Después de las elecciones del pasado 1 de julio, en nuestro país se han abierto expectativas de cambio con respecto a los últimos 18 años. Estas esperanzas son muchas, ya que la desigualdad en la que vivimos, ha sumido en la pobreza a la mayoría de la población en nuestro país. La bonanza que pudo haber ocasionado un precio del barril del petróleo por arriba de los 100 dólares durante el sexenio de Vicente Fox, se esfumó y solamente produjo que los que tenían más consiguieran más.
La guerra sin estrategia que se emprendió durante el sexenio de Felipe Calderón y que se continuó en el de Enrique Peña Nieto, ha causado centenas de miles de muertes y una corrupción que ha permeado muchísimos sectores de nuestra sociedad.
Lo anterior y muchas otras lamentables situaciones, han ocasionado que la mayoría de los electores participaran en las elecciones de este mes y que la mayoría de los que sufragaran lo hicieran por Andrés Manuel López Obrador con la esperanza de propiciar y ser parte de un cambio real en la forma de repartir la riqueza.
Tenemos que ser claros, en nuestro país los indicadores macroeconómicos han sido mantenidos y en algunos casos incrementado durante este milenio; pero los indicadores que reflejan el bienestar social han caído dramáticamente y ahora son verdaderamente de un país subdesarrollado.
La apuesta de implementar estrategias para propiciar el beneficio social ha sido comprendida como una alternativa real a la solución de la inseguridad, además, la propuesta de combatir a la corrupción parecen parte de la última opción, antes de provocar un estallido social del que nadie parece estar convencido sea conveniente.
Esta situación, ha provocado que se revivan los miedos heredados por la población sometida a la propaganda anticomunista del siglo pasado. En esta época he oído muchísimos comentarios sobre López Obrador, muy similares a aquellos que se podían leer en la revista Selecciones desorientando a la población sobre ficticias acciones de los comunistas.
La mayoría de las personas de hoy no leyeron esos enajenantes mensajes; pero sí escuchan los actuales. Una proporción pequeña, pero influyente de nuestra población, se identifica con el lema de todos podemos ser ricos rápidamente; aunque para ello sea necesario seguir incrementando las ganancias de unos cuantos, a costa de los que solamente tienen su fuerza de trabajo para conseguir sus satisfactores.
Parece más adecuado concebir que si a los vecinos les va bien y a los que viven en otra ciudad también, y si los ciudadanos de otros países tienen sus necesidades satisfechas, entonces la distribución de la riqueza será menos desigual y propiciará un mayor bienestar social con la consecuente seguridad social.
Hoy, en este mundo globalizado, se puede conseguir si propiciamos que la mayoría de la población genere servicios o productos con valor de intercambio que puedan aportar lo suficiente para satisfacer sus necesidades.
Uno de los aspectos necesarios para conseguir estos productos o servicios es el conocimiento y, ya sabemos, que la ciencia es la herramienta para generar conocimiento. Así la innovación basada en ciencia, en conocimiento, es una de las actividades que debemos propiciar en nuestro país. También los científicos tenemos esperanzas y miedos para este período.
Sabemos que para poder realizar innovación basada en conocimiento, primero tenemos que generar conocimiento de frontera; algunos llaman a esta actividad ciencia básica y la distinguen de la ciencia aplicada. El sector industrial y empresarial en nuestro país ha tratado de priorizar la llamada ciencia aplicada.
Desde mi punto de vista, es una división artificial, dado que toda la ciencia es aplicable y, en ese sentido, debemos cultivar todas las facetas de la ciencia para incrementar la posibilidad de generar esos productos o servicios con alto valor de intercambio.
Por esta razón, me parece adecuada la propuesta de incentivar más las labores de científicas en nuestro país. Estoy seguro que si se logra cumplir con la meta de una inversión del 1% en actividades científicas, se podrá promover toda la ciencia aplicable (básica, aplicada y desarrollo tecnológico) y generar innovación basada en conocimiento. Esto último requiere de la participación de los diferentes sectores: científico, industrial, sociedad civil y gobierno.
Como todo establecimiento de políticas públicas es necesario evaluar su desempeño, por lo tanto, es importante desarrollar herramientas de evaluación para conocer los impactos que esta actividad científica tendrá para la población mexicana. En este sentido, no basta con contar los artículos científicos, la formación de personal altamente capacitado o los comentarios recibidos en la literatura científica; sino que además deberá ser incluida la opinión de la sociedad que participa o usa esta generación de este conocimiento. El pasado día 4 de julio apareció un artículo en la revista Nature, mencionando una herramienta enfocada a explorar la opinión de la sociedad respecto a proyectos científicos [1]. Este artículo propone que mediante rúbricas se pueden evaluar diferentes impactos del conocimiento científico desarrollado y apoyado, estas rúbricas permiten sistematizar la opinión tanto de científicos de otras áreas como de personas no científicas; pero que pueden ser beneficiarias de ese conocimiento nuevo.
Considero, estamos ante la posibilidad de concretar las esperanzas y sobrepasar los miedos para construir un México que propicie el beneficio social de largo plazo. El camino no será fácil, no considero pueda ser realizado en seis años; pero si todos contribuimos, podemos iniciar un verdadero cambio que genere ese bienestar social que merecemos.
[1] https://www.nature.com/magazine-assets/d41586-018-05581-4/d41586-018-05581-4.pdf