En mayo de 1992 la lectora de noticias Carmen Aristegui concedía una entrevista al periodista (morelense por adopción) Luis Herrera Contreras. La incipiente comunicadora tenía 28 años y, aunque ya conducía uno de los noticiarios de Imevisión, no tenía idea de que dos décadas después se convertiría en un ícono del periodismo mexicano.
Cuenta Luis –amigo de quien esto escribe hace 30 años- que fue relativamente fácil lograr una entrevista con la conductora de noticias que irradiaba frescura y ganaba adeptos al por mayor. “Pasadas las aduanas respectivas hasta el foro donde laboraba Carmen, en mi calidad de director general de la revista morelense “Servidores Públicos”, pedí hablar con ella y, sin mayor preámbulo, de la forma más sencilla, pidiendo sólo unos minutos para maquillarse, accedió a contestar mis preguntas”, recuerda el hoy abogado.
Originaria de lo que se conocía como Distrito Federal, nacida en la colonia Álamos, crecida dentro de una familia tradicional de clase media, según sus propias palabras, sus estudios los llevó a cabo en escuelas públicas hasta llegar a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde se tituló como licenciada en ciencias de la comunicación.
Hoy sabemos que es hija de Áurea Flores García y de Helios Aristegui Sebastián. Su madre es descendiente de españoles y franceses; su padre llegó a México a los 7 años junto con su abuelo, José María Aristegui Laspiur y su familia, todos refugiados vascos de la Guerra Civil Española.
Le contó a Luis Herrera que se inició como asistente de producción en un programa que se llamaba Monitor Financiero conducido por Efrén Flores. Luego de desempeñarse ahí como guionista y reportera finalmente tuvo la oportunidad de salir “a cuadro” en la edición matutina de Canal 13, dando inicio así a una exitosa carrera.
“Recuerdo que me platicó que en un principio se había decidido por estudiar la carrera de sociología, pero sintió que por ese rumbo ´se iba a morir de hambre´, por lo que pensó que tendría más posibilidades en los medios de comunicación, donde observó un panorama más específico, principalmente en el campo de la investigación, añadiendo que, para ella, su trabajo cotidiano puede influir, puede informar, puede ayudar a la comunidad a crecer y mejorar, no importando que sea un país, un estado, un municipio, colonia; que realmente la dimensión no importa, lo trascendente es que se pueda influir, determinar, ayudar a la comunidad a crecer y mejorar; realizar un trabajo que no sirva nada más para alabar a los gobernantes o que no se busque nada más el requisito de hacer una nota, sino que, lo importante, está en influir positivamente en círculos sociales”, agrega.
Además de entrevistarla sobre su vida profesional, Luis Herrera le preguntó a Carmen Aristegui su opinión sobre la situación del país, en aquel momento gobernado por el poderosísimo PRI con Carlos Salinas de Gortari al frente, y sobre la posibilidad de que alguna vez pudiera existir una verdadera democracia en México.
“La democracia es un ideal, pero como buena romántica pienso que sí, que algún día México alcanzará el calificativo de país democrático”, le contestó. Con un ligero apretón de manos y una sonrisa dieron por concluida la entrevista.
Ninguno de los dos (entrevistada y entrevistador), se imaginaban lo que ocurriría 20 años después: que Carmen se convertiría no sólo en la cronista de los hechos políticos más importantes de México, sino en protagonista de éstos.
Basada en un periodismo de investigación y de denuncia, Carmen Aristegui se convirtió en un ícono de la oposición a la llamada “mafia del poder”. Con la ayuda de otro morelense por adopción, Daniel Lizárraga, los noticiarios de Aristegui propinaron los más duros golpes al gobierno de Enrique Peña Nieto.
La llegaron a considerar tan peligrosa para el gobierno priísta que negociaron su salida de la estación de radio donde transmitía, y le encargaron a otro periodista, Marco Levario Turcot, que hiciera un libro para desacreditarla. “El Periodismo de Ficción de Carmen Aristegui”, se titula el libro que existe, pero dudo que alguien lo haya comprado.
Sin proponérselo, Carmen Aristegui se convirtió en la principal vocera del eterno aspirante a la presidencia, Andrés Manuel López Obrador, en una alianza involuntaria contra la corrupción del “prianismo”.
Los que la seguimos desde siempre nos preguntábamos: ¿Y qué va a pasar si un día López Obrador llega a la presidencia? ¿Se convertirá Carmen Aristegui en el Jacobo Zabludovski o el López Dóriga del nuevo gobierno?
Pues ese día llegó, y un día amanecimos con el mundo al revés. Sí, con el eterno crítico convertido en gobernante y los que alguna vez tuvieron el poder, hoy convertidos en la oposición más recalcitrante que no perdona ningún error.
¿Y dónde está Carmen Aristegui y sus profundas investigaciones? Preguntaban socarronamente los opositores cuando comenzaron a salir a la luz pública escándalos como las casas de Manuel Bartlett y los negocios de su hijo.
Y tenían razón. Hoy Carmen se encuentra en el mismo dilema que se están muchos periodistas y medios de comunicación en México. ¿Qué hacer cuando “los buenos” llegan al poder y “los malos” ya se fueron? ¿Qué papel debe asumir –por ejemplo- La Jornada?
Se vienen tiempos difíciles para el periodismo en México ante las nuevas circunstancias políticas. Ya lo vimos con la revista Proceso, que mientras le publicó lo que le convenía a AMLO era una extraordinaria revista, pero en cuanto lo comenzó a criticar dejó de serlo.
Y es que no solamente es la declaración del presidente, sino que sus reproches vienen acompañados de las hordas de “trolls” en redes sociales que linchan a quien se atreve a criticar a su Mesías.
A Carmen ya le tocó. Apenas comenzó a darle voz a quienes han sido atacados por la cuarta transformación, y de inmediato fue atacada por “la chairiza”, que no la baja de traidora.
Hoy mismo el presidente se encuentra en medio de un conflicto entre Carmen Aristegui y la directora de Notimex, Sanjuana Martínez. Y se avecina otro pleito entre Lidia Cacho y Epigmenio Ibarra, después de que la primera dijo que el director de Argos no es periodista, sino empresario.
Esto, a unos días de que se celebre el Día de la Libertad de Expresión, que los gobiernos priístas inventaron para que los periodistas le dieran las gracias al gobernante en turno.
HASTA MAÑANA.