Sí es cierto que la inestabilidad de los mercados financieros tanto de Estados Unidos, Europa y países de Asia, nos pegan por todos lados y que la dramática baja en los precios internacionales del petróleo nos fue minando y acotando el margen de disponibilidad de recursos para atender asuntos prioritarios en México, pero todo lo anterior en su conjunto podría generar efectos menores si la autoridad desarrollara su trabajo pensando en el bien común.
Todos los días, por distintos medios nos damos cuenta de acciones verdaderamente alarmantes en el comportamiento de los políticos y grupos que controlan el poder público, ya sea a nivel de gobierno federal o de los estados.
Escándalos que muestran a los ciudadanos cómo, al paso de los años, se fue perdiendo el respeto, la cordura y decoro en el manejo de la cosa pública y lo menos de lo que nos enteramos, es que desde posiciones de decisión, muchos que gobiernan utilizan las arcas públicas para enriquecerse, pero en forma desmesurada.
Y de ello nadie escapa, lo mismo son priistas, como el gobernador de Veracruz, que panistas o perredistas, en ello no hay mayor diferencia, porque hoy se busca acceder al poder, no por mística de servicio o para aplicar un proyecto de partido en el gobierno, sino para resolver la vida económica de algunas generaciones, aunque eso lleve a un empobrecimiento cada vez mayor a la población abierta.
Una muchedumbre hoy día –y nos referimos a Morelos- carece de lo más indispensable para sobrevivir, está impedida para pensar en cumplir como padres o madres de familia frente a sus hijos, porque adolecen de ingresos fijos ante la inexistencia de fuentes de empleo.
Transitan entre la pobreza y la miseria, cancelando el futuro de las nuevas generaciones, mientras que del otro lado, los que gobiernan lo hacen con tal irresponsabilidad, que en tanto, el ciudadano de la calle es víctima de toda clase de atracos y violaciones, ellos tienen a su servicio decenas de escoltas como seguridad personal para evitar cualquier riesgo.
Se proveen de autos de lujo y hasta con blindaje para estar a salvo de cualquier mundano que les quiera hacer daño. Gustan de los mejores vinos y se la pasan degustando con amigos y familiares en los mejores restaurantes, pero de manera cotidiana.
Tiene un personal adicional a su servicio y unidades vehiculares para llevar y traer a los hijos, esposas o amantes a la escuela o a los súper mercados. En gastos no tienen límites, porque ya sus subalternos se harán cargo de conseguir las facturas para justificar cualquier derroche por grande que sea. Claro, dependiendo del sapo es la pedrada, si la posición en la administración pública es mayor, da para mucho más, como paseos en el extranjero.
Como se puede ver, aún en un mismo territorio como Morelos, cada quien vive su realidad y para aquellos que disfrutan de la “representación popular” que da el voto, así hubiese sido comprado o robado, el estado de cosas es bueno, tirándole a excelente. Sí hay inseguridad, pero es insignificante, los que dicen lo contrario son unos incomprendidos y quizás no tendrían razón de existir.
Y los que se quejan de desempleo, seguro son unos borrachos y flojos que lo que no les gusta es trabajar, porque la inversión sigue creciendo por la gran confianza que hay en el estado y el desempeño de sus autoridades. Pero para las mayorías, el escenario es bastante diferente.
Tiene que andar cuidándose de que no lo roben en la primera esquina y ni pensar en denunciar a los malhechores con la policía, porque le irá peor, éstos son los principales soplones de los rufianes, actúan en coordinación. Hay que combinar el esfuerzo remunerado con actividades comerciales, a fin de irla pasando, pero aún así sólo le alcanza para un kilo de tortillas, algo de frijol y algunas verduras. La cultura, el asueto, la distracción son cosas inalcanzables. Para muchas familias del interior del estado, visitar Cuernavaca es una hazaña, viven casi encerradas, por sus circunstancias de marginalidad.
Pero todo eso a los políticos es lo que menos les preocupa, porque una vez que obtienen lo que buscaban, se olvidan de promesas y compromisos hechos al pueblo, se rodean de incondicionales y no dan la cara para evitarse molestias y reclamos. La toma de decisiones es en función de intereses comunes entre pandillas de vividores del presupuesto y entre poderes públicos.
Las normas y leyes son pisoteadas permanentemente si al grupo en el poder así conviene, la fuerza de la justicia sólo es aplicable a los desposeídos y abandonados, es decir todos nosotros, ellos se sitúan incluso por encima de la Constitución.
Y mire que a pesar de todo, como estado o nación, aún nuestro territorio es rico y abundante en muchas cosas, pero las estructuras gubernamentales se han pervertido tanto, que cualquier bien lo orientan hacia su beneficio, los demás no contamos.
Queda muy claro, la absoluta mayoría de los dineros del pueblo se destinan a satisfacer a una clase política y social dorada que no tiene límites en sus ambiciones, la inversión pública y productiva es mínima, casi todo el dinero se destina a gasto corriente, o sea a salarios y prestaciones de la gente en el poder.
Ahora bien, tampoco esto es nuevo, tal vez en menor medida pero se viene dando de siempre. Sólo que en estos momentos aciagos, cuando internacionalmente las cosas son difíciles, lo notamos mucho más, sin embargo, debiera apreciarse algo de sacrificio de los políticos y no lo vemos por ninguna parte.
En concreto, el comportamiento de la mayoría de las estructuras de gobierno no corresponde a esta realidad que enfrentamos, se tendría que actuar con cierta moderación para no ser tan ofensivos con lo que pasa allá abajo, pero por lo visto, es mucho pedir, la austeridad no va con su estilo de vida.