Tiempo atrás escribí una columna sobre la destrucción de los miles de árboles que tristemente señalaba el inicio de la construcción del Paso Exprés. La autopista, conocida localmente como el libramiento, nos había servido por décadas. Hoy, la ampliación de ese libramiento lo ha convertido en una zona de muerte. Ustedes ya saben a qué me refiero y por qué se le conoce como el “Paso de la Muerte”.
Me es imposible no comentar los sucesos de la semana pasada en el sur de Cuernavaca. Un socavón se abrió en el Paso Exprés para tragarse a un auto con dos personas inocentes a bordo. Pudo haber sido cualquiera de nosotros; pero no, les tocó a estos dos ciudadanos que sólo iban a su lugar de empleo a trabajar. Es una tragedia que ha sacudido la capital morelense y que tendrá repercusiones no sólo locales sino estatales y federales. Las consecuencias inmediatas para nosotros, los morelenses, son de vasto impacto: no sólo tenemos pavor de viajar por el Paso Exprés, con muy debida razón, sino que nos da miedo cruzar los puentes –o pasar por debajo de ellos– y el tremendo caos vial que vivimos a diario nos tiene al tope de nuestra paciencia… Las autoridades deben responder.
Al parecer, nuestra querida ciudad ha sido no sólo cortada en dos con concreto, sino que se encuentra indefensa ante los efectos devastadores de la temporada de lluvias, sin atención alguna. Las calles de la capital están en un estado deplorable, también las de Jiutepec y de muchos otros municipios del estado. Al parecer, las autoridades tanto municipales como estatales nos han abandonado por completo a nuestra suerte. No sabemos qué hacer ni a dónde ir sin sentirnos en peligro. Es una situación francamente crítica, deplorable e inadmisible.
Descubrir que la parte sur del Paso Exprés fue construida con demasiada prisa resulta de lo más preocupante. Los encargados de la obra estuvieron trabajando sólo con el fin de cumplir todo para la fecha de inauguración, sin importar las graves consecuencias. Nuestro bienestar no tenía espacio en su mente. Nos quedamos con preguntas, con dudas, con reclamos –sobre todo para estas pobres personas que estuvieron dentro del hoyo durante nueve horas, donde sufrieron horriblemente para finalmente morir. La única certeza que tenemos es que nuestras vidas penden de un hilo. Sinceramente, cuando llego a casa –evitando como puedo la autopista y los puentes dudosos– siento un enorme alivio, pero ¿cuánto tiempo tendremos que seguir así?
Se conoce a Cuernavaca como la “Ciudad de la Eterna Primavera” y los árboles, plantas y viveros son testigo de este apodo cariñoso. Sin embargo, hoy en día Cuernavaca es un lugar a temer, una ciudad donde las autoridades están ausentes, en un estado que invita la inversión garantizando la destrucción de los ecosistemas/árboles/plantas/ para dar lugar a centros comerciales y otros desarrollos tan feos como mal diseñados. El mensaje es claro: el Paso Exprés no fue construido para nosotros los morelenses sino para la gente ajena a nuestro estado, a las que sólo les interesa pasar y no parar. Tenemos los mismos problemas viales que antes –de hecho, son peores ahora– y vemos los cuatro carriles centrales de la autopista vacíos e impedidos para nuestro uso. Cuernavaca ha sido utilizada por los políticos como un peón en un juego de ajedrez. Nos queda claro que nuestro bienestar no forma parte de la ecuación: estamos en el jaque mate total.
Por supuesto, todos estos problemas tienen un impacto ambiental negativo y afectan nuestra salud y nuestras vidas en todos los sentidos: más emisiones de carbono al ambiente, mayor destrucción de árboles, un nivel de estrés de lo más alto que tenemos que sufrir todos los que vivimos aquí. No tengo palabras para expresar el cúmulo de sentimientos que me invaden. Lloré por los árboles hace dos años y ahora estoy llorando por las personas que fallecieron en el socavón y por nuestra ciudad de Cuernavaca. No veo salida alguna… Es frustrante, es lamentable y es totalmente inaceptable.