El 7 de junio de 1976 nació la Brigada Especial Antiguerrillas (BEA), mejor conocida como la “Brigada Blanca”, con el único objetivo de localizar, detener y/o aniquilar todos los movimientos armados que sobrevivían en el país. Morelos fue uno de los estados donde más actúo la agrupación porque se consideraba un centro de operaciones y resguardo de los “terroristas”.
Eran cerca de doscientos elementos de siete corporaciones policiaco-militares, entre ellas el Ejército y la Dirección Federal de Seguridad. La Brigada Blanca existió durante siete años (1976-1983), periodo en el cual sus integrantes fueron sometidos a un duro entrenamiento, consistente en el aprendizaje del pensamiento de los guerrilleros, capacitación en el manejo de armas, combate físico, manejo de explosivos, técnicas de interrogatorio y de torturas, entre las que se encontraban terribles golpizas, los toques eléctricos, el “pocito” y el “pollo rostizado”, según narra Carlos Fernando López de la Torre en su investigación denominada “Miguel Nazar Haro y la guerra sucia en México”.
“La Brigada no redujo sus tareas a combatir a la guerrilla, ya que había que acabar con el mal de raíz, por lo que también se encargó de vigilar a los familiares y amigos de los detenidos-desaparecidos, a los movimientos sociales y a las figuras políticas de izquierda, es decir, todo elemento que fuera percibido como una amenaza al orden existente”, refiere el maestro en Estudios Latinoamericanos de la UNAM.
En Morelos el principal investigador de la Brigada que se dedicaba a buscar guerrilleros era Gabriel Sosa Cuevas. Así lo confirma un documento en poder de este columnista -uno de los desclasificados del Archivo General de la Nación- en el que Sosa Cuevas aparece como el autor de una tarjeta informativa dirigida al director federal de Seguridad, fechada el 11 de agosto de 1978, cuatro años después de que Florencio Medrano saliera huyendo de la colonia comunista “Rubén Jaramillo”.
En esa cuartilla escrita con máquina de escribir mecánica, el comandante informa a su jefe que mantiene una “vigilancia discreta con la ayuda de la Policía Judicial del Estado” en los lugares donde viven los familiares del líder guerrillero.
Uno de los policías judiciales que Gabriel Sosa menciona en su tarjeta informativa escrita a máquina, es Roberto Quintero Vieyra, (quien 20 años más tarde sería director de la Policía Judicial del Estado hasta que fue detenido acusado de extorsionar a un empresario).
“…se entrevistó a la sra. Filogonia, hermana de Silvia, esposa del Güero Medrano, quien dijo que su hermana María tiene un mes que se fue de este pueblo y que según le dijo iba con rumbo a Los Ángeles California, EUA, y que Mayra, persona que anduvo acompañando al Güero Medrano, ya tiene aproximadamente 45 días que no va a su casa y que según sabe, vive por la colonia Azteca, municipio de Temixco”.
“Mayra” era el nombre de guerrilla de María de los Ángeles Vences, la autora del libro “El Caliche”, del que hablamos en la columna del 6 de abril pasado, esposa de Félix Basilio Guadarrama, lugarteniente de Florencio Medrano.
En ese libro narra cómo anduvo sirviendo al Partido Proletario Unido del Pueblo que encabezaba Florencio Medrano, hasta que éste la convenció de que se retirara del movimiento y regresara a Morelos.
Ella me platicó que cuando regresó de Oaxaca se escondió un tiempo con una cuñada, en Toluca, después en Tlaxcala con una tía hasta que finalmente decidió regresar a Temixco, donde trabajaba de sirvienta en una casa.
Y sí, tal como lo dice la tarjeta informativa del comandante Sosa, la DFS andaba rondando la colonia Rubén Jaramillo en busca de familiares o simpatizantes de Florencio Medrano. Avisada por familiares de “el Güero” que la andaban buscando, Mayra exclamó: “De una vez que me cargue la chingada, ya estoy harta de esconderme”.
La primera cita con la brigada blanca fue en Temixco. La interrogaron y le dijeron que querían hacer las cosas por las buenas. “Yo les dije que me había retirado del PPUA cuando cayó Félix y eso fue en una comunidad de Veracruz, que al güero esa fue la última vez que lo vi”, recuerda.
Pero como cayó en contradicciones con lo que habían declarado familiares del líder guerrillero, “a la siguiente cita la brigada blanca me subieron a un carro, en el asiento de atrás con un judicial a cada lado, me vendaron los ojos, me anduvieron paseando y ellos fumando marihuana, me hicieron otra vez preguntas y cuando no les contestaba lo que querían me golpeaban en el estómago, me jalaban el pelo, me pateaban y amenazaban con ir a la casa por mi hijo para aventarlo al río de la Lana y a ver si así me acordaba”.
Al no obtener datos sobre el paradero de Florencio la dejaron ir, pero la siguieron acosando durante meses. “Cuando mis patrones veían que me llegaban a buscar hombres armados pues se asustaban y me corrían del trabajo”, agrega.
En marzo de 1979 Mayra recibió la última visita del comandante Gabriel Sosa en su centro de trabajo, en Las Palmas. “Ahora sí, muerto el perro se acabó la rabia”, le dijo con una sonrisa burlona el policía.
Florencio Medrano había muerto en una emboscada en la comunidad de Yolox, cerca de Guelatao, Oaxaca.
Como se menciona al principio de la presente columna, la DFS se declaró desaparecida en 1983 para dar paso al Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN). En diciembre de 2003 se giró una orden de aprehensión en contra de Miguel Nazar Haro y en febrero de 2004 fue detenido e ingresado al penal de Topo Chico, en Nuevo León.
Más tarde, fue trasladado al Distrito Federal ya que por tratarse de una persona mayor de 70 años existe el beneficio de la prisión domiciliaria. En junio de 2005 fue imputado por la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado como presunto responsable de la desaparición de seis integrantes de la Brigada Campesina de los Lacandones en noviembre de 1974. En septiembre de 2006, fue absuelto.
Falleció a la edad de 87 años el 26 de enero de 2012 por enfermedad, llevándose a la tumba los secretos de varios presidentes de la República.
HASTA MAÑANA.