Si usted es de los que hasta que ya tiene el tiempo encima decide ponerse a pensar dónde va a escaparse para las vacaciones de fin de año, le tengo buenas noticias. Aún puede aventurarse y elegir algún destino nacional.
Es por eso que a partir de hoy, y durante todo el mes de diciembre, este espacio estará dedicado a los destinos nacionales que, por experiencia propia, recomiendo para unas tranquilas vacaciones decembrinas.
Desde hace casi 18 años, cuando tuve la fortuna de iniciar una familia con un viajero empedernido, tomábamos vacaciones a lugares espectaculares pues decidimos que para evitar las discusiones de “con tu familia o con la mía”, pasaríamos siempre el 24 con ambas familias (unos por la mañana, otros por la noche) pero el 31 sería para nosotros, como nueva familia, en una cena especial, lejos de todo y de todos.
Asi, en aquel lejano diciembre de 1995 decidimos recibir el 96 en el que, hasta la fecha, sigo considerando el estado más hermoso de México: Chiapas.
Chiapas tiene todo para volver feliz a cualquiera, y nosotros no fuimos la excepción. Aunque hay muchos tours recomendados por agencias, nosotros siempre hemos viajado siguiendo nuestro instinto y sin agendas establecidas. Sobre todo en lugares como el sureste mexicano, donde la oferta puede ser enorme, los tours pueden representar el primer obstáculo para realmente conocer un destino.
Así que, mi primera recomendación para armar un buen viaje a Chiapas es llegar en avión a Tuxtla Gutiérrez, durante el día se puede visitar el Parque Ecológico Miguel Álvarez del Toro, dormir una noche allí y al día siguiente, lo más temprano posible, dirigirse a Chiapa de Corzo y disfrutar de uno de los lugares más espectaculares que existen en México: El Cañón del Sumidero.
Lo recomendable es alquilar una lancha que por el río Grijalva los llevará al Cañón, cubierto en parte por el agua de la presa Chicoasén, una de las más grandes del mundo. Cuentan las leyendas, que los Indios chiapa prefirieron despeñarse desde el Cañón del Sumidero, antes que ser sometidos. Al volver al pueblo, pueden visitar la Fuente de la Reina, una réplica monumental en estilo mudéjar de la corona de la reina Isabel.
Mi siguiente recomendación es rentar un auto y enfilarse a San Cristobal de las Casas, pueblo mágico ubicado a 80 kilómetros de la capital chiapaneca. Es un paisaje de hermosas construcciones virreinales de estilo barroco, plateresco y neoclásico, que se mezclan con el verdor del bosque y la niebla que lo cubre. Si te gusta la joyería de jade y ámbar, estarás en el lugar correcto porque en sus hermosas callecitas empedradas, sobre todo en la Miguel Hidalgo, podrán encontrar verdaderas obras de arte hechas por artesanos de la región.
Por supuesto, nadie que vaya a San Cristobal puede dejar de visitar su plaza principal, donde destaca la Catedral construida en 1528 y remodelada en el siglo XVII. Pero tampoco pasa desapercibido su kiosco de principios del siglo XX. Y ¿para comer?, lo indispensable es el café y los tamales, un verdadero manjar. El mejor café del mundo, lo he probado en San Cristobal.
Es importante recordar que, como buena ciudad colonial, San Cristobal de las Casas tiene callecitas empedradas por lo que es indispensable llevar calzado cómodo y con agarre porque en diciembre es probable que caiga alguna lluvia ligera o incluso aguanieve.
Esa es otra maravilla de Chiapas que hay que tomar en cuenta al momento de empacar: su variedad climática. Lugares como Tuxtla Gutiérrez, Arriaga o Tonalá pueden tener un clima caluroso aún en invierno, pero San Cristobal, Comitán y otras comunidades ubicadas en los altos tendrán un clima frío y húmedo. Si su recorrido los acerca a la Selva Lacandona, hacia Chajul y Montes Azules, el clima será caluroso pero muy húmedo y con lluvias, aunque mucho más ligeras que los torrentes que caen en verano.
Pero si el frío te tomara por sorpresa, es un excelente pretexto para escaparse por la carretera porque a unos 15 kilómetros están los pueblos de Zinacantán y San Juan Chamula, donde puedes comprar ropa típica como rebozos, faldas y hasta abrigos hechos con lana virgen que te servirán perfecto pues por supuesto han sido creados especialmente para el clima que te tocará enfrentar en este viaje.
El recorrido hacia Zinacantán y San Juan Chamula puede incluso hacerse a caballo o bicicleta, para los amantes de la aventura y el ecoturismo. Un punto más para que te den ganas de visitar estos pueblos es la hospitalidad, la gente te invita a pasar a su casa, como parte de sus tradiciones, por lo que ya no querrás irte de allí.
Si tu intención es conocer todo el estado de Chiapas, considera que necesitarás como tiempo ideal dos semanas. Si no dispones de tantas vacaciones, yo aconsejo que se divida el estado en rutas. Esta que les he descrito es una de las más familiares y tranquilas. Se pueden agregar paseos a las Lagunas de Montebello o las Cascadas de Agua Azul.
Si lo tuyo es la aventura, Chiapas tiene todo para ser el destino perfecto pues existen touroperadores que ofrecen servicios para quienes practican deportes extremos como bicicleta de montaña, senderismo, alpinismo. También se pueden hacer recorridos guiados por la Selva Lacandona, hospedarse en cabañas ecológicas donde literalmente, te olvidarás del mundo. Y como buen aventurero, seguramente no cenarás pavo y bacalao en año nuevo, pero en estos lugares bien puedes deleitarte con langostinos, iguanas, armadillos y hasta jabalí. Pero si algo debes probar para decir que estuviste en Chiapas, son las hormigas conocidas como chicanas en Tuxtla Gutiérrez, cocosh en Ocosingo, nacasmá en Chiapa de Corzo, shanich en Chanal, shinich en Huixtán, tisis en San Cristóbal, tzitsim y quis en Venustiano Carranza, tzintzin en Comitán o sompopo en el Soconusco. Lo cierto es que son unas enormes hormigas parientes de las famosas Marabunta que habitan en la Selva Amazónica.
Comúnmente se preparan asadas en comal con un poco de sal y se pueden servir en tacos de tortillas recién hechas, con jugo de limón o chile, y también con guacamole o chilitos de Simojovel fritos. Además le pueden servir solos, como una exquisita botana para acompañar las cervezas con los amigos.Y aunque son deliciosas, ellas me probaron a mí antes que yo a ellas. Resulta que, igual que sus primas de Sudamérica, estas hormigas se mueven en enormes grupos y se alimentan de lo que encuentran a su paso, pero sin desviar su trayectoria. Y una noche oscura, en el corazón de la selva chiapaneca, yo estaba en su camino. en segundos se me subieron cientos de hormigas que comenzaron a morderme. Por fortuna el río estaba cerca y como en caricatura cuando te persigue un panal de abejas, mi esposo me quitó el vestido de un tirón y corrí a aventarme al agua. Allí quedaron ellas flotando. Mi venganza llegó días más tarde, cuando me las sirvieron como botana en una cantina de Comitán. Pero si lo suyo es la playa, Chiapas tiene una costa muy hermosa también, pero será motivo de otra entrega de estas andanzas.