Estamos viviendo una crisis de salud, económica y social mundial sin precedentes. El COVID-19 nos ha obligado a modificar rápidamente muchas conductas que hemos estado realizando sin cuestionar por varias décadas y algunas por centurias.
Ante esta situación, el sector científico se ha volcado para escudriñar, desde muy diversas perspectivas (aspectos médicos, epidemiológicos, farmacéuticos, ambientales, sociales, económicos, musicales y muchos otros) las múltiples facetas de esta crisis.
Los esfuerzos por desarrollar terapias o vacunas han llamado la atención de los medios y también los estudios sobre la conducta de las personas bajo condiciones diferentes han sido importantes.
De hecho, en mi opinión, todas las perspectivas de análisis son esenciales para poder definir estrategias para contender con la crisis. Puedo estar de acuerdo con muchas personas que piensan que el COVID-19 solo aceleró la llegada de esta crisis que nos obliga a reflexionar sobre la forma en que estamos viviendo y considero oportuno analizar desde múltiples perspectivas la situación.
En estas opiniones ya he planteado algunas, pero hoy quiero comentar desde el punto de vista económico la dinámica de las cadenas de producción y las condiciones laborales. Dado que la crisis de COVID-19 sacudió tremenda y profundamente a la economía y nos mandó a una proporción muy grande de la población a no trabajar o a trabajar desde casa modificando nuestros hábitos de consumo y de requerimientos cotidianos. Verdaderamente, este tipo de sacudidas se asemejan a un terremoto y dejará efectos tanto de corto como de largo plazo en la mayoría de las actividades humanas.
Comentaré brevemente un trabajo publicado en la revista “Oxford Review of Economic Policy” [1] donde se presenta un estudio cuantitativo de esta sacudida a la sociedad que hoy vivimos. Lo que me parece esencial de este estudio es que usa datos para alimentar modelos económicos de no equilibrio en una red de múltiples niveles que describen las interacciones de las diferentes cadenas de producción analizando los cambios en la producción al mismo tiempo que en la demanda. Recordemos que a principios de la etapa de emergencia se redujo sustancialmente la actividad de las empresas e industrias, cambiando el sistema de proveeduría de productos y servicios; adicionalmente, nuestras actividades cotidianas también cambiaron y modificaron nuestra demanda de productos y servicios.
Los niveles de ocupación de la población también cambiaron. Esta situación de parálisis no se había imaginado y por lo tanto no se había explorado en el ámbito académico.
Este tipo de situaciones son verdaderamente retadoras para los científicos de todas las disciplinas. Sin embargo, con una perspectiva de modelado de redes y de interacciones acopladas aunado a la disponibilidad de datos, se pueden obtener predicciones de primera aproximación que son indicativas e ilustrativas.
Entre los hallazgos de este trabajo podemos mencionar que la pérdida del empleo no se distribuirá de igual manera en la población e impactará mayormente en los trabajos con menor remuneración. Es decir, la crisis dejará un mayor impacto negativo en los que menos ganan en comparación con los empleos mejor remunerados. Además, los empleos con mejor retribución son los que pudieron continuarse a distancia.
El impacto directo en los indicadores macroeconómicos se espera sea mayor al 20 por ciento en economías como las de Estados Unidos.
Por ello se deben establecer estrategias para la reactivación, sin poner en riesgo la salud de la población, como lo son políticas agresivas en el ámbito fiscal para la preservación de la solvencia de los negocios, además de establecer programas que atiendan las necesidades de los más pobres.
Por supuesto, aquí no puedo abundar, pero invito a la audiencia a leer el trabajo o ver la videoconferencia dónde se explica parte de sus principales resultados [2] y estar informados. Estoy seguro de que las conclusiones pueden ser útiles para tratar de entender la situación que estamos sufriendo.
Lamentablemente para nuestro país, este análisis requirió de datos que no están tradicionalmente disponibles en nuestros entornos. Digo lamentablemente, ya que un estudio similar para México implicaría disponer de esos datos. Los modelos utilizados fueron codificados en programas computacionales de acceso abierto y, por lo tanto, podrían ser utilizados si los datos que requieren estuvieran al alcance.
Empecemos a construir los datos para que en el futuro contemos con ellos y podamos entender mejor las futuras situaciones.
Sin embargo, quiero comentar que las enseñanzas de estos trabajos pueden ser trasladadas a nuestro particular entorno con la intervención de personal capacitado.
Las acciones son complejas, y el contender con la crisis no parece admitir estrategias que menosprecien alguna parte del complejo entramado de nuestra sociedad actual.
El mirar con perspectiva sistémica a nuestra sociedad invita a colaboraciones multidisciplinarias que establezcan verdaderos diálogos en pos de un entendimiento de la situación.
Si un grupo personas dedicadas a la ciencia y la tecnología encontrarán la vacuna o un fármaco que nos ayudara a sobrepasar el COVID-19, todavía quedaría resarcir las profundas diferencias en las dimensiones sociales, económicas, ambientales y organizacionales que ha acrecentado esta crisis.
La tarea no es menor ni debe ser ninguneada. Enfrentamos y enfrentaremos una severísima crisis que requiere un trabajo colectivo de todas las personas que habitamos cada región... cada país... del planeta entero, si es que deseamos construir y participar del bienestar social.
[1] https://doi.org/10.1093/oxrep/graa033
[2] https://youtu.be/5wtNm6ETuLQ