“El horror puede vivirse o ser mostrado, pero no puede comunicarse jamás. La gente cree que el colmo de la guerra son los muertos y la sangre. Pero el horror es algo tan simple como la mirada de un niño…” - Arturo Pérez-Reverte.
El domingo pasado comentábamos en este espacio acerca del uso de las armas químicas y lo que el organismo Human Rights Watch (HRW) denunció sobre la continuación de tales ataques en Siria, pese a los esfuerzos internacionales que encabeza la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para detenerlos; lo anterior, además de destacar que tampoco se ha logrado evitar ataques como el ocurrido hace un año en la ciudad siria de Khan Sheikhoun, mismo que provocó la muerte de al menos 90 personas.
Y es que de acuerdo con el análisis de HRW, se confirmó la realización de 85 ataques con armas químicas en Siria, desde que el 25 de agosto de 2013 el gobierno empleó gas de cloro en una agresión contra civiles; según el organismo humanitario, las fuerzas del gobierno sirio son responsables de más de 50 ataques con armas químicas, de los que en 42 casos se empleó gas de cloro, en dos sarín y en siete "un producto no especificado".
Mientras que en la semana que concluye, conocimos acerca de la operación militar de Estados Unidos, llevada a cabo en coordinación con Francia y el Reino Unido, para lanzar un ataque al régimen del presidente de Siria, Bashar El Asad, por el supuesto empleo de gas cloro contra la población civil de Duma (Siria); se dio a conocer que se lanzaron 105 misiles contra tres objetivos: unas instalaciones presuntamente asociados al programa de armamento químico del régimen sirio, de las cuales se refirió que quedaron destruidas.
Posteriormente, el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se reunió este sábado a petición de Rusia, que presentó un proyecto de resolución para condenar la intervención militar contra objetivos sirios; la resolución recibió solo tres votos a favor (Rusia, China y Bolivia) y la rechazaron ocho países (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Kuwait, Suecia, Holanda, Polonia y Costa de Marfil), además de que hubo cuatro abstenciones (Perú, Kazajistán, Etiopía y Guinaa Equiatorial).
Por su parte, Estados Unidos, Francia y Reino Unido presentaron al Consejo de Seguridad de la ONU un proyecto conjunto de resolución para investigar ataques con armas químicas en Siria, hacer envíos de ayuda humanitaria a dicho país y exigir a Damasco que se involucre en conversaciones de paz, bajo el amparo de la ONU.
No son las primeras veces que en este espacio comentamos temas respecto a los conflictos en Oriente Medio, por desgracia. La primera ocasión fue en el mes de julio del 2014, cuando anotamos que lo peor en cualquier guerra son los infantes cuyas vidas se ven amenazadas, y describíamos una situación que vivieron varios corresponsales de guerra y la cual compartimos nuevamente:
"Son aproximadamente las 16:00 horas del miércoles 16 de julio del año en curso, en una playa de la franja de Gaza; Ayman Mohyeldin, periodista de NBC, ha estado jugando futbol con algunos pequeños en la playa: son hijos de pescadores, divirtiéndose al atardecer y corriendo cerca de las olas, pese a las advertencias de sus padres que los regañan para que no permanezcan fuera de sus casas.
El hotel en donde se alojan diversos representantes de la prensa internacional que cubren el conflicto palestino-israelí se llama “Al Deira”: “Tu hogar en Gaza”, se lee en la publicidad de su página web. Adam Taylor, reportero del Washington Post, comenta que la elección se debió a que es de los pocos hoteles que aún se mantiene abierto, tiene conexión wi-fi constante, buena comida y una vista envidiable hacia el mar Mediterráneo.
Ese miércoles, lo que pudo observarse desde la terraza del Al Deira fue diferente y devastador: la muerte de cuatro niños palestinos, alcanzados por proyectiles que les causaron múltiples heridas y quemaduras. Ahed Bakr, Zakareya Bakr, Ismail Bakr y Mohammed Bakr: todos de la misma familia y cuyas cortas vidas -con apenas 10, 11 y 9 años de edad- tuvieron un final trágico, presenciado por decenas de periodistas extranjeros.
William Booth, corresponsal de “Washington Post”, señala en su nota que escucharon una gran explosión, miraron humo a lo lejos y observaron entonces a un grupo de niños corriendo hacia el hotel; se enterarían después que en ese primer impacto murió un pequeño; luego, una segunda carga explotó detrás de los que corrían y mató a otros tres.
Seis lograron resguardarse. Jonathan Miller, corresponsal del Reino Unido para el Canal 4 de noticias, documentó los primeros auxilios brindados por personal del hotel y periodistas como Peter Beaumont, enviado de “The Guardian” y “The Observer”. Aterrorizados y sangrando, dos chicos estaban heridos en la cabeza y en el pecho por “shrapnel” (municiones de artillería antipersona): los vendaron y al escuchar el sonido de las sirenas, los trasladaron a la entrada del edificio.
Personal de la ambulancia 101 de la Sociedad de la Media Luna Roja Palestina (PRCS, por sus siglas en inglés) se presentó en el lugar e ingresó de inmediato al vehículo a dos menores, pero faltaba uno más en el lugar del ataque, aun en llamas: lo sacaron en camilla, vestido con jirones de ropa y el brazo derecho doblado hacia su cabeza; los ojos cerrados, como si durmiera.
Miller entrevistó al herido Hamada Bakr, de 13 años, posteriormente en el hospital Shifa de Gaza. Con la herida en el pecho, fluido en los pulmones y esperando una cirugía en compañía de su madre, Tahgrid, Hamada recuerda que después del soccer estaban jugando “a las escondidas”: no escucharon la primera ronda de disparo. Sayed y Araby Bakr también sobrevivieron: el último contó a Nick Casey, corresponsal de “The Wall Street Journal”, que pudo sobrevivir porque fue “el que corrió más rápido”.
También Montazer Bakr está en el mismo hospital, con un brazo roto y una herida en la cabeza. Los cuatro primos de Hamada, Araby, Sayed y Montazer fallecieron: sus familiares fueron a buscarlos al hospital, para terminar en la morgue. Apenas dos horas después de su muerte, los cuatro fueron enterrados, antes del atardecer, envueltos en mortajas amarillas, en fosas excavadas en la misma playa de Gaza donde murieron.
Ayman Mohyeldin, quien horas antes jugó futbol con los niños palestinos en la playa, es uno de los numerosos reporteros presentes que filma momentos de la dolorosa jornada. Una madre vestida de negro y que usa un velo con colores azules, morados y cobrizos, es de las primeras en llegar y llora el nombre de su hijo mientras lo busca; entre las palabras que pronuncia alcanzó a distinguir una: 'Habibi' (mi amado)."
"Los niños. Eso es siempre lo peor, en cualquier guerra (…) esas docenas de ojos de críos que miran sin comprender. Que todavía hoy, medio siglo y una década más tarde, congelados en las sales de plata de la película fotográfica donde ya nunca envejecerán ni morirán, siguen mirándonos con ojos espantados que son una acusación, una denuncia, un insulto, un recordatorio de nuestro oprobio, nuestra vergüenza y nuestra locura”: con estas palabras, del escritor y anteriormente corresponsal de guerra, Arturo Pérez-Reverte, en su artículo “La Guerra que todos perdimos”, coincidimos.