El estado navega por aguas intranquilas, por una serie de imprecisiones que también repercuten en el ambiente preelectoral, hay una especie de inestabilidad en el terreno en el partidista
La confrontación que vemos entre muchos actores políticos y sociales también se padece al interior de algunos institutos. Uno de ellos, el Revolucionario institucional (PRI), exhibe ya la ruptura entre grupos y corrientes, amenazando incluso con llegar a la expulsión de algunos de sus miembros distinguidos.
Es uno de los tres partidos considerados como grandes. Sus adversarios, el de la Revolución Democrática (PRD) y Acción Nacional (PAN), como que están por encima de esas crisis. El primero es el que ejerce el poder, por lo tanto cuenta con ciertas ventajas, aunque gobernar desgasta y ese será su problema al final.
Los azules parecieran ser los más compactos, enfrentaron serios conflictos por el reacomodo de fuerzas pero hoy caminan más o menos en el mismo sentido, lo que pudiera facilitarles las cosas a la hora de la verdad. Sin embargo, es el tricolor el instituto que sigue sin encontrar la manera de conciliar sus intereses y eso los pone nuevamente en zona de riesgo para las elecciones en puerta.
La dirigencia estatal que sigue encabezando Rodolfo Becerril Straffon ya tomó distancia de la actitud de buena parte de quienes integran la fracción parlamentaria local en el Congreso del estado. El Comité Directivo viene manteniendo ciertas coincidencias con la postura de sus legisladores federales, lo que advierte de la formación de dos grandes bloques: aquellos que buscan que el tricolor asuma su postura de oposición frente al gobierno perredista, y los otros, que caminan de la mano del jefe del poder ejecutivo.
Es decir, a menos que desde la dirigencia nacional se dé un manotazo en el escritorio a fin de que sus huestes en el estado se alineen con los intereses centrales, las cosas más bien se van a ir descomponiendo cada vez más; ya los conocemos de sobra, porque eso fue lo que los dejó fuera del ejercicio del poder estatal desde el año 2000.
Ellos saben perfectamente que lo que les ha impedido recuperar el mando de las instituciones en Morelos ha sido su división cada vez que se aproxima una justa electoral, y hoy van por el mismo sendero y no se ve de qué manera puedan cambiarle el sentido a las cosas.
Lamentablemente para ellos, sin que sean los que conducen las instituciones estatales, están pagando los costos de la inconformidad social y sólo acciones contundentes podrían darles algo de oxígeno para ser competitivos en la contienda que ya está a la vuelta de la esquina.
En efecto, de los tres grandes partidos, se antoja que es el PRI el más debilitado, porque desde la trinchera de enfrente les vienen metiendo goles cada vez que quieren y si bien el instituto en el poder tampoco vive sus mejores momentos, tienen el poder, la fuerza y el dinero para ayudarse, pero los priistas acá no tienen nada, y como que desde el ámbito federal tampoco les preocupa mucho el voto local, porque la influencia de Morelos en el contexto nacional es nula.
Tienen pocos cuadros, acaso aquellos que ocupan una curul en la cámara baja, representando a la entidad y algunos otros personajes que ya han contendido por cargos de elección popular pero que se agotan en los primeros espacios.
Ya hemos insistido mucho: para empezar, están en el entendido de que irán a una reestructuración en la presidencia estatal del tricolor, pero tampoco se ve cuándo, lo que los someterá a otro desgaste que los dejará bastante debilitados.
A partir de ahí tendrán necesariamente que someter a revisión sus estructuras formales, porque es casi seguro que muchos de sus comités, sobre todo seccionales, ya no existen o sus dirigentes vienen trabajando a favor de los contrarios.
Pero eso demanda de meses de trabajo, así que en pleno proceso preelectoral andarán renovando cuadros en lugar de estar buscando cercanía con el electorado. Hay quienes, desde algunas posiciones significativas, con supuesto acceso a información privilegiada, afirman que hay ya un pacto entre el gobierno estatal y el federal en el sentido de que la gubernatura le será devuelta al tricolor en el 2018. Sin embargo y aunque así fuera, se requieren circunstancias apropiadas para ello, o sea, que se vea en las urnas a un partido competitivo que logre legitimar alguna acción de esa naturaleza, pero no vemos actualmente algo parecido. Por el contrario, cada vez hay mayor conflicto interno, que les impide abrirse paso en una competencia que se antoja impredecible.
Más bien es el Partido Acción Nacional (PAN) el que muestra que volverá a pelear con todo y, hasta donde tenemos entendido, muchos de sus cuadros que le dieron fortaleza en el pasado y que decidieron tomar distancia por distintos motivos ya están de regreso, uno de ellos, el ex gobernador Sergio Estrada Cajigal Ramírez.
Bueno, pues el actual presidente de la mesa directiva del Congreso de la Unión, Javier Bolaños Aguilar, a quien se le considera ya el virtual aspirante panista al gobierno estatal en el 2018, es uno de los cuadros que crecieron al lado del ex mandatario.
Desde luego que deberán también terminar rencillas con lo que se denominaba la “sagrada familia”, en cuya corriente convergen muchos otros panistas distinguidos, pero se ve que ya los desencuentros han venido a menos y eso les pudiera ayudar bastante.
Su único gran inconveniente es que su fortaleza principal sigue estando en la capital del estado y algunos municipios conurbados, pero en la mayoría de los ayuntamientos requieren de un inmenso trabajo para pensar en ganar distritos electorales locales, federales y alcaldías.
En eso sí lleva algo de ventaja el Revolucionario Institucional, pero igual y como ocurriera en el 2000, una nueva oleada azul pudiera ser el instrumento para regresar al mando institucional a pesar de la debilidad de las estructuras partidistas.