Por lo menos eso fue lo que señalaron ayer diversos dirigentes de agrupaciones del sector campesino que integran el Congreso Agrario Permanente (CAP), quienes se reunieron con el gabinete estatal de seguridad.
David Padilla Marín, coordinador del CAP y líder estatal de “El Barzón”, sostuvo que ya no sólo se trata de asaltos en los caminos, robo de ganado, extorsiones y todas las demás formas de delito, hoy los maleantes están amenazando a los productores por todas las vías.
Y ejemplificó con un caso reciente, en el que un grupo de maleantes, con armas de alto poder en mano, obligaron a un campesino de Palo Blanco en Ayala, a endosarles las facturas de distintas propiedades, porque de no hacerlo, pagaría con su vida.
Mostraron un escenario complicado y exigieron a las autoridades estatales cumplir con su responsabilidad, porque los daños que el delito organizado está causando en el sector es inmenso.
No es la intención desacreditar el esfuerzo oficial, sin embargo, lo que se decía sería resuelto en 18 meses, lleva ya más de 40 y el ambiente sigue igual. La preocupación es que generalmente, los finales de sexenios son mucho más complicados, porque los malhechores aprovechan los vacíos de poder que se dan durante la transición de una administración a otra.
Y si en 42 meses no se pudo siquiera revertir un poco la tendencia delictiva que presentaba Morelos antes del 2012, pues difícilmente se hará algo mejor en lo que resta, es decir 28 meses, porque es lo que le queda al régimen en turno.
Lo hemos reiterado, la zona surponiente del estado nunca logró pacificarse, como que en la región conurbada de la capital y la de la parte oriente se logró una reducción de los delitos de alto impacto durante algunos meses, pero ya las estadísticas muestran un repunte.
Cuernavaca vive momentos bastante difíciles porque el cobro de piso se está extendiendo a todos lados, casi nadie escapa al pago de cuotas a cambio de protección y hasta se llegan a sostener teorías que parecieran descabelladas, pero que ateniéndonos a los que ocurre, igual y son reales. Como aquello de que el coordinador estatal de Seguridad Pública Jesús Alberto Capella Ibarra se trajo de Tijuana un poderoso grupo de delincuentes, que son los que están causando todos esos problemas en esta zona conurbada. ¿Será tanta perversidad?
Igual y no, pero ya el señor se ganó la fama de deshonesto y para que buena parte de la sociedad cambie de opinión, se necesita casi un milagro y no creemos que éste se pueda dar. Pero lo anterior toma más seriedad cuando los ciudadanos ven que mientras esos rufianes hacen de las suyas, Capella y sus muchachos duermen el sueño de los justos. Es decir, si bien es cierto que por un corto tiempo como que se controló algo el asunto en la capital y municipios conurbados, fue muy coyuntural.
A lo mejor ya no vemos muchas ejecuciones o enfrentamientos entre grupos rivales en la lucha por el control de la parcela, pero sí una constante en lo que a cobro de piso a los negocios se refiere, porque operan con estrategia, un rato le pegan al secuestro, luego a la extorsión, más tarde al robo de autos y así se la llevan, la modalidad en este instante es la cuota por seguridad.
Y el campo tampoco podía quedar fuera de dichos efectos, por eso las organizaciones han tenido que sumar fuerzas a fin de hacerse escuchar y no hay otra forma de hacerlo ante la pasividad de quienes tienen la alta responsabilidad de ofrecernos el derecho a vivir en paz.
Bueno, ayer mismo se hablaba de un doble asesinato en la zona del lago de Tequesquitengo, porque como hemos reiterado, esta parte surponiente de Morelos sigue padeciendo del abandono de la autoridad y mire que es acá donde se ubica el cuartel policiaco más grande de la entidad: el de Alpuyeca.
¿Cuál ha sido el impacto de la ubicación ahí de unos 500 elementos policiacos? Ninguno y ¿no es eso de llamar la atención? Desde luego, porque lo menos que se puede pensar es que o están trabajando en complicidad con los maloras, o simplemente no están trabajando, y en la práctica es lo mismo.
Eventualmente suelen instalar algunos retenes para revisar al flujo vehicular en algunas carreteras concurridas, pero acaban atrapando a borrachitos, aplicándoles el alcoholímetro para meterse una lana y a los verdaderos maloras ni cosquillas les hacen.
Y luego de esas largas reuniones como la de ayer, lo de siempre: “¡Ahora sí actuaremos con mano dura!, ¡vamos a enviar toda la fuerza de los tres niveles de gobierno, para aplicarles todo el peso de la ley!”. Lo mejor que deben hacer los quejosos, es esperar sentados, porque de pie seguramente acabarían desmayándose del cansancio por la inútil espera a que se cumplan los acuerdos.
Son cientos de esas reuniones las que se han llevado a cabo durante la actual administración y los resultados son los que usted aprecia: nulos. Igual y ahora sí se ponen las pilas, pero sería mucho soñar. El gobierno suele manejarse con un alto grado de simulación y engaño. Con puros discursos y promesas para dilatar acciones de protesta, así se la han llevado tres años y medio.
Su posición seguirá siendo la misma: minimizar los hechos violentos, maquillar cifras y números, tratando de convencer al gobernado de que ya estamos mejor, pero no entienden que mientras ellos viven un mundo en el que todo es color de rosa, allá abajo se vive una cruda realidad de desamparo e impotencia frente a los delincuentes.
Pero insistimos, andamos sobre los 42 meses de gobierno, faltan menos de 30, al paso que vamos, se irán sin haber mejorado las cosas en esa materia porque su capacidad de maniobra ya viene de regreso y su Mando Único no acaba de funcionar. Sólo que el margen de tolerancia a las instancias competentes en la materia se termina y la inconformidad tiende a generalizarse. Es lo que comienza a apreciarse en todos lados.