Cuando era pequeña, no se en que momento alguien me introdujo un chip que programó mi mente para no hacer pausas jamás. O sea el típico naces, creces, te reproduces y mueres parece traducirse en mi generación a una versión extendida que sería: “naces, creces, estudias (primaria, secundaria, bachillerato, universidad) te reproduces, trabajas como un demente para comprar todo lo que te dicen que debes tener, si bien te va, vuelves a estudiar un posgrado para ganar más y seguir comprando cosas… y mueres. Así, sin pausas.
Por fortuna parece que los más jóvenes han comenzado a entender que la vida es para disfrutarse y que sólo es una. Ahora hay muchos que incluyen en sus planes prioritarios, el tomarse un año para ir a conocer otros países y nuevas culturas, estudiar en el extranjero, o hacer algún trabajo de voluntariado mientras encuentran su vocación, o se encuentran a sí mismos, lejos de casa, lejos de la comodidad (y el tedio) de seguir una línea recta en la vida.
Así, el boom en la industria turística hoy lo viven los llamados “viajes de experiencias”. Los jóvenes que pueden hacer una pausa y tal vez, en medio del bachillerato y la universidad toman su mochila y van por un año a viajar por el mundo, no quieren resorts de lujo con planes all inclusive.
Esta búsqueda interna y personal de las nuevas generaciones les ha llevado a exigir, como mercado emergente, que durante sus viajes haya quienes les ofrezcan la posibilidad de vivir una experiencia mucho más cercana, cultural y socialmente incluyente, que les permita involucrarse más con la vida cotidiana del país que visitan.
De ahí que hoy haya un boom de startups que basan su modelo de negocio en la economía colaborativa. Es decir, recomendaciones de restaurantes, hoteles, servicios y lugares para visitar pero que provengan de verdaderos habitantes de esos destinos. Ejemplos hay muchos, desde TripAdvisor, hasta help o Hellofood, pasando por Cívico, la app colombiana que ya comienza a ser referente en México y que ya lo es en Santiago de Chile, por ejemplo.
Pero los grandes unicornios también ya se suben a esta ola y finalmente desde el pasado 8 de junio, Airbnb ya tiene disponibles para ser adquiridas por sus clientes, experiencias en México. ¿Qué significa eso? bueno pues que un turista extranjero puede comprar el tiempo de un deportista, un escritor, un chef o cualquier otra persona experta en algo y que quiera compartirlo en una experiencia única para los viajeros.
Por supuesto que los guías de turistas tradicionales odiarán a los nuevos anfitriones de experiencias de Airbnb pues habrá quienes cambien un tour típico por el centro histórico en grupos gigantes y aburridos por una mañana comiendo quesadillas en un mercado al que llegaron en metro, o un día de entrenamiento con un campeón olímpico, o un recorrido a caballo por alguna reserva natural guiado por un biólogo que les hablará del entorno natural.
Y es que cuando uno hace viajes largos, el turismo de monumentos, sitios famosos y lugares emblemáticos se queda muy corto. Porque lo que el viajero busca es involucrarse con el destino y sus habitantes, con sus costumbres, su comida, su transporte y hasta con sus problemas cotidianos.
Justo en esto último, lo de involucrarse en los problemas cotidianos de las personas que viven en el lugar al que llega un viajero, también hay áreas de oportunidad para nuevos emprendimiento. Por ejemplo en Francia ya hay una plataforma web que ayuda a conectar a viajeros que necesitan hospedaje, con emprendedores sociales y organizaciones civiles que requieren algún servicio profesional. Así, la plataforma sirve para que haya un trueque entre trabajo calificado específico (por ejemplo, si la organización necesita el diseño de un cartel o un video promocional) y hospedaje y alimentos para la persona que como viajero llega y puede donar su tiempo y conocimiento para satisfacer esa necesidad de la organización.
El viajero tendrá entonces la oportunidad de involucrarse y vivir la cotidianidad laboral de las organizaciones del país que visita, al tiempo que no tendrá que preocuparse por pagar ni hospedaje ni alimentación durante su estancia en ese destino. Lo que podemos llamar un trato “win-win”. Creo que los viajeros estamos poniendo ejemplos al mundo de como realmente la cosas podrían ser menos complicadas. Dejar de ver a los viajeros como turistas ricos a los cuales sacarles dinero sino como seres humanos, ciudadanos del mundo que pueden y quieren también aportar su talento para ayudar a otros, podría ser un primer paso para avanzar hacia sociedades más tolerantes, influyentes y sobre todo, universales. ¿No sería estupendo que todas las personas pudiéramos simplemente elegir donde vivir y por cuanto tiempo? ¿No sería maravilloso que ahora con la facilidad que nos da la tecnología, fuéramos nómadas digitales, trabajando desde donde nos sintamos más felices y simplemente viajar dejara de ser un lujo para convertirse en un estilo de vida? Piénsenlo ¡Felices Viajes!