No hay vida más difícil que la del viajero porque la satisfacción está lejos de llegar cuando uno pone palomita en un destino. Y es que resulta que los lugares, al estar poblados de gente, son dinámicos y evolucionan, por tanto, no importa cuántas veces vuelvas, siempre habrá algo nuevo por descubrir.
Eso entonces significa que siendo el mundo tan gigante y estando plenamente seguros de que la vida entera no nos va a alcanzar para pisar todos sus rincones hay decisiones importantes que tomar cada vez que organizamos un viaje. Y es que el criterio no puede ser solo si ya hemos estado ahí antes o si es un nuevo destino porque si tu visita fue hace mucho, tal vez al llegar encuentres todo distinto… o tal vez no.
Viajar es como estar echando constantemente monedas al aire y, al menos a mí, hoy en día en la mitad de mis cuarentas, me dan más ganas a veces de redescubrir destinos que de obsesionarme por poner más pines en mi mapa.
Joaquín Sabina dice en alguna de sus canciones, que “al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver” pero yo digo, ¿por qué no?
Esta mañana conversaba con mi sobrina, que lleva varios años viviendo fuera de México. Planeábamos juntas sus vacaciones de verano, que serán acá, en la buena patria. Aunque yo me la pasaba tratando de convencerla de visitar Chiapas, porque sigo convencida de que es el lugar más hermoso de todo México, lo cierto es que empezamos a hablar de la posibilidad de mejor cambiar ese plan por Oaxaca.
La primera vez que estuve ahí fue hace más de 22 años y fue prácticamente una luna de miel. Mi pareja conocía muy bien la ciudad y no la descubrimos juntos, más bien él fue mi guía. Creo que eso influyó en que nunca me apropié del destino. Sentí que la miré a través de sus ojos.
Volví a Oaxaca muchos años después, en 2012 y mi hijo se enfermó por tragón así que tampoco pude disfrutar realmente la ciudad. Siento que hicimos lo típico y que no teníamos ninguna conexión real con la ciudad.
Han pasado seis años y hace ya casi dos que soy host de experiencias gastronómicas en Ciudad de México. Hoy en día, la forma de viajar ha cambiado y ya casi nadie puede decir que conoció un lugar si no compartió momentos de experiencias con personas locales.
Al estar explorando las opciones y las múltiples experiencias de turismo de inmersión que hay hoy en día en Oaxaca me he dado cuenta de que vale la pena volver y redescubrir tan lindo destino.
Si hay algo famoso de Oaxaca es su comida. Los moles, las tlayudas y por supuesto, el chocolate son apenas alguna pequeña muestra de una de las gastronomías más interesantes de nuestro país. Pero en 2019 no basta con ir al mercado y comer o comprar ingredientes para llevar a casa. La tendencia hoy es compartir conocimiento, cocinar con las mujeres oaxaqueñas, aprender a moler el cacao, a tostar los chiles, a elegir los ingredientes con todos los sentidos.
Hace 22 años tampoco sabía apreciar el mezcal. Hoy lo respeto y disfruto. Antes mucha gente iba a las mezcalerías en Oaxaca a emborracharse. Hoy la idea es degustar, tener un guía, aprender de la bebida y su historia.
Además el mundo del hospedaje también se ha transformado. Ya no basta con ir a una posada tradicional cerca del centro, ahora puede uno elegir lo mismo un moderno bungalow diseñado por un gran arquitecto que un loft adaptado en lo que fuera una antigua calera. Hoy mientras menos ordinario sea, mejor será la experiencia.
Quien visita Oaxaca se lleva una visión de México distinta a la que ya conocía. Es una de las ciudades coloniales mexicanas más hermosas de todo el país. Es sinónimo de diversidad y unión, pueblos que conservan tradiciones ancestrales y bellezas naturales.
Su centro histórico es considerado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO y obviamente sigue siendo una parada obligada para tomar un café en sus portales pero lo mejor de Oaxaca no lo vas a encontrar ahí, ni en sus zonas arqueológicas, museos o iglesias. Lo mejor de Oaxaca, de México y de cualquier lugar del mundo lo vas a encontrar en sus cocinas, sus calles, sus plazas y sus salas de estar… porque lo mejor es su gente y la experiencia de conocerla es lo que realmente te hará saber si conociste un destino o simplemente, hiciste check in en un punto más del mapa.