio alemán.
Como ensayista y gran lector se ha interesado, ente otros, por la obra de Joseph Roth, Robert Musil, E.T.A. Hoffmann, Henrik Ibsen, Italo Svevo, Hermann Hesse y Jorge Luis Borges. Aparte del Premio Strega (1997), el más importante de las letras italianas, y el Erasmus de Holanda (2001), obtuvo el premio periodístico Juan Carlos I por su artículo "El titiritero de Madrid", publicado en el Corriere della Sera.
Fue nombrado Cavaliere di Gran Croce Ordine al mérito de la República Italiana (2002). Ha obtenido también la medalla de oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid (2003) y fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2004, por considerarse que "encarna en su escritura la mejor tradición humanista y representa la imagen plural de la literatura europea al comienzo del siglo XXI. Una Europa diversa y sin fronteras, solidaria y dispuesta al diálogo de culturas.
- ¿Qué diferencias podríamos interpretar entre la historia de El Danubioy la de Microcosmos?
-Siento que ambas son una mezcla de naturaleza, cosas y sentidos, y a la vez una reflexión muy personal sobre la cultura; en El Danubio prevalece más lo último, se imponen problemas concretos que tienen que ver con la cultura y la literatura. En cambio, en Microcosmos el equilibrio se dirige más hacia el acto de narrar. Las cosas, aunque ya estaban en El Danubio, aquí tienen más importancia. En ésta había más libros, y creo que es la gran diferencia, el viaje en El Danubio era el viaje a través de la Historia universal hecha y rehecha tantas veces.
-¿Crees que el yo tiene un papel fundamental dentro de la narración?
-No lo creo, pues el yo estaba ya más difuminado y había cierta dificultad para la vida, para el emerger de los personajes, que son como engullidos, que desaparecen dentro del texto. Tenía también una obsesión de viajero más neurótica: corre, corre, corre, que siempre quiere adelante. Por ello, creo que en Microcosmos, está mucho más persuadido, mucho más persuadido, mucho más presente, mucho más atento a la vida que corre porabajo. El viaje pequeño de la novela es el que permite una mayor humildad en el sentido etimológico de humus, de vecindad con la tierra. El acento está puesto sobre ello y también sobre la amistad, la fidelidad a los lugares, a los amigos, al zumbido de la vida.
-En sus libros siempre se percibe una frontera inimaginable, ¿cómo la defines o interpretas?
-Desde luego, y no sólo se trata de fronteras culturales, políticas o lingüísticas, sino que está la frontera que divide el agua de la tierra, la vida de la muerte. No fui muy consciente de esto al momento de escribirlo, pero luego resultó así. Al final me di cuenta de que el libro estaba hecho, hablaba de lugares cada vez más pequeños que, sin embargo, se iban comunicando y encontrando: el jardín público, la iglesia envuelta por la ola de mar, unos cabellos negros que con un reflejo del cielo parecen casi azules, etcétera. Es como si el yo fuera formado poco a poco de todo eso. Por otra parte, hay un yo cada vez más frágil que distingue cada vez con más dificultad lo verdadero de lo falso, lo que se narra de lo que se ha vivido.
-¿Es un viaje de cambio constante o se queda en un mismo sitio?
-Es un viaje que se transforma constantemente, pero a la vez defendiendo tenazmente ese yo que se presenta. Quizá por ello siento profundamente esta línea de confín, pero intento defenderla siempre entre lo que somos y lo que apenas somos, hasta el punto de evaporarnos.
-¿Cómo explica esa identidad del "nosotros", como una unidad total? Sería una moderna revisión del futuro europeo.
-Creo que es una defensa peligrosa. El principal problema que hay en todo esto es que si uno se pasa toda la vida absorbido por la idea de defenderse, acaba perdiendo siempre. Es el gran problema de la frontera: conservar dentro de uno mismo el valle, sin la necesidad de ponerte los pantalones de tirolés. Este es el otro tema de Microcosmos. Es decir, la idea de pasar a través de muchas derrotas aceptándolas, sin por ello aflojar el paso, o darse por vencidos totalmente. Es una de las claves del libro: aceptar y no aceptar al mismo tiempo. La libertad que da el reconocer la propia debilidad y la propia relatividad.
-Pero, ¿crees que hay en todo esto que dices otro microcosmos oculto entre nosotros?
-Claro, hay ciertos microcosmos encerrados en nosotros mismos que son el auténtico antimicrocosmos, pues no están capacitados para ser un cosmos total. La Europa del futuro dialecto, siendo de Trieste, pero a la vez sin hacer de "triestino". Lo otro es la muerte.
-¿Lo puedo entender como una respuesta tuya a la llamada globalización que tanto se puso de moda hace unos años?
-Es precisamente eso lo que provoca. Porque el ansia de la globalización te lleva a querer encerrarte y defenderte con tus propias armas. En la cuestión de la defensa, el proceso es siempre el mismo: la amenaza, el miedo y la muralla china que finalmente termina por destruirte.
¿Cree que hay alguna salida?
-Laúnica salida como te decía es defenderte. No creo que tengamos otra más clara. Al menos por el momento.
-Antes de comenzar a grabar hablamos de nuestras ciudades predilectas como París, Lyon, Burdeos, Madrid, Lisboa, etcétera, y me llama la atención el especial cariño que le tienes a Praga y a Trieste, ¿por qué?
-Creo que hay una serie de constantes, de contradiciones no resueltas que empujan a la literatura, al cine, al teatro. Porque cuando no sabes quién eres, te pones a escribir, a imaginar espacios diversos. Tevuelcas en una obsesión sobre ti mismo. Cuando se te piden cuentas, te miras mucho por dentro. Por ello son ciudades que, o bien dan obras maestras de la literatura o son terribles. Además son ciudades que en algún momento se han quedado bloqueadas en su historia propia. Trieste es típica en esto. Comienza con un gran esplendor político y económico, comienza a emerger la cultura y en seguida se queda bloqueada. Entonces adquiere una posición disarmónica que continuamente la hace compararse con lo que podía haber sido. Pretende ser París o Viena, se celebra, de repente se da cuenta que no lo es, dice que no vale la pena, retrocede y vuelve a empezar.
-Según cuentas Trieste era una ciudad triste, que no reconocía a sus "héroes", ¿crees que ha cambiado o todo sigue igual?
-Creo que ha cambiado mucho, no todo es bueno y no todo es malo. Hay una balanza más equilibrada en ello. Ahora está más abierta, ya podemos decir que es una gran ciudad cosmopolita, una ciudad abierta a todo.
-Y Claudio Magris ¿ha cambiado mucho?
-Desde luego, siempre he oscilado entre dos polos en mi vida. La pasión política-ética, y por el otro mi sentido del deber. En ambas posturas he madurado, pero siempre me he mantendo fiel a lo que pienso.
*Esta entrevista pertenece al libroCrónicas de la memoria de Miguel Ángel Muñoz de próxima aparición.