Años más tarde descubrí que mis dudas eran mucho más grandes que mis creencias y me volví abiertamente atea y entonces, siendo sincera, lo primero que me pregunté es que si sería coherente seguir festejando la navidad si no creo en ese Dios que supuestamente envió a su hijo a salvar a la humanidad un 25 de diciembre.
Pero sabía que no podía ni quería ser indiferente a la navidad y empecé a aceptar que podía disfrutar de las fechas, simplemente por el placer de vivir, así que convertí a mi navidad en un derroche hedonista alrededor de los sentidos.
Así comencé sólo a dejarme llevar por lo que veía, escuchaba, olía, tocaba y probaba en la temporada navideña. Así fue como descubrí que más que la nochebuena o los regalos, la navidad para mí significaba luces de colores brillantes que parpadean y transforman las calles de las ciudades, aromas frutales con especias que lo mismo puedo encontrar en un ponche en las calles de Oaxaca o en el vino caliente que me ayudaba a combatir el frío en París.
La navidad es sabor a galletas de jengibre en Estados Unidos, olor a dulce de colación en México, aroma a castañas tostadas en Madrid, sabor de bacalao en Lisboa, la sensación en la boca cuando tomas un chocolate caliente en aquella chocolatería que me conquistó en el Barrio Latino de París.
Pero tengo 41 no he visitado el destino perfecto para la navidad, aunque espero hacerlo pronto, cuando me mude a Francia.
Si cuando eran niños leyeron “Un cuento de navidad”, de Charles Dickens, seguramente crecieron como yo, imaginando un pueblito nevado en alguna lejana montaña suiza, pero viéndolo sólo en esas esferas animadas que venden como adorno para estas fechas. Sin embargo yo he encontrado en el mapa un destino que conjuga la arquitectura de esos pueblitos de los cuentos navideños, pero con todo el ambiente festivo, colorido y sensorial que amo de la navidad. Se llama Alsacia y, por supuesto, se encuentra en Francia, mi país favorito.
La primera vez que escuché de este lugar, fue porque mi enamorado francés salió de París para visitar a su amigo de la infancia, así que no iba a poder llamarme por skype en un par de semanas. Su amigo vive en Alsacia, la región más pequeña de Francia, y él comenzó a contarme todo acerca de ese hermoso lugar. Por supuesto corrí a google maps para buscar las imágenes de satélite del lugar y quedé maravillada.
Y es que además de la fama que este pueblo francés tiene por sus deliciosos vinos, Alsacia cuenta con el mercado de navidad más antiguo y famoso de Francia. El pueblo se transforma literalmente en una villa navideña, idéntica a la que cada año mis hijos y yo colocamos al pie de nuestro árbol.
Los mercados de navidad nacieron en el siglo XIV, principalmente en Alemania y Francia, donde Alsacia fue el primero y más tradicional. Sin embargo si se investiga su historia, se descubrirá que está menos vinculada al cristianismo de lo que podría creerse. En el pasado, las personas tenían una relación mucho más estrecha con la naturaleza por ello es que, cuando el sol comenzaba a esconderse por el solsticio de invierno, la falta de luz y calor se compensaba con grandes comilonas hechas con carne de puerco, cerveza y vino nuevo, para recordar y rendir homenaje a los días soleados que se fueron y esperar la nueva temporada de abundancia y cosecha.
Los santos vinieron después, a reemplazar a la naturaleza. San Martín y San Nicolás fueron elegidos en el siglo XIV para cuidar los mercados, primero en Alemania y luego en Alsacia. De hecho, es San Nicolás el patrón de este pueblo francés. Fue venerado porque realizó muchos milagros, pero es mundialmente conocido por los regalos que entregaba a los niños en las fiestas de navidad. Así nació Papá Nöel, o San Nicolás. Es por ello que en Francia, los mercados de navidad son conocidos como “Marche de Nöel”, que en traducción literal sería “Mercado de Nicolás”.
Entre los mercados de Alsacia más hermosos está el de Estrasburgo, el más antiguo de toda Francia, que data de 1570 y que recientemente ha sido elegido el "Mejor Mercado de Navidad de Europa en 2014”. El mercado de Navidad alsaciano es el primero de Francia y sigue siendo el más famoso del país. Aunque por supuesto, en París los visitantes también pueden disfrutar de los mercados de navidad, incluso fuera de Francia, las embajadas realizan mercados de navidad para la comunidad francesa o los francófilos como yo, que año con año acudo al que se realiza en la Casa de Francia, en la Ciudad de México.
Si hay algo delicioso de estos mercados, no importa si estás en Alsacia o en París, es esa deliciosa bebida que inventaron los alsacianos para luchar contra el frío: vin chaud, es decir, vino caliente. Esta bebida está hecha con vino tinto caliente, sabores cítricos de limón y naranja, y especias como canela, anís, nuez moscada y clavos. La tradición marca que este vino debe ser acompañado de los Bredle o Bredeleque son galletitas de navidad también originarias de Alsacia. Existen Bredle de sabores, colores y formas diferentes.
Son pequeñas y secas, se necesita varias horas de preparación antes de poder probarlas. Sus ingredientes son numerosos y variados: canela, naranja, anís, avellana, chocolate, nuez, coco y más. Su elaboración reúne a toda la familia y amigos. Y la tradición alsaciana es colgarlas del árbol de Navidady de ahí irlas tomando.
En los mercados de navidad parisinos además se pueden adquirir productos tradicionales de la cocina francesa, regionales y artesanales, además se puede disfrutar de la iluminación navideña y de espectáculos callejeros, desde finales de noviembre y hasta los últimos días de diciembre.
En París el más famoso es el que se monta sobre la avenida Champs Elysées, famosa también por ser la más iluminada de toda la ciudad, desde la Rotonda hasta la Plaza de la Concordia. Por supuesto se monta un mercado navideño también en la Plaza Trocadero, justo frente a la Torre Eiffel, mucho más pensado para los turistas. Y en fechas recientes, a partir del nuevo plan de recuperación urbana, se ha colocado uno en La Défense, el distrito financiero parisino que busca llevar vida a sus calles y plazas más allá de las horas de oficina. También se pueden visitar estupendos mercados de navidad en otras ciudades francesas, como Metz, Lille, Nantes, Grenoble, Carcasona, Montbéliard, Aviñón, Tolosa, Albi, o Besançon.
En México, los que no podemos viajar a Francia con la frecuencia que quisiéramos, podemos tener una probadita de la navidad francesa en el Marche de Nöel que organiza el Instituto Francés de América Latina (IFAL), junto con la embajada, en la Casa de Francia.
Ahí, la comunidad francesa que vive en México se reúne con los mexicanos que han vivido o estudiado en Francia, o que tienen algún vínculo familiar o cultural con el país galo. Vino caliente, degustación gastronómica, cata de vinos de todas las regiones, macarrones, quesos y por supuesto, torneos de Petanque y música tradicional no pueden faltar en ese día de fiesta a la francesa que este año se celebrará el próximo sábado 13 de diciembre.
Pero nada se compara con pasar una navidad en Alsacia, así que yo sigo contando los días para poder volver a Francia en diciembre, tomar un tren y llegar a este pueblo de ensueño para tomar un vino caliente y robar bredles de cada árbol navideño que pueda.