Nos cuesta trabajo imaginar la vida sin agua suficiente, sobre todo con la abundante lluvia que nos sigue llegando en esta temporada acá en Morelos. Nosotros realmente no sufrimos de escasez. Sin embargo, existe un pequeño país en el medio oriente mucho menos afortunado que nosotros: Israel. Los israelís siempre han tenido un problema con el abasto de agua y por ello se han dedicado a buscar soluciones, creando tecnologías de vanguardia para resolver su problemática.
Israel es uno de los países más secos del planeta. Las fuentes de agua para su consumo, tanto por sus ciudadanos como por los agricultores, siempre han sido muy escasas. El problema ha sido tan agudo que han tenido que hallar la solución en el mar: utilizan el agua salada del mar mediterráneo para convertirla en agua potable.
La planta desalinizadora Sorek fue desarrollada precisamente para proveer agua potable a 1.5 millones de personas. Es la planta más grande del mundo dedicada a “limpiar” el agua salada por un sistema de ósmosis inversa. No es nada fácil quitarle la sal al agua de mar. La tecnología que están utilizando en esta planta es de las más modernas y eficiente; tanto así, que tienen actualmente un excedente de agua.
Israel no es el único país del medio oriente que sufre de serias dificultades hídricas, pero sí es el único que ha trabajado tanto para resolver el problema. Sin duda la falta de agua ha sido clave en la situación tan compleja que están viviendo países vecinos como Siria. En otra columna escribí sobre cómo el cambio climático ha sido una de las causas principales del conflicto tan terrible que vive Siria. Los refugiados de las zonas agrícolas se han visto obligados a mudarse a las ciudades como única opción, en búsqueda de una vida sostenible. Su vida anterior ya no es viable ni posible. Perforaron pozos de agua a profundidades antes no probadas y acabaron así con el vital líquido, a tal grado que el clima se ha modificado por completo. Murieron sus animales, fallaron sus cosechas, ellos mismos empezaron a morir por falta de agua, resultando en una situación insostenible. Sin la investigación y la inversión necesarias, como es el caso en Israel, el problema seguirá vigente y desastroso. La vida sin agua es imposible, como bien lo sabemos.
Es interesante notar que se habla de esta nueva tecnología de desalinización como una de las claves más importantes para resolver la situación tan ardua, básica y desesperada que viven las personas en la zona de guerra del medio oriente. Su futuro depende de alianzas pacíficas entre naciones vecinas y el desarrollo de programas compartidos de experiencias y avances en tecnología. Los países de Palestina, Irán, Iraq y Jordania sufren de serias dificultades hídricas también y, claro, les interesa mucho esta tecnología israelí. Sin duda alguna las plantas desalinizadoras han sido cruciales para lograr un estilo de vida sostenible en Israel, en todos los sentidos.
Existe ahora un nuevo tipo de diplomacia: la del agua. Al generar tanta agua potable Israel tiene una palanca para negociar la paz. Hay quien dice que buscan dominar la zona del medio oriente y la producción de agua les ayudaría a lograr esa dominancia. Y es que quien tiene el agua tiene el poder; quien tiene la tecnología tiene la posibilidad de compartirla o venderla; quien tiene el vital líquido puede garantizar la vida. La diplomacia del agua es una apuesta crítica para la seguridad hídrica y necesaria para el futuro de muchos países que tratan de combatir la pobreza y proteger la agricultura así como la vida misma. La cooperación es clave para la generación de agua suficiente. La paz es parte de lo mismo: sin la paz no se podrá avanzar para garantizar la vida futura de nuestro planeta.
El mensaje es claro. A través de la colaboración, la paz y el intercambio de experiencias y tecnología la vida sobre nuestro planeta sí podría ser no sólo sostenible sino pacífica. ¿No suena de sentido común? Yo diría que sí. Ojalá lo logremos.