*Algunas de las páginas más bellas que se han escrito en la literatura mexicana, están en el volumen, afirmó el director general de Cal y Arena
*Nada lograron, quienes creyeron que podrían arrinconarlo al negarle premios y reconocimientos, concluyó Hernández
*Garibay se apropió de todo el idioma, “para presentarnos, a través de la magia de las palabras, los dramas, las luces, las ilusiones, las fantasías, las desesperanzas y la podredumbre del ser humano”, dijo Vega Zaragoza
*En el vigor de la prosa garibayesca, uno puede cabalgar gustoso y a buen ritmo, paladeando cada texto y cada apartado, añadió el maestro universitario
Ciudad de México.La intensidad del recuerdo del escritor Ricardo Garibay, como maestro y amigo, se hizo presente, primero en un breve silencio y después, en el quiebre de la voz de la novelista Josefina Estrada, al finalizar la presentación del libro Ricardo Garibay. Antología, editado por Cal y Arena.
La autora terminaba su intervención, en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes: “Garibay solía decir que los escritores son el alma de un país, que nadie recuerda a sus políticos. Quienes realmente sobreviven son sus escritores”.
En ese sentido, prosiguió, “elegí aquellos textos donde Garibay se viera jovial, vital, lúcido”, y de pronto, mientras la emoción le entrecortaba las últimas palabras, dijo: “porque Garibay cumplirá 15 años de haber entrado a la inmortalidad, porque sigue… maravillosamente vivo”.
Al mediodía del pasado domingo 19 de enero, ante un numeroso público que llenó el recinto –en donde se encontraban los hijos del narrador, María y Ricardo María Garibay-, Josefina Estrada afirmó que el autor hidalguense, en persona “era seductor, un maravilloso conversador, bromista, histriónico, comentarista y lector infatigable”.
Explicó, en la mesa en la que también participaron Francisco Hernández, Guillermo Vega Zaragoza y Rafael Pérez Gay, que era verdad que Garibay no gozó de la simpatía de la élite intelectual, porque además de ver moros con tranchetes, “era neurótico, descalificador y agresivo”, y no perteneció a ningún grupo cultural ni académico.
Sin embargo, continuó, Garibay siempre fue admirado por sus lectores; “entraba a un Sanborns y tardaba varios minutos en llegar a su mesa, porque la gente se levantaba a saludarlo. Lo reconocían en el mundo cinematográfico y político. Nunca fue un desconocido”, sostuvo.
Mencionó que el próximo 3 de mayo, se cumplirá década y media del fallecimiento del artista, “en ese tiempo se publicaron los diez tomos de su Obra reunida, un sueño que él ya no vio cumplido; y ahora nos reúne esta antología que busca representar a Ricardo Garibay de cuerpo entero”, con su personalidad, sus fobias, entusiasmos y obsesiones, enunció.
La también catedrática de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), enfatizó en un punto: “es un escritor que seduce a los lectores jóvenes”.
“Lo puedo ver cada vez que dejo leer uno de sus libros a mis alumnos de periodismo, en la materia de periodismo y lenguaje narrativo, que se imparte en el séptimo semestre en la especialidad de periodismo escrito. Hay alumnos que hasta ese momento no sabían de la existencia de Garibay y se asombran de que, a punto de terminar la carrera, ningún otro profesor lo hubiera mencionado”.
Por ello, para que Garibay sea conocido, añadió, “deberán incluirse fragmentos de su obra en los libros de texto de primaria y que los alumnos, desde secundaria hasta la universidad, lean sus libros como textos obligatorios; así, cualquiera que pasara por la escuela sabría de él”.
Demandó que los políticos y funcionarios de cultura nombren bibliotecas, jardines, calles y puentes con el de Ricardo Garibay, “tal como viene haciéndolo Pachuca, Hidalgo, donde hay un premio de cuento y la principal biblioteca lleva su nombre. Y hasta sus políticos le otorgaron una medalla post mortem”, resaltó Estrada.
*DE LAS PÁGINAS MÁS BELLAS DE LA LITERATURA MEXICANA
El director general de Ediciones Cal y Arena, Rafael Pérez Gay –moderador de la mesa de presentación-, destacó que en la antología reunida por Josefina Estrada, están algunas de las páginas más bellas que se han escrito en la literatura mexicana sobre la infancia, la familia, el padre, el abuelo y lo que es crecer en una zona de aquella ciudad de México que le tocó vivir a Garibay en sus primeros años, expuso.
Indicó que se trataba del primer volumen de la colección “Esenciales del Siglo XX”, y que siempre tuvo la impresión de que la obra de Garibay, “había cruzado el tiempo de las letras mexicanas, dominada por una paradoja; es una rara contradicción que se enquistó en la vida de Garibay cuando decidió ser parte del selecto círculo de escritores que también eran un personaje”.
A ese personaje extraordinario que alardeaba, que hablaba muy bien, que conocía el español como muy pocos escritores, añadió, se le debe lo más notable de su obra y tiene, también, “la maldición de los autores prolíficos y las agitaciones de una vida larga, extravagante, feliz”.
Señaló que, aunque el narrador fue un extraordinario cronista urbano, “la vasta y extraordinaria obra de Ricardo Garibay, se inicia en el paisaje rural, del cual nunca acabó bien a bien de salir”.
“En ese paisaje rural, ocurren algunos de sus grandes libros y se desprenden hacia otros que están contenidos en esta antología realizada por la mano editora, por la mano de escritora de Josefina Estrada”, apuntó el directivo.
Reconoció que ya no recordaba al Garibay de humor extraordinario, “en la literatura mexicana el humor canónico está enterrado en la obra de Jorge Ibargüengoitia; (pero) puedo asegurarles que van a desternillarse de la risa en algunos de los textos que forman parte de esta antología”, estableció Pérez Gay.
*UNAS LÍNEAS ESCRITAS CON TEMOR
Por su parte, el poeta Francisco Hernández leyó una carta dirigida al desaparecido hombre de letras.
Manifestó que al releerlo, las interrogantes ya formuladas en otros escritos saltaron nuevamente “como liebres de la chistera de la envidia y la mediocridad, y aparecen las preguntas que todos nos hemos hecho alguna vez: ¿por qué nunca perteneció a la Academia Mexicana de la Lengua?, ¿por qué no lo distinguieron con el Premio Nacional de Ciencias y Artes?”.
Reflexionó que quienes creyeron que así lo iban a arrinconar, “nada lograron, tal vez porque, desde niño, lo suyo era la riña y no hacerle caso a algunos despistados que pretendían alejarlo de la creación”.
Cuestionó que si la vanidad estaba tan ligada como defecto a su persona, “¿por qué pasan por alto la de Octavio Paz, Carlos Fuentes o José Luis Cuevas? Esto en nada disminuye su capacidad de artistas, óptimos dueños de una incansable lucidez”, subrayó Hernández.
“Otros rasgos inconfundibles de su carácter, fue crear, leñe, otro lenguaje, uniendo, cortando, separando, borrando acentos o consonantes devoradores de vocales”.
Con ello, nos obligaba a fijar nuestra atención, “a leer con todos los racimos de nuestras pupilas, porque corríamos el riesgo de no entender nada y quedar como verdaderos idiotas”, aseveró el multipremiado bardo veracruzano.
Evocó la primera vez que leyó Beber un cáliz, “yo tenía otros ojos, crecían otros años y el páncreas de mi padre aún no estaba listo para entregarse, con los brazos abiertos, a un cáncer veraniego”, tiempo después, mientras buscaba algunas publicaciones suyas, “él murió y volví a clavarme en varios de sus textos repletos de espinas y de sismos”, agregó.
Confesó a su destinatario, al finalizar su misiva, “el temor de escribir estas líneas para usted celebrando la aparición de esta antología, que a partir de hoy es imprescindible. Ya de salida le hago saber que Beber un cáliz me estremece, me agrieta más que Algo sobre la muerte del mayor Sabines”, concluyó.
*NUNCA LLEGÓ A SER LO QUE DEBIÓ SER POR DERECHO PROPIO
En su intervención, el periodista, maestro universitario y escritor Guillermo Vega Zaragoza,
leyó un amplio discurso, colmado de remembranzas y definiciones.
Recordó que casi medio siglo atrás, el 8 de julio de 1965, Ricardo Garibay estuvo en esa misma sala, en el ciclo “Los escritores frente al público”, como parte de una primera tanda donde desfilaron otros 20 grandes autores de las letras mexicanas.
“Su conferencia no colmó el recinto, no fue el ágape tumultuario que un mes después convocaría Carlos Fuentes aquí mismo, porque Ricardo Garibay nunca llegó a ser lo que quería y debió ser por derecho propio: un escritor reconocido arrolladoramente, premiado y aplaudido por un público unánime, en punta de los que conforman su generación y de los que vinieron después y no alcanzaron a forjar un estilo tan propio”.
Como ya se ha dicho, refirió, “nunca, nadie en la historia de la literatura mexicana escribió tanto y tan bien como él, y nunca una obra ha sido tan ninguneada por la cultura oficial, los cenáculos culturales y los estudios académicos, como la suya”.
Todo fue debido, consideró, “a su peculiar forma de ser, altiva y pendenciera, intolerante ante la mediocridad y de fúrica reacción ante las actitudes genuflexas”.
Argumentó que la obra que realiza un autor es lo único que queda para escapar del olvido, “por la obra será uno salvado y por la obra habremos de ser condenados. Y lo que nos queda de Ricardo Garibay, es una obra vasta, rotunda, con alturas y precipicios, desigual como es la propia vida, porque para Ricardo Garibay la vida sólo tenía sentido si podía escribir y escribirla”.
Opinó que, sólo alguien con conocimiento profundo de la obra del narrador, podía salir avante del reto de realizar la primera antología que ofreciera una ceñida panorámica de la capacidad narrativa de Garibay, “y Josefina Estrada lo logró con creces”, realzó Guillermo Vega.
A pesar de la magnitud del volumen -más de 600 páginas-, acotó, “la lectura de los textos de Garibay de ninguna manera es pesada ni tediosa; ello se debe no sólo a la cuidadosa selección realizada, que incluye tanto lo representativo, como lo eminentemente destacable y original, sino sobre todo al vigor de la prosa garibayesca”.
Prosa sobre la que el lector, “puede cabalgar gustoso y a buen ritmo, paladeando cada texto y cada apartado, hasta que se da uno cuenta que ya lleva horas enteras ante estas páginas, de las mejores que haya escrito un hombre nacido en esta tierra mexicana”, dijo Vega.
Llamó la atención al hecho de que en Garibay, “la frontera de los géneros es incierta y discutible”.
“¿Dónde acaba el cuento y empieza la crónica?, ¿cómo distinguir a éstos del retrato y el ensayo?, para Garibay sólo parece existir un género: la prosa; y la forma literaria es algo tan arbitrario y maleable que debe rendirse ante la intencionalidad del escritor, quien nunca debe de apartarse de su objetivo fundamental: conmover y maravillar al lector”.
Es decir, recalcó, “Garibay es un autor que demuestra escribir con todo el lenguaje, que se ha apropiado de todo el idioma, y como le pertenece, lo utiliza a su antojo, pero no para hacer malabares o fuegos de artificio, sino para presentarnos, a través de la magia de las palabras, los dramas, las luces, las ilusiones, las fantasías, las desesperanzas y la podredumbre del ser humano”.
Finalmente, expresó que la lectura de la antología presentada, “debería ser obligatoria para todo aquel que incursione o quiera incursionar en un trabajo relacionado con el lenguaje: escritores, periodistas, maestros, hasta políticos si se atrevieran a leer aunque fuera un libro completo”, fustigó el presentador mientras el público correspondió con aplausos a lo dicho