Este año, 2018, se celebra el 70º aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos, adoptada por las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948. La Declaración Universal, traducida a un récord mundial de 500 idiomas, tiene sus raíces en el principio de que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”; además, en la semana que concluye se ‘celebró’ el Día de los Derechos Humanos, conmemorando el día en que, en 1948, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Pero el sólo señalar una fecha no logra los cambios. Tampoco las buenas intenciones. Detrás de cada lucha por el respeto de los derechos humanos, existen personas. Y defensores. Ellas y ellos también tienen un día para conmemorar su esfuerzo, una fecha especial para reconocerlos: el 9 de diciembre, Día internacional de las Defensoras y Defensores de Derechos Humanos. Es por esa contribución a la sociedad en su conjunto que, entre otros instrumentos, la Declaración de las Naciones Unidas sobre las personas defensoras de los derechos humanos, que este año cumple 20 años, resalta el importante rol que desempeñan y llama a los Estados a protegerlas.
Existen grupos específicos de defensores pero, de manera general, la Relatoría Especial de la ONU sobre la situación de los defensores de los derechos humanos enumera los siguientes: mujeres defensoras de los derechos humanos; defensores de los derechos de las personas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales; defensores de los derechos relacionados con la tierra, la defensa del medio ambiente y la responsabilidad de las empresas; defensores que luchan contra la corrupción y la impunidad; defensores que trabajan a favor de los derechos de las minorías y los refugiados; periodistas y blogueros; abogados que trabajan en favor de la promoción y protección de los derechos humanos y los defensores que trabajan en países en guerra o en zonas de conflicto.
En el 2015, el colaborador de la ONU, Michel Forst, apuntaba que estas personas no sólo son los “Gandhi”, “Mandela” y “Malala” sino que “son individuos comunes, abogados, mujeres, líderes comunitarios, periodistas, sindicalistas o defensores del medio ambiente que luchan por reconquistar las garantías y libertades fundamentales (…) Son miles de individuos y grupos en el mundo (…) educando, despertando conciencia y pidiendo rendición de cuentas a los gobiernos por sus acciones”.
Importante señalar que el derecho internacional reconoce el papel clave de estas personas en la tarea de poner fin a las violaciones de los derechos humanos, pero los activistas luchan contra numerosos obstáculos para disuadirlos; como ejemplo, Forst indicó que, el 24 de noviembre del 2015, 54 gobiernos se negaron a unirse a otros 117 Estados miembros de la ONU para apoyar una resolución clave que reconoce y apoya el trabajo de estas personas, además de promover su protección.
Y lo que es aún más grave, agregaba Forst, es que muchas veces las leyes se promulgan para criminalizar la labor de los defensores o para cortar su financiamiento, además de que se les estigmatiza de manera denigrante y hostil para intimidarlos y silenciarlos: los defensores enfrentan cada vez más riesgos y varios viven bajo amenaza constante. No es sorpresa, por desgracia, que las tendencias mundiales reflejan un entorno amenazador para ellos, aunque esté surgiendo una sociedad civil mejor organizada.
Las amenazas que enfrentan los defensores son físicas, psicológicas, económicas y sociales, además de que responden a múltiples factores como las malas prácticas de gobierno o la ausencia del estado de derecho, el aumento de las intolerancias y los fundamentalismos religiosos; proceden de una pluralidad de actores: políticos, económicos, religiosos, estatales o privados. Destacan los ataques destinados a debilitar a las mujeres y los hombres que luchan contra la injusticia, y se arriesgan para defender los derechos de quienes no pueden hacerlo; agredir a estos defensores equivale a atacar los derechos humanos.
Entre las recomendaciones que organizaciones internacionales han señalado, se insta a que los Estados creen mayor conciencia sobre el trabajo de los activistas, que velen para que los defensores puedan desempeñar su labor con leyes y reglamentos adecuados, además de que lleven a cabo investigaciones imparciales y procuren que los autores de violaciones de los derechos de los defensores comparezcan ante la justicia.
Interesante también la recomendación de que se sugiera crear una institución nacional de derechos humanos conforme a los Principios de París, o reformarla para que se ajuste a ellos y conferirle un mandato que incluya la protección y la promoción de los defensores; en cuanto a las organizaciones intergubernamentales se sugiere estudiar la manera de prestar ayuda jurídica pro bono a los defensores, estableciendo una red internacional de abogados y juristas dispuestos a ayudar a los defensores, en particular en las situaciones de urgencia.
La CIDH y las Oficinas del Alto Comisionado refieren que han documentado con gran alarma un aumento de casos de amenazas, hostigamiento, vigilancia, campañas de desprestigio, agresiones físicas, detenciones arbitrarias, criminalización, tortura e incluso desapariciones forzadas y homicidios en contra de personas defensoras de derechos humanos; por ello, los gobiernos deben tomar medidas concretas, adecuadas y eficaces en materia de protección, prevención, investigación y acceso a la justicia para garantizar que las personas defensoras de derechos humanos puedan realizar su importante función social con libertad y seguridad.
La Resolución A/RES/53/144 de la Asamblea General de la ONU mediante la que se aprueba la "Declaración sobre los defensores de los derechos humanos" se dirige no sólo a los Estados y los defensores de los derechos humanos: destaca que todos tenemos una función que desempeñar como defensores de esos derechos, y privilegia la existencia de un movimiento mundial en el que todos estamos inmersos. Coincidimos.