Pero también estamos los viajeros cosmopolitas, los que adoramos el glamour de las grandes capitales del mundo. Nos gusta el caos urbano, la locura citadina, el estrés del día a día aunque estemos de vacaciones y eso es porque en realidad para nosotros las vacaciones no lo son. Somos viajeros siempre y disfrutamos igual un viaje de trabajo que uno de placer.
Mis destinos favoritos en el mundo son urbanos y, mis sueños de viaje siguen girando aún en torno a grandes ciudades. No quiero morir sin conocer Nueva York, Dubai, Nueva Dehli, Toronto, Sydney, Barcelona, Moscú, Londres o Tokio.
Por fortuna mis pasos ya han dejado huella por Madrid, Roma, Lisboa, Río de Janeiro, Montevideo, Ciudad de Panamá y por supuesto, mi favorita: París.
En estas andanzas urbanas, he tenido siempre un aliado fiel, a veces sofocante pero siempre útil y listo para venir a por mí sin que esto me deje en bancarrota: el metro.
La primera vez que salí de mi país ni siquiera vivía en la ciudad de México y tenía varios años de no utilizar transporte público pues en Cuernavaca, donde vivía entonces, como ustedes saben, el transporte público es una pesadilla en la calle del infierno.
Así que, cuando utilicé el metro en Roma me sentía realmente cosmopolita. Sin embargo, ahora que conozco los sistemas de transporte metropolitano subterráneo de otras ciudades del mundo, veo lo pequeño que es el de la capital italiana. Apenas tres líneas componen ese sistema, con una longitud total de 41.8 km. A esta infraestructura se suman otras dos líneas suburbanas y una de metro ligero.
Años después descubrí que el metro de Milán, que a mi parecer es una ciudad mucho más importante para la economía italiana y mucho más cosmopolita, es mucho más grande. Tiene 92 estaciones y 101 km de longitud. Sin embargo, allí todo me pareció complicado. Desde las máquinas expendedoras de boletos hasta el hecho de que en un mismo andén pasen trenes con distintos destinos por lo que confundirse puede ser sencillo. Y no habría problema si sólo se tratara de perderse, finalmente cuando uno está de viaje hasta disfruta esos accidentes. Pero si uno va, por ejemplo, al centro de exposiciones Fiera Milano, ubicado en la región suburbana y cometió el error de tomar otro tren o bien, de no comprar el boleto adecuado, tenga por seguro que al salir con la intención de ver alguna exposición se encontrará con los rudos guardias italianos con la peor arma para un viajero: la terminal de cobro para tarjeta de crédito.
Evadir la multa es imposible. Cuando estuve allí, era para visitar el Salón Internacional del Mueble, el evento que genera la mayor riqueza a la ciudad de Milán en todo el año. Llega gente de todo el mundo y pude ver cómo estos guardias, que por supuesto no se dan abasto para revisar a todos, eligen a los que son evidentemente extranjeros porque, obviamente, son los más propensos a equivocarse en el boleto del metro. Me percaté de que eligen mucho a los orientales, claro, los chinos están abarrotando italia y todo europa con mucho dinero en los bolsillos, eso los vuelve presas de estos caza multas.
A ellos no les importará si usted es mexicano, chino, indio o extraterrestre. Ni los alegatos de idioma, novatada, inocencia servirán. Ni tu mejor sonrisa podrá ablandar a los duros guardias italianos que alguna herencia fascista seguro que conservan en sus entrenamientos.
Yo había escuchado de lo de las multas, en el metro de París, por ejemplo. En mi primer viaje no tuve ningún problema y religiosamente compre los boletos adecuados para cada trayecto y los conservé todos para mostrarlos a los guardias en caso de que me los solicitaran. Aunque veía en todas las estaciones a los parisinos saltar los torniquetes o pasarlos por debajo, yo no tenía el valor de hacerlo para ahorrarme unos cuantos euros.
En mi segundo viaje tampoco quería hacerlo, sin embargo, una vez no me quedó más remedio pero lo curioso es que no fue para entrar al metro, sino para salir de él. Resulta que compré un boleto suburbano para ir a escuchar a mi sobrino que tocaba con su grupo en un restaurante cercano a Puteaux, en las afueras de París. Ese boleto me permitía no sólo utilizar el metro, también el RER, que es sistema de trenes urbanos no subterráneos, que normalmente conectan a parís con el resto de los suburbios de la región de Ile de France. Todo parecía en regla, sin embargo no contemplé un pequeño detalle. Yo adquirí ese boleto a las 8:30 pm y tomé el RER de regreso a París pasadas las 12 de la noche. No había problema pues era fin de semana y había servicio hasta las 2 am pero… mi boleto no era para dos días, sino para uno. Eso significaba que había expirado a las 11:59 de la noche. Cuando intenté hacer la conexión entre el RER y el metro, ya no podía entrar con ese boleto y, las máquinas que podían expedirme un boleto que me permitiera salir estaban… ¡afuera! No tuve más remedio que aplicar el #PosMeSalto que me recordó lo que hicimos en protesta cuando subieron la tarifa del metro del DF.
Por fortuna esa noche, no había nadie más y no corría el riesgo de que algún inspector me pidiera mi boleto y pude llegar sin problema hasta donde estaba hospedándome, en el barrio de Montmartre. Al día siguiente, en uno de mis trayectos habituales, supe que los guardias que te piden el boleto no eran una leyenda urbana. Ahí estaban, en uno de los pasillos de transbordo en la línea 12 que yo tomaba diariamente, armados con sus terminales para exprimir la tarjeta de crédito de los que se creían muy listos. Yo traía mi boleto, todo en regla, y no hubo necesidad de usar las lágrimas, que tampoco creo que habría servido de mucho.
Aún así, el metro de París, el más antiguo del mundo, sigue siendo uno de mis favoritos, con todo y su penetrante hedor a orina que, cuando lo recuerdo, todavía me pica la nariz.
He tenido gratas experiencias utilizando el moderno metro en Río de Janeiro y conociendo gente amable que me ayudó con la carreola de mi hijo en las escaleras que me llevaban a los andenes en Lisboa o con mis pesadas maletas cuando llegué a París y el elevador de la estación de Lamarck estaba averiado.
Las aplicaciones que hoy en día te permiten diseñar tus trayectos desde tu smartphone y hasta calcular no sólo la hora de llegada del siguiente tren, sino hasta los momentos en los que habrá mayor carga de pasajeros, son de gran ayuda para quienes como yo, amamos ser aventureros urbanos en las grandes capitales del mundo. Por ello, el metro, es y seguirá siendo, un punto obligado de entendimiento y enamoramiento para un viajero trotamundos.
Andanzas en Femenino
De andanzas urbanas subterráneas
Hay muchos tipos de viajeros. Están los aventureros, los que adoran la playa, los que gustan de descubrir pueblos mágicos o castillos encantados.
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