“Aprender a estar en la piel de otro,
a ver a través de sus ojos,
así es como comienza la paz.
Y depende de ti que ocurra.”
-Barak Obama-
Hoy me siento más tranquilo después de muchos días de preocupación y desasosiego. Ahora entiendo mucho mejor a todas las personas que me envían mensajes varios sobre la situación de nuestro estado, los problemas sociales, emocionales y de otros tipos que estamos viviendo. Siempre trato de poner atención y mostrar empatía a lo que les sucede.
Hace algunas semanas, recibí un mensaje por Messenger de una chica de otro estado que estaba muy preocupada por lo que le había sucedido a su madre. Había sido diagnosticada con síntomas de covid y la tuvieron que hospitalizar de manera inmediata. Le dijeron que no la podía visitar porque estaría aislada en la zona destinada para tal fin, y no volvió a saber de ella.
Me dijo que estaba muy preocupada y que se sentía impotente por no saber nada de su madre, y se imaginaba los peores escenarios. ¿Qué estaría pensando su mamá? ¿Qué la habían abandonado a su suerte? ¿Qué sucedería si ella falleciera? Sólo le entregarían sus cenizas sin más palabras. ¿Y si no son sus cenizas las que están en la urna? Muchas preguntas y ni una sola respuesta.
A través de nuestros mensajes traté de calmarla y animándola a que fuera positiva. Pero lo que más le dolía, me contaba, era que cada día que pasaba era el suplicio por no saber de ella. Y lo peor, que no podía comunicarse en absoluto. Era una angustia total.
Así pasaron los días, y dejó de comunicarse conmigo. Yo me quedé preocupado, pero seguí una de las reglas de la empatía: dicen que la empatía es sumergirse en el mundo emocional del otro, pero sin ahogarse en él. Y esto es verdad, pues de lo contrario no sería de mucha ayuda lo que hiciéramos.
Esta historia se repitió, pero esta vez con mi madre. Ella, con la edad que tiene, padece de muchas afecciones y por falta de oxigenación, que es algo común en ella, pero que es uno de los síntomas de la pandemia, fue internada y aislada en el IMSS. Sin embargo, hablé con mi madre y yo mismo la llevé. Le dije que tendría que ser muy fuerte, que de ella yo había aprendido la fortaleza para salir delante de cualquier situación por terrible que fuera. Le dije también que no podríamos visitarla pero que estaríamos al pendiente de ella. Pensé que viviría la misma situación que otras personas habían vivido: incertidumbre, desesperación y angustia ante la falta de noticias sobre su salud.
Pero la verdad, y hay que reconocerlo con mucho agradecimiento, es que el escenario no fue de esa manera. El personal del IMSS fue muy amable. La trabajadora social me dijo que podíamos escribirle una carta cada día y que el personal médico la leería a mi madre para que ella se sintiera acompañada por las palabras de aliento. De igual manera, me aseguraron que recibiría llamadas diariamente de los médicos para saber cómo iba su estado. y así fue. Recibía dos llamadas diarias, una a medio día y otra por la tarde noche. Y es verdad que mi corazón estaba acongojado hasta que recibía esas noticias. Me dijeron que, a partir del octavo día, mi madre podría empeorar o empezar a recobrar la salud. Fueron días y noches muy difíciles. A los once días de internamiento mi madre fue recuperándose y la dieron de alta hace pocos días, afortunadamente.
La empatía del personal del IMSS, las trabajadoras sociales que recibían mis cartas, y de las y los doctores que me llamaban diariamente para decirme el estado de mi madre, fueron fundamentales para mi y mi familia, lo cual agradezco de todo corazón. Eso es lo que hace una sociedad empática, ponerse en los zapatos del otro para apoyar y salir adelante.
Y, sobre todo, agradezco a Dios, que se manifestó a través de alguien, que me dio seguridad y paz para atravesar este camino difícil. Me enseñó que la oración llega a donde yo no puedo llegar y que Dios hace lo que yo no puedo hacer.
La empatía ayuda mucho en una sociedad en la que cada día la gente sólo ve por sus propios intereses. Eso es egoísmo puro. Aunque es importante recalcar que hay diferentes tipos de egoísmo y que no todos son malos.
La empatía nos conduce a ser solidarios con los demás y tratar de entender lo que les sucede. Carl Rogers afirma que ser empático es ver el mundo a través de los ojos del otro y no ver nuestro mundo reflejado en sus ojos. Hay muchas formas de ver el mundo porque cada uno de nosotros ha tenido y vivido experiencias únicas que nos formado, o deformado, y por eso vemos el mundo como lo vemos. Por eso es importante cambiar el paradigma. Convencernos de que el mundo puede ser diferente a como lo hemos vivido a través de la empatía. Sigo pensando que el amor es el camino.
P.D. al final, la chica de los mensajes en Messenger, también tuvo la fortuna de que su madre saliera con bien. Insistí con varios mensajes hasta que me contestó. Pero ella no sabe la historia por la que pasé.