Si quieres conocer a tu peor enemigo
mírate al espejo. Véncelo
y todos los demás saldrán corriendo.
Mijail Litvak
Todos estamos de acuerdo en que siempre hay problemas. No existe persona que diga que nunca los ha tenido.
Sin embargo, hay variantes en la forma en que se pueden abordar. Antes de entrar al tema, es importante mencionar que el conflicto es parte de la naturaleza humana.
Y los vivimos desde nuestra propia familia. Se dan desde la convivencia de la pareja y mucho más cuando los hijos van creciendo y tienen sus propios puntos de vista. Lo importante es reconocer y aceptar que así como tenemos conflictos o problemas personales, es lógico suponer que los habrá entre las naciones.
Nos duele enfrentar un conflicto porque no sabemos cómo manejarlo. Resulta difícil aceptarlo y, peor, enfrentarlo. Surgen sensaciones desagradables: impotencia, enojo, culpa, miedo, vergüenza. No es agradable saber, aceptar que tenemos un conflicto. Y si analizamos nuestra actitud, nos vamos inmediatamente a la vox populi “la ropa sucia se lava en casa”. Como si de verdad tuviéramos la capacidad de resolver por nosotros mismos cuando en realidad las más de las veces necesitamos ayuda. Pero nos cuesta mucho buscarla. Pedirla. Y mientras, dejamos pasar el tiempo como si el conflicto no existiera y éste se va agrandando.
Esto mismo sucede en las instituciones, las empresas, los gobiernos. En todas aquellas entidades donde participen dos o más personas, porque todos tenemos puntos de vista diferentes, gustos diferentes, formas de enfrentar la dinámica de la vida.
Es muy común escuchar que de un conflicto no va a resultar nada bueno. Que todo traerá malos resultados. Caos. Si esa es tu manera de pensar, entonces estás de acuerdo con lo que se llaman “conflictos disfuncionales”. Pero si eres una persona diferente, creativa y que acepta que el conflicto es parte de nuestra naturaleza y que de éste puede salir algo bueno, creativo y de mejora para el equipo, entonces eres del grupo que pertenece a los “conflictos funcionales”. Todo depende de la manera en que gestionemos el conflicto.
Dicen que la persona que le tiene miedo a enfrentar un conflicto, en realidad tiene miedo a no sentirse querida o aceptada. La gestión del conflicto es muy importante. Son una serie de estrategias que debemos de estudiar en lugar de actuar solamente como hemos aprendido desde niños. De hecho, mi propuesta es comenzar a enseñar estas estrategias desde temprana edad en las escuelas para comprender mejor el conflicto y tener una vida mejor.
Pero ¿qué es un conflicto? Stephen Robbins lo define como un proceso que se inicia cuando una parte percibe que otra la ha afectado de manera negativa o que está a punto de afectar, de manera negativa, alguno de sus intereses. ¿Cómo enfrentamos el conflicto? Hay varias maneras:
La primera es la colaboración, que intenta dejar contentas a todas las partes involucradas. Requiere un alto compromiso.
La segunda es la acomodación que, como su nombre lo indica, acomoda las necesidades de las dos partes para resolver el conflicto.
La tercera es el compromiso. Le llaman también la reina de las estrategias de resolución de conflictos porque se consigue un equilibrio entre ambas partes y se consigue que todos queden satisfechos.
La cuarta es la competencia es aquella en la se garantiza que una sola de las partes gana a costa de las demás. ¿Qué opinas?
Y la quinta es la evasión, que, como su nombre lo indica, evita la solución del conflicto aunque ninguna de las partes quede satisfecha.
¿Cómo actúas tú cuando se presenta un conflicto? Lo primero que tenemos que entender es que un conflicto no necesariamente conlleva violencia. Sin embargo, desde niños hemos aprendido que es así como se debe de enfrentarlo. “Defiéndete”. “No te dejes”. Y a veces, o muchas, tal vez, nuestra reacción no es pacífica ni amigable porque cuando se da un conflicto explotamos. Lo tomamos como un ataque.
¿Cómo debo actuar? Primero, no evites el problema. Trata de resolverlo. Segundo; analiza tu reacción instintiva. No explotes a la primera. Tercero, Ya consciente de tu reacción, aborda el conflicto con calma y con respeto. Escucha de manera amable y con atención. No lo tomes personal si la otra persona no está de acuerdo contigo. Eso no significa que la persona sea negativa o agresiva. Cuarto, debes hacer una exposición de los hechos y establece los puntos de acuerdo, fechas y objetivos para cumplir esos puntos de acuerdo. Establece un ambiente de confianza mutua. Y por último: evita la confrontación. Enfócate en el conflicto, en el asunto. No en la persona.
Para finalizar, hazte estas preguntas cuando enfrentes un conflicto: ¿Cómo soy al enfrentarme a un conflicto? ¿Me muestro débil o demasiado agresivo al enfrentarlo? ¿Necesito más conocimiento o práctica en la gestión del conflicto? Desarrolla una vida emocional sana para vivir mejor.