Decíamos recientemente que a partir de fuertes presiones, los partidos políticos habían medio aceptado ceder parte de las prerrogativas, que como tales se estarán gastando el año que viene por las elecciones en puerta, sin embargo, una importante corriente de opinión de perfil ciudadano insiste en que sea el 100 por ciento de ese fondo que se acerca a siete mil millones de pesos.
Y habría que anticipar que tampoco nos estarían haciendo un favor como sociedad, porque finalmente se trata de dinero público, fondos recabados por las instituciones de gobierno a partir del cobro de impuestos y entonces seríamos nosotros mismos, como gobernados, los que vendríamos indirectamente apoyando a nuestros hermanos en desgracia.
Esas instituciones electorales deben estar muy preocupadas, porque una negativa al respecto los llevará a mayor distancia con el electorado, en un momento en el que requieren urgentemente de su confianza, a fin de seguir colgados del presupuesto público mediante cargos de representación popular.
No debería ser siquiera motivo de presión; si los políticos tuvieran un poco de sensibilidad y voluntad para ayudar a quienes enfrentan dolor, impotencia y desesperación, frente a lo que les ha ocurrido, ya habrían anunciado voluntariamente, no sólo la entrega del 100 por ciento de las prerrogativas, sino sacar un poco de lo mucho que se han llevado a los bolsillos a lo largo de su carrera como representantes, para ayudar al pueblo a salir de esta catástrofe.
Todos sabemos cómo se las gastan para sacar ventaja de sus posiciones; como dijera y aceptara Fidel Demédicis Hidalgo, hay un sector de la población que no es afectado, ni por los huracanes o los terremotos; senadores (el mismo es senador), diputados federales, presidentes municipales, legisladores locales, síndicos o regidores.
Todos ellos siguen viviendo cómodamente mientras millones de conciudadanos padecen desesperación y abandono. El destino les ha puesto en el camino un suceso que podrían convertir en excelente oportunidad para demostrar su vocación de “servidores públicos”, haciendo un esfuerzo por dar algo a cambio de la abundancia que han recibido.
No es posible que sean quienes menos tienen los que pongan la muestra, llevando buena parte de lo que hay en casa para apoyar a los damnificados y no esos personajes que han acaudalado fortunas a partir de representaciones populares o cargos en las estructuras gubernamentales, llevándose a sus bolsillos mucho más de lo que les corresponde.
Y en lo anterior no hay lugar a error, la absoluta mayoría de esas figuras no podrían justificar sus fortunas a partir de las responsabilidades que han desempeñado. Para empezar, el ingreso “legal” que tienen la mayoría de ellos es injustificado. En un entorno de pobreza generalizada, el beneficio económico debiera ser moderado. Pero aceptemos lo que se llevan por la vía legal. Un presidente municipal, por ejemplo, gana un promedio de 70 mil pesos mensuales.
Si lo multiplicamos por los tres años, estaría obteniendo algo así como unos dos y medio millones de pesos; sin embargo, cuanto terminan su gestión, se han hecho de bienes y propiedades por sumas que nada tienen que ver son esos números. Es claro que lo que menos les interesa son sus ingresos formales, se llevan todo lo que encuentran a su paso. Vamos, entonces no hay que bajar la guardia; que destinen las prerrogativas completas para apoyar a la gente.
EN REGISTRO DE PADRÓN FALTA ORDEN
Y dándole seguimiento a los daños por el sismo, se aprecia falta de orden en el levantamiento del padrón; como que al final pudiera aplicarse aquello de que “ni son todos los que están, ni están todos los que son” y muchos podrían quedar fuera del beneficio que, se supone, ofrecerá el Fondo Nacional de Desastres.
Existen zonas que por el grado de daño registrado tienen toda la atención, incluyendo la de los medios de información y de los tres niveles de autoridad, pero también en los ranchos, comunidades y pueblos más alejados hubo consecuencias que reparar y acá pocos se asoman.
Y esa ausencia de vigilancia en la distribución de lo poco que llega, permite incluso abusos; decidimos hacer un recorrido de fin de semana por algunos puntos de la entidad; parte de la región oriente y se pudo constatar que algunos grupos sociales viene acaparando de manera tendenciosa todo tipo de apoyos aún cuando realmente no lo requieren.
Más aún, la mayoría de esas personas ni siquiera están en el carácter de damnificados o en su caso en un índice muy bajo, pero son los que vienen acumulando alimentos, medicinas, cobijas y lo que usted guste agregar, debido a la nula coordinación. Es una pena que también parte del pueblo venga sacando ventajas del dolor de sus mismos conciudadanos.
Frecuentemente nos quejamos del proceder de las autoridades y hay razones sobradas para que así sea, pero cuando tenemos la oportunidad, hacemos lo mismo; no es razonable, la ayuda debe llegar a quienes sí están en desgracia. Qué bueno que todo esto nos mostró la solidaridad que aún hay en el pueblo mexicano, pero no abundemos en el engaño; mañana nos podría tocar y no nos gustaría que nos hicieran lo mismo, hay que actuar con honestidad en todo momento.
Y respecto a la magna destrucción, la magnitud de las pérdidas en lo que se refiere a inmuebles eclesiásticos es incalculable; se habla de un 80% de iglesias, conventos y recintos religiosos en condiciones desafortunadas. O sea, si no se cayeron, serán demolidas porque quedaron en ruinas.
Aún no sabemos cuáles medidas se tomarán a este respecto, pero francamente tendrá que hacerse algo, a fin de ir recuperando parte de lo que se desvaneció, aunque tristemente mucha de la historia ahí acumulada durante décadas, ya se perdió y no hay regreso.
En este aspecto, no hay capital suficiente como para reconstruir, serían demasiados millones de pesos. Se nos antoja que habrá de requerirse de un esfuerzo conjunto entre gobierno, pueblo y autoridades eclesiásticas; pero aún así, la catástrofe se antoja imposible de resolver. Por lo que se ha visto, en este terreno sí le pegó a todo el estado; difícilmente se puede encontrar algún inmueble de esa naturaleza a salvo y es que en la absoluta mayoría se trata de reliquias históricas con cientos de años de antigüedad.