Luego de mucha presión social, los partidos políticos han aceptado donar un porcentaje de las prerrogativas que vienen recibiendo del Instituto Nacional Electoral (INE) para apoyar el desastre que, hay que aclarar, no es dinero generado por ellos, son fondos que vienen del cobro de impuestos a los mexicanos.
Opusieron férrea resistencia, pero como la crítica crecía, tuvieron que dar un paso atrás y ceder, porque saben muy bien que electoralmente pueden ser castigados si se rehúsan a colaborar a fin de amortiguar el dolor y la pena de miles de mexicanos que se quedaron sin casa o perdieron algunos integrantes de la familia.
Nunca dejaremos de sostener que es altamente injusto destinar cerca de siete mil millones de pesos a los partidos políticos para las elecciones del 2018, mientras hay millones de familias muriendo literalmente de hambre, por falta de oportunidades de trabajo y de ingresos en general.
Somos un país de pobres y marginados; es mucha la desigualdad que se da entre algunos sectores, porque la concentración de la riqueza sigue siendo incorrecta debido a políticas económicas muy bien calculadas para que todo funcione de esa manera; pero hay aspectos que deberían ser analizados a fin de aplicar modificaciones para que exista más equidad.
Los sectores productivos y generadores de bienes, como el campo, la industria, el comercio y los que prestan servicios, están en su derecho de buscar ganancias a partir de arriesgar sus capitales. Finalmente son los que mantienen vivas las estructuras en el país, pero como que es en la actividad política y gubernamental donde se dan hechos que no corresponden a la realidad que vivimos la mayoría de los mexicanos.
Un reducido número de personajes cuenta con leyes y normas a modo a fin de mantener privilegios que no están al alcance del pueblo. Eso de entregar a los partidos cantidades enormes de recursos para que sigan viviendo en un mundo aparte debe analizarse; hay aspectos que necesitan atención prioritaria y lo vemos hoy con las consecuencias del sismo del pasado 19 de septiembre.
Por eso, no es para nada plausible que acepten, más por la fuerza que por ganas, entregar una pequeña parte del dinero para contribuir a la restauración de aquellos lugares donde las consecuencias del terremoto dejaron en el abandono a tanta gente que no tiene en donde refugiarse.
Pero a pesar del inmenso dolor de millones, todavía hay algunos líderes de partidos que la siguen pensando, como en el caso del Partido Acción nacional (PAN), que aún no definía si se sumaba a las aportaciones y eso sólo muestra el egoísmo y la insensibilidad de políticos que sólo a nivel de discurso ofrecen las perlas de la virgen.
Bueno, aquí en lo local se menciona que la mayoría de los miembros de la actual legislatura se han negado a donar parte de su dieta para generar una bolsa económica de ayuda, que por ahora sólo Jesús Escamilla Casarrubias puso el ejemplo; y mire que por diversas razones, ha sido muy castigado, a grado tal que durante algunos meses no le entregaban el recurso que por ley le corresponde en calidad de representante popular.
Pareciera algo medio contradictorio, pero igualmente se advierte que son los que menos tienen aquellos que suelen ayudar más, y se antoja que tiene lógica, porque generalmente se trata de familias o personas a las que les ha tocado pasar por situaciones difíciles y entienden el tamaño del dolor y el sufrimiento, de ahí que sean los que a veces dan lo que no tienen por sus hermanos.
A lo mejor entre todos los partidos y a nivel nacional, se pudiera generar una bolsa cercana a los mil millones de pesos. Vista la realidad que priva en algunas regiones del país, no es nada; se requerirá de muchos miles de millones para medio resolver el quebranto de tantos mexicanos, sin embargo, sí es un paliativo.
Pero ahora habría que ver quiénes se responsabilizarán del manejo de ese dinero; ya hay muchas señales de que los apoyos parecieran estar siendo utilizados de mala manera y hasta con intenciones electoreras. Y eso en lo relacionado a lo material, como alimentos o medicinas. Manejar dinero en efectivo requiere de garantías absolutas de un uso transparente o todo eso se convertirá en otro conflicto.
Como ciudadanos desconfiamos de todo y casi de todos, por las amargas experiencias que en esa materia se han vivido y hay que esperar cuál es el mecanismo que se usará a fin de alejar las sospechas de rapiña.
Reiteramos, qué bueno que al final, por cuestiones político electorales, los partidos ofrezcan un porcentaje de sus prerrogativas para colaborar en la reparación de daños, pero eso es muy coyuntural, tenemos que llegar a decisiones mayores y permanentes a partir de normas en la materia.
Es decir, que esas instituciones dejen de basar su existencia financiera en el dinero del pueblo y busquen la auto suficiencia económica, que se antoja lo más sensato. Si el ejercicio de la política y del poder es origen incluso de enriquecimiento de la mayoría, pues que quien se dedique a eso asuma el costo de su carrera.
Se supone que por eso la militancia de cada uno de ellos tiene la obligación de entregar una cuota; pero como ya esa base social no es segura ni permanente, pues le dejan toda la carga al ciudadano, que en nada se beneficia de lo que ellos hacen y por el contrario, continúa siendo rehén de sus ambiciones y pésimo desempeño, ya sea como funcionario público o como representante popular.
Nos parece que el cansancio, repudio e irritación social está llegando a niveles históricos, por el mal comportamiento de las figuras públicas. Una vía para mejorar la relación y recuperar confianza popular sería dejar de gastarse el dinero nuestro en costosísimas campañas e intentar la auto suficiencia. Además, eliminar de una vez por todas eso del fuero constitucional, que sólo se utiliza para actuar en completa impunidad.
En la medida en que se resistan a lo anterior, la distancia entre pueblo, gobierno y partidos continuará creciendo, porque no hay empatía de intereses entre sí y hablan distintos lenguajes. Sin embargo, es algo que afecta a sus intereses y por lo tanto, continuará siendo rechazado, de eso estamos seguros.
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