Yo soy de la generación de la posguerra, europea y nacida cuando el tema de la protección del medio ambiente sólo preocupaba a unos cuantos. Hace 25 años llegué a México; en 1991 las señales del cambio climático ya se veían, pero no muchos les hicieron caso en aquello año. Cuando inicié esta columna en 2007, el tema del medio ambiente apenas estaba cobrando importancia entre la población.
Las personas que me han leído durante estos nueve años saben de mi preocupación por el medio ambiente y por dejar un planeta digno y sostenible a las futuras generaciones. Es el objetivo de esta columna compartir información que espero sea lo suficientemente interesante para cultivar conciencias ecológicas en personas de cualquier edad. Ya no nos podemos dar el lujo de ignorar las evidencias del cambio climático y depende de nosotros y nuestros gobiernos actuar para el bien de todos.
Es muy interesante saber que hoy más de ocho millones de personas están empleadas en el sector global de las energías renovables. Extraer energía renovable y limpia de fuentes como el sol y el viento es hoy día el objetivo de muchos países, porque reconocen que son fuentes de energía que existirán en perpetuidad y que no dañan el ambiente. Por el contrario, el petróleo ya no es tan fácil de conseguir, las reservas son limitadas y, peor aún, se trata de energía sucia que sólo termina generando enormes cantidades de emisiones de carbono, la fuente principal de los problemas de cambio climático que estamos viviendo en la actualidad. La buena noticia es que las políticas en apoyo a la producción de energía de fuentes renovables, están no sólo funcionando ya sino que están en auge, a nivel global.
Ha sido y sigue siendo un proceso muy largo y muy lento convencer a los gobiernos que el petróleo y el carbón son fuentes de energía que tienen que ser abandonadas. Después de tantos desastres naturales, tormentas violentas, inundaciones, sequías y demás, ya no es posible ignorar la realidad de nuestra vida. Podemos ser muy egoístas, sí, y no ver por las futuras generaciones. A fin de cuenta, algún día nos vamos a morir y no nos importa si habrá suficiente comida, abundantes fuentes de agua, o si los árboles y los ecosistemas empezarán a fallar. Pero, afortunadamente, un número cada vez mayor de personas se están dando cuenta de la situación y entienden que actuar egoístamente ya no es una opción.
Tenemos que pensar globalmente, no localmente, porque si no estamos todos jalando parejo no podremos detener lo que está pasando. Por eso tenemos que abandonar las bolsas de plástico como lo están haciendo en muchas ciudades; dejar de utilizar objetos no necesarios como los popotes, igualmente hechos de plástico; nos tocar decir un rotundo NO al unicel de una buena vez; además de separar la basura, crear compostas para nuestros residuos orgánicos y, por supuesto, enseñar a nuestros hijos la importancia de crear una sociedad libre de basura. Nos falta mucho por hacer, pero ya estamos aprendiendo.
Es maravilloso pensar que tenemos acceso a fuentes sin límite de energía limpia, gracias al sol y al viento. Dicho de manera sencilla, el futuro es prometedor gracias a los muchos avances tecnológicos. Sólo nos falta rechazar por completo los combustibles fósiles y crear nuevos valores. Tenemos que mostrar mucho más respeto hacia el planeta, desarrollar un buen sentido de responsabilidad hacia el medio ambiente y participar en todos los esfuerzos por reparar el daño que le hemos hecho a la Tierra.
Esto es lo que yo deseo para los próximos años y espero que todos ustedes también. Gracias una vez más a la Unión de Morelos por permitirme escribir esta columna y un enorme agradecimiento a mi amigo Ricardo Cojuc por asegurar que mis textos utilicen siempre un español correcto. Seguiremos entonces la lucha por crear y vivir en una sociedad baja en emisiones de carbono, libre de basura y con acceso a energías de fuentes renovables y limpias.