En tiempos de gran estrés o adversidad,
siempre es mejor mantenerse ocupado,
para descargar su ira y su energía en algo positivo.
-Lee Iacocca
Lo mencioné cuando se dio el sismo del 19 de septiembre pasado. La sociedad civil respondió como siempre que se requiere. Se volcó el apoyo humanitario a más no poder y se vio la hermandad que nos une a los mexicanos en los momentos trágicos. Se habló también de que la reacción naciente no se puede quedar en esas manifestaciones. Son tiempos nuevos. Tiempos de soñar con una vida mejor. Con un sistema social diferente. Ahora es el tiempo de la reconstrucción de nuestro país tanto física-estructural como espiritual, social, filosófica y políticamente. No hay que soltarnos. Las dificultades reales se pueden superar, sólo las imaginarias son invencibles. Y a eso me referiré esta ocasión. He recibido llamadas y comentarios de muchas personas que aseguran estamos viviendo tiempos de estrés terribles. Hay personas que todo el día están preocupadas por todo lo acontecido. Otras no pueden conciliar el sueño. Hay quien asegura que el trabajo se ha estancado y que la economía no se mueve…en fin, pareciera que todo es caos y preocupación.
Aun cuando todo esto es verdad, hay una relación entre lo que sucede de manera externa y como puedo enfrentarme al caos. Pareciera que nuestra “civilización” tuviera que pagar un precio muy alto para ser tal pero como bien señala Maurren Killoran, el estrés no es una reacción. Más bien es el precio que pagamos por la vida “civilizada” que vivimos, que por cierto no es civilizada en absoluto. La depresión es la enfermedad del nuevo siglo. Estamos perdiendo la fe, la esperanza ya no en el futuro. Estamos lastimados por el presente convulsionado que vivimos.
De acuerdo a estudios recientes, hay una relación muy estrecha entre las noticias que vemos, escuchamos o leemos con el estrés que vivimos. Y no sólo eso, parece que los desórdenes de ansiedad y hasta los suicidios tienen una causa común: Los hechos que vivimos y las noticias del día a día. Cada vez es más difícil no sentirse preocupado porque estamos viviendo muy de cerca la violencia, los desastres naturales, la inseguridad. Los casos de violencia están muy cerca de nosotros. Y de muestra, ahí está el botón del asesinato de un joven en el Bar “Attico”.
Todos los días estamos expuestos a hechos que se alejan de la civilidad, de la ética, de la cultura de la paz y del buen vivir. Necesitamos un nuevo paradigma social de convivencia para vivir en armonía.
¿Qué podemos hacer para remediar un poco esta situación? Antes de contestar la pregunta, es necesario ser conscientes de todo lo que hacemos en el día a día. Lo primero que hace una persona al levantarse es ver su celular y enterarse de las malas noticias y al acostarse lo último que hace es ver nuevamente su celular y enterarse de más malas noticias. Las estadísticas revelan que tres de cada cuatro personas hacen esto todos los días, lo que nos lleva a concluir que la gran mayoría vive, o vivimos, en un estado de estrés angustiante. De verdad tenemos que estar atentos con lo que hacemos con nuestros celulares. Hay que ponerse reglas. Y para lo que no debemos hacer, aquí van algunas sugerencias: cuando estés con alguien no uses el celular porque es una falta de respeto para tu interlocutor, ya no dependas tanto del celular. De vez en cuando apágalo y conéctate a la vida; cuando estés a la mesa guárdalo, de esa manera pondrás más atención a tus invitados; y, finalmente, duerme en paz y tranquilidad. No veas el celular antes de acostarte para ver las últimas noticias del día. Dale un espacio a tu espíritu para que descanse como se debe.
Vivimos en una época diferente y veloz pero de vez en cuando hay que regresar a lo básico. Antes vivíamos tranquilamente sin tanto estrés y sin tanta basura tecnológica. No permitamos que la tecnología nos quite la esencia de ser humanos. No lleguemos al punto de hacer cierta la siguiente frase: “Qué ironía de la tecnología, mientras nos acerca a las personas más lejanas, nos aleja de las más cercanas”. Y agregaría: Y me aleja de mi espíritu, de mi esencia.