Desde que llegó a Morelos en 2014 dio muestra de su protagonismo recalcitrante. Las cámaras y los micrófonos son como su oxígeno, y no puede vivir sin los medios, ni los medios sin él.
“Somos como domadores de tigres”, declaró en su natal Tijuana un año antes, lo que demuestra su perfil mediático, en contraste con su antecesora (Alicia Vázquez Luna), quien evitaba a toda costa dar entrevistas.
Alberto Capella dedicó gran parte de sus primeros días como comisionado de Seguridad Pública en Morelos a dar entrevistas a Azucena Uresti, Ciro Gómez Leyva y Francisco Zea (a quien acompañó al concierto de El Buki cuando ya no era jefe de la Policía morelense).
Durante su estancia en Morelos la Policía tuvo aciertos y desaciertos, pero fueron méritos de los elementos, no de su grupo de comandantes tijuanenses que ni siquiera conocían los municipios que estaban bajo su responsabilidad.
Sin embargo, como ya lo hemos explicado muchas veces, Capella basó su eficacia en la manipulación de las estadísticas, para lo cual puso uno de sus incondicionales en la oficina dedicada a recibir y procesar la información criminógena, a pesar de que ésta dependía de la Fiscalía General del Estado.
Adicionalmente, y con la ayuda de Graco Ramírez, la CES realizó millonarias campañas en medios de comunicación y anuncios espectaculares para hacernos creer que había miles de cámaras vigilando las ciudades, y miles de policías capacitados y bien pagados. A su salida se supo que para alcanzar el número de elementos que presumía, dio de alta como elementos operativos hasta a los radioperadores del C5.
De la misma forma como llegó a Morelos presumiendo que en Tijuana había controlado la inseguridad, años después arribó a Quintana Roo diciendo que en Morelos había disminuido la comisión de delitos.
Pero no sólo eso. Proporcionó toda la información necesaria para que los reporteros Azam Ahmed y Paulina Villegas, del New York Times, pudieran escribir el reportaje titulado “He Was One of Mexico’s Deadliest Assassins. Then He Turned on His Cartel”.
“El jefe de policía en Morelos en ese momento, Alberto Capella, quería un programa de protección de testigos que funcionara, uno que pudiera usar para aplastar el crimen organizado en su estado. Así que simplemente creó uno propio clandestino, una estrategia improvisada que los ex funcionarios de justicia describen como una extensión legal”, dice el reportaje publicado totalmente en inglés.
La historia trata de un joven sicario al que supuestamente detuvo la CES de Morelos y que, de manera extraoficial, le brindaron protección y éste ayudó a realizar cientos de detenciones de sicarios y narcotraficantes.
“El Sr. Capella se mudó a otro trabajo a casi 1,000 millas de distancia, y el programa colapsó lentamente. Sin mandato legal o apoyo oficial, este año cedió debido al cambio en los vientos políticos. Algunos de los testigos se fueron y volvieron a la vida del crimen. Al menos uno fue asesinado”, dice el rotativo.
“Anteriormente había sido jefe de policía en Tijuana, donde la prensa local lo apodó Rambo en 2007 por luchar contra docenas de asesinos de carteles en una batalla total que acribilló su hogar con balas”, agrega.
Según lo que les contó a los reporteros, Capella trató de buscar condenas en los tribunales y desarrollar un nuevo conjunto de reglas para asegurarlas.
“Cansado del débil estado de derecho de México, el Sr. Capella decidió crear su propia versión. Sus métodos poco ortodoxos y su actitud sin complejos le han traído controversia y muchos enemigos. El actual gobierno de Morelos lo acusó de malversación de fondos en un asunto separado, lo que niega rotundamente.
“Algunos ex funcionarios de justicia en México consideran que su programa de protección de testigos es un tramo, que funciona bien fuera de las normas legales. Otros dicen que es tan inusual que no están del todo seguros. Incluso los funcionarios estatales en Morelos que apoyaron el programa reconocieron que funcionaba en un área gris legal, aunque, como Capella, lo llamaron legal, defendible y altamente efectivo.
"Prefiero cometer un gran error que ser culpable de inacción", dijo Capella. "México está cansado de esta parálisis institucional", termina diciendo el reportaje.
Cuando Capella dirigió la Policía de Morelos, tenía un video “institucional” que era mostrado a todos los grupos sociales que realizaban visitas al C5. En cuestión de minutos, con excelente edición y musicalización, los invitados conocían la historia de un abogado que se convirtió en policía, y que resistió él solito un ataque de sicarios como si fuera Rambo el de las películas.
Ahora, suponemos sin que nos conste, que la gente que lo visita en Cancún, es obligado a ver un video donde viene lo de Tijuana, pero también los cientos de delincuentes que detuvo en Morelos y, por supuesto, el reportaje que le publicó el New York Times.
Obviamente, en ese video, como tampoco en el material que le entregó a los reporteros del Times, no aparece el caso de la irrupción violenta que hicieron sus elementos a una casa en Temixco, donde masacraron a una familia, incluyendo menores de edad, y después inventaron una historia, sembraron armas y movieron cadáveres, para hacer parecer que las personas inocentes habían sido víctimas de un “fuego cruzado”.
Tampoco habla de que durante su estancia en Morelos nunca pudo capturar a Santiago Mazari, siendo que era del dominio público, sobre todo en la región sur de Morelos, que “El Carrete” se paseaba a sus anchas porque la tropa sabía que había órdenes de no detenerlo.
Mucho menos se menciona, que hay facturas por 80 millones de pesos por concepto de “capacitación”, pero que no existen listas de asistencia que demuestren qué elementos recibieron dicho adiestramiento.
HASTA MAÑANA.