“La cooperación no es ausencia de conflictos,
sino el medio para resolver el conflicto.”
-Deborah Tannen-
Este viernes pasado terminaron las conferencias virtuales que ofreció el Tribunal Superior de Justicia del Estado sobre el tema de la mediación en el marco del primer aniversario del Centro Morelense de Mecanismos Alternativos para la Solución de Controversias (MMASC).
Se analizaron diferentes temas y, como comenté en mi columna pasada, yo hablé de cultura de paz y mediación. Les comento que recibí muchos comentarios, pero me quiero referir a uno específicamente de un prestigiado abogado que me llamó para comentarme que siempre había estado en contra de la mediación, pero que mi charla le había hecho cambiar de opinión al grado, que, basado en la misma, estaba comenzando a realizar un trabajo sobre el tema. Esa llamada fue edificante porque de verdad pienso que ha llegado la hora de cambiar del paradigma de la violencia al de la cultura de paz.
Existe mucha resistencia, por parte de un gran número de abogados, en el tema de la mediación porque suponen que eso les quitará trabajo. Sin embargo, esto no es verdad. Como he comentado en anteriores publicaciones, en todas las sociedades se ha vivido la cultura de la violencia por los siglos de los siglos. Muchos autores afirman que el ser humano es violento por naturaleza. Y considero que la llegada de la mediación causará que la abogacía se reinvente buscando nuevas formas de resolver los conflictos.
El antropólogo Ashley Montagu, refiriéndose a numerosos estudios neurológicos, nos dice que el cerebro está programado para la agresión, lo cual es bueno, porque la agresividad nos permite a los seres humanos hacer uso de ella en caso necesario. Pero no hay que confundir la potencial agresividad con la violencia que en muchos seres humanos se manifiesta como una forma de mostrar superioridad.
En la introducción de “La cultura de la violencia: la transgresión y el miedo de los adolescentes”, la autora, Alejandrina Silva nos dice que “históricamente, el desarrollo cultural y la dinámica social, con el uso de leyes y normas religiosas y civiles, posibilitó sólo por períodos un orden en las tensiones sociales, permitiendo cierto respeto por los otros. Sin embargo, pese al castigo por infringir las leyes y a la represión existente, pareciera que arribamos a un momento de irrespeto total hacia el sistema establecido, en que la inseguridad creciente es la única certeza y el respeto a la vida ha perdido todo significado y con ello los valores consecuentes, sobre todo, cuando se habla ya sin cuestionar de la cultura de la violencia.”
Este trabajo realizado en 2006, nos muestra que, efectivamente, a pesar del castigo que el estado pueda imponer, la violencia se ha generalizado en todas las sociedades. Lo vemos un día sí y otro también en los medios tradicionales y en los sociales. Ya no hay respeto a las leyes. Ni por parte de los delincuentes, ni por parte de los ciudadanos que, al verse sometidos por la delincuencia, ejercen justicia por propia mano. En otros casos, y de peor manera, la gente, la masa, diría yo, se deja llevar por noticias falsas o fake news y realiza actos vandálicos o linchamientos en contra de personas inocentes.
Los filósofos de la antigüedad han tratado estos temas y han desarrollado teorías para desarrollar el bien. Aristóteles en su tratado de “Ética” nos dice que el bien es el fin de todas las acciones del hombre. El bien es el objeto de todas nuestras aspiraciones.
Sun-Tzu, en “El arte de la guerra” sostiene que el conflicto es luz y sombra, peligro y oportunidad, estabilidad y cambio, fortaleza y debilidad, el impulso para avanzar y el obstáculo que se opone. “Todos los conflictos contienen la semilla de la creación y la destrucción”.
El conflicto siempre existirá, de eso estoy seguro. Lo que no comparto es que sólo se pueda solucionar exclusivamente con el uso de la violencia. Y en el caso de los juicios, no tiene por qué haber un tercero llamado juez, necesariamente, que decida quién gana y quién pierde en una controversia. Existe desde hace muchos años este medio alternativo de solución de conflictos y que, finalmente, ya tenemos en nuestro estado, que nos permitirá no sólo cambiar el paradigma de la violencia, sino que nos dará las bases para desarrollar la cultura de paz.
Analicen un caso familiar. La pareja se pelea por un conflicto que tiene. Y al no tener más que la cultura de la violencia, se amenazan y se convierten en enemigos a muerte, llevándose en esa terrible tormenta a los hijos, si los tienen. Cada uno argumenta a través de sus abogados lo que consideran y se da una batalla interminable en la que aparentemente uno gana, pero que, en realidad todos salen perdiendo. La familia se destruye.
La mediación nos ofrece una forma pacífica, amigable, voluntaria, empática, entre otros elementos de poder resolver el conflicto de una manera más civilizada en la que, a la postre, las partes puedan quedar en mejores términos porque se resolvieron las cosas de tal forma en que se beneficien ambas partes. Es un esquema ganar-ganar.
La violencia es la imposición destructora de una persona hacia otra. ¿Seremos capaces de entender, aprender y desarrollar una cultura de paz para vivir mejor en comunidad? Yo estoy seguro que sí. De lo contrario, seguiremos violentándonos entre unos y otros.