“La paz no es sólo una meta distante que buscamos, sino un medio por el cual llegamos a esa meta”
-Martin Luther King-
En el prólogo de su libro “Paz Social y Cultura de Paz”, Virginia Arango Durling nos dice que el concepto de paz no es sólo ausencia de conflictos o guerra, dice que es un fin, un objetivo imprescindible para ejercer y disfrutar los derechos humanos. Y finaliza diciendo que la paz es sinónimo de promoción y respeto de los derechos fundamentales.
Al analizar estos conceptos, nos damos cuenta de todo el trabajo que debemos hacer en nuestras comunidades. En mi caso personal, que no es diferente del de muchas personas que conozco, si me regreso al baúl de los recuerdos, mi niñez gozó de muchas libertades. Jugábamos en la calle, “nos íbamos de pinta” a diferentes lugares.
Recuerdo un día que salimos de casa desde temprano, vivíamos en la colonia del Empleado, y nos fuimos caminando desde la calle de Juan Álvarez, por dónde estaba mi escuela primaria, hasta llegar a los Go-Karts. Fue una jornada en la que, además de la caminata, íbamos contando muchas historias. Caminábamos mientras construíamos sueños. Nos tomó un buen rato el trayecto, y cuando llegamos a nuestro destino, disfrutamos el día como sólo nosotros sabíamos hacerlo. Regresamos de igual manera. Llegamos cansados, pero muy contentos de nuestra aventura. En otras ocasiones, nos íbamos al cerrito a volar papalotes que nosotros mismos hacíamos con varitas que recolectábamos en el campo, y papel china. Era maravilloso correr contra el viento y ver como nuestro juguete se elevaba por los aires. Más tarde bajábamos del cerrito y nos íbamos a nadar al “ojito de agua”, ése que todavía está cerca de esta casa editorial. Regresábamos a casa en donde ya nos esperaba mi madre con la merienda. Ella no se preocupaba de dónde andábamos. Y cuando salíamos nomás a la calle a jugar canicas, al bote pateado, a la roña, al burro castigado, y otros juegos maravillosos, todos los niños y niñas que jugábamos, nos sentíamos libres. Nos sentíamos vivos.
Ese es el trabajo que debemos hacer en nuestra sociedad. Hacer que regrese la armonía, la convivencia, el quehacer comunitario, el sabor a hermandad.
Duele mucho ver la ausencia de los niños en las calles. Aunque también nosotros somos responsables de lo que sucede con nuestros hijos. Ahora viven encerrados en una burbuja llamada “redes sociales”, “realidad virtual” en la que se pierden por horas. No hay convivencia real. Estamos conectados con la “realidad virtual” pero desconectados de la realidad vital, humana.
Cassiana Tardivo, psicopedagoga brasileña y experta en aprendizaje y educación, escribió “los hijos de la habitación”. Entre otras cosas, menciona en este texto que antes perdíamos a nuestros hijos en los ríos, en los bosques, en los mares, ¡hoy los perdemos dentro de la habitación! Cuando jugaban en el patio escuchábamos sus voces, sus fantasías… Y al oírlos, aunque fuera a la distancia, sabíamos lo que ocurría en sus mentes. Cuando entraban en la casa no existía una TV en cada cuarto, ni dispositivos electrónicos en sus manos.
Hoy no escuchamos sus voces. No escuchamos sus pensamientos y fantasías. Sí, los niños están ahí, dentro de sus cuartos, y por eso pensamos que están seguros. Cuánta inmadurez la nuestra.
Este es el primer elemento para construir una cultura de paz. Retomar a nuestras familias y comenzar de nuevo. Reconstruirlas para que exista entendimiento y no necedad. Para que haya comunicación y no aislamiento. Para que se dé el amor y no el odio ni el abandono.
Existen, además, otros elementos como: practicar la gentileza en casa y en la calle. Las acciones de generosidad y muestras de respeto harán una gran diferencia en tu familia, en la calle, en el trabajo. Practica la caridad y la compasión. Ayuda a tu prójimo, a tu vecino, ayuda en la comunidad. Cultiva ideas buenas, generosas. Si eres una persona equilibrada y muestras felicidad, vas a contagiar a los demás. Sé un centro de energía positiva para los que te rodean. Aleja la negatividad y contagia a las personas con tus ideales de bien. Por último, y entre otras cosas más, para cultivar una cultura de paz, primero tienes que estar bien contigo mismo. No hay forma de llegar a la paz si nuestro espíritu está lleno de pensamientos negativos.
Esto no sólo aplica a las personas como tú y como yo. Aplica también a las personas que dirigen los destinos de una sociedad a través del gobierno. Ellos, de manera principal, porque son ellos de donde provienen las consecuencias positivas o negativas, a través de políticas públicas, para nuestra sociedad. Sin que esto no quiera decir, que nosotros, como ciudadanos no hagamos lo que nos corresponde.